Tengo que reconocerlo: mi límite está en el teniente de alcalde. No puedo llegar a más, nunca lo he conseguido.
En el pueblico me traté muy bien con el alguacil; Glicerio, ése era su nombre. Pregonero, conservador del servicio de aguas del pueblo, chico de los recados, cartero con furgoneta y mi sombra a la hora de dar cuerda al reloj de la torre de San Pedro. Que digo Miguelangel que el reloj no va, que digo yo que si se habrá helao. En realidad el reloj que marcaba el paso del tiempo en aquellas laderas de Torozos era cuestión del señor cura, que para eso estaba en terrenos propiedad de la iglesia. Porque no había sacristán, y los monaguillos sólo aparecían los domingos; por la mañana en la misa, por la tarde al disfrutar en el teleclub y luego en el baile en la cuadra de la casa rectoral hasta la noche. Pero nos conjuntábamos muy bien; él, el alguacil, le daba cuerda unos días, y otros era yo. Generalmente Glicerio se olvidaba más veces que yo, y ahí me veía subiendo la empinada escalera a dar vueltas al manubrio que izaba las pesas que movían las agujas y accionaban la campana. Aceitarlo y ajustar la hora era competencia exclusivamente mía. Iba con el cargo.
Nos llevábamos bien. Y con su hija Angelines más de un baile nos marcamos en las fiestas, que se nos daba muy bien el pasodoble. Cuando salíamos a la pista del patio del castillo, nos abrían hueco, porque nosotros éramos de los que necesitábamos toda la plaza para nosotros solos.
Juan, el teniente alcalde, también me trató bien. Siempre amable conmigo, incluso llegamos a emparentar lejanamente, porque una prima mía fue a casarse con su hijo, Fernando. Por aquí andan y a veces nos vemos.
Con el alcalde, sin embargo, Pedro, no hubo manera. Tal parece que siempre estábamos de punta. Historias tengo con él, y muy pocas buenas. Alguna ya he contado, y no quiero volver a ello.
Si así fue en el pueblo, en la gran ciudad, tres cuartos de lo mismo. Concejales y tenientes de alcalde conmigo han sido de trato cordial.
Recuerdo, por ejemplo, a Manolo “Ojos”, con quien aún por la calle nos damos voces a nuestro estilo, no importa si estamos en la plaza mayor o ante el corte inglés. Siempre que fui a verle me acogió con cariño, me escuchó con amabilidad y me atendió suficientemente, incluso más. Cuando entraba en su despacho del ayuntamiento, los bedeles se sorprendían del trato que me daba: se levantaba, se abrazaba y juntos decíamos cuatro paridas para desengrasar. Luego venían los ruegos y preguntas. Fue genial.
Valeriano tampoco se quedó manco, que procedía del pueblo, y eso marca. A pesar de ser de izquierdas no me tuvo nunca ojeriza, sino mucho cariño, e incluso disculpó y tapó algunas fechorías que perpetré cuando hice obras múltiples sin los permisos correspondientes.
Pero con los alcaldes, ay madre mía, qué habré hecho yo para sintonizar tan poco.
Bolaños, del pesoe, distante, no digo que superior, pero sí altivo y ajeno.
De la Riva, muy en su puesto, educado pero frío; atento, pero regidor.
La primera vez que lo vi fue en una presentación de un libro de fotografías antiguas de un amiguete. Fui invitado por el fotógrafo. A su lado estaba en el salón de recepción cuando alguien muy ilustrado echó una perorata muy docta, pero en un tono… cómo diría, marisabidillo, es lo que ahora se me ocurre. Al escucharlo le pregunté a mi amigo quién era ese señor, el consejero de cultura, me sopló. Es un cretino y un trepa; verás qué pronto le tenemos de alcalde.
En efecto, cuando pasó la izquierda y entró la derecha ahí le empezamos a tener, y sigue…
Resulta que fue compañero de curso de colegio de mi hermano, y está en la misma foto que él. Ginecólogo, ha tratado a muchas feligresas mías, y en general no tienen mal recuerdo de él.
Hay que decir que es un buen gestor de la cosa pública, y que ha dado una vuelta a la ciudad, aunque el resultado sea demasiado gris. Personalmente y para mi disgusto, como ciclista que ha puesto ante las fieras.
Con la gente es de trato desigual, pero ya está curada de espanto de sus exabruptos. Si con la federación de asociaciones de vecinos no se lleva nada bien, con mis vecinos sin embargo se porta, y cuando acuden a hablar con él, se encuentran que lleva todo bien preparado, atiende a los requerimientos, escucha las quejas y anota cosas, que luego se van cumpliendo en la generalidad de los casos.
Pendientes tiene muchas causas en los tribunales, porque es muy peleón y de ideas muy fijas, y no da fácilmente su brazo a torcer.
Pero cuando se deja ir, que no termino de ver si es que se le escapan o es que las suelta adrede, dice burradas que hace temblar el misterio.
La última, o de las últimas, ha sido muy aireada, criticada y condenada. Se refiere a una alusión a los morritos de cierta persona, que resulta ser una señora ministra, y del partido contrario.
He de decir que entre mi gente eso no ha causado ningún espanto. En un lugar donde “El Palanga”, “La Pelos”, “El Ideas”, “La tacones”, “La Marrana”, son algunos de los apelativos que se estilan para designar a personas concretas, la alusión del señor alcalde a los morros de alguien se ha acogido sin más, otra parida; y van…
Otra cosa es que venga otra señora ministra y desplante a la ciudad toda no asistiendo a la sesión inauguratoria del festival de cine de la ciudad. Eso afecta a toda la población, al menos a la adicta al cine y a la cultura. Y aunque entienden las razones, ni las comparten ni las aprueban.
Yo por mi parte sólo puedo decir lo que dije al principio: que me llevo bastante bien con la corporación municipal, muy bien con los tenientes de alcalde, pero con su alteza el señor alcalde, de entonces y de ahora, es que no lo consigo, no me llevo. No hay manera.
En el pueblico me traté muy bien con el alguacil; Glicerio, ése era su nombre. Pregonero, conservador del servicio de aguas del pueblo, chico de los recados, cartero con furgoneta y mi sombra a la hora de dar cuerda al reloj de la torre de San Pedro. Que digo Miguelangel que el reloj no va, que digo yo que si se habrá helao. En realidad el reloj que marcaba el paso del tiempo en aquellas laderas de Torozos era cuestión del señor cura, que para eso estaba en terrenos propiedad de la iglesia. Porque no había sacristán, y los monaguillos sólo aparecían los domingos; por la mañana en la misa, por la tarde al disfrutar en el teleclub y luego en el baile en la cuadra de la casa rectoral hasta la noche. Pero nos conjuntábamos muy bien; él, el alguacil, le daba cuerda unos días, y otros era yo. Generalmente Glicerio se olvidaba más veces que yo, y ahí me veía subiendo la empinada escalera a dar vueltas al manubrio que izaba las pesas que movían las agujas y accionaban la campana. Aceitarlo y ajustar la hora era competencia exclusivamente mía. Iba con el cargo.
Nos llevábamos bien. Y con su hija Angelines más de un baile nos marcamos en las fiestas, que se nos daba muy bien el pasodoble. Cuando salíamos a la pista del patio del castillo, nos abrían hueco, porque nosotros éramos de los que necesitábamos toda la plaza para nosotros solos.
Juan, el teniente alcalde, también me trató bien. Siempre amable conmigo, incluso llegamos a emparentar lejanamente, porque una prima mía fue a casarse con su hijo, Fernando. Por aquí andan y a veces nos vemos.
Con el alcalde, sin embargo, Pedro, no hubo manera. Tal parece que siempre estábamos de punta. Historias tengo con él, y muy pocas buenas. Alguna ya he contado, y no quiero volver a ello.
Si así fue en el pueblo, en la gran ciudad, tres cuartos de lo mismo. Concejales y tenientes de alcalde conmigo han sido de trato cordial.
Recuerdo, por ejemplo, a Manolo “Ojos”, con quien aún por la calle nos damos voces a nuestro estilo, no importa si estamos en la plaza mayor o ante el corte inglés. Siempre que fui a verle me acogió con cariño, me escuchó con amabilidad y me atendió suficientemente, incluso más. Cuando entraba en su despacho del ayuntamiento, los bedeles se sorprendían del trato que me daba: se levantaba, se abrazaba y juntos decíamos cuatro paridas para desengrasar. Luego venían los ruegos y preguntas. Fue genial.
Valeriano tampoco se quedó manco, que procedía del pueblo, y eso marca. A pesar de ser de izquierdas no me tuvo nunca ojeriza, sino mucho cariño, e incluso disculpó y tapó algunas fechorías que perpetré cuando hice obras múltiples sin los permisos correspondientes.
Pero con los alcaldes, ay madre mía, qué habré hecho yo para sintonizar tan poco.
Bolaños, del pesoe, distante, no digo que superior, pero sí altivo y ajeno.
De la Riva, muy en su puesto, educado pero frío; atento, pero regidor.
La primera vez que lo vi fue en una presentación de un libro de fotografías antiguas de un amiguete. Fui invitado por el fotógrafo. A su lado estaba en el salón de recepción cuando alguien muy ilustrado echó una perorata muy docta, pero en un tono… cómo diría, marisabidillo, es lo que ahora se me ocurre. Al escucharlo le pregunté a mi amigo quién era ese señor, el consejero de cultura, me sopló. Es un cretino y un trepa; verás qué pronto le tenemos de alcalde.
En efecto, cuando pasó la izquierda y entró la derecha ahí le empezamos a tener, y sigue…
Resulta que fue compañero de curso de colegio de mi hermano, y está en la misma foto que él. Ginecólogo, ha tratado a muchas feligresas mías, y en general no tienen mal recuerdo de él.
Hay que decir que es un buen gestor de la cosa pública, y que ha dado una vuelta a la ciudad, aunque el resultado sea demasiado gris. Personalmente y para mi disgusto, como ciclista que ha puesto ante las fieras.
Con la gente es de trato desigual, pero ya está curada de espanto de sus exabruptos. Si con la federación de asociaciones de vecinos no se lleva nada bien, con mis vecinos sin embargo se porta, y cuando acuden a hablar con él, se encuentran que lleva todo bien preparado, atiende a los requerimientos, escucha las quejas y anota cosas, que luego se van cumpliendo en la generalidad de los casos.
Pendientes tiene muchas causas en los tribunales, porque es muy peleón y de ideas muy fijas, y no da fácilmente su brazo a torcer.
Pero cuando se deja ir, que no termino de ver si es que se le escapan o es que las suelta adrede, dice burradas que hace temblar el misterio.
La última, o de las últimas, ha sido muy aireada, criticada y condenada. Se refiere a una alusión a los morritos de cierta persona, que resulta ser una señora ministra, y del partido contrario.
He de decir que entre mi gente eso no ha causado ningún espanto. En un lugar donde “El Palanga”, “La Pelos”, “El Ideas”, “La tacones”, “La Marrana”, son algunos de los apelativos que se estilan para designar a personas concretas, la alusión del señor alcalde a los morros de alguien se ha acogido sin más, otra parida; y van…
Otra cosa es que venga otra señora ministra y desplante a la ciudad toda no asistiendo a la sesión inauguratoria del festival de cine de la ciudad. Eso afecta a toda la población, al menos a la adicta al cine y a la cultura. Y aunque entienden las razones, ni las comparten ni las aprueban.
Yo por mi parte sólo puedo decir lo que dije al principio: que me llevo bastante bien con la corporación municipal, muy bien con los tenientes de alcalde, pero con su alteza el señor alcalde, de entonces y de ahora, es que no lo consigo, no me llevo. No hay manera.
5 comentarios:
Bueno, vale, lo que relatas (en la última parte, quiero decir) sólo ilustra hasta qué punto nos hemos inmunizado contra los insultos a las mujeres, sean famosas, populares o no, sólo por el hecho de ser mujeres. Las tragaderas del personal llegan a cotas inimaginables. A los poderosos todo se les perdona "como otra parida más", si es derechas, que si algo parecido hubiera salido de la boca de alguien de izquierdas, el paredón sería poco para él. Viendo lo que han dicho (por una vez) algunas mujeres del PP, ni pensar quiero lo que habrían dicho si el autor de semejante barbaridad procediera de algún político del otro lado: el paredón, ya digo.
Es una cuestión de sensibilidad, de valores, igualdad, respeto: ¡¡EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA RETROACTIVA, POR DIOS!!
Si yo dijera que el alcalde de Valladolid es una salido indecente y además ginecólogo (qué vergüenza deben estar pasando mis ginecólogos amigos) y que su alusión al aspecto físico de la ministra es lo más deleznable que he oído a un cargo público sobre una mujer, estaría en mi derecho de insultarle en el mismo tono que él ha hecho con la ministra.
Y bien harían los pucelanos decentes en retirarle su confianza por más que sea un buen gestor de la cosa pública, seguro que habrá otr@s que lo hagan igual de bien o mejor y no sean tan zafios y con pinta física de maloliente (¡toma maledicencia!, como no soy cristiana, puedo).
La ministra de Cultura ha hecho muy bien en no juntarse con semejante elemento, igual que Icíar Bollaín y todo el elenco de actores de su película. Si la gente de Valladolid no lo entiende es que, como ya dije, las tragaderas han llegado a un punto sin retorno, razón por la que reeligen una y otra vez a un ser tan repugnante, lo siento por ellos porque les representa un tipejo indeseable.
Haces bien en no llevarte con este alcalde, con los demás de tu historia ¡ellos se lo han perdido!
Lo de siempre, besos.
Estimado Miguel Ángel. Creo que tanta bondad y benevolencia puede obnubilar un poco las visiones de lo inmediato. Y no tendría que ser, puesto que creo que la bondad puede salvarnos, pero...Yo entiendo a Julia perfectamente. Nuestros sentimientos o pensamientos sobre las personas no deben ser freno a considerar los hechos objetivos. Y la actitud desagradable y autoritaria, como poco,de este alcalde, que no es nada nueva, hay que valorarla. Para mi es negativa totalmente.
Por otra parte, es un gesto crítico y decidido que la Ministra de Cultura plante al Alcalde y no asista a la inauguración de la SEMINCI en protesta contra su actitud. Yo no siento como ofensa a la ciudad que la ministra no quiera estar presente. Es él quien desaira a la ciudad comportándose como se comporta.
Y de su gestión...habría que hablar largo y tendido, naturalmente, pero ese es otro tema.
Un abrazo afectuoso.
¿bailabas con sotana o sin sotana?
Julia, en efecto, es cuestión de urbanidad, normas de educación. Hasta tal punto parece que nos movemos fuera de ellas, que ahora hay que tocar el asunto con una asignatura “nueva” EPC, sobre la que no parece haber unanimidad. En casa se ríen las gracietas del nene, el padre trata mal a la criada, y padre y madre amenazan al profe si suspende al vástago familiar en geografía.
Y ya me has dado pie para que esta tarde lo de unas cuantas vueltas y saque otra vez mi pensamiento al aire. Entretanto, doyte un par de besos, y me pongo a ello.
vallisoletano, tienes razón, y no la tienes; desde mi punto de vista, claro. Eso es lo que voy a ver si soy capaz de expresarlo en una nueva entrada.
Sobre la gestión municipal, sin embargo, no voy a entrar, no porque sea otro tema, sino porque me siento tan perjudicado en lo personal y afectivo por este desarrollo urbano tan relamido, que podría parecer airado en exceso.
Ya te he visitado en tu blog. Algún comentario caerá. Un saludo cordial.
Anónimo, primer y último aviso, que no me gusta hablar con quien no se identifica.
Lo del baile fue algo muy especial y la juventud del pueblo me lo agradeció mucho más de lo debido. Claro que fueron ellos y ellas quienes que me lanzaron al ruedo, yo sólo me dejé llevar…
Tu pregunta, por otra parte, es un desbarre; no dejé en ningún momento de ser el cura del pueblo. No te quepa la menor duda.
Y propiamente por allí no entraba una sotana desde mucho tiempo antes de que yo llegara… Puedes preguntar, que de allí son naturales muchos curas, alguno quizás conozcas.
Al anónimo: ¿por qué no eres educado y lees lo que está escrito justo encima del recuadro del comentario?
Miguel Ángel ya te ha contestado pero me gustaría decirte que si de toda la entrada sólo te has detenido en semejante tontá ya te has calificado tú mismo a ti mismo, valga la redundancia, es más que nada para enfatizar lo tonta que puede ser la gente amparándose en lo "anónimo".
Yo venía aquí de nuevo para dejar un enlace -si me lo permites Míguel- que es muy esclarecedor, sobre todo la foto que no tiene desperdicio: es la foto de un viejo rijoso repugnante que da asquito y miedo a la vez.
Ved si no:
href="http://www.elpais.com/articulo/reportajes/Palabra/politico/machista/elpepuesp/20101024elpdmgrep_4/Tes=”nofollow”>http://www.elpais.com/articulo/reportajes/Palabra/politico/machista/elpepuesp/20101024elpdmgrep_4/Tes
Espero que el enlace salga (para mi sigue siendo ésto muy complicado, Míguel).
¡Ah! Míguel, no es sólo cuestión de urbanidad y buenos modales, que también, es más profundo, tiene que ver con la configuración neuronal o del alma, querido amigo.
Besos
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