Para unos es el Día del Libro, onomástica de don Miguel de Cervantes, sí el del Quijote, y de mister William Shakespeare, el de Otelo. Y con tal motivo se ponen muy serios, encerrados en aulas de alto copete y pónense igualmente a disertar, leer, celebrar, a Gutenberg, por lo de la imprenta, a la cultura escrita en particular, y a la lectura diversa en general. Y siempre, entre aplausos y gente de alto nivel de sensibilidad y del saber hacer, decir y escribir, se lamentan de lo mucho que se edita y de lo poco que en fin se trajina en lectura personal, esforzada, cuidadosa y re-pensada, o sea, reflexionada.
Es el día en que se lamenta toda la humanidad de lo mucho que se gasta la dicha humanidad en madera para estanterías que van a soportar televisores de plasma, relojes a pilas, figuritas de plastilina, fotos de aquí y de allá, y algún que otro libro de pastas resplandecientes y páginas inmaculadas de no haber sido nunca maculadas.
Para otros, en mi tierra, es el día de la tierra castellana, Villalar, Los Comuneros, el extranjero malencarado y dictador que se cargó de raíz las raíces propias de esta tierra. Y se van a la campa a cantar y bailar jotas, a leer y escuchar manifiestos contra esto y contra aquello, a poner flores en monolito pétreo que ya no dice gran cosa para los de esta hora, que es la era de la globalización globalizada, todos laminados por una igualdad fatal e interesada, que olvida lo propio y ensalza lo que no es absolutamente nada, pero ojo, que esa nada es como la peste que avanza cual nube negra de Tolkien.
Y también llevan tortillas, y botas con buenos caldos, y alguno y alguna se ponen hasta la cabeza de otros productos, de los que no da esta tierra. ¿O sí? Es que ya ni sé lo que es de aquí.
Para mí y para los míos, sin embargo, es el primer día de primavera. Y no hacemos otra cosa sino largarnos a la montaña, y estrenar nieve sin pisar, dejar que el aire y el sol nos desvirgue la piel invernal, permitir que nuestros cuerpos se espurran en ejercicios de subida y de bajada, y al final, después de muchas horas de santo ejercicio físico, mental y espiritual, aparezcan por fin, las primeras agujetas del año nuevo, que como he dicho anteriormente, empieza siempre para nosotros en este espléndido día, en que nos rebautizamos con botas de alta montaña, mochila a la espalda, crema por doquier anti-quemazón en cara y brazos, y polainas por si acaso. Bueno a esto ahora lo llaman finamente guetres, que polainas ya es muy antiguo y recuerda, qué historia, a los guardias terribles de mi infancia y juventud, a quienes llamábamos “los grises”.
Pues eso, que ayer nos fuimos a desburrarnos al alto de Peñalara, y fuimos muy poquitos los que subimos, y entre todos, los más jóvenes, éramos nosotros, que doblábamos la edad al más mayor de todos ellos.
Esta mañana me he levantado con el cuerpo maltrecho, la mente despejada y las manos y dedos un poco torpes; tanto que me he comido una h al escribir en un blog amigo huso horario. Y he tenido que volver para corregirme y pedir perdón y que me disculpen, que no es incultura ni iletralez, sino simple agarrotamiento de miembros.
Pues eso, que ayer fue el Día de Villalar, y mientras sindicales pedían medidas concretas, nosotros pedíamos ¡más madera!
Post Data:
¡Cómo me voy a olvidar de Don Miguel! Eso en mí es imposible por impensable. (¿Será al revés: impensable por imposible? No sé, pero ya me entendéis: que no, que no puede ser y se acabó). Ayer, en la campa de Villalar, se juntó jota, vino, tortilla, banderolas al viento y lectura continuada de El Camino, de Delibes, ¡sí señor!, que este señor se lo merece por castizo, castellano, cazador, católico de libre vía, capacitado amador de su amada Mariángeles, casi compa de mi también apreciado José Velicia, amigo mío al bies pero entrañable, y cantamañanas reidor de quienes usan tan mal su pulcro, bello, fino, escueto y universal castellano.
¡Cómo me voy a olvidar de Don Miguel! Eso en mí es imposible por impensable. (¿Será al revés: impensable por imposible? No sé, pero ya me entendéis: que no, que no puede ser y se acabó). Ayer, en la campa de Villalar, se juntó jota, vino, tortilla, banderolas al viento y lectura continuada de El Camino, de Delibes, ¡sí señor!, que este señor se lo merece por castizo, castellano, cazador, católico de libre vía, capacitado amador de su amada Mariángeles, casi compa de mi también apreciado José Velicia, amigo mío al bies pero entrañable, y cantamañanas reidor de quienes usan tan mal su pulcro, bello, fino, escueto y universal castellano.
¡Viva don Miguel Delibes!
6 comentarios:
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Un abrazo y feliz fin de semana!
Probando, probandoooooooooooo
A ver que tal va el aperturismo sin censuras...
A ver si podemos ascender a esas cumbres nevadas de peñalara sin pedir permisito......
Bien! guay!
Pal próximo 23-A cuenta conmigo!
Eso está hecho. Realizada la conexión en modo correcto, faltaría plis que quien sabe saba, quien se apunte está apuntado, no hay más que decir. En su momento se anunciará debidamente, con permiso de la autoridad, ¡cómo no!
¡Bienvenida, Emmanuelle! Entra cuando quieras, ya sabes cómo hacerlo.
Vaya libre pensadora " La Moli" : reflexionando sobre Cervantes, Los Comuneros y sobre sus acompañantes mientras mira pensativa y relajada la montaña nevada
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