He tenido una inspiración…
Hace exactamente 19 años, 0 días, 0 minutos, 0 segundos, estando nosotros reunidos para preparar nuestra eucaristía del domingo próximo, nos trajo Laura Martín de la Concha, llorando como sólo ella llora cuando llora desde lo más dentro, la noticia, no por temida y barruntada, menos deseada y anhelada:
Han matado a Ellacu, y a Nacho y a todos los demás.
- Bueno, Laura, eso era más que probable, dijo alguien (o sea yo, que soy más frío algunas veces que un témpano polar, o más insensible que un pedazo de roca, o más tonto que hacer una o con un canuto, o sencillamente así de simple.)
- Ya, Miguel Ángel, pero es que es una cabronada lo que han hecho con ellos, que a lo mejor sale ahora en la televisión, que me lo han dicho…
La reunión de mi gente se fue a la porra, y ya todo fue un follón, todo un correr a pescar a Alicia (Martín Baró, hermana de Nacho) para darle un achuchón y hacerla el rato menos duro.
Luego vino lo de recordarle en los lugares donde con nosotros estuvo Nacho, las cosas que le enseñamos, las palabras que nos dijo de que éramos de pocas palabras, vamos demasiado secos, y comunicativos y celebrativos…
Yo, por mi parte, recordé el recorrido que le hice por el Valladolid de 1989, que él sólo recordaba el de hacía la tira, que ni conocía los barrios de la ciudad, ni Rondilla, ni Delicias, ni por supuesto La Cañada, y tampoco La Victoria y la Fuente del Sol, desde donde disfrutó de la panorámica mayor de Valladolid.
Y por recordar, también recordé a Ellacu, cuando yo, siendo un mierdecilla, me dio y nos dió aquella teología tan novedosa, tan sorprendente, tan enviciante, tan cautivadora y tan liberadora que él junto con otros y con su gente cocinó desde El Salvador para toda la cristiandad que la quiso y la quiere y la quiera aceptar.
En memoria de todos vosotros,
Hace exactamente 19 años, 0 días, 0 minutos, 0 segundos, estando nosotros reunidos para preparar nuestra eucaristía del domingo próximo, nos trajo Laura Martín de la Concha, llorando como sólo ella llora cuando llora desde lo más dentro, la noticia, no por temida y barruntada, menos deseada y anhelada:
Han matado a Ellacu, y a Nacho y a todos los demás.
- Bueno, Laura, eso era más que probable, dijo alguien (o sea yo, que soy más frío algunas veces que un témpano polar, o más insensible que un pedazo de roca, o más tonto que hacer una o con un canuto, o sencillamente así de simple.)
- Ya, Miguel Ángel, pero es que es una cabronada lo que han hecho con ellos, que a lo mejor sale ahora en la televisión, que me lo han dicho…
La reunión de mi gente se fue a la porra, y ya todo fue un follón, todo un correr a pescar a Alicia (Martín Baró, hermana de Nacho) para darle un achuchón y hacerla el rato menos duro.
Luego vino lo de recordarle en los lugares donde con nosotros estuvo Nacho, las cosas que le enseñamos, las palabras que nos dijo de que éramos de pocas palabras, vamos demasiado secos, y comunicativos y celebrativos…
Yo, por mi parte, recordé el recorrido que le hice por el Valladolid de 1989, que él sólo recordaba el de hacía la tira, que ni conocía los barrios de la ciudad, ni Rondilla, ni Delicias, ni por supuesto La Cañada, y tampoco La Victoria y la Fuente del Sol, desde donde disfrutó de la panorámica mayor de Valladolid.
Y por recordar, también recordé a Ellacu, cuando yo, siendo un mierdecilla, me dio y nos dió aquella teología tan novedosa, tan sorprendente, tan enviciante, tan cautivadora y tan liberadora que él junto con otros y con su gente cocinó desde El Salvador para toda la cristiandad que la quiso y la quiere y la quiera aceptar.
En memoria de todos vosotros,
¡HURRA!, por Ignacio Ellacuría
¡HURRA!, por Ignacio Martín Baró
¡HURRA!, por Amando López Quintana
¡HURRA!, por Juan Ramón Moreno Pardo
¡HURRA!, por Joaquín López y López
¡HURRA!, por Segundo Montes Mozo
¡HURRA!, por Celina Maricet Ramos
2 comentarios:
Es complicado perder a alguien nuestra cultura ni nuestra mente está prepararada, vivimos todos los días entre la vida y la muerte, la muerte está en los telediarios todos, todos los días, en los hospitales, en los periódicos, entre nuestros amigos, en las esquelas, en los recordatorios, en muchas tarde tardes de Iglesias, sin embargo duele, duele mucho cuando una persona querida nos deja. A veces cuando imagino la muerte de algún ser querido creo no poder aguantarlo, sufro tanto...imagina cuando sea de verdad.
Se que la persona que se va, se va para siempre y que solo queda en el recuerdo de los vivos, es por eso que todavía se me hace más duro. Envidio a la persona que cree que después de esta vida hay algo más, la envidio tremendamente porque su dolor es diferente, piensa que hay momentos en los que está a su lado, que le puede hablar, ir al cementerio y contarle cosas..., pero sobre todo cree que lo volverá a ver y estará a su lado algún día y además piensa que está en un lugar mejor.
Hubo un tiempo en el que creí en un cielo, un infierno y un Dios.
Un homenaje necesario Miguel.
Didi.
Justamente estos días, por lo ocurrido en el blog de El País, que me ha permitido conocerte, he recordado mucho aquel acontecimiento. La víspera soñé con muertos en el Salvador, y en el sueño yo estaba muy angustiada. Aquel día estuve buscando y buscando noticias de el Salvador, pase todo el día con aquella angustia, hasta que al día siguiente ya conocimos todos la trágica matanza. Unos años antes había conocido a Ellacuría y me quedé prendada de su pensamiento. Ojalá algún día se haga justicia.
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