Tengo un precioso acebo que he criado y cultivado con mimo a partir de una raíz que robé de la montaña palentina hace ya… ¡qué viejo soy!, la tira de años. Ahora florece a su tiempo y está casi lleno de bolitas rojas. Como por aquí no hay urogallos, deberían permanecer ahí hasta madurar y caer.
De esta manera ya he logrado nuevas plantas que he regalado a amistades y caprichosos, y ahora crecen en otros jardines.
El caso es que yo siempre he querido tener una encina. Antojos que tiene uno. Y un buen día del invierno anterior, durante el paseo con mis amiguitos, cogí un plantón del pinar de mis amores por ver si lograba algo. Provisto de herramientas, y escarbando en la arena pinariega, no fue difícil conseguir un buen cepellón en la base de la planta.
Me lo traje, no penséis que sin trabajo, porque la bola terráquea pesaría seis kilos o más.
Lo puse en una maceta y en la primavera nuevas hojas indicaban que era posible que, aún sin la raíz principal, agarrara.
A la entrada del verano, y por el mismo procedimiento, me traje otros dos. No era por almacenar, ¡qué va!, sino para asegurar que al menos uno de ellos sobreviviera.
A la entrada del verano, y por el mismo procedimiento, me traje otros dos. No era por almacenar, ¡qué va!, sino para asegurar que al menos uno de ellos sobreviviera.
Los tres parecen gozar de buena salud y el futuro lo tienen asegurado. Creo que sí conseguiré tener en el jardín la deseada encina.
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A la caída de la hoja, cuando los rosales se quedan en solo esqueleto, descubrí que junto al tronco de uno muy próximo al acebo asomaban unas hojitas diminutas, verdes a rabiar y con puntitas en los bordes. ¡Bien!, me dije. Tenemos un nuevo acebo. A dejar que crezca un poco más, y le buscamos nuevo domicilio.
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En el centro de este jardín parroquial, yergue majestuosamente su figura un cedro del Himalaya. Entre sus ramas frondosas y a una respetable altura ha dado por anidar, ¡vaya por Dios!, una pareja de maricas. Sus graznidos desagradables y secos ni gustan ni disgustan; se soportan. Únicamente me privan de sacar a tomar el aire y el sol a mi canario, que gusta de estar fuera de casa y que le ronden los gorriones.
Esta pareja maldita es la causante de que los frutos del acebo desaparezcan, y sin pagar ni renta ni peaje. Pero se joroban, que uno ha brotado y voy a tener árbolito nuevo.
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Domingo de carnaval, 14 de febrero, día de San Valentín para más inri: descubro que el tal brote nuevo que yo presumía de acebo, en realidad ¡es una encina!
¿Cómo demonios ha llegado aquí esta plantita?
Razón tenía Felipe. Las urracas son unas ladronas compulsivas, que todo lo cogen y todo lo almacenan. Salvo algunas cosas que se les caen o que pierden por su cloaca. Las maricas digo yo que se parecen demasiado, que deben ser por lo menos primas hermanas de las urracas. Ellas habrán sido las que han llevado a cabo este tejemaneje de lo que parecía acebo y ha devenido en encina.
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Mejor que mejor. Si no tengo acebo nuevo, sí tendré una encina en el jardín, porque una cosa segura es que las semillas que estos pajarracos esparcen por esos campos de Dios todas ellas agarran con salud y crecen sin miramientos.
9 comentarios:
¡Toma ya! soy la prime, últimamente se me pasan todas tus entradas y no me entero de ná.
Oye, vaya ejemplar de acebo tan magnífico que tienes, me encantan los acebos. Y ahora: tendrás un encinar ya no vas a necesitar sacar a los perros al encinar de allá arriba (o donde sea, qué sé yo) con dejarlos sueltos en el jardín función hecha, digo yo por decir algo.
Lo dicho, que se críen bien todos tus retoños del reino vegetal y lleguen a ser árboles que den cobijo a los pardales e incluso a las urracas.
Besos
Miguel Ángel, no deberías enfadarte con los graznantes, sino guiñarles el ojo. De urraca avispada hiciste tú antes, cuando trajiste el brote, que hoy rivalida con la torre, y los cepellones. Tú sabías lo que hacías, ellas se limitan a dar la lata. Bueno, te han dado una encina: déjales un sitio en el paraíso, aunque lejos de tu pajarillo, eso sí.
Julia, casi me pillas editando, qué oportuna. Pensé este post volviendo de noche de la piscina, que los domingos casi me sacan a toque de silbato. Y por eso las fotos son con flash.
El acebo es una maravilla, aunque ha perdido algo de empuje, que ha tenido mejores inviernos que éste.
Y desde luego, aunque monte un encinar, los paseos buenos son a campo abierto, que las piernas hay que estirarlas y los pulmones necesitan otros aires.
Besos, como siempre.
Juan, si no me enfado. Ahora bien, tampoco les guiño el ojo. Son unos tunantes, que, además de los bolitas del acebo, el invierno pasado se vendimiaron las 72 olivas del que trasplanté hace unos días.
En cuanto a lo del pajarito me la pagan, palabra.
En efecto, esto parece un paraíso los lunes por la tarde, que se llena de la chiquillería que viene a catequesis.
Con que gracia has contado el asunto, pero tienes razón, semilla que trae un pájaro arraiga con toda seguridad.
Les deseo lo mejor en tu compañía
Besos
Sólo manos primorosas son capaces de lograr que las plantas sobrevivan en espacios que no eran los suyos. Mano de santo, que diria mucha gente. Nada tiene de extraño que del acebo nazca la encina, que no a la viceversa. Son del mismo género: acebo (ilex aquafolius), encina (Quercus ilex). Hidrófilo el primero, es xerofítica la segunda. Para entendernos, el acebo requiere entorno humedo, la encina se adapta a terrenos secos. Es la planta rústica por excelencia. El desarrollo del acebo en condiciones de sequedad puede derivar hacia el tipo de hoja escoriácea de la encina, mas nunca se prodicirá el revés. Cosas de la botánica, de la ecología, de la naturaleza que no deja de sorprendernos. Nada sé de aves, pero coincido en que las urracas con un incordio insoportable. Pero es la naturaleza, que siempre tiene su lógica.
Claro, Laura, los pájaros no son tontos y cogen las semillas más lustrosas. Si las pierden y caen en buena tierra, además de agarrar producen plantas fuertes y sanas. La orilla del canal de riego que circunda el pinar está lleno de nogales, cerezos, cascabelillos y parras que han surgido de esa manera. Nadie los cuida y dan unos frutos maravillosos que los paseantes vamos degustando en su sazón.
Gracia la que ud. tiene, jovencita…
Fernando, no dejas de sorprenderme con tu saber. Pero no puedo coincidir contigo. Encina y acebo tendrán genes comunes, pero me temo que el acebo no puede degenerar en encina. Son correctos los nombres con que los describes, pero la encina es una Fagácea en tanto que el Acebo (Ilex aquifolium) es una Aquifoliácea. Tal vez el hecho de que una especie de encina se denomine Quercus ilex pueda despistarte un poco. Existe una variedad de encina, coscoja, otro Quercus (Quercus coccifera) a caballo entre encinas y robles.
Aunque a mí me ilusionó al principio el brote que descubrí confudiéndolo con acebo porque nacía justo a su lado, cuando ahora lo miro reconozco que no se parece absolutamente: las hojas son más planas y blandas, y el verde es mate. Nada que ver con los acebitos que he sacado de ese mismo lugar y que tengo por ahí repartidos.
No obstante lo dicho, creo en los milagros; de modo que puede ocurrir cualquier cosa.
Es que no se puede hablar mal de ningún bicho, excepto de los caimanes, por ejemplo, y no sé yo, porque cada uno tiene un puesto asignado sabiamente en la cadena de la vida. Me hace gracia el nombre de esos pájaros. ¿Son parientes de los cuervos y de las urracas? Si es así, aquí se llaman de otro modo que ahora no recuerdo, pero son el terror de los huertos. Ya sé, se llaman aquí merlas, negras y feas como un demonio, pero que ellas tienen su tarea que hacer, como en el caso de tus plantíos, que te han sembrado sin trabajo para ti. Enhorabuena por ese jardín lleno de preciosos árboles. El amor que pones se nota en todos ellos.
¿Nadie los cuida?, madre mía ¡y qué tú digas eso!
Besossssssssssssssss
Razón tienes, Clares, sobre ese particular. Urracas y maricas son el mismo tipo de animal. Me equivoqué yo al querer hablar de cuervos y escribir urracas.
Los cuervos son totalmente negros. Las urracas tienen blanco en parte de su cuerpo. Aquí explican suficientemente las coincidencias y las desemejanzas:
http://es.wikipedia.org/wiki/Pica_pica
http://es.wikipedia.org/wiki/Corvus_corax
Los cucudrulos, pobrecitos, también tendrán su belleza interior. Exteriormente resultan cuando menos inquietantes. Pero siempre podremos encontrarles algún atractivo y posible utilidad: http://www.nortecastilla.es/20090128/local/zamora/alcalde-presenta-picoco-cocodrilo-200901281734.html
Laura, no me tientes, no me tientes. Cuando digo que nadie las cuida, digo que nadie se acuerda de ellas hasta que llega el momento de comer distraidamente de sus frutos. El resto del tiempo pasan desapercibidas para la mayoría de los paseantes. Acarrascados, siguen, sin embargo, madurando aunque no alcancen la presencia de los cultivados. Pero es que no todo es perfecto, o, mejor dicho, la perfección no está en donde nosotros queremos verla.
¡Qué linda eres! Más aún: ¡Guapona!
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