PRUDENCIO RODRIGUEZ, MATERIALES DE CONSTRUCCION, PASEO ZORRILLA, 200 |
“Empresa familiar con más de
cuarenta años al servicio de sus clientes”, no me salen las cuentas; tengo para
mí que faltan algunos años…
Eso es lo que dice la
página web, que para eso estamos en la era de Internet. Pero puede que esté un
poco desatendida, o que en el trajín del almacén, la tienda exposición y la
atención personalizada, las cuentas que se hacen no sean las debidas.
Porque ahora es Javi,
el nieto, quien la regenta, junto con su madre. Fue su abuelo el fundador, «Prudencio»,
y al decir de las gentes, por lo menos cincuenta años ha que empezó a
suministrar yeso, cemento, baldosas, carbón y demás.
No, no voy a comisión
ni esto es propaganda. Esto es cosa de vecinos.
Resulta que la tienda
la tiene en otro sitio, pero aquí, justo a mi lado, tiene el “encerradero”,
expresión con la que los de mi barrio designamos el lugar donde empresas de
construcción y similares almacenan lo que en otra parte venden.
Mi barrio se diseñó a
partir de una finca que se parceló y se fue vendiendo, con calles justo de
anchura como para pasar a pie, en burra o en bicicleta. En coche malamente.
Ahora ¿quién no lo tiene? No uno, sino hasta tres. He echado las cuentas y
salimos a uno coma dos por barba, o sea que en una casa con cuatro miembros hay
casi cinco coches. Así que estamos atascados. Y ni siquiera aceras.
El excelentísimo ha
re-ordenado el tráfico en todo el conjunto vecinal, porque antes todas nuestras
calles eran de ir y volver; ahora ya no. Así que para atravesar sólo hay que
mirar en una dirección, salvo que en ese momento no te acuerdes de si es de ida
o de vuelta, y debas mirar hacia atrás o hacia adelante.
El caso es que
tenemos una sola calle para entrar en nuestro barrio, y todas las demás para
salir. Si te equivocas, y quién no está en riesgo si vuelve tarde y con prisas
o sale pronto y con angustia, debes salir, rodear todo el perímetro y atinar
con la de entrada.
A Javi le han jorobado. Si su abuelo venía con
la bici a por yeso, ahora él usa un camión. Es grande y pasa justito. Para
entrar a su encerradero ha de girar dos esquinas y con mucho cuidadín de no
quedarse encajado entre las casas.
Lo soluciona sacando
el material con un “toro” por la calle de enfrente a su trasera, que es toda
recta.
Y le han denunciado.
No porque salga o entre, sino porque sale y entra. A esa calle la han asignado
las dos direcciones pero por separado: la primera mitad para acá, la segunda
mitad para allá. No puede ni entrar ni salir.
Confuso está el pobre
hombre. Confusos estamos los demás, al ver qué han hecho con nosotros.
Israel, a ver cómo lo
solucionas, le dije el otro día. Es el guardia municipal asignado a este
barrio. Tiene buena voluntad, pero sólo puede hacer… lo que puede hacer. Si hay
una denuncia o una reclamación, hay que atenderla, porque como funcionario
público si no lo hace incurre en prevaricación.
El pobre hombre está
estudiando la manera de dejar contentos a ambos, denunciante y denunciado. A
ver si lo consigue…
Por mi parte poco
puedo hacer. Pero dije al municipal que, según he oído al personal, esas cosas
antes no ocurrían, sobre todo cuando el abuelo Prudencio fiaba a unos y otros
cosas que necesitaban para hacerse la casa, ilegal por supuesto, en aquella
época de crisis que ya parece nadie quiere recordar. Ahora, que estamos en
Europa, deseamos que nuestras calles sean de primera, y no las pise un cacharro
que remolca arena, ladrillos o sacos de cemento, aunque sólo pesen 35 en lugar
de los 50 de rigor.
¡Cómo han cambiado
los tiempos! No, no creo que Bob Dylan se acerque por aquí de camino al
Mediterráneo. En Castellón funcionan de otra manera. Eso dicen, al menos, los
que saben.
2 comentarios:
Esas son las cosas que hay que hablarlas junto a los demàs vecinos
No creas que por aquí se funciona mejor, Miguel Ángel, en todos los sitios se cuecen habas. Bob Dylan visto y no visto.
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