Mostrando entradas con la etiqueta Reyes Magos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Reyes Magos. Mostrar todas las entradas

El Icono de Navidad del Monasterio Copto de Santa Catalina del Sinai




Éste es quizá el más significativo y completo (antiguo) de los iconos del misterio completo de la Navidad, anterior a la gran lucha de los iconoclastas. Éste es en resumen su sentido:
a. Del Círculo más alto (divino) con la tres estrellas de Dios Padre, desciende a Jesús y en él se encarna, como “rayo” de vida, la Palabra hecha carne, por el Espíritu que todo lo viste de rojo... Jesús en una cuna, con aureola de Cruz (se condensa así en el niño todo el misterio del Cristo pascual)
b. En el panel superior están los cuatro Arcángeles, que cantan la gloria de Dios y anuncian la epifanía a los tres magos (cf. arcángel de la derecha); este mundo angélico, presente en los grandes libros sagrados de Daniel y Henoc, desemboca en la encarnación de la Palabra de Dios, a cuyo servicio se pone.
c. En el panel del centro está María, humanidad que da a luz al Niño, entronizado con Cruz en la cuna, y a su lado vienen los tres magos, para descubrir la Sabiduría de Dios que es Jesús (vienen ya a pie, los caballos quedan abajo, a la izquierda). No son “reyes” (poder político), son “magos”, esto es los “sabios” más grandes de Babilonia, de Persia y de Egipto/Etiopía, las tres partes del mundo, en la línea de los sabios de gran conocimiento del libro de Daniel.
d. En el panel inferior, un ángel músico entre cabras llama con su flauta a los pastores, y ahí así aparece uno de ellos, a la derecha, con su zurrón. Los caballos de los magos están prontos a la izquierda, junto a José (que es Israel) pensativo y descubriendo el misterio, mientras dos mujeres (que son la humanidad entera, una de las cuales ha de ser María ¿y la otra Isabel?) limpian y visten al niño. Los caballos de los sabios aguardan a la izquierda, para llevar el buen conocimiento al mundo entero, en cabalgata de Navidad y Pascua.

Conclusión

Miremos de nuevo otra vez este icono, que nos llega de una de las iglesias más ricas de la cristiandad, antes de la gran disputa de los iconoclastas (los que destruían las imágenes). Estas pueden ser las conclusiones:
-- La Sabiduría de Dios es un niño que nace, Dios encarnado. La navidad es cuidar a los niños y necesitados
-- Los sacerdotes de esta Navidad son ante todo María y los Magos, la mujer grávida de Dios, los magos buscadores de su sabiduría, que llegan a pie (sus caballos quedan ya sin jinetes en la parte bajo, a la izquierda).
-- Éste es el gran misterio para José el Varón Israelita, mientras toca música el ángel de la flauta y llegan también los pastores...


El Monasterio de la Transfiguración o Monasterio de Santa Catalina (en griego: Μονὴ τῆς Ἁγίας Αἰκατερίνης) está situado en la boca de un cañón de difícil acceso a pies del monte Sinaí, en Egipto. Está construido donde la tradición supone que Moisés vio la «zarza que ardía sin consumirse». Se trata de uno de los monasterios más antiguos que continúan habitados. También se le conoce con el nombre de Monasterio de la Zarza Ardiente. Pertenece a la Iglesia ortodoxa autónoma de Monte Sinaí, dependiente de la Iglesia ortodoxa de Jerusalén. En 2002 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.


El pañal de Dios



Para ser reyes, no lo tuvieron fácil. Y por ser científicos, hubieron de tenérselas con ignorantes. Menos mal que ustedes eran personas normales y actuaron con discreción. Ni la corte ni el clero estuvieron a su altura. Por eso aquellos se perdieron en el olvido, y aún seguimos recordando a unos extranjeros que llegaron preguntando y recibieron un trato despectivo.
Es el sino de ustedes no ser acogidos por las altas dignidades y deseados por las personas simples y menores. A lo largo de los siglos. También ahora, les advierto. Especialmente en estos tiempos. Complicados, complejos, desesperantes.
Alguien pueda decir que ustedes tal vez se lo ganaron. Sí, su sola presencia, su estar preguntando removió asientos y posaderas regias apoltronadas, enervó ambiciones temerosas y provocó el sufrimiento y la muerte de inocentes: «Un grito se oye en Ramá, llanto y lamentos grandes; es Raquel que llora por sus hijos y rehúsa el consuelo, porque ya no viven» (Mt 2, 18). Con oro, incienso y mirra no se paga la ignominia. No hay regalos que hagan olvidar una sola noche de terror. La culpa y la pena han de perpetuarse de generación en generación hasta el fin de los tiempos, sin redención posible.
Sí, ustedes deben seguir caminando, tras una estrella luminosa y fugaz, buscando incansablemente un recién nacido, rey esquivo y misterioso, entre seres de carne y hueso que sólo sueñan de tejas para arriba una sola noche al año, ya que el resto del tiempo tienen suficiente con sobrevivir en la intemperie.
Sí, a ustedes se les considera responsables y por lo tanto los que deben reparar el mal; sin posibilidad de ser exonerados hagan lo que hagan de esa dura carga.
Sí, en manos de ustedes está satisfacer los sueños y deseos de la especie humana, por más que una y otra vez se manifieste frustrada. Tarea prometeica, ahora más que nunca.
Tal vez por eso mismo, y digo sólo tal vez, en estos tiempos haya pugna por estar en su comitiva, por aparentar ser del cortejo, por figurar siquiera de personajillo o subalterno junto a ustedes. Por eso mismo haya empujones para desplazar al que no quiero, para poner al que me gusta, para contar o descontar según me plazca.
Señores magos de oriente a quienes hemos convertirdo en reyes de nuestra republicana casa, puesto que tienen una encomienda imposible de realizar a plena satisfacción del personal, sírvanse hacer lo que a ustedes les parezca. Al fin y a la postre, les va a dar lo mismo en este patio de monipodio, más bien corral de comedias. Vengan en buena hora y déjennos, y déjenme, cualquier cosa que tengan en sus alforjas, tal vez pasado un rato habrá dejado de interesarnos, substituida por otra diferente. No lograremos con ninguna de ellas recuperar nuestra inocencia, perdida o destruida en la noche de la infancia original.
Tal vez la encontremos o reconstruyamos cuando, a la vuelta de la vida, nuestro final se parezca a nuestro  comienzo. Por eso conviene atender a este relato, en el que los extraños personajes que llamamos reyes magos sirven de custodios de un valiosísimo pañal divino, vestido del “dios de los dioses”.
Evangelio árabe de la Infancia*
VII 1. Y la noche misma en que el Señor Jesús nació en Bethlehem de Judea, en la época del rey Herodes, un ángel guardián fue enviado a Persia. Y apareció a las gentes del país bajo la forma de una estrella muy brillante, que iluminaba toda la tierra de los persas. Y, como el 25 del primer kanun (fiesta de la Natividad del Cristo) había gran fiesta entre todos los persas, adoradores del fuego y de las estrellas, todos los magos, en pomposo aparato, celebraban magníficamente su solemnidad, cuando de súbito una luz vivísima brilló sobre sus cabezas. Y, dejando sus reyes, sus festines, todas sus diversiones y abandonando sus moradas, salieron a gozar del espectáculo insólito. Y vieron que una estrella ardiente se había levantado sobre Persia, y que, por su claridad, se parecía a un gran sol. Y los reyes dijeron a los sacerdotes en su lengua: ¿Qué es este signo que observamos? Y, como por adivinación, contestaron, sin quererlo: Ha nacido el rey de los reyes, el dios de los dioses, la luz emanada de la luz. Y he aquí que uno de los dioses ha venido a anunciarnos su nacimiento, para que vayamos a ofrecerle presentes, y a adorarlo. Ante cuya revelación, todos, jefes, magistrados, capitanes, se levantaron, y preguntaron a sus sacerdotes: ¿Qué presentes conviene que le llevemos? Y los sacerdotes contestaron: Oro, incienso y mirra. Entonces tres reyes, hijos de los reyes de Persia, tomaron, como por una disposición misteriosa, uno tres libras de oro, otro tres libras de incienso y el tercero tres libras de mirra. Y se revistieron de sus ornamentos preciosos, poniéndose la tiara en la cabeza, y portando su tesoro en las manos. Y, al primer canto del gallo, abandonaron su país, con nueve hombres que los acompañaban, y se pusieron en marcha, guiados por la estrella que les había aparecido. Y el ángel que había arrebatado de Jerusalén al profeta Habacuc, y que había suministrado alimento a Daniel, recluido en la cueva de los leones, en Babilonia, aquel mismo ángel, por la virtud del Espíritu Santo, condujo a los reyes de Persia a Jerusalén, según que Zoroastro lo había predicho. Partidos de Persia al primer canto del gallo, llegaron a Jerusalén al rayar el día, e interrogaron a las gentes de la ciudad, diciendo: ¿Dónde ha nacido el rey que venimos a visitar? Y, a esta pregunta, los habitantes de Jerusalén se agitaron, temerosos, y respondieron que el rey de Judea era Herodes.
2. Sabedor del caso, Herodes mandó llamar a los reyes de Persia, y, habiéndolos hecho comparecer ante él, les preguntó: ¿Quiénes sois? ¿De dónde venís? ¿Qué buscáis? Y ellos respondieron: Somos hijos de los reyes de Persia, venimos de nuestra nación, y buscamos al rey que ha nacido en Judea, en el país de Jerusalén. Uno de los dioses nos ha informado del nacimiento de ese rey, para que acudiésemos a presentarle nuestras ofrendas y nuestra adoración. Y se apoderó el miedo de Herodes y de su corte, al ver a aquellos hijos de los reyes de Persia, con la tiara en la cabeza y con su tesoro en las manos, en busca del rey nacido en Judea. Muy particularmente se alarmó Herodes, porque los persas no reconocían su autoridad. Y se dijo: El que, al nacer, ha sometido a los persas a la ley del tributo, con mayor razón nos someterá a nosotros. Y, dirigiéndose a los reyes, expuso: Grande es, sin duda, el poder del rey que os ha obligado a llegar hasta aquí a rendirle homenaje. En verdad, es un rey, el rey de los reyes. Id, enteraos de dónde se halla, y, cuando lo hayáis encontrado, venid a hacérmelo saber, para que yo también vaya a adorarlo. Pero Herodes, habiendo formado en su corazón el perverso designio de matar al niño, todavía de poca edad, y a los reyes con él, se dijo: Después de eso, me quedará sometida toda la creación.
3. Y los magos al abandonar la audiencia de Herodes, vieron la estrella, que iba delante de ellos, y que se detuvo por encima de la caverna en que naciera el niño Jesús. En seguida cambiando de forma, la estrella se torné semejante a una columna de fuego y de luz, que iba de la tierra al cielo. Y penetraron en la caverna, donde encontraron a María, a José y al niño envuelto en pañales y recostado en el pesebre. Y, ofreciéndole sus presentes, lo adoraron. Luego saludaron a sus padres, los cuales estaban estupefactos, contemplando a aquellos tres hijos de reyes, con la tiara en la cabeza y arrodillados en adoración ante el recién nacido, sin plantear ninguna cuestión a su respecto. Y María y José les preguntaron: ¿De dónde sois? Y ellos les contestaron: Somos de Persia. Y María y José insistieron: ¿Cuándo habéis salido de allí? Y ellos dijeron: Ayer tarde había fiesta en nuestra nación. Y, después del festín, uno de nuestros dioses nos advirtió: Levantaos, e id a presentar vuestras ofrendas al rey que ha nacido en Judea. Y, partidos de Persia al primer canto del gallo, hemos llegado hoy a vosotros, a la hora tercera del día.
4. Y María, tomando uno de los pañales de Jesús, se lo dio a manera de elogio. Y ellos lo recibieron de sus manos de muy buen grado, aceptándolo, con fe, como un presente valiosísimo. Y, cuando llegó la noche del quinto día de la semana posterior a la natividad, el ángel que les había guiado anteriormente, se les presenté de nuevo bajo forma de estrella. Y lo siguieron, conducidos por su luz, hasta su llegada a su país.
VIII 1. Los magos llegaron a su país a la hora del mediodía. Y Persia entera se alegró y se maravilló de su vuelta.
2. Y, al crepúsculo matutino del día siguiente, los reyes y los jefes se reunieron alrededor de los magos, y les dijeron: ¿Cómo os ha ido en vuestro viaje y en vuestro retorno? ¿Qué habéis visto, qué habéis hecho, qué nuevas nos traéis? ¿Y a quién habéis rendido homenaje? Y ellos les mostraron el pañal que les había dado María. A cuyo propósito celebraron una fiesta, al uso de los magos, encendiendo un gran fuego, y adorándolo. Y arrojaron a él el pañal, que se tornó aparentemente en fuego. Pero, cuando éste se hubo extinguido, sacaron de él el pañal, y vieron que se conservaba intacto, blanco como la nieve y más sólido que antes, como si el fuego no lo hubiera tocado. Y, tomándolo, lo examinaron bien, lo besaron, y dijeron: He aquí un gran prodigio, sin duda alguna. Este pañal es el vestido del dios de los dioses, puesto que el fuego de los dioses no ha podido consumirlo, ni deteriorarlo siquiera. Y lo guardaron preciosamente consigo, con fe ardiente y con veneración profunda.
 
* El Evangelio árabe de la Infancia, también conocido como Evangelio árabe del Pseudo Juan, es un evangelio apócrifo tardío, escrito entre los años 450-550 d.C. en asirio y luego traducido al árabe, de 158 páginas conservadas en buen estado, que se guarda en la Biblioteca Ambrosiana de Milán.
Se trata de una recopilación escrita de narraciones conservadas oralmente para satisfacer la curiosidad de quienes deseaban más detalles de la infancia de Jesús.

La magia de la Epifanía



 
BUENA NOTICIA

¿Y si tú fueras mi hijo/a
a quien amo con pasión,
a quien encarné y envié
como Buena Noticia para sus hermanos?
Mira mi corazón de Padre
que no miente,
que sangra por amar a tope.

¿Crees que es un juego
el que confiese mi espera en ti
para ser Buena Noticia
entre tus hermanos?

Hablo siendo Padre
y teniendo un Hijo que me complace,
que es tu hermano,
al que festejáis todos los años.

Pero…
¿no sabes cómo fue Buena Noticia
para sus hermanos, tus hermanos?

Sí, creo en ti.
Y afirmo que hay Navidad.
¡Cómo no la va a haber
si tratáis de haceros ricos
haciendo pobres!
¡Cómo no la va a haber
si habéis trivializado vuestra suerte
y nada os complace!

Abrí el cielo para siempre,
y mis ojos ya no pueden
apartarse de esta tierra,
vuestra y mía,
en la que tantos y tantos sufren,
y miran y esperan sin saber dónde.

¿No ves cómo anhelan la Buena Noticia
tantos y tantos hombres y mujeres,
tus hermanos, siempre?

Quiero que comprendas y goces.
El Misterio no es oscuridad,
sino hondura de amor y vida.

Esto es la Navidad. ¡No la tergiverses!

¿Te pido un imposible al querer que cambies,
que seas persona nueva,
que nazcas a la vida, tuya y de tus hermanos?

Y quiero que los ángeles nuevamente canten:
«Paz en la tierra.
Hoy os ha nacido un salvador.
Alegraos.
¡Gloria a Dios!».

Es letra mía,
y espero le pongas música para tus hermanos.

Ya sé que no puedo pedirte nada,
que eres libre…
¡Naciste de mis entrañas
y llevas mi sello y sangre!
Pero no me pidas que renuncie a ser Padre,
a dar vida,
a regalar Buena Noticia,
libremente,
a ti y a tus hermanos.





 
UN BELÉN DIFERENTE

Este año pondré un nacimiento diferente,
sin ángeles, sin pastores, sin reyes,
porque en mi pueblo ya casi no existen,
y niños y adultos no entienden
que estén contigo
sólo los que no se ven en la calle.

En su lugar pondré figuras del presente.

Una persona parada,
víctima de todas las multinacionales,
con las manos callosas y arrugas en la frente.
Tiene vergüenza y duele verle.

Una persona emigrante,
sin patria, sin hogar ni papeles,
de color, con olor y hambre.
Quizá esta noche lo acoja alguien.

Una persona prostituta,
con mirada triste y ternura palpitante,
usada y juzgada por casi toda la gente.
Quizá esta noche reencuentre su dignidad.

Una persona drogadicta,
aferrado a sus viajes y estrellas artificiales
porque en la tierra no tiene presente.
Quizá esta noche vea la estrella de su vida.

Una persona presa,
de los de siempre, sin causa ni gloria,
al margen de la sociedad y con barrotes.
Quizá esta noche le llegue una ráfaga de aire libre.

Una persona enferma de sida,
separado, aislado como una peste,
tumbado en el lecho sin futuro y casi sin presente.
Quizá esta noche alguien se acerque a él y le bese.

Ya sé que no están todos;
pero si me atrevo a ponerme yo,
y no me olvido de colocarte a ti,
este Belén no será de Herodes.





 
¿Y SI DIOS FUERA…?

¿Y si Dios fuera el viento
que penetra por la nariz y por todos los poros
hasta oxigenarnos los pulmones y el espíritu?

¿Y si Dios fuera el silencio
que vela y guarda cada noche como un tesoro
nuestros sueños azules y locos?

¿Y si Dios fuera el río
que baña y refresca nuestros pies cansados
y calma nuestra sed de vida y ternura
en este mundo peregrino?

¿Y si Dios fuera el perfume
que llena nuestra vida de gozo y placer
sin pedirnos nada?

¿Y si Dios fuera el fuego
que quema y consume nuestras entrañas
para que resplandezcan esas pepitas de oro escondidas?

¿Y si Dios fuera la música
que nos invita a cantar y bailar en las plazas
rompiendo todas las reglas con alegría?

¿Y si Dios fuera el rocío
que nos refresca cada día la historia y la vida
para que andemos despiertos y erguidos?

¿Y si Dios fuera el mendigo
que nos tiende su mano
sin atreverse a confesar sus miedos y sus
hambres?

¿Y si Dios fuera el niño
que desde las ventanas de su cuerpo
nos hace carantoñas de plastilina?

¿Y si Dios fuera el grito
de los pueblos oprimidos en la tierra
que viven y mueren ignominiosamente
reclamando un puñado de libertad?

¿Y si Dios fuera Jesús de Nazaret
muerto y resucitado hace dos milenios,
y en la actualidad estandarte de vida y esperanza
de pobres, humildes, misericordiosos y perseguidos?

¿Y si Dios fuera a la vez
viento, silencio, perfume,
fuego, música, rocío, río,
mendigo, niño, grito,
¡Jesús el Nazareno!?

¿Y si y yo también fuéramos Dios
-dioses en miniatura- con la responsabilidad
de convertir este mundo inhóspito
en un reino de paz y de fraternidad?

¿Y si Dios fuera ¡todo!,
todo lo que vemos,
sentimos,
ignoramos,
y deseamos?




 
YA NO HAY ESTRELLAS

Señor,
ahora te pierdes
y no hay estrellas que te guíen.

En este universo, nudo de comunicaciones,
uno se siente solo
y abandonado a su suerte.

Nada que hacer
cuando las rutas te tuercen;
sólo preguntar
y dejar que te lleven.

El programa previsto
de nada sirve,
y aunque uno no llegue
todo parece continuar a su ritmo.

Sólo queda no perder la paz,
saberse vivo
y practicar la humildad;
y, de vez en cuando,
explotar…
por terapia e higiene
mental y espiritual.



 
Todos los textos pertenecen a Florentino Ulibarri y las imágenes están tomadas libremente de Internet.
La fiesta de los Reyes Magos es también conocida como La Epifanía, que se celebra el seis de enero desde antes del siglo IV.
Magia es palabra que procede del griego, que a su vez la toma del persa, y significa sabiduría. De magia procede la castellana magisterio y por extensión cualquier persona que imparte conocimiento y saber.
Epifanía procede del latín, y a su vez del griego, y significa manifestación de la divinidad.
Referida a Jesús, la más antigua celebración cristiana nació en Oriente, centrada en el Bautismo de Jesús, y adjunta a las Bodas de Caná, la Natividad y la visita de los Magos.
En Occidente la Natividad pasó en el siglo IV al veinticinco de diciembre y se separó de la Epifanía.

Carta a los señores reyes



Estimados señores:
Ya perdonarán que me haya descuidado con la carta, pero supongo que aún así ustedes la atenderán como lo han hecho todas las veces a lo largo de mi vida. Si la he dejado para tan tarde no es por no saber qué pedirles sino por cómo dirigirme a ustedes para que no me malinterpreten.
Si mi información es correcta, ustedes ya deben saber qué desea por lo menos la mitad del planeta, y mañana terminarán por enterarse respecto de la otra mitad. Así que ya me los imagino haciendo cálculos sobre cómo desplazarse hasta aquí con tan enorme cargamento. No se preocupen por mí, no creo que deban modificar su plan de desplazamiento y reparto a la vista de lo que voy a expresarles.
El mundo está lleno de cosas. Muchas, bonitas y baratas unas/caras otras. De las cosas que no cuestan no les digo, porque supongo que sobre ellas tampoco nadie les pedirá nada. Me refiero a los amaneceres y a los atardeceres, a las flores del campo y a la nieve del invierno, a la brisa marina y a la arena de las playas, a los campos verdes y a las montañas peladas, a los paseos relajados y a las risas compartidas, a los besos y a los abrazos. En fin, esas cosillas que cuando las tenemos casi no las apreciamos, y cuando nos faltan las echamos tanto de menos. Pero no se cotizan en los mercados del dinero. Tampoco dan prestancia social.
Las casas también están repletas de cosas que se venden y se compran. La mayoría no son ni útiles, menos aún necesarias; sin embargo, las atesoramos y con ellas llenamos armarios y trasteros cuando otras nuevas necesitan el espacio que ocupan. Lo sé muy bien, porque en dos días hemos llenado con una parte de ellas la nave parroquial. Claro que en apenas unas horas la vaciamos por completo. Vuelve a estar disponible para recibir lo que venga, lo que traigan, lo que estorbe… Perdón, también lo que muchas personas quieran compartir con los que menos o nada tienen.
Quería ser breve y no lo estoy consiguiendo. Bien, voy a intentar ser conciso. Miren ustedes, este mundo no necesita más cosas. La gente, tampoco. En la mayoría de las casas no cabría un alfiler siquiera. A lo más, si estuviera dentro de su misión, me permito indicarles que hicieran una redistribución de objetos. De tal manera en unas habría algo, o algo más, y en otras algo menos.
Pero dejo eso a su criterio. El motivo de mi carta es esto otro: si al mundo, –mejor, a la gente que lo habita–, que está al alcance de mi conocimiento le falta algo es ilusión. ¿Considerarían ustedes oportuno que les encargase este humilde mortal cuarto y mitad de esa cosa? Me parece una cantidad suficiente y nada abusiva. El personal de su comitiva no tendrían mayor dificultad en hacérsela llegar a todas las almas que habitan en los cuerpos de los actuales habitantes del planeta. Como procedimiento, se me ocurre así al pronto diluirla en algún líquido ligero y pulverizarla en la atmósfera para que impregne incluso a los seres inanimados. Pero como no soy especialmente en nada, tampoco en la administración y reparto, mejor será que sean ustedes quienes decidan cómo hacerlo. Eso, claro, si consideran y tienen en cuenta mi pedido.
Faltaría ahora razonarlo. Pero me temo que no sabría. Mejor dicho, sí hay una forma de explicárselo. Para ustedes no ofrece ninguna dificultad, habida cuenta de que el tiempo y el espacio no cuentan. Sitúense en el día 3 pasado en el interior de la nave almacén de mi parroquia, entre las dos y media y las siete y media de la tarde. Sólo eso. Observen y estoy seguro de que no necesitarán mis explicaciones.
Con todo y con eso, una indicación más. Exactamente a las cinco menos diez, –en la calle llovía a mares y hacía mucho frío–, una mamá, que había entrado en la sacristía para cambiar a su bebé, salía en ese momento arropada en una parka seminueva que tenía yo secándose junto al radiador –se había mojado porque la usé para sacar a mear a Gumi y Berto– y abrazando con su otro brazo libre un osito de peluche. Fíjense en su cara, fíjense bien. ¿Lo entienden ahora?
Gracias por atenderme, sea cual sea su decisión.


Epifanía sin magia




Si hubo una Navidad sin pandereta…

A Belén se va y se viene
por caminos de alegría,
y Dios nace en cada hombre
que se entrega a los demás.
A Belén se va y se viene
por caminos de justicia,
y en Belén nacen los hombres
cuando aprenden a esperar.

Lo esperaban como rico
y habitó entre la pobreza.
Lo esperaban poderoso
y un pesebre fue su hogar.
Lo esperaban un guerrero,
y fue paz toda su guerra.
Lo esperaban rey de reyes,
y servir fue su reinar.

Lo esperaban sometido,
y quebró toda soberbia:
denunció las opresiones,
predicó la libertad.
Lo esperaban silencioso:
su palabra fue la puerta
por donde entran los que gritan
con su vida la verdad.

Navidad es un camino
que no tiene pandereta,
porque Dios resuena dentro
de quien va en fraternidad.
Navidad es el milagro
de pararse a cada puerta
y saber si nuestro hermano
necesita nuestro pan.

[Miguel Manzano]



 

Es posible una Epifanía sin magia…

porque
¡Siempre estás!


En las plazas y en las iglesias,
siempre estás tú.
En los mercados y en los claustros,
siempre estás tú.
En las ciudades y en los desiertos,
siempre estás tú.
En los valles y en las montañas,
siempre estás tú.
En las fábricas y salas de fiesta,
siempre estás tú.
En las playas y en los monasterios,
siempre estás tú.
En las cumbres nevadas y en los oasis,
Siempre estás tú.
En las calles y en los corazones,
siempre estás tú...

Aunque ya no haya estrellas
y yo vaya por caminos inciertos,
tú siempre estás...

Aunque no te ofrezca nada
-ni oro ni incienso ni mirra-
tú siempre estás.

Aunque vuelva a mi hogar
en busca de paz y seguridad,
tú siempre estás.

Te veo junto a mí
en los días de éxito y favor
y en los oscuros y de tribulación.

Te veo junto a mí,
a veces delante, a veces detrás,
y también en mis flancos débiles y sin cubrir.

Te veo junto a mí
rodeándome y protegiéndome
y también sacándome al horizonte.

Te veo junto a mí
cuando ando entre la gente
y contemplo el rostro de quienes van y vienen.

Y cuando abro mis ojos,
ora camine ora me detenga,
es tu rostro el que me ilumina y emociona.

En todos los lugares en los que estoy, estás.
A todas las horas que estoy, estás;
y tu rostro encarnado, siempre me ama más.

[Florentino Ulibarri]



Visitante, si te apetece seguir leyendo, aquí tienes el estudio teológico y la reflexión del Papa Benedicto XVI sobre el texto bíblico que es fuente y origen de la fiesta que hoy celebramos los cristianos. Es una parte del capítulo IV de La Infancia de Jesús.


 Los Magos de Oriente. 

 

   
  Cuadro histórico y geográfico de la narración
   
  Difícilmente habrá otro relato bíblico que haya estimulado tanto la fantasía, pero también la investigación y la reflexión, como la historia de los «Magos» venidos de «Oriente», una narración que el evangelista Mateo pone inmediatamente después de haber hablado del nacimiento de Jesús: «Jesús nació en Belén de Judá en tiempos del rey Herodes. Entonces, unos Magos [astrólogos] de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: “¿Dónde está el Rey de los Judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”» (2,1s).
  Con la mención del rey Herodes y el lugar del nacimiento, Belén, encontramos aquí primero una neta determinación del contexto histórico. Se indica un personaje bien conocido de la época y un lugar geográfico fácilmente reconocible. Pero en ambas referencias se ofrecen al mismo tiempo elementos de interpretación. Rudolf Pesch, en su pequeño libro Die matthäischen Weihnachtsgeschichten —los relatos de Navidad según Mateo—, ha resaltado con énfasis el significado teológico de la figura de Herodes: «Así como al principio del Evangelio de la Navidad (Lc 2,1-21) se menciona al emperador romano Augusto, la narración de Mateo 2 comienza de modo análogo denominando a Herodes, “rey de los judíos”. Si allí el emperador, con sus pretensiones sobre la pacificación del mundo, estaba en las antípodas del recién nacido, aquí está el rey, que reina gracias al emperador, y con la pretensión casi mesiánica de ser el redentor, al menos para el reino judío» (p. 23s).
   
  Belén es el pueblo natal del rey David. El significado teológico de aquel lugar se esclarecerá todavía con mayor nitidez en el curso de la narración mediante la respuesta que dan los escribas a Herodes acerca del lugar en el que debía nacer el Mesías. También podría comportar una intención teológica el que la localización geográfica se precise aún más, añadiendo «de Judá». En la bendición de Jacob, el patriarca dice a su hijo Judá de manera profética: «No se apartará de Judá el cetro, ni el bastón de mando de entre sus rodillas, hasta que venga aquel a quien está reservado, y le rindan homenaje los pueblos» (Gn 49,10). En una narración que trata de la llegada del David definitivo, del recién nacido rey de los judíos que salvará a todos los pueblos, se ha de percibir de algún modo esta profecía como trasfondo.
  Junto con la bendición de Jacob hay que leer también una palabra atribuida en la Biblia al profeta pagano Balaán. Balaán es una figura histórica de la que hay una confirmación fuera de la Biblia. En 1967 se descubrió en Transjordania, una inscripción en la que aparece Balaán, hijo de Beor, como un «vidente» de las divinidades autóctonas; un vidente al que se le atribuyen anuncios de fortuna y de calamidad (cf. Hans-Peter Müller, en lthk, II, 457). La Biblia lo presenta como un adivino al servicio del rey de Moab, que le pide una maldición contra Israel. Pero Dios mismo impide que Balaán lleve a efecto lo que pretende, de manera que el profeta, en vez de una maldición, anuncia una bendición para Israel. A pesar de ello, sigue siendo mal visto en la tradición bíblica, como instigador a la idolatría, y muere de una forma considerada como punitiva (cf. Nm 31,8; Jos  13,22). Por eso adquiere más importancia aún la promesa de salvación que se le atribuye a él, no judío y siervo de otros dioses; su promesa era conocida también fuera de Israel. «Lo veo, pero no es ahora, lo contemplo, pero no será pronto: Avanza una estrella de Jacob, y surge un cetro de Israel...» (Nm 24,17).
  Extrañamente Mateo, que desea presentar los acontecimientos en la vida y el obrar de Jesús como cumplimiento de palabras veterotestamentarias, no cita este texto, que desempeña un papel importante en la historia de la interpretación del pasaje de los Magos de Oriente. Es verdad que la estrella de la que habla Balaán no es un astro; la estrella que brilla en el mundo y determina su suerte es el mismo rey que ha de venir. No obstante, la conexión entre estrella y realeza podría haber suscitado la idea de una estrella, que sería la estrella de este rey y remitiría a él.
  Así, se puede suponer ciertamente que esta profecía no judía, «pagana», circulase de alguna forma fuera del judaísmo y fuera motivo de reflexión para quienes estaban en busca. Tendremos que volver a preguntarnos cómo es posible que personas fuera de Israel hubieran visto precisamente en el «rey de los judíos» al portador de una salvación que también les concernía a ellos.
   
  ¿Quiénes eran los «Magos»?
   
  Pero ahora es preciso preguntarse ante todo: ¿Qué clase de hombres eran esos que Mateo describe como «Magos» venidos de «Oriente»? El término «magos» (mágoi) tiene una considerable gama de significados en las diversas fuentes, que se extiende desde una acepción muy positiva hasta un significado muy negativo.
  La primera de las cuatro acepciones principales designa como «magos» a los pertenecientes a la casta sacerdotal persa. En la cultura helenista eran considerados como «representantes de una religión auténtica»; pero se sostenía al mismo tiempo que sus ideas religiosas estaban «fuertemente influenciadas por el pensamiento filosófico», hasta el punto de que se presenta con frecuencia a los filósofos griegos como adeptos suyos (cf. Delling, Theologisches Wörterbuch zum Neuen Testament, IV, p. 360). Quizá haya en esta opinión un cierto núcleo de verdad no bien definido; después de todo, también Aristóteles había hablado del trabajo filosófico de los magos (cf. ibíd.).
  Los otros significados mencionados por Gerhard Delling designan a los dotados de saberes y poderes sobrenaturales, y también a los brujos. Y, finalmente, a los embaucadores y seductores. En los Hechos de los Apóstoles encontramos este último significado: Pablo califica a un mago llamado Barjesús «hijo del diablo, enemigo de toda justicia» (13,10), manteniéndolo así a raya.
  Los diversos significados del término «mago» que encontramos aquí hacen ver también la ambivalencia de la dimensión religiosa en cuanto tal. La religiosidad puede ser un camino hacia el verdadero conocimiento, un camino hacia Jesucristo. Pero cuando ante la presencia de Cristo no se abre a él, y se pone contra el único Dios y Salvador, se vuelve demoníaca y destructiva.
  En el Nuevo Testamento vemos estos dos significados de «mago»: en el relato de san Mateo sobre los Magos, la sabiduría religiosa y filosófica es claramente una fuerza que pone a los hombres en camino, es la sabiduría que conduce en definitiva a Cristo. Por el contrario, en los Hechos de los Apóstoles encontramos otro tipo de mago. Éste contrapone el propio poder al mensajero de Jesucristo, y se pone así de parte de los demonios que, sin embargo, ya han sido vencidos por Jesús.
   
  La primera acepción vale evidentemente para los Magos en Mateo 2, al menos en sentido amplio. Aunque no pertenecían exactamente a la clase sacerdotal persa, tenían sin embargo un conocimiento religioso y filosófico que se había desarrollado y aún persistía en aquellos ambientes.
  Se ha tratado naturalmente de encontrar clasificaciones todavía más precisas. El astrónomo vienés Konradin Ferrari d’Occhieppo ha mostrado que en la ciudad de Babilonia, centro de la astronomía científica en épocas remotas, aunque ya en declive en la época de Jesús, continuaba existiendo todavía «un pequeño grupo de astrónomos ya en vías de extinción... Hay tablas de terracota con inscripciones en caracteres cuneiformes con cálculos astronómicos... que lo demuestran con seguridad» (p. 27). La conjunción astral de los planetas Júpiter y Saturno en el signo zodiacal de Piscis, que tuvo lugar en los años 7-6 a. C. —considerado hoy como el verdadero período del nacimiento de Jesús— habría sido calculada por los astrónomos babilonios y les habría indicado la tierra de Judá y un recién nacido «rey de los judíos».
  Sobre la cuestión de la estrella volveremos de nuevo más adelante. Por ahora queremos dedicarnos a la pregunta sobre qué tipo de hombres eran aquellos que se pusieron en camino hacia el rey. Tal vez fueran astrónomos, pero no a todos los que eran capaces de calcular la conjunción de los planetas, y la veían, les vino la idea de un rey en Judá, que tenía importancia también para ellos. Para que la estrella pudiera convertirse en un mensaje, debía haber circulado un vaticinio como el del mensaje de Balaán. Sabemos por Tácito y Suetonio que en aquellos tiempos bullían en el ambiente expectativas según las cuales surgiría en Judá el dominador del mundo, una expectación que Flavio Josefo interpreta como referida a Vespasiano, con el resultado de que éste pasó a gozar de su favor (cf. De bello Iud., III, 399-408).
  Varios factores podían haber concurrido a que se pudiera percibir en el lenguaje de la estrella un mensaje de esperanza. Pero todo ello era capaz de poner en camino sólo a quien era hombre de una cierta inquietud interior, un hombre de esperanza, en busca de la verdadera estrella de la salvación. Los hombres de los que habla Mateo no eran únicamente astrónomos. Eran «sabios»; representaban el dinamismo inherente a las religiones de ir más allá de sí mismas; un dinamismo que es búsqueda de la verdad, la búsqueda del verdadero Dios, y por tanto filosofía en el sentido originario de la palabra. La sabiduría sanea así también el mensaje de la «ciencia»: la racionalidad de este mensaje no se contentaba con el mero saber, sino que trataba de comprender la totalidad, llevando así a la razón hasta sus más elevadas posibilidades.
  Basándonos en todo lo que se ha dicho, podemos hacernos una cierta idea de cuáles eran las convicciones y conocimientos que llevaron a estos hombres a encaminarse hacia el recién nacido «rey de los judíos». Podemos decir con razón que representan el camino de las religiones hacia Cristo, así como la autosuperación de la ciencia con vistas a él. Están en cierto modo siguiendo a Abraham, que se pone en marcha ante la llamada de Dios. De una manera diferente están siguiendo a Sócrates y a su preguntarse sobre la verdad más grande, más allá de la religión oficial. En este sentido, estos hombres son predecesores, precursores, de los buscadores de la verdad, propios de todos los tiempos.
   
  Así como la tradición de la Iglesia ha leído con toda naturalidad el relato de la Navidad sobre el trasfondo de Isaías 1,3, y de este modo llegaron al pesebre el buey y el asno, así también ha leído la historia de los Magos a la luz del Salmo 72,10 e Isaías 60. Y, de esta manera, los hombres sabios de Oriente se han convertido en reyes, y con ellos han entrado en la gruta los camellos y los dromedarios.
  La promesa contenida en estos textos extiende la proveniencia de estos hombres hasta el extremo Occidente (Tarsis-Tartesos en España), pero la tradición ha desarrollado ulteriormente este anuncio de la universalidad de los reinos de aquellos soberanos, interpretándolos como reyes de los tres continentes entonces conocidos: África, Asia y Europa. El rey de color aparece siempre: en el reino de Jesucristo no hay distinción por la raza o el origen. En él y por él, la humanidad está unida sin perder la riqueza de la variedad.
  Más tarde se ha relacionado a los tres reyes con las tres edades de la vida del hombre: la juventud, la edad madura y la vejez. También ésta es una idea razonable, que hace ver cómo las diferentes formas de la vida humana encuentran su respectivo significado y su unidad interior en la comunión con Jesús.
  Queda la idea decisiva: los sabios de Oriente son un inicio, representan a la humanidad cuando emprende el camino hacia Cristo, inaugurando una procesión que recorre toda la historia. No representan únicamente a las personas que han encontrado ya la vía que conduce hasta Cristo. Representan el anhelo interior del espíritu humano, la marcha de las religiones y de la razón humana al encuentro de Cristo.
   
  La estrella
   
  Pero ahora hemos de volver aún a la estrella que, según la narración de san Mateo, impulsó a los Magos a ponerse en camino. ¿Qué tipo de estrella era? ¿Existió realmente?
  Exegetas de renombre, como Rudolf Pesch, opinan que esta cuestión tiene poco sentido. Se trataría aquí de un relato teológico, que no se debería mezclar con la astronomía. San Juan Crisóstomo había desarrollado en la Iglesia antigua una postura similar: «Que ésta no fuera una estrella común, para mí incluso que no fuera siquiera una estrella, sino un poder invisible que había tomado esa apariencia, me parece consecuencia sobre todo de la trayectoria que había tomado. En efecto, no hay una sola estrella que se mueva en esa dirección» (In Matth., hom. VI, 2: PG 57, 64). En gran parte de la tradición de la Iglesia se ha resaltado el aspecto extraordinario de la estrella; así, ya en Ignacio de Antioquía (ca. 100 d. C.), que ve el sol y la luna hacer el corro en torno a la estrella; así también en el antiguo himno de la Epifanía del Breviario Romano, según el cual la estrella habría superado al sol en belleza y luminosidad.
   
  Pero no se podía dejar de plantear la pregunta sobre si, a pesar de todo, acaso no se hubiera tratado de un fenómeno que se podía determinar y clasificar astronómicamente. Sería un error rechazar a priori esta pregunta remitiéndose a la naturaleza teológica de la historia. Con el surgir de la astronomía moderna, desarrollada también por cristianos creyentes, se ha planteado nuevamente también la cuestión sobre este astro.
  Johannes Kepler († 1630) adelantó una solución que sustancialmente proponen también los astrónomos de hoy. Kepler calculó que entre el año 7 y el 6 a. C. —que, como se ha dicho, se considera hoy el año verosímil del nacimiento de Jesús— se produjo una conjunción de los planetas Júpiter, Saturno y Marte. Él mismo había notado una conjunción semejante en 1604, a la cual se había añadido también una supernova. Este término indica una estrella débil o muy lejana en la que se produce una enorme explosión, de manera que desarrolla una intensa luminosidad durante semanas y meses. Kepler creía que la supernova era una nueva estrella. Opinaba que también la conjunción ocurrida en los tiempos de Jesús debía de estar relacionada con una supernova; intentó explicar así astronómicamente el fenómeno de extraordinaria luminosidad de la estrella de Belén. Puede ser interesante en este contexto que el estudioso Friedrich Wieseler, de Gotinga, haya encontrado al parecer en tablas cronológicas chinas que, en el año 4 a. C., «había aparecido y se había visto durante mucho tiempo una estrella luminosa» (Gnilka, p. 44).
  El citado Ferrari d’Occhieppo puso ad acta la teoría de la supernova. Según él, para explicar la estrella de Belén era suficiente la conjunción de Júpiter y Saturno en el signo zodiacal de Piscis, y pensaba que podía determinar con precisión la fecha de este fenómeno. Es importante a este respecto que el planeta Júpiter representaba al principal dios babilónico Marduk. Ferrari d’Occhieppo lo resume así: «Júpiter, la estrella de la más alta divinidad de Babilonia, compareció en su apogeo en el momento de su aparición vespertina junto a Saturno, el representante cósmico del pueblo de los judíos» (p. 52). Dejemos los detalles. Los astrónomos de Babilonia —afirma Ferrari d’Occhieppo— podían deducir de este encuentro de planetas un evento de importancia universal, el nacimiento en el país de Judá de un soberano que traería la salvación.
   
  ¿Qué podemos decir ante todo esto? La gran conjunción de Júpiter y Saturno en el signo de Piscis en los años 7-6 a. C. parece ser un hecho constatado. Podía orientar a los astrónomos del ambiente cultural babilónico-persa hacia el país de Judá, hacia un «rey de los judíos». Los pormenores de cómo aquellos hombres han llegado a la certeza que los hizo partir y llevarlos finalmente a Jerusalén y a Belén, es una cuestión que debemos dejar abierta. La constelación estelar podía ser un impulso, una primera señal para la partida exterior e interior. Pero no habría podido hablar a estos hombres si no hubieran sido movidos también de otro modo: movidos interiormente por la esperanza de aquella estrella que habría de surgir de Jacob (cf. Nm 24,17).
  Que los Magos fueran en busca del rey de los judíos guiados por la estrella y representen el movimiento de los pueblos hacia Cristo significa implícitamente que el cosmos habla de Cristo, aunque su lenguaje no sea totalmente descifrable para el hombre en sus condiciones reales. El lenguaje de la creación ofrece múltiples indicaciones. Suscita en el hombre la intuición del Creador. Suscita también la expectativa, más aún, la esperanza de que un día este Dios se manifestará. Y hace tomar conciencia al mismo tiempo de que el hombre puede y debe salir a su encuentro. Pero el conocimiento que brota de la creación y se concretiza en las religiones también puede perder la orientación correcta, de modo que ya no impulsa al hombre a moverse para ir más allá de sí mismo, sino que lo induce a instalarse en sistemas con los que piensa poder afrontar las fuerzas ocultas del mundo.
  En nuestra narración pueden verse las dos posibilidades: ante todo, la estrella guía a los Magos sólo hasta Judea. Es del todo normal que en su búsqueda del recién nacido rey de los judíos fueran a la ciudad regia de Israel y entraran en el palacio del rey. Era de suponer que el futuro rey habría nacido allí. Después, para encontrar definitivamente el camino hacia el verdadero heredero de David, necesitan la indicación de las Sagradas Escrituras de Israel, las palabras del Dios vivo.
  Los Padres han destacado aún otro aspecto. Gregorio Nacianceno dice que, en el momento mismo en que los Magos se postraron ante Jesús, la astrología había llegado a su fin, porque desde aquel momento las estrellas se moverían en la órbita establecida por Cristo (Poem. dogm., V, 55-64: PG 37, 428-429). En el mundo antiguo los cuerpos celestes eran considerados como poderes divinos que decidían el destino de los hombres. Los planetas tienen nombres de divinidades. Según la opinión de entonces, dominaban de alguna manera el mundo, y el hombre debía tratar de avenirse con estos poderes. La fe en el Dios único que muestra la Biblia ha realizado muy pronto una desmitificación al llamar con gran sobriedad al sol y a la luna —las grandes divinidades del mundo pagano— «lumbreras» que Dios puso en la bóveda celeste (cf. Gn 1,16s).
  Al entrar en el mundo pagano, la fe cristiana debía volver a abordar la cuestión de las divinidades astrales. Por eso Pablo insiste con vehemencia en sus cartas desde la cautividad a los Efesios y a los Colosenses en que Cristo resucitado ha vencido a todo principado y poder del aire y domina todo el universo. También el relato de la estrella de los Magos está en esta línea: no es la estrella la que determina el destino del Niño, sino el Niño quien guía a la estrella. Si se quiere, puede hablarse de una especie de punto de inflexión antropológico: el hombre asumido por Dios —como se manifiesta aquí en su Hijo unigénito— es más grande que todos los poderes del mundo material y vale más que el universo entero.
   
  De paso en Jerusalén
   
  Es hora de volver al texto del Evangelio. Los Magos han llegado al presunto lugar del vaticinio, al palacio real de Jerusalén. Preguntan por el recién nacido «rey de los judíos». Ésta es una expresión típicamente no judía. En el ambiente hebreo se hubiera hablado del rey de Israel. En efecto, el término «pagano», «rey de los judíos», vuelve a aparecer únicamente en el proceso a Jesús y en la inscripción en la cruz, utilizado en ambos casos por el pagano Pilato (cf. Mc 15,9; Jn 19,19-22). Por tanto, se puede decir que aquí —cuando los primeros paganos preguntan por Jesús— se transparenta de algún modo el misterio de la cruz, que está indisolublemente unido con la realeza de Jesús.
  Esto se anuncia con bastante claridad en la respuesta a la pregunta de los Magos por el rey recién nacido: «El rey Herodes se sobresaltó y todo Jerusalén con él» (Mt 2,3). Los exegetas hacen notar que era ciertamente muy comprensible el sobresalto de Herodes ante la noticia del nacimiento de un misterioso pretendiente al trono. Pero resulta más difícil entender por qué motivo debía alarmarse en aquel momento todo Jerusalén. Tal vez se trate aquí de una alusión anticipada a la entrada triunfal de Jesús en la ciudad santa la vigilia de su Pasión, a propósito de la cual Mateo dice que «toda la ciudad se sobresaltó» (21,10). En cualquier caso, las dos escenas en las que de alguna manera aparece la realeza de Jesús resultan así enlazadas una con otra y, al mismo tiempo, conectadas con la temática de la Pasión.
  Me parece que la noticia de la agitación de la ciudad tiene sentido también por lo que se refiere al momento de la visita de los Magos. Con el fin de aclarar la cuestión sobre el pretendiente al trono, extremadamente peligrosa para Herodes, éste «convocó a los sumos pontífices y a los letrados del país» (Mt 2,4). Una reunión como ésta, y su finalidad, no podía mantenerse en secreto. El nacimiento presunto o real de un rey mesiánico traería sólo contrariedad y tribulación a los de Jerusalén. Éstos conocían muy bien a Herodes. Lo que en la gran perspectiva de la fe es una estrella de esperanza, para la vida cotidiana es en un primer momento sólo causa de agitación, motivo de preocupación y de temor. Y, en efecto, Dios estorba nuestra vida cotidiana. La realeza de Jesús y su Pasión van juntas.
   
  ¿Cómo respondió esta alta asamblea a la pregunta sobre el lugar del nacimiento de Jesús? Según Mateo 2,6, con una sentencia compuesta con palabras del profeta Miqueas y el Segundo Libro de Samuel: «Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judá; pues de ti saldrá un jefe [cf. Mi 5,1] que será el pastor de mi pueblo Israel [cf. 2 S 5,2]».
  Citando estas palabras, Mateo ha introducido dos matices diferentes. Aunque la mayor parte de la tradición del texto, y en particular la traducción griega dice: «[Tú eres] la más pequeña para estar entre las capitales de Judá», Mateo escribe: «No eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judá.» Ambas versiones del texto dan a entender —de manera diversa una de otra— la paradoja del obrar de Dios que recorre todo el Antiguo Testamento: lo que es grande nace de lo que según los criterios del mundo parece pequeño e insignificante, mientras que lo que a los ojos del mundo es grande se disgrega y desaparece.
  Así sucedió, por ejemplo, en la historia de la llamada de David. Hubo que llamar al hijo menor de Jesé, que en aquel momento pastoreaba las ovejas, para ungirlo rey: no importan su prestancia y alta estatura, sino su corazón (cf. 1 S 16,7). Una palabra de María en el Magnificat compendia esta constante paradoja del obrar de Dios: «Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes» (Lc 1,52). La versión veterotestamentaria del texto, en el que se describe a Belén como pequeña entre las capitales de Judá, muestra claramente esta forma del obrar divino.
  En cambio, cuando Mateo escribe: «No eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judá», ha eliminado esta paradoja sólo en apariencia. A la pequeña ciudad, considerada en sí misma insignificante, ahora se la reconoce en su verdadera grandeza. De ella saldrá el verdadero Pastor de Israel: en esta versión del texto aparecen juntas tanto la valoración humana como la respuesta de Dios. Con el nacimiento de Jesús en la gruta a las afueras de la ciudad, la paradoja se confirma una vez más.
  Con esto llegamos a la segunda matización: Mateo ha añadido a la palabra del profeta aquella afirmación ya mencionada del Segundo Libro de Samuel (cf. 5,2), que allí se refiere al nuevo rey David, y que ahora alcanza su pleno cumplimiento en Jesús. Se describe al futuro príncipe como Pastor de Israel. Se alude así al cuidado amoroso y a la ternura que distinguen al verdadero soberano como representante de la realeza de Dios.
  La respuesta de los jefes de los sacerdotes y de los escribas a la pregunta de los Magos tiene sin duda un contenido geográfico concreto, que resulta útil para los Magos. Pero no es únicamente una indicación geográfica, sino también una interpretación teológica del lugar y del acontecimiento. Que Herodes saque sus conclusiones, es comprensible. Sorprende sin embargo que los versados en la Sagrada Escritura no se sientan impulsados a tomar las decisiones concretas que ello comporta. ¿Se puede vislumbrar tal vez en esto la imagen de una teología que se agota en la disputa académica?
   
  Adoración de los Magos ante Jesús
   
  En Jerusalén, la estrella ciertamente se había ocultado. Después del encuentro de los Magos con la palabra de la Escritura, la estrella les vuelve a brillar. La creación, interpretada por la Escritura, vuelve a hablar de nuevo al hombre. Mateo recurre a superlativos para describir la reacción de los Magos: «Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría» (2,10). Es la alegría del hombre al que la luz de Dios le ha llegado al corazón, y que puede ver cómo su esperanza se cumple: la alegría de quien ha encontrado y ha sido encontrado.
  «Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron» (Mt 2,11). En esta frase llama la atención la falta de san José, que es el punto de vista desde el cual Mateo escribió el relato de la infancia. Durante la adoración a Jesús encontramos sólo a «María, su madre». Todavía no he hallado una explicación del todo convincente para esto. Hay algún que otro pasaje del Antiguo Testamento en el que se atribuye a la madre del rey una importancia particular (p. ej. Jr 13,18). Pero quizá esto no es suficiente. Probablemente está en lo cierto Gnilka cuando dice que Mateo pretende traer a la memoria el nacimiento de Jesús de la Virgen y describir a Jesús como el Hijo de Dios (p. 40).
  Ante el niño regio, los Magos adoptan la proskýnesis, es decir, se postran ante él. Éste es el homenaje que se rinde a un Dios-Rey. De aquí se explican los dones que a continuación ofrecen los Magos. No son dones prácticos, que en aquel momento tal vez hubieran sido útiles para la Sagrada Familia. Los dones expresan lo mismo que la proskýnesis: son un reconocimiento de la dignidad regia de aquel a quien se ofrecen. El oro y el incienso se mencionan también en Isaías 60,6 como dones que ofrecerán los pueblos como homenaje al Dios de Israel.
  La tradición de la Iglesia ha visto representados en los tres dones —con algunas variantes— tres aspectos del misterio de Cristo: el oro haría referencia a la realeza de Jesús, el incienso al Hijo de Dios y la mirra al misterio de su Pasión.
  En efecto, en el Evangelio de Juan aparece la mirra después de la muerte de Jesús: el evangelista nos dice que Nicodemo, para ungir el cuerpo de Jesús, llevó mirra, entre otras cosas (cf. 19,39). Así, el misterio de la cruz enlaza de nuevo a través de la mirra con la realeza de Jesús, y se anuncia con antelación de manera misteriosa ya en la adoración de los Magos. La unción es un intento de oponerse a la muerte, que sólo con la corrupción llega a ser definitiva. Cuando las mujeres fueron al sepulcro la mañana del primer día de la semana para la unción, que no se había podido hacer la misma tarde de la crucifixión ante el inmediato comienzo de la fiesta, Jesús ya había resucitado de entre los muertos. Ya no tenía necesidad de la mirra como un remedio contra la muerte, porque la misma vida de Dios había vencido a la muerte.

Seguidores

Etiquetas

20 N Abraham Abstención Abuelez Abuso de menores Abuso de poder Abusos sexuales Acacia Acebo Aceras Actualidad Acuario Ada Colau Adán Adolfo Suárez Adviento Aféresis Afganistán Afilador Afirmación África Agricultura Agua Aguaviva Agustín del Agua Agustinos Filipinos Ain Karem Aire libre Ajo Alandar Albert Einstein Alberto Cortéz Alberto Iniesta Albino Luciani Alcalde Aldous Huxley Alegría Alejandro Guillermo Roemmers Aleluia Alemania Alex Ubago Alfabetización Alfonso Álvarez Bolado Alfredo Velasco Alicante Alicia Martín Baró Alimentos CE Alma de las cosas Almendro Álvaro Pombo Alzheimer Amando López Amanecer luminoso Amapola Aminatou Haidar Amistad Amor Amusco Ana y Simeón Anacoreta Anastasio Rojo Ancianidad André Wénin Andrés C. Bermejo González Andrés Torres Queiruga Ángel Álvarez Ángel Galindo Ángel García Forcada Animaladas Aniversario Anthony de Mello Anton Chejov Antonio López Baeza Antonio Machado Antonio Machín Año nuevo Añoranza Aparcamiento Apocalipsis Apócrifos Árbol Argentina Arguiñano Armarios Armas Armonio Arte Ascensión Ascensor Asertividad Asesinato Aspidistras Astou Pilar Asunción Ataxia Atletismo Atrio.org Auditorio Miguel Delibes Ausencia Austeridad Autoconfianza Autoridad Avaaz Avería Avisos Ayelet Shaked Aymeric Picaud Ayuntamiento Azorín Azucenas Baltasar Garzón Banco de Alimentos Banco de España Barack Obama Barcelona Barrio de Delicias Barro Bartolomé Esteban Murillo Baruck Spinoza Bautismo Baxter Keaton Beagle Beatriz Cariño Beethoven Belén Benedicto XVI Benito Prieto Coussent Benjamín Prado Bernabé Berta Berto Bertolt Brecht Biblia Biblioteca Bicicleta Bienaventuranzas Bienve Blog Bloque Blowin’ in the Wind Bob Dylan Boda Boj Bolivia Bolsa Bondad Borja Borrado Breva Breviario Buena voluntad Buenos consejos Bufanda Bujedo Cabreo Cactus Cadarso Café Cala Calabaza Calendario Calidad de vida Cáliz Calor Calzado Caminar Camino Camino Astorga Redondo Camino del Pesquerón Campamento Campeonato Mundial de Fútbol Canal de Castilla Cáncer Cancha deportiva Canela Canena Cantabria Caracoles Cardenal Martini Caritas Cáritas Carlos Carlos Aganzo Carlos F. Barberá Carlos González Vallés Carlota Carmen Tablada Carnaval Carne Castilla Castromocho Castromonte Catecismo Catecismo Holandés Catedral Catequesis Caza CCP Cedro Celibato Celina Maricet Celtas Cortos Cena de Pascua Cenar Cenizas Censura Cervantes César Vallejo Change.org Chapuzas Charlot Chetán Chile China Chiquilladas Chispa Cielo Ciencia Cine Ciro Alegría Cisne Claudio Coello Claudio Sánchez Albornoz Clint Eastwood Clonar Cocina Codex Calixtinus Codorniz Coherencia Colegio Colesterol Colón Coltán Comadreja Comedor Social Comentarios Comer Comillas Compañeros Compasión Competición Compromiso Comuneros Comunicación Comunión Concilio Vaticano II Cónclave Concurso Conferencia Episcopal Española Confesión Congo Constitución Española Consumismo Contaminación Control Córdoba Cordura Corea del Norte Corea del Sur Coronavirus Corpus Corrección Correo Corzos Cosas Cosas de la vida Cosecha Creación Credo Crisantemos Crisis Cristales Cristianisme i Justícia Cristo Crucificados Crucifijo Cruz Cuadros Cuaresma Cuento Cueva del Cobre Cuidados Paliativos Cultura Cumbre sobre Clima de Copenhague Cumpleaños Curiosidad Dalí Dámaso Alonso Daniel Barenboim Daniel González Poblete Dante Dante Pérez David Déficit de atención Delacroix Delatar Delibes Delito informático Democracia Dentadura Denuncia Deporte Derecho Derecho a la intimidad Derecho Canónico Derecho de propiedad Derechos Humanos Desagües Desahucio Desaparición Desarrollo sostenible Descalificación Descubrimientos Desiderio Desilusión Despedida Despertar Día de los Sin Techo Diálogo Diapositivas Dietrich Bonhoeffer Difuntos Dignidad Dinamarca Dinero Dios Dios con nosotros Distopía Diversidad Dolor Dolores Aleixandre Domingo Don Dionisio Don Domnino Donald Jhon Trump Donald Zolan Doñana Droga Duda Duende Duero Ébola Ecce Homo Eclesalia Ecología Economía Edad Edelweiss Edición Eduardo Galeano Eduardo Haro Tecglen Ejercicios espirituales El Cid El club de los poetas muertos El Corazón de Jesús El factor humano El Gordo y el Flaco El Mal El muro de Berlín El Norte de Castilla El País.com El Papa El pinar El Pino El Roto El Salvador El tiempo Elba Julia Ramos Electricidad Eloy Arribas Eluana Emaús Emigración Emilia Pardo Bazán Emilio Calatayud Emisión Emma Martínez Ocaña Emoción En Portada Encinas Energía Enfermedad Enrique Barquín Sierra Enrique Estencop Equilibrista Erlich Ernestina de Champourcin Ernesto Cardenal Escalera Escritura Escuela Escultura Esfuerzo Esgueva Esopo España Esperanza Esperanza Aguirre Espíritu Estafa Estandarte de San Mauricio Estrellas Estrellita Castro Estudios Eta Eucaristía Eugenio Europa Euros Eurovisión Eutanasia Eva Evangelio Evidencia Evo Morales Expectación Extranjeros Eylo Alfonso Ezequiel Ezequiel Zaidenwerg Fabio Nelli Facundo Facundo Cabral Familia FAO Fe Febrero Federico García Lorca Feedly Felicidad Felicitación Felipe Felipe VI Félix López Zarzuelo Félix María Samaniego Fernán Caballero Fernando Altés Bustelo Fernando Fernán Gómez Fernando Lorenzo Fernando Manero Ficus Fidel Castro Fidela Fidelidad Fin de año Fiódor Mijáilovich Dostoievski Florence Nihtingale Florentino Ulibarri Flores Florián Rey Folk Fontanería Forbes Forges Foto palabra Fotos Fotos raras Fra Angelico Francia Francis Francisco Cerro Chaves Francisco de Asís Francisco Pino Frases Friedrich Engels Friedrich Wilhelm Nietzsche Frutas Frutos Fuego Fuencisla Fuensanta Fumar Funeral Fútbol Futuro G. B. Ricci Gabriel Celaya Gabriel Fauré Gabriel García Márquez Gabriela Mistral Gaillot Gala Galarreta Gallinas Gamberrada Gandhi Garoña Gas Gatos Gaza Género Generosidad Gente Gerhard Ludwig Müller Girasol Gitanos Gloria Fuertes Godspell Góngora Google Docs Goya Goyo Ruiz Granada Grecia Greda Gregoriano Gregorio Fernández Gripe A Gripe porcina Grupo sanguíneo Guernica Guerra Guerra española Gumi Gustavo Adolfo Béquer Gustavo Gutiérrez Gustavo Martín Garzo Gustavo Poblete Catalán Gutenberg Hacienda Haiku Haití Hambre Hamlet Lima Quintana Händel Hans Küng Harina Haruki Murakami Helecho Hemodonación Hermanitas de los pobres Hermanos Marx Higo Higuera Hiperactividad Hirosima Historia Historias HOAC Hobbes Hodegética Hogar Horacio Horario de invierno Horario de verano Hormigas Hortensia Hosta Huelga Humanidad Humildad Humor Ibrahim iDVD Iglesia Ignacio Ignacio Ares Ignacio Ellacuría Ignacio Manuel Altamirano Ignacio Martín Baró Ildefonso Cerdá Ilusión iMac iMovie Imperio Argentina Impresora Impuestos Incendios Indagación India INEA Infancia Infierno Informe Semanal Ingenuidad Inmaculada Inmigración Innocenzo Gargano Inocencia Interesante Intermón Internet Invictus iPhone iPhoto Irak Irán Isaac Isabel Isabel y Jesús Isaías Isla Islam Israel ITV J. Ratzinger James Dean James Mollison Jan van Eyck Japón Jara Jardín Javier Domínguez Javier Fesser Jazmín Jefté Jenny Londoño Jerusalén Jesús Jesús de Nazaret Jesús Espeja Jesús Visa JMJ Joaquín López JOC Johann Baptist Metz John Carlin John Martyn John P. Meier John Selby Spong Jon Sobrino Jorge Cafrune Jorge Manrique Jorge Negrete José Afonso José Antonio Pagola José Arregui José Delicado Baeza José Gómez Caffarena José Hierro José I. González Faus José Jiménez Lozano José Luis Borges José Luis Cortés José Luis Cuerda José Luis Martín Descalzo José Luis Martín Vigil José Luis Saborido Cursach José Luis Sampedro José Manuel Calzada José Manuel Vida José María Castillo José María de Pereda José María Díez-Alegría José María Manso Martínez José Martí José Mugica José Zorrilla Juan Antonio Marcos Juan de Juni Juan Goytisolo Juan José Tamayo Juan José Tamayo Acosta Juan Martín Velasco Juan Masiá Clavel Juan Pablo II Juan Ramón Jiménez Juan Ramón Moreno Juan Valera Juan Vicente Herrera Juan XXIII Jubilación Judit Juegos Jueves Santo Julia Ardón Juliana Vermeire Julio Lois Justicia Justicia y Paz Juventud Karl Marx Karl Rahner Kaunas Khalil Gibran Konrad Adenauer La Alhambra La Arbolada La Cañada La Codorniz La Fontaine La radio La Ser La Virgen de Guadalupe Labordeta Lacomunidad.elpais.com Lágrimas Laico Lampedusa Lanuza Las Cambras Las Edades del Hombre Las mañanitas Las Villas Laurel Lawrence Ferlinghetti Lenguaje Leocadio Yagüe León León Felipe Leon Gieco León Gieco Léon L'hermitte Leonard Cohen Leonardo Boff Leopoldo Panero Lesbos Ley Ley del aborto Leyendas Libertad Libertad de expresión Libia Libros Lilas Lilit Limonero Limpieza Lina Lince Linda Literatura Lituania Liu Xiabo Liuba María Hevia Llano Llaves Lluis Llach Lluvia Lola Lombarda Lope de Vega López Vigil Loquillo Luar na lubre Lucía Caram Ludwig Feuerbag Luis Argüello Luis Darío Bernal Pinilla Luis Espinal Luis García Huidobro Luis García Montero Luis González Morán Luis Guitarra Luis Mariano Luis Pastor Luis Resines Luna Lunes Lunes Santo Lutero Machismo Maestro de escuela Mafalda Magisterio eclesiástico Mal Maltrato Malvarrosa Mamá Manifiesto del día internacional del Voluntariado Manifiesto por la Solidaridad Manos Manos Unidas Manuel Azaña Manuel del Cabral Manuel Mujica Láinez Manuel Sánchez Gordillo Manuel Vicent Manuela Carmena Máquina Marc Chagall Marciano Durán María María Magdalena María y José Mariamma Mariano Cibrán Junquera Maricas Marinaleda Mario Benedetti Mark Twain Marruecos Marte Martes Santo Martha Zechmeister Martín Jelabert Martin Luther King Martin Niemöller Martirio Marzo Máscara Matilde Moreno rscj Matrimonio Matteo Ricci Maximino Cerezo Barredo Mayo'68 Medicina Médicos sin frontera Medina de Rioseco Medio ambiente Mediterráneo Membrillo Memoria Mentiras Mercado Mercedes Cantalapiedra Mercedes Navarro Puerto Mercedes Sosa Meses México Mi canario Mi casa Mica Michael Czerny Michel Quoist Miedo Miedo escénico Miércoles de Ceniza Miércoles Santo Miguel Ángel Baz Miguel Angel Buonarroti Miguel Ángel Ceballos Miguel Ángel Mesa Miguel Cabrera Miguel de Unamuno Miguel Hernández Miguel Ligero Miguel Manzano Milagro Millán Santos Ballesteros Minueto Miradas Mirlo Mis Cosas Mistagogia Moda Moderación Moisés Moli Molino Monasterio de Moreruela Monseñor Algora Monseñor Romero Montaña Montealegre Moral Moral de la Reina Morgan Freeman Morir con dignidad Morten Lauridsen Mosca cojonera Mosqueo Mouse Mucho queda por hacer Muerte Mujer Mundo rural Munilla Muros Muros de la vergüenza Museo Museo del Prado Museo Oriental Música Nacimiento Nadal Narcisos Natación Natalicio Naturaleza Navidad Neil Armstrong Neila Nelson Mandela Nevada Nicodemo Nido vacío Nieve Niñez Nochebuena Nombres Nona Nuevo Mester Obediencia Obras Obsolescencia Ocas Octavio Paz Oliver Sacks Olivo Olor ONU Opera Oración Ordenador Oro Ortega y Gasset Oscar Wilde Oslo Otoño Pablo Milanés Pablo Neruda Pablo Picasso Paciencia Paco Alcántara Padre nuestro Paellada País Vasco Paisajes Pájaros Pajarradas Pala Palabras Palacios de Campos Palacios del Alcor Palencia Palestina Palomas Pamplona Pan Pancho Pancho Aquino Papá Papa Francisco Paquistán Para pensar Paradilla Paraguas Parlamento Europeo Paro Parque infantil Parquesol Parras Parroquia de Guadalupe Parroquia La Inmaculada Parroquia Sagrada Familia Parroquia San Ildefonso Parroquia San Pedro Apóstol Partenia Partidos Políticos Partituras Pasado Pasatiempos Pascua Pasión Pastores y ángeles Patata Patines Patxi Loidi Pavo real PayPal Paz Paz Altés PDF Pedro Ansúrez Pedro Antonio de Alarcón Pedro Calderón de la Barca Pedro Casaldáliga Pedro José Ynaraja Pedro Miguel Lamet Pentecostés Peñalara Peñalba de Santiago Pep Lladó Perdón Pereza Periodismo Periquito Perplejidad Perroflauta Perrunadas Persianas Personas Pesetas Pete Seeger Peter Menzel Pez Piano Picasa Pico Pie Jesu Pierre Teilhard de Chardin Pilar Pilar del Río Pintada Pinturas Pirineo Piscina Pisuerga Plaga Plantas Plaquetas Plasma Plástico Plata Platón Plaza de Tian'anmen Plegarias Pluralidad Pobreza Poda Poder Poesía Pol Política Pornografía Portugal Pozo Predicación Pregón Prejuicios Premio Nobel de la Paz Premios Goya Presencia Presentación Presente Preservativos Primavera Primavera de Praga Primera Comunión Profetas Prohibir Protesta Proyección Proyecto Hombre Prudencia Prudencio Publicidad Pueblo Puertas Quemadura Quevedo Quijote Quino Quintín García Quira Racismo Radiactividad Raíces Ramadám Ramón Ramón Cué Romano Ramos Rastrojos Ratón Raúl Castro Realidad Recados Recambio Recidiva Recolección Record Guinness Recorrido virtual por el Santo Sepulcro Recuerdos Redes Cristianas Reedición Reflexión Regalo Religión Religión Digital Reloj Remuñe Renglones Repuesto Reseña Bíblica Residencia de Ancianos Resiliencia Resistencia Resurrección Retiro Reyes Magos Ricardo Blázquez Ricardo Cantalapiedra Ripios Risa Roberto Roberto Rey Rock Rogier van der Weyden Rosa Rosalía Rosario Roselen Rossini Rostros Roy Bourgeois Rubén Darío Rudyard Kipling Rut Sábado Santo Sábanas Sabine Demel Sacerdocio Sahara Sal Sal Terrae Salamanca Salomón Salud Samuel Samuel Aranda San Agustín San Antón San Antonio San Bartolomé San Benito San Esteban San Ignacio de Loyola San Isidro San Jerónimo San Joaquín y Santa Ana San José San Juan Bautista San Juan de Ávila San Juan de la Cruz San Lorenzo San Miguel del Pino San Pablo San Pedro San Pedro Regalado San Romà de Sau San Roque San Valentín Sancho Sandalias Sandro Magister Sangre Sanidad Sansón Santa Ana Santa Clara de Asís Santa Espina Santa Marta Santa Mónica Santa Teresa Santiago Santiago Agrelo Martínez Arzobispo de Tánger Santidad Santos Santos Cirilo y Metodio Santos Padres Sara Saramago Saulo Scott Fitzgerald Seattle Seguimiento Segundo Montes Selecciones de Teología Semana Santa Seminario Sentimientos Seriedad Servicio Jesuita a refugiados SGAE Shakespeare Shūsaku Endō SIDA Siega Siesta Silencio Siloé Silverio Urbina Silvia Bara Silvio Rodríguez Simancas Simone de Beauvoir Sínodo Siquem Siria Sócrates Sol Sola Soledad Solentiname Solidaridad Soltería Somalia Sopa Soria Sorolla Sotillo del Rincón Stéphane Hessel Stephen Hawking Sudor Sueños Sumisión Suni Sur T. S. Eliot Tabaco Taco Talleres López Tamarindo Tamarisco Tamiflú Tano Taray Tarifa TBO TDT Tea Teatro Teléfono Televisión Temor Tener tiempo Tensión arterial Teófanes Egido Teología Teología de la Liberación Tercera Edad Tere Teresa Forcades Ternura Terremoto Terrorismo Tetas Thomas Becket Tierra de Campos Tiken Jah Fakoly Tolkien Tomás Apóstol Tomás Aragüés Tomás Moro Tomás Segovia Tomates Torío Toro Torres gemelas de Nueva York Trabajo Tráfico Traición Transición Traveling Wilburys Trigo Trini Reina Trinidad Trufa Tsunami Tumba Twitter Ucrania Umberto Eco Unción de Enfermos Unidad Universidad Urbanismo Urracas Uruguay Utopía Uvas Vacaciones Vacuna Valladolid VallaRna Valle de Pineta Valle del Silencio Valporquero Van Gogh Vaticano Vegacervera Vejez Velázquez Velicia Ventanas Ventiladores Ventura Ventura García Calderón Verano Verdad Verduras Viajes Vicente Aleixandre Vicente Huidobro Vicente Presencio Revilla Víctor Codina Víctor Heredia Víctor Jara Vida Vídeo Viento Viernes Santo Viktor Frankl Villalar Villalón Villancicos Villaverde de Íscar Vino Viña Violencia de género Violencia en las aulas Violetas Virgen del Carmen Virgen del Pilar Visita Vladímir Mayakovski Voluntariado Vuelo 605 Whitney Houston Wikiquote Winston Churchill Wislawa Symborska Woody Allen Xabier Pikaza Yankhoba Youtube Zacarías Zenón de Elea