Ayer tarde, mientras los y las peques esperaban la hora de empezar
cobijados en el atrio, el cielo se despejó y dejó ver un arco iris doble, que,
según me comentó luego un abuelo, fue triple un poco más arriba, en Vallsur.
Embobados los mayores, los menores parecían no darle importancia. Y yo,
pensativo, recordaba lo arrobado que contemplaba en mi niñez ese fenómeno
atmosférico que tan bien reflejado está en la biblia, y que en el catecismo
explicado nos decían que era señal de la misericordia de Dios, que dejaba a un
lado su cabreo y declaraba la paz universal.
¡Qué hermoso me parece siempre! En la ciudad, en el campo y sobre todo
en la montaña. ¡Cuántos he disfrutado!
Sin embargo, en ese momento mi ánimo estaba alicaído y no logré alcanzar
el punto de gozo deseado. No sólo tenía reciente el fiasco en mi opinión de un
sínodo que pareció prometía demasiado, sino que estaba a la espera de unos
padres que planteaban una situación tan personal que resultaba imposible
atender.
El canto compartido en cada grupo con que siempre empieza nuestra
catequesis me devolvió un tanto esa paz que el arco iris quiso transmitirme. No
lo consiguió por completo porque llegué al final del día rumiando las
reacciones tan extrañas de las que tuve constancia al leer escritos y
comentarios en internet.
¡Madre del amor hermoso! ¡Cómo es posible que exista tanta gente que
desee ver a otros pudriéndose de por vida! ¡Más les valdría alzar la mirada y dejar
abajo sus míseras consideraciones!
No les sirve de nada tener un corazón tan “recto”, cuando el que creó todo de
la nada y es el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin de cuanto existe, insiste de
manera tan hermosa en hacerlo todo nuevo (Apocalipsis 21, 1-8).
Sí, cada vez que contemplo el arco
iris, embelesado recuerdo estas palabras escritas hace mucho tiempo:
“Dijo Dios: «Esta es la señal de
la alianza que para las generaciones perpetuas pongo entre yo y vosotros y toda
alma viviente que os acompaña: Pongo mi arco en las nubes, y servirá de señal
de la alianza entre yo y la tierra. Cuando yo anuble de nubes la tierra,
entonces se verá el arco en las nubes, y me acordaré de la alianza que media
entre yo y vosotros y toda alma viviente, toda carne, y no habrá más aguas
diluviales para exterminar toda carne Pues en cuanto esté el arco en las nubes,
yo lo veré para recordar la alianza perpetua entre Dios y toda alma viviente,
toda carne que existe sobre la tierra».
Y dijo Dios a Noé: «Esta es la señal de la alianza que he establecido entre yo y toda carne
que existe sobre la tierra»” (Génesis 9, 12-17).
Y reconozco que me siento agradecido, es decir, “agraciado”.
1 comentario:
Es lo que tiene la naturaleza y sus múltiples formas de manifestarse, es espléndida. Ya lo han explicado los físicos pero los poetas lo hacen trascender a otra dimensión. Es verdad, el arco iris es una de las manifestaciones naturales que más placer genera. Yo también coincido contigo en que contemplado donde sea nos aporta un plus de serenidad y hermanamiento con todos y con todo. Sin embargo, como ejemplo -uno de tantos- de lo míseros que podemos llegar a ser los humanos está el resultado del sínodo ese del que hablas. ¡Cómo es posible que no sean capaces de entender con la " divina humanidad" que se les supone el texto que refieres!. Qué desperdicio de tantas cosas se congrega en esas reuniones y que cantidad de maldad se concentra en ellas. El demonio ha campado a sus anchas entre los purpurados. Qué religión tan tremenda la que practican estos hombres (u lo que sean) y qué lejos están de la que practicas tú, por ejemplo, y eso que tienen el mismo origen. ¡Vaya limpieza necesita esta organización social en la que habitamos!.
Por cierto, la foto es magnífica, la primera, por los dos arco iris.
Besos
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