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Duende

 



 

Respondía por “Rex” aunque en la ficha dice “Duende”. Y ha tardado en aceptarlo, pero ya lo tiene asumido. Mi niño o duendecillo son los otros apelativos por los que me atiende cuando le requiero.

Este Jack Russell Terrier ha llegado como huido de la quema, y ha tardado un verbo en situarse, aclimatando el nuevo entorno a su manera.

No me gusta ni la palabra ni el concepto “substitución”, de modo que tampoco aquí lo usaré. Las cosas tienen su importancia y cada una se vale por sí misma, y Duende ha venido porque no tenía alternativa, pero sí personalidad. Ahora ocupa una plaza que estaba vacante, y que nadie antes utilizó. Bueno, sí, tal vez hace mucho, mucho tiempo, un tal Paul llegó en vísperas de la constitución. Era también perro con marca, de los que por entonces estaban de moda, y que no obstante se convirtió en una carga de la que prescindir.

Seguimos, pues, con la rutina que ya nos define, albergue de peregrinos, refugio de pecadores, qué se yo, tal vez puerto seguro. En fin, pensaré, si es que encuentro las ganas, qué denominación es la mejor para describir este zoo animal que es mi casa. También incluyo la gatada que habitualmente recorre el patio jardín parroquial. Los odio, pero les da igual.

Un año más estamos de fiesta, aunque a una buena parte le siente como un tiro. No entiendo qué les puede molestar. Este año no salgo, pero cuando lo hacía, tanto por Palencia, como por Madrid, y no digamos por Cáceres, los paisanos seguían con sus vacas, sus tractores, y sus ovejas, sin importarles la fecha memorable que se festejaba. Y si preguntábamos por la panadería, si la encontraríamos abierta, respondían que en la capital podíamos hacer lo que quisiéramos, pero que a ellos la constitución no les iba a ahorrar atender a sus ganados.

Yo, por mi parte, ya me he curado en salud, y he avisado e insistido en que hoy la constitución no es día de precepto. Que se puede quedar tranquilamente en casa o salir de paseo, porque ni en la tele encontrarán con qué distraerse.

Sí, Duende cumple tres meses con nosotros y parece estar satisfecho. No aspira a tanto como la carta magna, ni falta que le hace. Con que envejezcamos juntos tiene suficiente. Y yo también. La eternidades no nos pertenecen, afortunadamente. Qué cansado es soñar con ellas.

Sin paseo no me sabe a fiesta



Como hoy es sábado, no hay salida. Es cosa habitual en mi caso; que, cuando la gente se va, yo me quede. Paso, pues, de relatar mis correrías en el día de la constitución, porque no las va a haber.
Honraré con mi trabajo lo que celebro. Y, aunque se diga que la fiesta va por dentro, echaré de menos viajar por la región y contar después lo que hubiera visto, describir a las gentes con las que me topara y comentar las menudencias de una jornada abierta a los espacios castellanos y leoneses.
No obstante, y con esto termino, para mí este año es menos fiesta, incluso interior. No sólo por la polvareda que se ha levantando respecto del artículo 135*, cuya fácil lectura en la forma original, se convirtió en un horripilante galimatías en la reforma de 2011. Sino porque preveo que van a ser otros los artículos que se vayan a “tocar” en el futuro, y no precisamente para hacerlos más cercanos y entendibles.
En fin, que este año el día de la constitución, sábado para más señas, se nos va por el desagüe de fin de semana, con lunes para remate.

–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––
*Artículo 135 de la Constitución en 1978:
1. El Gobierno habrá de estar autorizado por ley para emitir Deuda Pública o contraer crédito.
2. Los créditos para satisfacer el pago de intereses y capital de la Deuda Pública del Estado se entenderán siempre incluidos en el estado de gastos de los presupuestos y no podrán ser objeto de enmienda o modificación, mientras se ajusten a las condiciones de la ley de emisión.

Artículo 135 de la Constitución modificado en 2011:
1. Todas las Administraciones Públicas adecuarán sus actuaciones al principio de estabilidad presupuestaria.
2. El Estado y las Comunidades Autónomas no podrán incurrir en un déficit estructural que supere los márgenes establecidos, en su caso, por la Unión Europea para sus Estados Miembros.
Una Ley Orgánica fijará el déficit estructural máximo permitido al Estado y a las Comunidades Autónomas, en relación con su producto interior bruto. Las Entidades Locales deberán presentar equilibrio presupuestario.
3. El Estado y las Comunidades Autónomas habrán de estar autorizados por Ley para emitir deuda pública o contraer crédito.
Los créditos para satisfacer los intereses y el capital de la deuda pública de las Administraciones se entenderán siempre incluidos en el estado de gastos de sus presupuestos y su pago gozará de prioridad absoluta. Estos créditos no podrán ser objeto de enmienda o modificación, mientras se ajusten a las condiciones de la Ley de emisión.
El volumen de deuda pública del conjunto de las Administraciones Públicas en relación al producto interior bruto del Estado no podrá superar el valor de referencia establecido en el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea.
4. Los límites de déficit estructural y de volumen de deuda pública sólo podrán superarse en caso de catástrofes naturales, recesión económica o situaciones de emergencia extraordinaria que escapen al control del Estado y perjudiquen considerablemente la situación financiera o la sostenibilidad económica o social del Estado, apreciadas por la mayoría absoluta de los miembros del Congreso de los Diputados.
5. Una Ley Orgánica desarrollará los principios a que se refiere este artículo, así como la participación, en los procedimientos respectivos, de los órganos de coordinación institucional entre las Administraciones Públicas en materia de política fiscal y financiera. En todo caso, regulará:
a) La distribución de los límites de déficit y de deuda entre las distintas Administraciones Públicas, los supuestos excepcionales de superación de los mismos y la forma y plazo de corrección de las desviaciones que sobre uno y otro pudieran producirse.
b) La metodología y el procedimiento para el cálculo del déficit estructural.
c) La responsabilidad de cada Administración Pública en caso de incumplimiento de los objetivos de estabilidad presupuestaria.
6. Las Comunidades Autónomas, de acuerdo con sus respectivos Estatutos y dentro de los límites a que se refiere este artículo, adoptarán las disposiciones que procedan para la aplicación efectiva del principio de estabilidad en sus normas y decisiones presupuestarias.

Disposición adicional única.

1. La Ley Orgánica prevista en el artículo 135 de la Constitución Española deberá estar aprobada antes de 30 de junio de 2012.
2. Dicha ley contemplará los mecanismos que permitan el cumplimiento del límite de deuda a que se refiere el artículo 135.3.
2. Los límites de déficit estructural establecidos en el 135.2 de la Constitución Española entrarán en vigor a partir de 2020.

Disposición final única.
La presente reforma del artículo 135 de la Constitución Española entrará en vigor el mismo día de la publicación de su texto oficial en el Boletín Oficial del Estado. Se publicará también en las demás lenguas de España".

Sobre esto también tengo que opinar



Y me expreso bien, “tengo”; no sé si debo, que es otra palabra. En este caso “tener” no equivale a poseer, sino a estar obligado, verme impelido, sentir necesidad; y también no querer callar, no escurrir el bulto, no dejar en manos de otros…
No siempre hago lo que debo; casi siempre llevo a cabo las empresas que descubro tener que hacer, porque de lo contrario algo dentro de mí no dejaría nunca de echármelo en cara. Así, pues, voy a opinar sobre el intento catalán de realizar una consulta encaminada hacia su independencia del resto de España. Ese es el objetivo que persiguen.
No sé lo suficiente de nada como para entrar a valorar los aspectos históricos, etnológicos, antropológicos, culturales, religiosos y sociales que están en juego en este asunto. Por ello ni los tacaré. Sólo tengo mi experiencia, las cosas que he vivido y algunas que me han contado. Muy poco, ya lo sé. Pero es lo que tengo.
Cuando me independicé, dejé en casa de mis padres la habitación que compartí con mi hermano y el lugar donde estudié; un aparte del cuarto de visitas, junto al piano de mamá y otras cosillas. El puesto en la mesa, el sillón de orejas frente al televisor, el rincón del mirador desde donde oteaba la calle y los cielos, y el resto de apartados de la casa que compartí hasta entonces, allí quedaron. Tantas veces regresaba, allí encontraba todo disponible. Cuando volvía a marcharme, allí quedaba. Es a lo más que llegué.
Ya entiendo que no se trata ahora de esto. Nadie se va a marchar y dejar un hueco vacío. Si así ocurriera, muchos iríamos a ocuparlo para que estuviera habitado a la espera de que volvieran. Tendríamos aquello ventilado, aseado y caldeado.
Tampoco se trata de serrar siguiendo la línea divisoria y dejar que aquellas cuatro provincias empezaran a surcar el Mediterráneo con su propia fuerza y hacia el destino que ellas mismas determinaran. Nos quedaríamos en el dique, ondeando pañuelos y deseando su regreso lo más pronto posible.
No creo que pretendan rodearse con alambradas y muros para impedir el paso, de salida o de entrada, fijar aranceles o cribar a según quién por hablar uno u otro idioma, vestir de determinada guisa o saber o no bailar sardana. A más a más, como ellos usan, a bailes y cantes les ganamos por salero y vistosidad. Saldrían perdiendo.
Supongo que conocen la Constitución Española, y en concreto el artículo 149.1.32ª. Y que de ninguna manera pretenden echar un pulso a los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire, a la vista del artículo 8.1, que se las trae. No consentiríamos que se les pusiera una mano encima, menos una bomba o similar.
¿Entonces, qué? Pues entonces que se les consienta hacer la consulta. Al fin y al cabo es una manera de expresarse como otra cualquiera; así sabremos si es sí o es no lo que hasta ahora son habladurías, aproximaciones, argumentos para conseguir ventajas, inconcreciones al fin y al cabo que estaría bien que dejaran de serlo, porque entre familiares eso está muy feo.
Horrible, carente de toda hermosura, considero esa animosidad que se utiliza al apelar a los agravios y desprecios que dicen han recibido del resto. La manera más rápida y eficaz de atajarla es dándoles la oportunidad de que haya claridad entre ellos mismos, los habitantes del lugar. Qué sepan a qué atenerse para que estemos, también el resto, al loro de la realidad no virtual.
Y finalmente; que se quieren ir, pues que se vayan. Que no quieren nada con el resto, pues que no lo tengan. Pero no por eso ni son más ni son menos. Serán, castellanamente hablando, los hermanos que se fueron de casa, que ni escriben cartas ni llaman por teléfono, pero que tal vez un día nos necesiten y den señales de vida.
Pero que sepan que el suelo que pisan también es nuestro, de todos nosotros; que no se lo vendemos porque no tendrían con qué pagar; que no se lo arrendamos porque no queremos perder ningún derecho sobre él; que lo usan porque se lo permitimos; y que, puestos a malas, también podríamos avasallarnos hasta estrellarlos contra el mar, porque ese mar Mediterráneo también es nuestro, Mare Nostrum, hasta muy adentro de sus aguas.
Que les dejen de una vez consultarse, y que todos podamos volver a nuestros asuntos, los importantes, como por ejemplo cómo salir de esta crisis, nuestro verdadero y aterrador problema.

La consti



Tras el revoltijo en que se convirtió mi casa cuando me dio la locura de pintarla de arriba a abajo y de derecha a izquierda, rescaté este ejemplar que ignoraba fuera de mi propiedad.
Sí, por supuesto que la Constitución Española es nuestra, de todos y también mía y tuya y de aquel. Pero me refiero a este ejemplar en concreto. Editado por el Ayuntamiento de Valladolid en poder de Tomás Rodríguez Bolaños y fechada en la Imprenta Municipal en 1983. Ni idea sobre cómo ha llegado a mi poder.

Así que tengo tres. Están en el estante de las cosas importantes: las biblias, por ejemplo, los diccionarios, los documentos que más necesito y deben estar siempre a mano…
Esta última lleva una dedicatoria, de puño y letra del edil, que termina con este párrafo: «El Ayuntamiento de Valladolid, al ofrecer a los ciudadanos esta edición de la Constitución Española no pretende otra cosa que contribuir, en la medida de sus posibilidades, a que a través del conocimiento y defensa de la misma sea cada día más firme el amplio deseo de todo el pueblo de vivir en paz y democráticamente.»
Palabras que en mi opinión son de plena actualidad a la vista de cómo está nuestro patio común. Paz y democracia son aún objetivos a alcanzar, porque lo de ahora son unas simples migajas, apenas unos lametazos al helado, más bien el suave olor que nos llega desde un futuro seguro pero aún no vislumbrable.
He dicho.

Ni iguales ni parecidos



Son perros, son beagles, son de una edad similar. Incapaces de morder, son cariñosos y tranquilos, y si ladran es más para llamar la atención que para asustar al personal. En campo abierto son incorregibles e insaciables, y en casa como osos de peluche: así los pones, así se quedan. Ahí se acaban las semejanzas/coincidencias.
No se les puede aplicar aquello de “somos iguales, somos diferentes” que campeó por orden del Consejo de Europa en 1996, porque la frase pretendía movilizar a la juventud europea contra todo tipo de racismo, xenofobia, intolerancia y antisemitismo. Al tratarse de animales irracionales, no les corresponde. Tampoco les hace ninguna falta; ellos pasan de ella.
El de la izquierda está para servicio de experimentación de unos laboratorios en una unidad veterinaria [Omito más información para evitar atentados y represalias]. El de la derecha está para servicio de compañía de un servidor [Tiene, pues, domicilio perfectamente identificable para quien quiera saber más]. El de la izquierda tiene sólo un número. El de la derecha se llama Gumi. El de la izquierda come, bebe y duerme según se lo cronometran y dosifican. El de la derecha lo hace cuando le peta.
¿Sigo?
El de la izquierda tiene miedo, está triste y enjaulado. El de la derecha es feliz y descarado, ansioso por dar gusto y se deja enganchar con la correa porque sabe que entonces hay paseo.
Tal que como el animalito de la izquierda recuerdo que estábamos demasiados para aproximar una cifra allá, años antes de 1978: asustados y tristes, sin futuro y con un pasado que pesaba hasta anularnos. Mismamente entre rejas y encadenados.
Ahora estaremos indignados, cabreados y hasta con ganas de morder; pero erguidos, conscientes de nuestra propia dignidad, libres y sin cadenas.
No es un libro santo, ni sagrado, ni nos lo enviaron unos extraterrestres, ni está en él escrito el camino de ningún tipo de salvación. Tampoco es inalterable, ni eterno. Sólo es la expresión de nuestra voluntad común en un momento dado de nuestra historia; así somos y así queremos seguir siendo por ahora. Y cuando pensemos que queremos serlo y hacerlo de otro modo nos lo proponemos y lo decidimos. Sólo es nuestra Constitución. O si se prefiere, nuestra Carta Magna. La decidimos un día como hoy, hace 34 años. Ni nos la regalaron, ni ha resultado gratis hasta ahora. Goza de buena salud, pese a pequeños achaques de fiebre y de mala digestión. Con algunos pequeños arreglos puede servirnos de guía durante, por lo menos, otra generación, o sea, otros treinta y cuatro años.
Exactamente los que me faltan por vivir.

¡Justicia!




Una de las cosas que más me han conmovido en la Sagrada Escritura, concretamente en el Antiguo Testamento, es la virulencia con que los profetas acusan a los jueces inicuos que dictan sentencia contra los inocentes. Dicen hablar en nombre de Yahveh, y amenazan con duros castigos a los prevaricadores.
Luego en los evangelios también Jesús toca el asunto y en la parábola de la viuda y el juez injusto (Lc 18, 1-8) exhorta a insistir para obtener justicia contra viento y marea.
De modo que los jueces y la justicia que practican no parece que salgan bien parados a partir de los textos bíblicos, considerando el consejo de entenderse antes de acudir al juzgado, porque en llegando allá lo seguro es terminar trasquilado (Lc 12, 58-59). A mayores, está el dicho atribuido con toda seguridad a Jesús «no juzguéis y no seréis juzgados» (Lc 6,37), porque con «la misma medida con que juzguéis se os juzgará» (Lc 6, 38b). Que se repite en el evangelio de Mateo: «No juzguéis, para que Dios no os juzgue; 2porque Dios os juzgará del mismo modo que vosotros hayáis juzgado y os medirá con la medida con que hayáis medido a los demás» (Mt 7, 1-2).
Desde luego en mi familia las leyes y su administración no es palo que se haya tocado, salvando a un tío materno que estudió pero no ejerció, o sea como si nada.
Mis padres me decían, a partir de su experiencia, que «más vale un mal arreglo que un buen pleito» y que «Dios de la nada hizo el mundo, y el abogado de la nada un pleito». Y nunca entró en casa un abogado, ni tuvimos que ir a su despacho.
Eso sí, mi padre en sus primeros años fue juez de paz del pueblo; y según me contaron quienes lo vieron actuar, fue buen hombre.
Con esto quiero decir que a mí los jueces, los abogados, los juzgados y sus secretarios y oficiales me han pillado siempre lejos. Una sola vez tuve que acudir a responder de una denuncia, hace exactamente, 37 años; y digo exactamente, porque fue en Rioseco un veinticinco de noviembre. Puse objeciones a celebrar un funeral por el difunto caudillo y el señor alcalde y concejales reunidos acordaron dar parte. Claro que no fueron ellos por su cuenta, sino a instancias del entonces secretario provincial del movimiento, de apellido Velasco, pero nada que ver conmigo.
Cuando llegó Miguel Ángel a la vida de Esther conocí en carne y hueso a un juez en ejercicio. Ni me dio miedo, ni tuve que pensar cómo actuar para no incurrir en desacato. Claro que tampoco tocamos aspectos de su trabajo. Sí me tocó actuar a mí, porque estuve en su boda como testigo de la Iglesia, además de por amigo.
En fin, para mí la judicatura, el ejercicio de administración de la justicia, los señores letrados, me han importado en la medida en que tenía que gestionar el bienestar de un menor en desamparo o de una mujer maltratada. Fuera de eso, nada que reseñar.
Ahora resulta que quieren subir las tasas para poder pleitear. Lo cual quiere decir que se cobran tasas, primera cosa que ignoraba. En mi desconocimiento de la cosa, creía que la justicia era gratuita. Pues no. No, salvo excepciones, parece ser.
Si suben las tasas, y lo ponen imposible, va a resultar que aquí van a beneficiarse las personas que delinquen contra personas que no pueden defenderse. Ya ha sucedido antes, pero ahora va a ocurrir con mayor razón; o sin razón, para expresarme más correctamente.
Si a partir de ahora, para poder reclamar, por ejemplo, que me restituyan cien he de pagar antes una tasa de doscientas, decidiré perder cien en lugar de trescientas. Es sólo un ejemplo de ignorante, que es lo que soy en este asunto. Presumo que si cobran por hacer justicia a los que la solicitan, el ejercicio de un derecho constitucional va a quedar más que cojo, postrado en cama; enfermo mortal de necesidad. Otro que añadir a la cuenta de este rosario de pérdidas en nuestro flaco ajuar comunal y particular.
Yo me pregunto qué será de aquella historia ejemplar que aprendí en mi infancia de una buena mujer que acudió al rey para implorar se le reconociera su derecho. Sólo tuvo que gritar ¡Justicia!, y fue atendida [pincha si tienes curiosidad].
No creo que hoy fuera escuchada sin pasar antes por caja. ¡Cuánto lo lamento!

De bromas y de veras



Hace unos días recibí un correo con el título “Notas parroquiales verídicas”. Me reí con ellas, porque tienen gracia. Me río mucho con los humoristas de oficio, pero mucho más con los aficionados que hacen chistes sin querer.
Y ¡hay que ver la de ocasiones en que hablando o escribiendo, una coma, una letra de más o de menos, o una palabra entera mal situada, provocan la risa del oyente o lector y la perplejidad del emisor!
No tengo que citar a nadie, yo mismo he sido testigo y sujeto agente y paciente.
Habida cuenta de que las tales notas parroquiales verídicas están colgadas de la red en múltiples lugares, no lo haré aquí.
Pero ya puesto, he encontrado esto otro, y como se trata de un gremio con el que no tengo ninguna relación, no me duelen prendas. También son hechos verídicos.

COLECCIÓN DE PREGUNTAS Y RESPUESTAS HECHAS EN JUICIOS

Son totalmente verídicas; se han publicado en el Colegio de Abogados de Madrid
  1. ¿Estaba usted presente cuando le tomaron la foto?
  2. ¿Estaba usted sólo, o era el único?
  3. ¿Fue usted, o su hermano menor, quien murió en la guerra?
  4. ¿Él le mató a usted?
  5. ¿A qué distancia estaban uno del otro los vehículos en el momento de la colisión?
  6. Usted estuvo allí hasta que se marchó ¿no es cierto?
  7. Pregunta: Doctor, ¿cuántas autopsias ha realizado usted sobre personas fallecidas?
    Respuesta:Todas mis autopsias las realicé sobre personas fallecidas.
  8. Pregunta: Cada una de sus respuestas debe ser verbal, ¿de acuerdo? ¿A qué escuela fue usted?
    Respuesta: Verbal
    (risas y comentarios jocosos en la sala)
  9. Pregunta: ¿Recuerda usted la hora en la que examinó el cadáver?
    Respuesta: La autopsia comenzó alrededor de las 8:30 p.m.
    Pregunta: ¿El Sr. Pérez Tomilla estaba muerto en ese momento?
    Respuesta: No, estaba sentado en la mesa preguntándome porque estaba yo haciéndole la autopsia.
    (El Sr. Juez tiene que imponer orden en la sala, el alboroto es tremendo, se escuchan carcajadas por todas partes)
  10. Pregunta: ¿Le dispararon en medio del follón?
    Respuesta: No, me dispararon entre el follón y el ombligo.
  11. Pregunta: Doctor. ¿Antes de realizar la autopsia, verificó si había pulso?
    Respuesta: No.
    Pregunta: ¿Verificó si había respiración?
    Respuesta: No.
    Pregunta: Entonces ¿es posible que el paciente estuviera vivo cuando usted comenzó la autopsia?
    Respuesta: No.
    Pregunta: ¿Cómo puede usted estar tan seguro, Doctor?
    Respuesta: Porque su cerebro estaba sobre mi mesa, en un tarro.
    Pregunta: ¿Pero podría, no obstante, haber estado vivo el paciente?
    Respuesta: Es posible que hubiera estado vivo y ejerciendo de abogado en alguna parte.

Hoy es el día de la Constitución, no me he olvidado; pero no tengo nada nuevo que decir. Todo está dicho en años anteriores, y basta con ir allá y comprobarlo.
Sigo teniéndola en el despacho parroquial, junto con la Biblia y el Derecho Canónico y algunas otras cosillas más.
Y sólo esto: confío en que el texto del ejemplar que tengo no esconda alguna errata que pudiera convertir a la Carta Magna en motivo de risa, o de perplejidad. Lo recibí junto con un diario de hace muchos años, 1978, e impreso por Hauser y Menet, S.A. – Plomo 19 – Madrid-5; eso debería ser toda una garantía.

¡Viva la Constitución!

Un año más festejamos a esa cosa que algunos llaman “carta magna” y la mayoría silenciosa titulamos simplemente como “la constitución”. Generalmente los que habitamos la calle no nos acordamos de esa ley, salvo cuando nos la recuerdan desde los medios políticos y demás a la hora de zaherirse unos a otros, o hablamos con alguien que necesita hacer valer su derecho avalado por la norma fundamental de nuestra democracia; tal es el caso del que busca y espera trabajo, solicita porque necesita vivienda, o requiere plaza en colegio público para su prole.

Cuando desde un programa de televisión nacional se ve necesario explicar lo que es un trillo, mostrando la imagen de este apero de labranza empleado en alguno de nuestros pueblos como puerta de un cobertizo o pajar, o indicar que los perros se aspean (es decir, se lastiman la pezuñas si las tienen delicadas) cuando corren por terreno abrupto, resulta que estamos llegando a ser un país de desmemoriados; no sólo nos hemos alejado del mundo rural que nos parió, también hemos olvidado nuestra historia más reciente; y lo que es más grave, eso no parece estar en los manuales que utilizan nuestros jóvenes estudiantes, que apenas si saben lo que sucedió en España tal que antesdeayer. No les preguntes de más allá, que no lo saben.

Pero llega el día 6, y como casi todos los años coincide junto a días de descanso, el personal aprovecha la tanda de posibles días de asueto no para celebrar que somos una democracia y que esta ley se selló como abrazo de reconciliación y principio de un nuevo ser como país. Sino para tomarse unas vacaciones de invierno, y largarse carretera adelante hacia los cuatro puntos cardinales.

Este año viene a ser una situación de “alarma”, porque, tras lo de los controladores aéreos y el atasco en los aeropuertos, el gobierno ha asentado un precedente que muchos aplauden, algunos temen y un servidor recuerda, maldito recuerdo, el “estado de excepción” que nos tocó vivir cuando no sabíamos propiamente qué era vivir.

No me gustan las medidas de fuerza. No me gusta lo militar en lo civil. No me gusta que nadie nos haga habitar en el miedo, aunque avisen que va a ser sólo por quince días. El turrón, -quienes lo puedan comer estas Navidades-, sabrá amargo y eso no se puede perdonar.

Tal vez existan en este país demasiadas minorías intocables, grupos de élite o personas escogidas; porque tratan lo exquisito o porque en sus manos tienen las vidas de muchos, porque saben lo que el resto ignoramos o porque pueden con su dinero y poder lo que todos juntos nunca lograremos.

Tal vez ya podemos continuar nuestro viaje rumbo al puente vacacional sabiendo que estamos en buenas manos.

Tal vez papá estado vigile mientras nosotros dormimos.

No me da ninguna tranquilidad, aunque sé que hay una ley que asegura el derecho y el orden. Demasiados y demasiadas en este pequeño terruño saben cómo torear su letra y retorcer sus argumentos.

Han pasado treinta y dos años desde mil novecientos setenta y ocho. Algunas cosas están más claras que entonces. Otras, no tanto. Y alguna bien urgentemente necesita algún retoque…, o ir a ella en profundidad.

Hoy no se lo escucho a nadie. No importa. Hoy me apetece decirlo: ¡Viva la Constitución!




Treinta años más uno…, ¡treinta y uno!


Hoy no tengo muchas ganas de escribir. Así que pongo esto y me callo.

Una reflexión: ¡Cuánto hemos cambiado! Ha pasado mucho tiempo, ya no somos los mismos.

No sé por qué, pero esta mañana me he levantado con el paso cambiado y el corazón algo encogido.

Ayer ganamos la "Ensaladera" otra vez, y nadie ha salido a la calle a jalear al equipo de tenis. Hay cosas que antaño fueron novedades, acogidas con júbilo, y hoy apenas son rutina. Total, la cuarta, otra más.

Aminatou Haidar sigue en su ayuno voluntario-forzoso, Marruecos no se ha movido un ápice de su hierática y pétrea intolerancia, España sigue haciendo aguas en la gestión de sus responsabilidades, el Real Madrid ha vuelto a ganar sin merecérselo y el Barça lo ha hecho en plan campeón.  El Valladolid ha empatado, y lo agradece.


Lo dicho, todo sigue igual, pero ya nada es lo mismo.

¡Música, maestro! Esta vez con mis paisanos Celtas Cortos.






Ya que Juan Navarro nos propone en su comentario otro tema de Celtas Cortos, ahí va la letra para disfrutarla junto con la música:

No nos podrán parar

Nacimos hace unos años
en Pucela capital,
nos llamamos Celtas Cortos
y empezamos a tocar.

Comenzó con mucho esfuerzo,
siguió a base de currar;
si no acaba con nosotros
daremos mucho que hablar. 

Juntamos algún dinero
"pa vivir" con dignidad,
nunca nos fueron los lujos,
somos gente muy normal.

Conocemos mucha peña,
día y noche sin parar;
entre tanto algún amigo
se nos ha quedao "pa tras".

No. No nos podrán parar:
somos Celtas Cortos
con ganas de luchar.

No. No nos podrán parar:
respirar es igual que tocar.

No. No nos podrán parar:
no solemos mirar hacia atrás.

No. No nos podrán parar:
vuestra fuerza nos hará caminar.

Y hasta hoy hemos llegado
con ganas de luchar,
con ganas de ser mejores
y cambiar la realidad.

Mantenemos ilusiones
que no nos podrán robar:
los amigos, los amores,
las ganas de disfrutar.

Seguiremos insistiendo
en que el mundo hay que cambiar,
si siguen así las cosas
la tierra va a reventar

Seguimos haciendo amigos,
enemigos siempre habrá;
para todos hay un sitio,
el concierto va a empezar.

No. No nos podrán parar:
somos Celtas Cortos
con ganas de luchar.

No. No nos podrán parar:
respirar es igual que tocar.

No. No nos podrán parar:
no solemos mirar hacia atrás.

No. No nos podrán parar:
vuestra fuerza nos hace caminar.

Una carta magna, o sea, grande

Se me quedó mirando cuando yo creía que ya se iba, y como pensando lo que iba a decir, al fin dijo:
- Usted es un caso raro.
Extrañado le miré también y, no sé si dije algo, y si no lo dije es igual, esperé que él continuara.
- No es normal que en un despacho parroquial esté la constitución.



Caí en la cuenta de lo que quería decir. Era verdad. En lo que hacía de despacho parroquial, que en realidad era mi cuarto de estar y recibir, mi cuarto de trabajo, mi cuarto de comer y ver la tele, vamos mi cuarto, tenía encima de la mesa camilla de 0,90 m. un ejemplar de la constitución española. O sea, La Constitución Española que había conseguido el día que se publicó en la mayoría de los periódicos de tirada nacional. Sí, el texto aprobado por las Cortes el día 31 de octubre de 1978 y entregado ya no me acuerdo con cuál de ellos, un diario publicado, con vistas al referéndum del ya conocido y famoso día 6 de diciembre.


Ahora tengo otro más, el que se publicó con motivo de los 25 años, o sea de 2003, también obtenido por un procedimiento parecido.



¿Por qué lo tenía, por qué lo tengo, por qué está donde está? No tengo respuesta, no lo he pensado. Lo tengo y ahí está.

También está la Biblia, a la vista, y algunos otros libros que uso con más frecuencia.

No, la constitución no es cosa que lea de continuo. Es más, no la he leído entera, sólo aquello que sobre la marcha y como para salir del paso he necesitado.

No, tampoco la tengo adjetivada de texto magno, o reverencial o “sagrado dentro de su profanidad”.

No la tengo donde la tengo para hacer ver qué majete y buen ciudadano y qué demócrata soy, y tal…

La verdad es que no sé qué responder, pero ahí está…

Confieso que antes de ella y también después de ella, digo de la aprobación y promulgación, no he tenido ningún marcado acento político. Por supuesto de partido político nada, aunque tenga mis inclinaciones siniestras, a veces más radicales, a veces menos. Por supuesto de derecha nunca, que no me cabe ni en la cabeza ni en el cuerpo; tampoco en el alma.

La tengo porque sí, por costumbre, por naturalidad, porque es mía y es de todos. Está donde está porque a veces hay que recordar que durante 30 años de mi vida no la tuve, y ahora 30 años después, la tengo y la tenemos, y resulta que es bueno saber que es posible que la sigamos teniendo, y yo también por supuesto, otros 30 años más, con lo cual, y si llego a ello, habré colmado mi vida en lo que se llama “normalidad democrática”.

Y esto parece querer decir ¡la leche!, y sin embargo no es así. Y no es triste decirlo, pero también es triste. Porque a veces, encerrado en mi pequeño mundo, éste y el otro que esto deja fluir, aparento vivir en una normalidad placentera y bienaventurada.

Pero no, que basta con que ponga la tele o la radio, abra la puerta y salga o entre alguien en casa, o coja el coche y vaya por otros lugares, para darme cuenta de que falta, falta aún mucho mucho, pero que mucho mucho, para que gocemos de esa normalidad tan ansiada.

Aquí, bien cerquita, derechos reconocidos no son cumplidos como la vivienda, el trabajo, el presente y no digamos el futuro con cierto seguro asegurado, jóvenes que no pueden comprometerse porque tienen las manos vacías o casi, pensiones de mala muerte que apenas alcanzan para lo justito en la vida, ancianos y ancianas que qué será de nosotros, víctimas de malos tratos que no se atreven ni a levantar la voz menos aún denunciar…

Y fuera de aquí no voy ahora a decir lugares, que no es oportuno. Pero sin salir de mi pequeña comunidad tengo que decir que en los pueblos de mi tierra el día de la constitución se vive como vacío, la gente hace cosas para llenar el tiempo de un día festivo sin celebración. Va al campo, lleva el ganado, atiende a pequeñas ocupaciones, pero de fiesta y de traje de fiesta, nada de nada. Bueno, sí, que algunos aprovechan para ir a la nieve y disfrutar. Otros, ¿a la playa?

Eso sí, en las altas instancias todo son reuniones y aclamaciones y locuciones y aplausos y homenajes y qué sé yo…

Así que esta fiesta es nuestra fiesta, que unos dicen que compite con la inmaculada y otros que si con la fiesta del invierno.

No, no la tengo por sagrada (me refiero al texto jurídico que enmarca nuestra convivencia de país, de nación, estado), ni siquiera por completa, menos por acabada. Se acabará justo el día en que todos y todas la completemos del todo y sea aceptada en su totalidad y sin duda alguna, ni condición, vamos por aclamación popular.

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