El año paso hube de conformarme con un único ejemplar de membrillo. No
pude hacer conserva. Ayer, me puse las botas.
Veinte tarros de mermelada puestos en orden de batalla.
Tengo para mis amistades y para mi propio consumo.
Pudo haber sido mucho más, porque en su momento bien florido lució mi
membrillar. Un verano extraño, y un otoño peculiar, dieron con unos frutos
sabrosos pero de tamaño menor.
No importa. Si no es grande la cantidad, sí lo será el placer de untarlo
en el pan para desayunar. Seguro que tengo hasta la próxima cosecha.
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