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Sentando precedentes. Primeras fiestas de Las Villas. 1981


No está claro cómo se empezó. Sí lo está quién lo propuso. Jose. De él partió la idea, y el resto hicimos lo que pudimos.
Según mis cálculos, pudo ser alrededor del día 10, aunque tal vez fuera el 11. O quizás el 12. A falta de ganas para revisar en mis papeles, me va a servir de referencia el campamento de verano. Aquel año lo hacíamos completamente solos, por primera vez, y estrenábamos la caseta que habría de hacer de cocina y almacén. El lugar elegido fue Sopeña de Curueño. Los chavales llegaban el día 15 de julio, que eso era fecha inamovible, y nos veníamos todos el 31, otra fecha fija. De modo que tuvo que ser lo más tarde el domingo día 12.
Alguien, que regentaba una pescadería, ofreció tres hermosas cajas de sardinas. No sé quién decidió organizar un partido de futbol entre señoras y señoritas. Y, de la forma que fuere, ya al anochecer aparecieron unos músicos invitándonos a la danza. Esto es todo lo que recuerdo. Si costó dinero, a mí que no me pregunten.
Tengo estas once fotos en conserva y me apetece mucho publicarlas.
Esta primera, con Alejandro y Victoria en primer plano, indica bien claramente con qué ánimo nos enfrentamos a la novedad. Ella cojeando, y él imitándola.
Pero es esta otra el principio del principio. La calle en tierra no se prestaba para nada, menos para una fiesta. Alejandro sacó la manguera y se puso a regar. Tanto ardor puso en la faena que vino en su ayuda Felisa, su mujer, caldero en mano. A uno que pasaba por allí, Teodoro, algo del riego manual le tocó por provocar. Así comenzó la tradicional “mojada”.
Con el personal ya remojado, dio comienzo la sardinada. Aquí, los asadores.
Mientras Isabel, a la izquierda, empezaba su sardina nº X, Juan desde el centro provocaba y retaba al de la máquina, Derio se arrascaba la cabeza en la parte de atrás, y Teodoro sujetaba los restos del naufragio. Clemente, a la derecha, no se dio por aludido.
Estos cinco no sabían qué hacer con semejante cosa en las manos, y esperaban que tal vez el sol terminara por tostarla.
En un momento dado se sirvió limonada, ¡quién la haría!
Pero fueron los peques, que no bebieron y estaban en plena forma, los que dieron el espectáculo, mientras el personal simplemente observaba. Primero corriendo con sacos.
Después corriendo con bicis.
Y finalmente, antes de irse a la cama, embadurnándose en harina.
Ya anochecido posaron las esforzadas competidoras del sin igual partido de fútbol solteras contra casadas. Antes de, y ya con el trofeo.

Paseando nuestros barrios


Valladolid, vista mirando al sur. Al fondo, muy al fondo, mis barrios

Esto es que llevamos unos días que en lugar de recorrer los campos, andamos por las aceras. Visto que las tierras ya están muy vistas y que ni Gumi ni Berto pueden ir sin sujeción, hemos cambiado al asfalto y al cemento, por probar más que por otra cosa. Esta parejilla no parece haberse disgustado por ello, y hacen lo mismo que siempre han hecho, únicamente ahora huelen otros olores. Una salvedad; ahora hay que llevar bolsitas para recoger lo que ellos van dejando. No es plan ensuciar nuestras calles.
Así que cada mañana Gumi o Berto tiran para donde quieren y así marcan la ruta. Tenemos mucho donde elegir. O bien hacia el norte, y recorremos Villas Norte, Valparaíso, San Adrián y Callejón de la Alcoholera, para retornar por medio de la nada que aún espera la vuelta del ladrillo. O bien hacia el sur, pasando por Villas Sur, El Peral y Santa Ana, para regresar por el Camino Viejo de Simancas. O bien hacia el este, atravesando por La Cañada en dirección a Parque Alameda, y llegando hasta la urbanización Paula López girar hacia Covaresa para retornar a casa pasando de nuevo por La Cañada, El Peral y Villas Sur.
Como en dirección oeste no es posible sacar nada de provecho porque el Pisuerga no es vadeable, esa opción está desestimada; pero sólo porque ni Gumi ni Berto la conocen. Esa orilla abunda en patos y otras alimañas que harían para ellos un paseo sumamente divertido. Para mí, que los llevo del ramal, un auténtico martirio.
Y todo se debe a que estos dos bestias salvajes no pueden ir sueltos. Se perderían más allá del horizonte en cuantito pescaran un rastro de lo que fuese. Les daría igual si pelo o pluma. Luego, sí, volverían a casa, pero cualquier mindundi podría hacerse con ellos, porque son tan mansos que no opondrían resistencia.
Mi calle
Así que así estamos. Ahora somos peatones; lo de caminantes lo hemos dejado para el buen tiempo.

Post data: Este escrito ha sido realizado con un ojo en la tele, echaban El hombre tranquilo, de John Huston. Disculpenseme las faltas de estilo si las hubiere.

¡Anda que si, en lugar de ayudar, desayudamos!



Siempre he pensado que el colegio es para estudiar, la calle para jugar y la casa para comer, dormir y estar con la familia. Por eso mismo he dicho, incluso cuando me tocó a mí, que los deberes escolares no deberían salir del cole. Allí, con ayuda profesional, tendrían que salir de rechupete. Pero nadie me ha hecho caso, como en otras cosas. Y conozco niños y padres que están todo el santo día liados con los deberes, un curso sí y el otro también. Y lo que te rondaré morena…
A la vista de las circunstancias, por aquel tiempo, estamos hablando de 1978, organizamos unos estudios dirigidos, para que los escolares del barrio tuvieran un lugar con ambiente adecuado y ayuda suficiente para realizar sus deberes diarios.
En un principio sólo fue un pequeño local, que hacía de todo a lo largo del día y de toda la semana: escuela de párvulos a diario, sala de actividades los sábados y capilla los domingos por la mañana y cine o salón de baile en las tardes. Aprovechando que al caer la noche la sala quedaba libre, estudiar allí y ayudarles a hacerlo no fue en principio difícil. Empezó a serlo cuando el número de interesados fue en aumento. Entonces decidimos buscar una alternativa.
La encontramos: mucho más espacio, mejores condiciones, más medios humanos. Y durante muchos años, casi veinte, diariamente de lunes a viernes se juntaron alrededor de cincuenta niños y niñas con ganas de jugar y de estudiar; merendaban al tiempo que saltaban a la cuerda o hacían malabarismos con la peonza, y luego pasaban hora y media haciendo deberes, repasando lecciones, resolviendo problemas y aclarando dudas. Es decir, estudiando con dirección asistida.
Es uno de mis más gozosos recuerdos, del que me siento más gratificado y orgulloso. Imposible decir el número de personas que tras pasar por este estudio dirigido han accedido en estos años pasados a la universidad o han coronado su formación profesional. De otra manera, les habría sido harto difícil conseguirlo.
Ahorita mismo leo una noticia que me hace pensar si me equivoqué, si nos equivocamos. Dice así: “Ayudarle a hacer los deberes no es ayudarle”. Y lo dice nada más y nada menos que Elpaís.com.
Me lo voy a leer todo entero para ver qué hay en ello de verdad. No pienso borrar el tiempo pasado, si es que resultó inútil o incluso perjudicial; pero al menos no seguiré haciendo el mismo mal que antes practiqué.
¡Uf! Pasó el susto. El artículo se refiere a los papás y a las mamás, naturales, putativos o como sean, que se implican con sus hijos e hijas en las tareas escolares a partir de su horario escolar y fuera del centro de estudios. Además de no tenerlo fácil, parece ser que no lo realizan según las normas pedagógicas. Eso y otro montón de cosas más que apunta el artículo de marras. Ahora la generalidad de los padres tienen mejor formación que sus progenitores, y los domicilios familiares constituyen un lugar más propicio que en otras épocas para trabajar los temás escolares. Aún así, para terminar, se apuntan las siguientes

Recomendaciones con sentido común

El padre no debe sentarse en una silla al lado del estudiante porque transmite mensajes negativos: “No sabes hacerlo solo”, “descuida, que yo me ocupo”.
No hay que corregir los ejercicios en casa. El objetivo no es llevarlos perfectos, sino probar a hacerlos para ser conscientes de la dificultad. El profesor corrige mejor; hay que oírle.
No hay que dedicar toda la tarde a estudiar. Mejor si juega con los amigos en algún parque; mejora la concentración al llegar a casa.
El niño tiene que anotar en una agenda los deberes, lecciones a estudiar, trabajos a entregar y fechas de examen.
Hay que comenzar por una tarea breve y sencilla para calentar motores y luego hacer la menos agradable. Reservar para el final algo liviano y entretenido.
Un reloj en la mesa ayuda a controlar el tiempo.
Recordar que no es posible mantener la atención ininterrumpidamente más de 40 minutos.
Es recomendable estudiar en un lugar de la casa que no sea de uso común, con el móvil apagado.
Hay que comprobar que ha corregido en clase los deberes y en qué ha fallado.

No es mi (nuestro) caso.

Los tiempos están cambiando


PRUDENCIO RODRIGUEZ, MATERIALES DE CONSTRUCCION, PASEO ZORRILLA, 200


“Empresa familiar con más de cuarenta años al servicio de sus clientes”, no me salen las cuentas; tengo para mí que faltan algunos años…
Eso es lo que dice la página web, que para eso estamos en la era de Internet. Pero puede que esté un poco desatendida, o que en el trajín del almacén, la tienda exposición y la atención personalizada, las cuentas que se hacen no sean las debidas.
Porque ahora es Javi, el nieto, quien la regenta, junto con su madre. Fue su abuelo el fundador, «Prudencio», y al decir de las gentes, por lo menos cincuenta años ha que empezó a suministrar yeso, cemento, baldosas, carbón y demás.
No, no voy a comisión ni esto es propaganda. Esto es cosa de vecinos.
Resulta que la tienda la tiene en otro sitio, pero aquí, justo a mi lado, tiene el “encerradero”, expresión con la que los de mi barrio designamos el lugar donde empresas de construcción y similares almacenan lo que en otra parte venden.
Mi barrio se diseñó a partir de una finca que se parceló y se fue vendiendo, con calles justo de anchura como para pasar a pie, en burra o en bicicleta. En coche malamente. Ahora ¿quién no lo tiene? No uno, sino hasta tres. He echado las cuentas y salimos a uno coma dos por barba, o sea que en una casa con cuatro miembros hay casi cinco coches. Así que estamos atascados. Y ni siquiera aceras.
El excelentísimo ha re-ordenado el tráfico en todo el conjunto vecinal, porque antes todas nuestras calles eran de ir y volver; ahora ya no. Así que para atravesar sólo hay que mirar en una dirección, salvo que en ese momento no te acuerdes de si es de ida o de vuelta, y debas mirar hacia atrás o hacia adelante.
El caso es que tenemos una sola calle para entrar en nuestro barrio, y todas las demás para salir. Si te equivocas, y quién no está en riesgo si vuelve tarde y con prisas o sale pronto y con angustia, debes salir, rodear todo el perímetro y atinar con la de entrada.
A Javi  le han jorobado. Si su abuelo venía con la bici a por yeso, ahora él usa un camión. Es grande y pasa justito. Para entrar a su encerradero ha de girar dos esquinas y con mucho cuidadín de no quedarse encajado entre las casas.
Lo soluciona sacando el material con un “toro” por la calle de enfrente a su trasera, que es toda recta.
Y le han denunciado. No porque salga o entre, sino porque sale y entra. A esa calle la han asignado las dos direcciones pero por separado: la primera mitad para acá, la segunda mitad para allá. No puede ni entrar ni salir.
Confuso está el pobre hombre. Confusos estamos los demás, al ver qué han hecho con nosotros.
Israel, a ver cómo lo solucionas, le dije el otro día. Es el guardia municipal asignado a este barrio. Tiene buena voluntad, pero sólo puede hacer… lo que puede hacer. Si hay una denuncia o una reclamación, hay que atenderla, porque como funcionario público si no lo hace incurre en prevaricación.
El pobre hombre está estudiando la manera de dejar contentos a ambos, denunciante y denunciado. A ver si lo consigue…
Por mi parte poco puedo hacer. Pero dije al municipal que, según he oído al personal, esas cosas antes no ocurrían, sobre todo cuando el abuelo Prudencio fiaba a unos y otros cosas que necesitaban para hacerse la casa, ilegal por supuesto, en aquella época de crisis que ya parece nadie quiere recordar. Ahora, que estamos en Europa, deseamos que nuestras calles sean de primera, y no las pise un cacharro que remolca arena, ladrillos o sacos de cemento, aunque sólo pesen 35 en lugar de los 50 de rigor.
¡Cómo han cambiado los tiempos! No, no creo que Bob Dylan se acerque por aquí de camino al Mediterráneo. En Castellón funcionan de otra manera. Eso dicen, al menos, los que saben.

Las leyes son para cumplirlas

Es una frase muy socorrida, que esgrimimos todas las personas alguna vez en nuestra vida. Claro que no es igual según la boca que la exprese. Si lo hago yo, pongo por ejemplo, no pasa de ser mi opinión personal. Pero si lo hace, otro ejemplo, el guardia de mi barrio, ya tiene otras connotaciones y tal vez alguna que otra consecuencia. Pero no pasa nada, porque este policía municipal es muy buena persona y no pretende sancionar, sino sólo ordenar, coordinar y hacer la vida más fácil y placentera.
Sé que las leyes tienen un fin bueno, y que su elaboración llevan su tiempo, su reflexión, su discusión, su promulgación y su consolidación. Vamos, que no se fabrican como si fueran mismamente churros. De la seriedad que se presume en el legislador deriva que la ley, las leyes en general, debe acatarse y cumplirse.
Ocurre, sin embargo, a veces, que una ley parece estar hecha con poca cabeza, más bien con los pies. Y uno se pregunta que a quién ayuda, porque tratar de cumplirla complica la vida en lugar de simplificarla. Ejemplos se podrían poner muchos, pero como en este mundo hay muchas cabezas, y cada una tiene su sentencia, tendríamos demasiadas opiniones que contemplar.
Yo me voy a permitir poner sólo un ejemplo que me atañe. Mi barrio.


Desde que lo habito, hará pronto treinta y un años, hemos circulado por él como nos ha parecido, torciendo a derecha o izquierda, con doble dirección en todas las calles menos por una, que era considerada la salida general: la calle Villabrágima. Se cedía el paso cuando era menester, se aparcaba donde se encontraba hueco, y si alguien se sentía molestado, con decirlo tenía solucionado su problema. Convivíamos con cierta cordialidad.
Hubo un momento en que alguien dijo que había que reordenar el tráfico, porque no estaba bien que calles tan estrechas y sin aceras tuvieran doble dirección. Y se empezaron a recoger propuestas. Como es de natural, cada vecino o vecina dijo su opinión, y la razonó a su manera. Pasaron años desde que esto se inició. El Ayuntamiento, callaba.
Aumentó el tráfico rodado, y seguíamos apañándonos relativamente bien, pero el run run continuaba, porque el barrio necesitaba modernizarse, y había quien transformó el cuarto comedor en cochera y necesitaba espacio para maniobrar y alojar allí su vehículo, que eso de dormir a la intemperie arruga el material y lo pone descolorido.
Tanto fue el cántaro a la fuente, que el Ayuntamiento por fin dictaminó su ley, llenando todas las esquinas con señales que indicaban la dirección que había de seguirse para que la circulación rodada fuera acorde con los tiempos.
Así resultó que se convirtieron todas las calles en dirección única, y de las seis que suman todas ellas, cinco son para salir del barrio y una sola para entrar.
Hace de esto ya dos años, que se cumplen en agosto, y no vean ustedes lo mareados que estamos de tanto dar vueltas. Cada vez que hay que hacer cualquier gestión con el vehículo a motor, hay que salir del barrio, darle toda la vuelta y encontrar la única calle que permite entrar.
A Javi, que tiene un almacén de materiales de construcción, se le obliga a ir con su camión marcha atrás por dirección prohibida para embocar su trasera. A las grúas que traen vehículos averiados al taller que hay junto a la parroquia se les manda entrar por el interior del barrio y girar en estrecheces tales que se encajonan o rozan las fachadas. Al furgón funerario, -por cierto hay algunos que son enormes-, se le permite ahorrar tiempo y maniobras por ser vos quien sois y por deferencia con los deudos del difunto, y entra directamente sin atender a la señal que lo prohíbe. Los celebrantes de bodas, comuniones y similares que frecuentan el restaurante más señorial de estos pagos lo tienen bien fácil, porque para ellos nada ha cambiado: entran y salen como lo hicieron siempre. Su problema es dónde aparcar, porque la calle es nuestra. Aún así, aprovechándose de que suelen llegar en días festivos, ocupan vados, puertas y ventanas, esquinas y cruces, hasta que terminan de yantar y fumarse lo correspondiente.
Dos años hace ya de esto, ya digo. Esta ley no sabemos bien si está ajustada o no; pensada desde luego que sí, su tiempo se llevó. Solucionar, solucionar, algo parece que ha solucionado. Pero para subsistir, los vecinos residentes nos vemos obligados en ocasiones a infringirla. Los de las cocheras, ante la imposibilidad de usarlas por lo difícil de la maniobra, las utilizan de trasteros. En la parroquia he de estar al loro para colocar los chirimbolos y que así no ocupe nadie la entrada, especialmente la rampa para impedidos. Y cuando pretende llegar alguien que hace tiempo vivió por aquí pero de eso hace ya demasiado, se pierde; y tras muchas vueltas, cuando por fin lo consigue, resoplando dice: ¡Cómo tenéis la circulación en este barrio!

Cuando los sueños tardan en hacerse realidad. ¡Todo, o casi todo, llega!

 
Me he equivocado de fecha y he asistido a una no inauguración. Pero no quiero que esto quede así, vacío y sin sentido, por culpa de mi mala cabeza y mi falta de organización. ¿Qué me costaría llevar al día una agenda como dios manda? Puesto que no soy capaz de hacerlo, tengo que purgar. Lo hago poniendo esto otro, y , si mereciera la pena aquello, en su momento lo colocaré aquí.
Pronto hará dos años que di cuenta del parque infantil con que el excelentísimo ayuntamiento de mi ciudad había equipado a este barrio en el que habito. Fue en plenas fiestas vecinales. Y entonces rendí honores a la persona que se lo trabajó: Concha. Se lo merecía.
 
Aquello salió en los papeles, y desde entonces está siendo disfrutado por la chillería y por los papás y las mamás, que ya no tienen que ir peregrinando a otros barrios para que sus vástagos y vástagas realicen juegos acrobáticos y se balanceen en columpios ajenos (¿vale si digo también columpias ajenas? No lo tengo nada claro).

De vuelta de la no inauguración, he pasado junto al mini campo deportivo que acaban de instalar en mi barrio y me he dicho: ahora voy y lo aprovecho, que no sea tiempo perdido.
El caso es que desde hace apenas unos días, y ahora sin ostentación ni fotos, acabamos de estrenar una cancha deportiva. Salvo a primera hora, el resto del día está frecuentado por mozos recios y menos, que juegan a la pelo en sus diversas modalidades, que para todo vale esta pista: baloncesto, balompié, balonmano, balontiro… incluso balontropezón.

Es una auténtica gozada que algo que soñamos hace más de treinta años, sea realidad. Si entonces no pudimos tenerlo para nosotros, que al menos ahora lo tengan para ellos. Es la herencia que dejamos.
Con eso no hacemos otra cosa que repetir la historia: unos llevan los trabajos, otros recogen los frutos. ¡Vida!

Ocupando la calle, que es mía

 
La cosa de hoy trata de mi barrio y de coches, o sea, de cómo y donde dejarlos parados y que no estorben. En suma, de la falta de aparcamiento.
Viene de lejos este asunto, porque este barrio nació entre majuelos, olivares y patatales. Digo yo que también había maizales, zanahoriales, lechugares y tomatales, porque por esta parte de la ciudad el terreno se presta para huertas.
Alguien parceló su finca, vendió los trozos y apenas dejó calles, porque ni falta casi que hacían. El que más, una mula, o una bicicleta. El resto, unos ratos a pie, y otros andando. Autobuses entonces por aquí, no se conocían.
Llegó la modernidad, y la automoción. Ahora casi de media tres vehículos a motor por casa. Total, que no hay donde dejar los autos.
Soñaron los vecinos con que al urbanizarse el contorno, la zona exterior pudiera servir de aparcamiento extra para el barrio, pero dijo el Ayuntamiento que nones, que jardines con césped, que agua tenemos de sobra, y que aceras también bien anchas, para que pasee el personal.
Así que tenemos un déficit muy superior. 
Servidor se hace el ingenioso, y entre el patio jardín parroquial y los chirimbolos en la calle, consigue que los cultos de postín tengan algún alivio. Pero cuando viene el mogollón, es decir, llega la chiquillada a catequesis y sus papás y mamás, -porque los abuelos suelen venir andando-, van a estacionar sus vehículos, se encuentran con el guardia de barrio que les dice que no se puede, que es peatonal y que ahí no.
Al tal guardia no le importa si pongo o no chirimbolos, como tampoco le importa si aparcan delante de la iglesia para irse a tomar un cafelito; y eso a pesar de las señales que ha colocado su propio jefe. Dice que lo importante es dialogar, y que él no está ni para poner multas ni para llamar a la grúa.
Pero sí estuvo muy atento este invierno, cuando empezaron a llegar vecinos a sus casas nuevas en la plaza que dicen porticada, aunque ni tenga columnas, ni pórticos, ni sea propiamente plaza. Para él es zona peatonal y si alguien quiere acercarse a su puerta para descargar una lavadora, su presencia sola ya asusta y aventa esos malos pensamientos.

No obstante en la parte contraria, y justo detrás de la iglesia, hay una hilera de coches que llevan ahí parados, qué digo, clavados al suelo, la friolera de dos años. ¡Dos años!
«Israel, oye, esos coches…» «No me digas nada, "Miguél"». [Porque para él yo sólo tengo mi primer nombre y con carga en la e, que eso marca distancia.] «Ya lo sé. Pero conozco a esas personas, y están pasando un mal momento. Está todo controlado».
Y no consigo más de él.
Como estoy hasta las narices de que sólo llame la atención a quienes vienen a la iglesia, a lo que sea; o a la puerta del colegio público, cuando los padres van apretados de tiempo por llegar bien al trabajo; y porque si llamo a la oficina municipal de reclamaciones me remiten a mi policía de barrio, hoy hago esta denuncia en mi propio blog, donde además me reservo el derecho al pataleo.
Ahí están los vehículos de la discordia. Ya digo llevan dos años sin moverse, y ocupando espacio donde en momentos especiales es necesario.


Este camión pertenece a la empresa que ajardinó la zona. Aparcado ahí desde entonces, sirvió en su momento para guardar las herramientas propias de los menesteres que en aquel tiempo se desarrollaron. Vacío, no sé si porque devolvieron al almacén los utensilios o porque los robaron, ya no hace ninguna función, salvo estar parado. Y ocupar espacio público.


Este otro lleva menos tiempo, pero a juzgar por la mancha en el suelo, ni gasofa ni aceite tiene en su motor. Ignoro a quien pertenece, ni me importa. Pero sospecho que el guardia sí. Pero se calla.

 
Y este último es para sacarlo en internet. No sólo se falta una rueda delantera. Además carece de matrícula anterior. Y es tal la inmovilidad prolongada que soporta que bajo su hermosa estructura está creciendo la hierba, y eso que hay cemento.

 
Ninguno de estos tres se ha movido del sitio en todo este tiempo, dos años, repito. Ninguno ha pasado la ITV. Ignoro si pagan rodaje. Y estoy por asegurar que tampoco tienen seguro a terceros. Ni falta que les hace. Ya lo pagamos los demás.

Los pájaros de mi barrio


Los pájaros de mi barrio son así. Alegres, bulliciosos, tempraneros y asociativos.

Les pillé muy de mañana, según volvía de dar el paseo con mis politos, y corrí a por la máquina para inmortalizar el momento, paralizando la vida en estas instanténeas.

Lo conseguí, porque ellos, ajenos a mí, seguían en lo alto de la antena. La única que a ellos importaba, que las demás, como si no existieran. Todos en ésta, qué tendrá.


Esta vivienda tiene la culpa, tal vez sean más silenciosos que el resto los que la habitan. Quizás sean más cariñosos o tengan calor de hogar y otros… quién sabe.
Esta otra la utilizan para dormitar, porque aleros lo tienen todas las casas del barrio, claro que unas más arriba y otras más abajo, pero tener, vaya que si tienen. Y también cables, donde sujetarse bien seguros de no caer.


Por más que tuve cuidado, en cuanto se dieron cuenta de mi presencia maquinil y maquinadora, se sobresaltaron y ya no quisieron ser portada de nada, ni en foto ni en letra, y levantaron el vuelo.
Se marcharon volando, a vivir el día y a buscar el alimento de hoy, que el del mañana, ya llegará.
Se desparramaron por el cielo, cada quien con  su pareja, y alguno o alguna a solas, que también así vale.


A la noche volverán a ocupar su puesto bajo el alar, para despertar mañana al sol, que además de avisar la hora de amanecer al día, también calienta.


*  *  *  *  *

"Nadie es libre. Hasta los pájaros están encadenados al cielo." (Bob Dylan 1963)
"Deja que los pájaros vuelen sobre tu cabeza, pero jamás consientas que hagan un nido en ella." (Anónimo)
"Los bosques serían demasiado silenciosos si sólo cantaran los pájaros que mejor lo hacen." (Autor desconocido)
"Por los bosques de Internet también aletean pájaros de ternura." (Nido de poesía)

Unos chirimbolos muy artísticos


     Quien parceló el barrio donde vivo para venderlo a trozos apuró tanto que nos dejó estrechos de narices. Notad que uso una expresión modosa, que la apropiada en este caso sería otra más sonora y menos edificante.

     El caso es que las calles de mi barrio no tienen aceras. Vamos, que si te descuidas según sales de casa puede un vehículo a motor afeitarte en seco si no tienes cierto cuidado.
 

     Otro problema que hay es que los coches de dentro y también de fuera aparcan donde pueden, como todo el mundo hacemos, pero si llega el caso no puedes ni salir de casa, que te han encerrado dentro de tu jaula, y ni por la ventana…
 

     En previsión de males fácilmente evitables, al hacer la iglesia nueva en una nave revieja, pusimos acera, a pesar de que el Ayuntamiento chilló todo lo que quiso, recordando que habíamos acordado no tenerlas. Y por más que les mostrábamos la altura que había que bajar, no se entraban a razones. Al fin claudicaron, y nos consintieron.
 

     Ahí lo tenéis, con rebaje para personas con dificultades.

     El primer día que lo usamos, no pudimos. Algún perillán se había adelantado y había aparcado justo ahí. Y quien ese día vino en silla de ruedas no pudo ni acercarse.
 

     Protestamos. Nos llamaron y preguntaron qué queríamos. Pues qué va a ser, que se pinte o se señale esa subida para que esté siempre disponible. Bien, lo pensaremos.
 

     Y lo que pensaron fue conceder a la iglesia una reserva de aparcamiento. Debieron mirar en la letra pequeña, porque eso nos sonaba a chino.
 

     Pero, en fin, vinieron unos señores y plantaron dos señales, una a cada lado, que quedaron muy decorativas. A la vista está.

     Las dichas señales no las veía nadie, aunque cada año el erario público se lleva el consiguiente arbitrio por la concesión. Daba igual que estuvieran o no, nadie las hacía caso. Volvimos reclamar. Llegó el poli de barrio, porque tenemos policía de barrio, pero nadie sabe dónde anda. Llegó, pues, y charló. Y ¿dices que reserva de aparcamiento? Y eso ¿qué es? Mira el manual y lo verás. El tío tuvo que llamar a la central para enterarse. Al final cayó en el detalle. Ah, ya, como para descargar combustible o traer el camión de la mudanza. Pues, sí, más o menos. Vale, ya veremos qué se hace. No se hizo nada. Y todo siguió parecido.

     Vuelta de nuevo a la central a protestar. Vino el jefe. Y ¿dice usted que la gente no ve las señales? Pues qué raro, porque están a la altura reglamentaria. Yo alegué que al ser tan estrecha la calle los conductores no tienen distancia suficiente para la perspectiva, y que tal vez torcer tanto el cuello de mirar pa'rriba les da dolor. Tal vez un poco más bajas o una pintura en el suelo…
    
     No. Ni hablar, eso de que no lo ven es una escusa. Están bien puestas las señales. Y se marcharon.

     Tal tomadura de pelo a un servidor no le va, que me gusta llevarlo largo y entrar en la pelu me da pereza. Demasiada paciencia demostré. Así que una noche de farra me fui de viaje y volví con unos pivotes (1) de obras públicas. Bien grandes para que se vieran. Y bien duros para que ningún vehículo, ni siquiera los de gama alta, se acercaran a ellos por si acaso.
 

     Y ahí están. Por la tarde voy y los saco. Están puestos un buen rato, mientras nos hacen servicio. Y cuando ya no, voy y los quito.


     Como son grandes y pesados, con este carrito, oye tú, de maravilla.

     Cuando ha vuelto el policía de barrio me ha sonreído, y ha continuado su marcha. Ni pío.

     No obstante me llevo bien con él, es un chico majo. Cualquier día de estos me lo convierto. Ya casi lo tengo medio convencido…

     Lo dicho: ¡La calle es mía!

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Todos comieron hasta hartarse, y no sobró nada

     Esta vez tocó hablar al señor alcalde de Villabrágima, Víctor José Arce, y lo hizo bien. Con su pregón el barrio entró en fiestas. Ya se sabe, juerga, limonada, música, toros, paella, pañuelos al cuello, baile y demostración motera. La sardinada, para el final. Me la pierdo.

     Volvimos a hacer oídos sordos a los de Valencia, y nos montamos las paellas a nuestros estilo: guisar, cantar y comer. Ahí estamos todos los que somos. 



La nº 1



La nº 2, madre e hija



La nº 3, él solito, que su mujer no quiere



La nº 4, tía y sobrina



La nº 5, los recién casados



La nº 6, la antigua bibliotecaria, y la mejor arrocera



La nº 7, hermanos y sin embargo amigos



La nº 8, igual de sonrientes que en la boda de su hija, la de la nº 5




La nº 9, pareja estable con muchos años de rodaje



La nº 10, otra pareja que parece que riñe, pero quiá, tiene estabilidad consolidada



El que parte y bien reparte…



… se queda sin la mejor parte.



Como siempre el problema estuvo entre los biombos; no daban a basto a repartir el instrumental.



El trasiego, como puede apreciarse, fue totalmente manual para no desvirtuar el precioso líquido refrescante y entusiasmante.



Mientras tanto hacía aguas el servicio de platos y demás.



No obstante lo anterior, el resultado final fue lo que puede apreciarse: todo vacío, platos llenos y cada quien comiendo como pudo.



Apaga y vámonos, dice este que fue el nº 1

     Al final, según el cronista local, comimos casi 400, en un barrio que apenas pasamos de 100. Claro que el excmo. ayuntamiento nos ha embutido en una demarcación, Las Villas-La Cañada-El Peral, con más de 8.000 habitantes.

     Ya por la tarde, y antes de que cayera el sol, tuvo lugar la triunfal corrida de toros, voluntarios de toda voluntad. Dos aguerridos vecinos del barrio, adecuadamente pertechados de los aditamentos taurinos, torearon a cuantos tuvieron la osadía de aparecer como auténticos morlacos de ganadería acrisolada. Tras la juerga general y generalizada, ahora bailan dulcemente al compás de un vals sabrosón. El reloj marca las 0:53 horas.


Pregón

     De parte del señor presidente de la asociación de vecinos La Paz, José Antonio del la Fuente, de Las Villas, por supuesto, se hace saber que mañana, domingo, en el lugar de la fiesta se comerá la tradicional sardinada en tanto que, por una pantalla gigante -o casi- que se instalará debidamente, se seguirá el partido de la final entre España y Holanda. Gane quien gane, todos ganaremos.

     Menos yo, que me pierdo una rica sardina. Bueno en realidad yo siempre me comía más de media docena.

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