Yo sólo quería saber si podíamos arreglar el tejado, y recibí esta
respuesta.
Su ojo cualificado fue sacando a la luz todas las goteras que tiene esta
edificación que sirve a las gentes del lugar desde junio de 1981. Y son tantas
y tan graves, tan costosas de reparar y tan complejo el intentar resolverlas,
que lo único que cabe decir es que ¡esto es una ruina!
En realidad no dijo nada que no se supiera. Bien lo conocemos, porque
como gatos panza arriba nos hemos visto siempre para sacar algún partido
provechoso de este montón de paredes que se levantaron para contener vacas,
gallinas y cerdos, y ahora se usan para otros menesteres mucho más exigentes.
La primera propuesta suya fue: ¿Os bastaría con la mitad de lo que
tenéis? Me encogí de hombros y solté: Nos hemos apañado siempre con lo que
hemos tenido, aunque fuera cambiando el mobiliario cuatro veces en un día. Pero
no quisiéramos perder lo que tenemos. Es que si hiciéramos una edificación
nueva de una sola planta, resolveríamos todos los problemas, –remató el
entendido. Aquí tenéis más de doscientos metros, y con la mitad… Callé, ¡qué
iba a responder!
No obstante, y ante mi silenciosa oposición, volvió con la segunda
propuesta: en todo caso, y para que esto sigua igual, un arreglo puede hacerse,
y no costoso, para salir del paso. Volvió a sonarme a viejo, estuve a punto de
replicar.
Me consta que lo ha hablado con la superioridad, y que están en el
asunto. Espero sepan dar una respuesta para resolver lo que empezó de forma tan
provisional. Hace tiempo que debió zanjarse esta cuestión, porque la realidad
de mi entorno ha cambiado demasiado en estos casi treinta y cuatro años y, ni
la población actual ni la legalidad vigente, puede/debe aguantar mantener el
stato quo.
Exactamente –o casi– igual opino del asunto independentista. Lo que se
hizo como para salir del paso, aunque muchos dijeran que era concluyente, salió
a medias. A la vista está. Ha faltado claridad y valentía para afrontar el
asunto de frente y con afán de, aunando todos los sentires, dejarlo definitivo.
No se hizo, no nos engañemos. Y ahora no vale apelar a la ley, porque no es
suficiente por no ser igualmente reconocida y aceptada. Siéntense a dialogar,
como yo he solicitado tantas veces en el asunto que me atañe, quienes deban
hacerlo y no se levanten de ella hasta que todos coincidan en algo concreto y…
ojala redondo e indiscutible.
Y por cierto, hay en
este asunto un detalle que me mosquea sobremanera. La multitud que en Cataluña
está por la escisión está a la vista. ¿Dónde está el otro grupo, a todas luces
mucho mayor, que no lo está? A mí no me salen los números, y trato de hacer cálculos;
claro que no soy matemático. La mayoría silenciosa, o, según me dicen, “temerosa”,
debería saber que en esto no vale aquello de “no sabe no contesta”. O ¿es que
están esperando a ver si lo pueden expresar con la papela?
Estoy a la espera. Sé que no hay posibilidad alguna de darle a este
asunto una solución terminada que no sea tirarlo todo y hacerlo nuevo. Pero…
puesto que ya no va a ser igual de completo, por muy nuevo y moderno que fuera,
yo estoy dispuesto a continuar con lo que hay hasta mi retiro.
¿Me lo consentirán, ahora que acabo de lanzar la piedra al agua?
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