Hoy hemos proclamado una preciosidad de evangelio, de Juan, por supuesto. Es Juan el que dice las cosas más bellas, aunque digan que lo escribió a su bola.
Lo voy a poner para que leáis quienes entréis:
En aquel tiempo, fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntan:
- «Mujer, ¿por qué lloras?»
Ella les contesta:
- «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.»
Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice:
- «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?»
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta:
- «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré.»
Jesús le dice:
- «¡María!»
Ella se vuelve y le dice:
- «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!»
Jesús le dice:
- «Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro."»
María Magdalena fue y anunció a los discípulos:
- «He visto al Señor y ha dicho esto.»
El caso es que hoy estaba solo, acompañado, pero solo. Junto a mí había 20 mujeres. ¿No es fabuloso? El día en que se proclama que María es la primera testiga del Jesús resucitado, que es una mujer, ella, María, la que recibe el encargo de anunciárselo a los discípulos, todos varones por supuesto, junto a mí sólo estaban ellas.
Cualquier comentario que haga a partir de ahora podría ser censurado, moderado al menos; no lo hago pues. Pero sí hago constar cómo fue, 20 parroquianas oyeron ese evangelio, ningún parroquiano. ¿Cómo vamos a pedirles a los santos varones que cedan espacio a las varonas, santas también por supuesto, si ellos no estaban y por lo tanto no se enteraron?
Seguiremos estando, pues, en la inopia. El que no está no se entera; el que no se entera, no sabe; el que no sabe, es como si no estuviera. Y así estamos, como si no estuviéramos pisando la tierra, sino surcando los espacios siderales.
La pena es que mientas tanto la tierra sigue girando, sobre su eje y alrededor del sol.
Pero tranquilos todos: ellas sí que estaban; oyeron; y ellas siguen y seguirán estando.
¡Que felicidad!
No me resisto a añadir esto, encontrado casualmente al revisar viejos papeles. Parece ser un texto muy antiguo, una auténtica glosa escrita al borde de un papiro que no sé cómo llegó a mis manos. Se trata de unos renglones en lengua para mí desconocida, que no hice caso en su momento, hace de esto ya la tira. Ahora he encontrado la manera a través de la Red de descifrarlo y traducirlo. Es un diálogo a tres bandas que me parece muy actual y digno de darlo a conocer.
Parece ser una conversación, o parte de ella, entre Jesús, Pedro y María de Magdala, situada más o menos cerca de Jerusalén y poco antes de la entrada solemne, al decir de la tradición. Estas son las palabras en castellano:
«Pedro, "El Picapiedra":
Si no es sólo por mí, que también están aquí las mujeres, Salomé, María de Cleofás, Magdalena, tu misma madre, María, y el resto de ellas que han estado junto a ti todos estos tiempos de caminar, y de convivir, y de anunciar. Mira, mira lo que dicen.
María, "La Magdalena":
Mira, Jesús, no hagas caso a Pedro, ya le conoces de sobra; él está muy atado a las tradiciones, se preocupa mucho del qué dirán, y como tú le has señalado con cierto acento, él mismo se ha subido a la parra y el celo le está hasta comiendo la sesera. Pero estate tranquilo que todas nosotras no vamos a seguirle la corriente, aunque a veces lo parezca. Desde tu Madre María, hasta la última del grupo, o sea yo misma, estamos convencidas de que el Reino no va a llegar de la mano de estos brutotes, aunque tampoco de los sabios, ni de los que gustan de dominar y mandar. Que te hemos entendido perfectamente que tú dices que en el amor y en el servir está la auténtica fuerza; que seguirte a ti y a Abba desde el corazón más que desde la cabeza es lo correcto. Y que no importa si en primera fila o atrás del todo, levantando la voz o susurrando, nosotras vamos a estar siempre junto a ellos, porque ellos solos no son capaces de ir demasiado lejos.
Jesús, "El Maestro":
Ya lo sé Magda, ya lo sé. Yo confío en vosotras, y bien me gustaría que ocuparais mucho más espacio, pero no quiero que se encrespen y se sientan heridos en su orgullo. Cuento con vosotras para que tiréis del carro, que ellos solos son capaces de destrozarlo discutiendo por cualquier bobada: lo importante es caminar con la carga, no que si el carro grande o pequeño, tartana o tílburi; interesa llegar, no quien manda y quien sólo puede opinar; urge atender al personal, no si es más barato pero luce menos. Los sedientos necesitan el agua que les refresque la boca y los tímidos y abatidos, el vino nuevo que haga arder su corazón; y no si lo hacemos con agua de botella o de grifo, con vino de Ribera o de Valdepeñas.
Apretaos los machos, bien apretados, las mujeres, que tenéis por delante tanto trabajo como lo habéis tenido hasta ahora.
Sí, empezó mi mamá, María, con su sí incondicional a la voluntad de Abba.
Continuó ella misma, e Isabel, mi tía, con su tesón y constancia. Y también con su buena cabeza. Ana también hizo lo suyo desde el silencio y la oración.
Habéis seguido vosotras con vuestro ejemplo, con vuestra sinceridad al expresar el amor sin añadidos y tal cual, y con no hacer caso de dimes y diretes y haber roto la hipocresía.
Me temo que, aunque os cueste, vosotras seáis las únicas que os mantendréis firmes a mi lado cuando llegue el momento de la prueba y del oprobio.
No, la muerte no os va a hundir, al contrario, seréis las primeras en anunciar que ha sido derrotada para siempre, y que la vida sin fin y en plenitud se ofrece como una realidad universal.
Y seréis también vosotras, siempre disponibles y dispuestas, las que organicéis, convoquéis, animéis, preparéis, habléis, mediéis y pacifiquéis, incluso presidáis con cariño y temple cuando sea menester; y seréis vosotras las que os ocultéis para no herir, os expreséis no con palabras sino con el gesto, construyáis sin hacer ruido y mientras ellos descansan; seréis, en fin, vosotras las que junto con los ancianos y los niños, mejor encarnéis las Bienaventuranzas del Reino de mi Padre y del Evangelio que esperan como Buena Noticia los esclavizados, los acallados, los proscritos, los violados de ahora y de todos los tiempos.
Te aseguro que por vosotras y en vosotras, el género humano no conocerá la corrupción. Mi Abba me ha asegurado que cuando me resucite, la primera en imitarme será mi Madre, y a partir de ella, todas vosotras. Bueno, esto es broma, pero cómo me gustaría que fuera realidad; os lo merecéis, de verdad que sí.
Pero dejémoslo ya, que hay que entrar en Jerusalén antes de la Pascua. Aviémonos, no se haga demasiado tarde.»
Lo voy a poner para que leáis quienes entréis:
En aquel tiempo, fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntan:
- «Mujer, ¿por qué lloras?»
Ella les contesta:
- «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.»
Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice:
- «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?»
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta:
- «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré.»
Jesús le dice:
- «¡María!»
Ella se vuelve y le dice:
- «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!»
Jesús le dice:
- «Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro."»
María Magdalena fue y anunció a los discípulos:
- «He visto al Señor y ha dicho esto.»
El caso es que hoy estaba solo, acompañado, pero solo. Junto a mí había 20 mujeres. ¿No es fabuloso? El día en que se proclama que María es la primera testiga del Jesús resucitado, que es una mujer, ella, María, la que recibe el encargo de anunciárselo a los discípulos, todos varones por supuesto, junto a mí sólo estaban ellas.
Cualquier comentario que haga a partir de ahora podría ser censurado, moderado al menos; no lo hago pues. Pero sí hago constar cómo fue, 20 parroquianas oyeron ese evangelio, ningún parroquiano. ¿Cómo vamos a pedirles a los santos varones que cedan espacio a las varonas, santas también por supuesto, si ellos no estaban y por lo tanto no se enteraron?
Seguiremos estando, pues, en la inopia. El que no está no se entera; el que no se entera, no sabe; el que no sabe, es como si no estuviera. Y así estamos, como si no estuviéramos pisando la tierra, sino surcando los espacios siderales.
La pena es que mientas tanto la tierra sigue girando, sobre su eje y alrededor del sol.
Pero tranquilos todos: ellas sí que estaban; oyeron; y ellas siguen y seguirán estando.
¡Que felicidad!
No me resisto a añadir esto, encontrado casualmente al revisar viejos papeles. Parece ser un texto muy antiguo, una auténtica glosa escrita al borde de un papiro que no sé cómo llegó a mis manos. Se trata de unos renglones en lengua para mí desconocida, que no hice caso en su momento, hace de esto ya la tira. Ahora he encontrado la manera a través de la Red de descifrarlo y traducirlo. Es un diálogo a tres bandas que me parece muy actual y digno de darlo a conocer.
Parece ser una conversación, o parte de ella, entre Jesús, Pedro y María de Magdala, situada más o menos cerca de Jerusalén y poco antes de la entrada solemne, al decir de la tradición. Estas son las palabras en castellano:
«Pedro, "El Picapiedra":
Si no es sólo por mí, que también están aquí las mujeres, Salomé, María de Cleofás, Magdalena, tu misma madre, María, y el resto de ellas que han estado junto a ti todos estos tiempos de caminar, y de convivir, y de anunciar. Mira, mira lo que dicen.
María, "La Magdalena":
Mira, Jesús, no hagas caso a Pedro, ya le conoces de sobra; él está muy atado a las tradiciones, se preocupa mucho del qué dirán, y como tú le has señalado con cierto acento, él mismo se ha subido a la parra y el celo le está hasta comiendo la sesera. Pero estate tranquilo que todas nosotras no vamos a seguirle la corriente, aunque a veces lo parezca. Desde tu Madre María, hasta la última del grupo, o sea yo misma, estamos convencidas de que el Reino no va a llegar de la mano de estos brutotes, aunque tampoco de los sabios, ni de los que gustan de dominar y mandar. Que te hemos entendido perfectamente que tú dices que en el amor y en el servir está la auténtica fuerza; que seguirte a ti y a Abba desde el corazón más que desde la cabeza es lo correcto. Y que no importa si en primera fila o atrás del todo, levantando la voz o susurrando, nosotras vamos a estar siempre junto a ellos, porque ellos solos no son capaces de ir demasiado lejos.
Jesús, "El Maestro":
Ya lo sé Magda, ya lo sé. Yo confío en vosotras, y bien me gustaría que ocuparais mucho más espacio, pero no quiero que se encrespen y se sientan heridos en su orgullo. Cuento con vosotras para que tiréis del carro, que ellos solos son capaces de destrozarlo discutiendo por cualquier bobada: lo importante es caminar con la carga, no que si el carro grande o pequeño, tartana o tílburi; interesa llegar, no quien manda y quien sólo puede opinar; urge atender al personal, no si es más barato pero luce menos. Los sedientos necesitan el agua que les refresque la boca y los tímidos y abatidos, el vino nuevo que haga arder su corazón; y no si lo hacemos con agua de botella o de grifo, con vino de Ribera o de Valdepeñas.
Apretaos los machos, bien apretados, las mujeres, que tenéis por delante tanto trabajo como lo habéis tenido hasta ahora.
Sí, empezó mi mamá, María, con su sí incondicional a la voluntad de Abba.
Continuó ella misma, e Isabel, mi tía, con su tesón y constancia. Y también con su buena cabeza. Ana también hizo lo suyo desde el silencio y la oración.
Habéis seguido vosotras con vuestro ejemplo, con vuestra sinceridad al expresar el amor sin añadidos y tal cual, y con no hacer caso de dimes y diretes y haber roto la hipocresía.
Me temo que, aunque os cueste, vosotras seáis las únicas que os mantendréis firmes a mi lado cuando llegue el momento de la prueba y del oprobio.
No, la muerte no os va a hundir, al contrario, seréis las primeras en anunciar que ha sido derrotada para siempre, y que la vida sin fin y en plenitud se ofrece como una realidad universal.
Y seréis también vosotras, siempre disponibles y dispuestas, las que organicéis, convoquéis, animéis, preparéis, habléis, mediéis y pacifiquéis, incluso presidáis con cariño y temple cuando sea menester; y seréis vosotras las que os ocultéis para no herir, os expreséis no con palabras sino con el gesto, construyáis sin hacer ruido y mientras ellos descansan; seréis, en fin, vosotras las que junto con los ancianos y los niños, mejor encarnéis las Bienaventuranzas del Reino de mi Padre y del Evangelio que esperan como Buena Noticia los esclavizados, los acallados, los proscritos, los violados de ahora y de todos los tiempos.
Te aseguro que por vosotras y en vosotras, el género humano no conocerá la corrupción. Mi Abba me ha asegurado que cuando me resucite, la primera en imitarme será mi Madre, y a partir de ella, todas vosotras. Bueno, esto es broma, pero cómo me gustaría que fuera realidad; os lo merecéis, de verdad que sí.
Pero dejémoslo ya, que hay que entrar en Jerusalén antes de la Pascua. Aviémonos, no se haga demasiado tarde.»
7 comentarios:
He entrado, porque me gusta entrar en tus estancias, y me he quedado deslumbrado porque las paredes estaban repletas de palabras, palabras, palabras... palabras bellas, entrañables, de amistad, de ilusión y de esperanza. Las palabras crecían y crecían porque tanto las mujeres que rodeaban al Maestro como las que te acompañaban no paraban de alentar al encuentro y la confianza. Así se hace la historia, así se fraguan las ilusiones, así de construye el paraiso
Veo a mi madre entre las mujeres del texto (también entre tus parroquianas), además está tu madre, la madre de mis hijos, las madres de las que hablaba Garzo en el pregón...Todas las madres, que quizá por el hecho de ser mujeres y no varones hacen que la tierra siga girando sobre su eje y alrededor del sol aunque para ti sea una pena. Que paradoja que hayamos tenido que crear el ministerio de igualdad. Nunca subiremos tanto (los varones) como para llegar a "Su" altura. Un placer.
Es medianoche, hoy va a ser un buen día. Ellas seguirán estando, como han estado hasta ahora, ¿no es maravilloso?
Querido Miguel Ángel.
¡Precioso texto!
Las mujeres, siempre estámos ahí, para ayudar, para mimar, para acariciar, para sufrir, para sonreir aún en los peores momentos.
(Miguel Ángel, te escribo aquí la respuesta a tu comentario en mi blog, me parece acertada, yo así lo creo).
Dices que eres de pocas palabras, mas bien parco.
Se que los hombres castellanos sois así.
Pero tu te alimentas de palabras, divulgas palabras, en tu caso no son vanas.
No te pidas moderación, tus palabras "CURAN"
Un saludo cariñoso.
Gracias.
Pues yo ya sabes mis tesis, huelga de misas, que lo que dices es precioso pero perpetúa los estereotipos vigentes. Mujeres fuera de la iglesia ya!
otra prueba, que sosa soy eh? Es que esto de haber sido informática de toda la vida, deja su poso. Esta prueba es con id de google. si funciona alguna me avisas MAVS
Seguirán estando hasta que hagamos una huelga de misas, jejeje
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