Ayer pasé una mala tarde. No tenía, a priori, ningún motivo para ello. Al contrario, todo parecía ir de cara: en tenis íbamos ganando, el Pucela ya lo había hecho, tenía una gozada de reloj de pesas en reparación avanzada –mi afición favorita: desarmar cacharros viejos- y todavía estaba saboreando la Celebración de la mañana con un juicio final que ni era juicio, ni final, ni metía miedo, ni había juez, sino un abogado defensor con todas las pruebas a favor. Y claro, también estaba la boda del sábado, que me había dejado tan buen sabor en los labios y en el corazón.
Pero si es verdad que en domingo todo puede ser posible, también cae dentro de la posibilidad que llegue "lo imposible".
Y llegó, vaya si llegó.
Claro, que le ayudé no un poquito, demasiado.
Animado por mi insensatez, pecando de mucho más que de ingenuo, me explayé en lo de la boda de autos, perdí el rumbo, desatiné. Cuando sólo tocaba hablar de mí, hablé de otros. Hice mal. No puedo decir que pequé de ingenuidad. A estas alturas de la vida uno ya no es un ingenuo, menos inocente. «Ya no somos inocentes en la mala y en la buena», porque aún, todavía, «algunos cantan victoria porque el pueblo paga vidas»; que «la muerte mata… y escucha».
Navegante amigo que llegues a este puerto. Lo inicié el 29 de mayo de 2008 con curiosidad y desconocimiento. Alguna vez me expresé en el sentido de temer algún temor. Alguien amigo me animó a quitármelo de encima, que también hay gente buena, que no toda va a hacer daño, que no. Animado, me animé, y me pasé de la raya.
Has de saber, capitán de navío, que navegas por Internet, hay, de verdad, tiburones –auténticos depredadores- que van a buscar tras lo que ofreces con generosidad, otra cosa. Buscarán las vueltas, darán revolcón al pastel, aderezarán la cosa con sus especiales condimentos, y quedará al fin, pues, una mierda tan grande que no sabrás, después, qué hacer con ella.
Nauta, ten cuidado, no todo el mar es azul, hay también simas abisales de las que puede surgir cualquier cosa, nada buena, toda ella mala.
Pero si es verdad que en domingo todo puede ser posible, también cae dentro de la posibilidad que llegue "lo imposible".
Y llegó, vaya si llegó.
Claro, que le ayudé no un poquito, demasiado.
Animado por mi insensatez, pecando de mucho más que de ingenuo, me explayé en lo de la boda de autos, perdí el rumbo, desatiné. Cuando sólo tocaba hablar de mí, hablé de otros. Hice mal. No puedo decir que pequé de ingenuidad. A estas alturas de la vida uno ya no es un ingenuo, menos inocente. «Ya no somos inocentes en la mala y en la buena», porque aún, todavía, «algunos cantan victoria porque el pueblo paga vidas»; que «la muerte mata… y escucha».
Navegante amigo que llegues a este puerto. Lo inicié el 29 de mayo de 2008 con curiosidad y desconocimiento. Alguna vez me expresé en el sentido de temer algún temor. Alguien amigo me animó a quitármelo de encima, que también hay gente buena, que no toda va a hacer daño, que no. Animado, me animé, y me pasé de la raya.
Has de saber, capitán de navío, que navegas por Internet, hay, de verdad, tiburones –auténticos depredadores- que van a buscar tras lo que ofreces con generosidad, otra cosa. Buscarán las vueltas, darán revolcón al pastel, aderezarán la cosa con sus especiales condimentos, y quedará al fin, pues, una mierda tan grande que no sabrás, después, qué hacer con ella.
Nauta, ten cuidado, no todo el mar es azul, hay también simas abisales de las que puede surgir cualquier cosa, nada buena, toda ella mala.
1 comentario:
Lo haces de maravilla y no tienes, por tanto, que disculparte de nada. Tus mensajes rezuman optimismo, humanidad, entrega y servicio a los demás. Cualidad, o quizá virtudes, que hoy no se estilan en exceso. ¿Insensatez, tú? quiá. Ni hablar. A todos se nos va de vez en cuando el patinete y casi, casi, resbalamos. El mérito consiste en advertirlo a tiempo, echar el freno, cambiar el rumbo y con el gobernalle dirigido hacia el Norte, como hacen los buenos navegantes que se precien.
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