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Agradéceselo a una feminista,
SI ERES MUJER Y…



(Mujeresenred)


1. Puedes votar, agradéceselo a una feminista.
2. Recibes igual salario al de un hombre por hacer el mismo trabajo, agradéceselo a una feminista.
3. Fuiste a la Universidad en lugar de dejar los estudios después del Bachillerato para que tus hermanos pudieran estudiar pues “tú de todos modos simplemente vas a casarte”, agradéceselo a una feminista.
4. Puedes solicitar cualquier empleo, no sólo un “trabajo para mujeres”, agradéceselo a una feminista.
5. Puedes recibir y brindar información sobre control de la fertilidad sin ir a la cárcel por ello, agradéceselo a una feminista.
6. Eres médica, abogada, pastora, jueza o legisladora, agradéceselo a una feminista.
7. Practicas un deporte profesional, agradéceselo a una feminista.
8. Puedes usar pantalones sin ser excomulgada de tu iglesia o sacada del pueblo, agradéceselo a una feminista.
9. A tu jefe le está prohibido presionarte a que te acuestes con él, agradéceselo a una feminista.
10. Eres violada pero el juicio no se trata sobre el largo de tu vestido o tus novios anteriores, agradéceselo a una feminista.
11. Inicias negocio y puedes obtener un préstamo usando sólo tu nombre y tus antecedentes de crédito, agradéceselo a una feminista.
12. Estás bajo juicio y se te permite testificar en tu propia defensa, agradéceselo a una feminista.
13. Posees propiedad que es únicamente tuya, agradéceselo a una feminista.
14. Tienes derecho a tu propio salario aún si estás casada o hay un hombre en tu familia, agradéceselo a una feminista.
15. Obtienes la custodia de tus hijas e hijos tras un divorcio o una separación, agradéceselo a una feminista.
16. Tienes voz en cómo criar y cuidar a tus hijas e hijos en lugar de que los controle completamente tu esposo o su padre, agradéceselo a una feminista.
17. Tu marido te golpea y esto es ilegal y la policía lo detiene en vez de sermonearte sobre cómo ser una mejor esposa, agradéceselo a una feminista.
18. Se te otorga un título después de ir a la Universidad, en lugar de un mero certificado de haber completado los estudios, agradéceselo a una feminista.
19. Puedes amamantar a tu bebé, eso sí, todavía discretamente, en un lugar público y no ser arrestada por ello, agradéceselo a una feminista.
20. Te casas y tus derechos humanos civiles no desaparecen dentro de los derechos de tu esposo, agradéceselo a una feminista.
21. Tienes el derecho a rehusar tener relaciones sexuales con tu esposo, agradéceselo a una feminista.
22. Tenes derecho a que tus registros médicos confidenciales no sean divulgados a los hombres de tu familia, agradéceselo a una feminista.
23. Tienes derecho a leer los libros que desees, agradéceselo a una feminista.
24. Puedes escoger ser madre o no cuando tú quieras y no según los dictados de un esposo o un violador, agradéceselo a una feminista.
25. Puedes esperar vivir hasta los 80 años en vez de morir entre los 20 y 30 a causa de embarazos ilimitados, agradéceselo a una feminista.
26. Puedes verte como una humana adulta plena, y no como una menor de edad que necesita ser controlada por un hombre, agradéceselo a una feminista.

No me toca




A veces el diablo, o sea Satanás, viene y me tienta. Lo hace, —sabio que es el tío—, con suavidad y astucia tocándome donde más duele, en el propio orgullo: “Tú eres lo más”.
Así las cosas, sin subirme a ningún altozano, me muestra todo alrededor el reino que regento y pretende convencerme de que, en lo que a mí concierne, todo está en regla; y lo que no, no es de mi responsabilidad e incumbencia, y por lo tanto no me obliga.
De tal modo discurro por la vida ufano y satisfecho, no como otros que a saber de qué pie cojearán, porque camino bien derecho y doy pasos con ritmo y seguridad.
Tal aplomo, sin embargo, hace aguas y me hace sospechar en una fecha como la de hoy. ¿Tendrá, por ventura, algo que ver conmigo? ¿Seré yo acaso piedra de tropiezo o muro constreñidor? En castellano, ¿soy compa o el enemigo? Porque, vamos a ver, ¿cómo es posible que estando tan rodeado de personas del sexo mujeril nadie, ni siquiera ellas, me haya avisado, sugerido, propuesto o requerido para hacer, decir, ir o parar?
Ese silencio, ominoso, me hunde en negros pensamientos, y llevo, inquieto, mi angustia a cuestas desde hace ya unos días. Ni siquiera el Tentador ha logrado apaciguar mi estado de ánimo. Por más que ha insistido en mostrarme el idílico panorama que habito, no ha aportado ni una sola prueba, ni un mínimo detalle, ni un simple y ridículo gesto de que yo no sea colaborador activo y pasivo del actual estado de cosas.
En un momento dado, las nubes han dejado colarse un tímido rayo de sol y con él la voz de mi ángel de la guardia (del que algún que otro obispo parece prescindir o desconocer su existencia); enérgicamente me ha soltado: ¡Te toca!
Se me ha hecho la luz y he corrido a colgar mi mandil en la ventana de la cocina.

Post scriptum
En estas estaba cuando han llegado señoras a limpiar la iglesia porque hoy toca. He salido corriendo a reprenderlas por no participar en lo que hoy todo el mundo lo hace, pero no sólo no me han hecho caso, sino que además me han largado una explicación sobre no sé qué de que el mundo no se para y ellas tampoco. En fin, que así estamos.

Muerde la mano que le da de comer


Así es Tano, un perro que ha llegado a esta casa en plan de acogimiento familiar, que está a punto de cumplir once meses, y que pertenece a una raza dicen que muy estimada como mascota por sus cualidades de convivencia.
Tano debe estar loco, o yo no entiendo nada. Tanto si le atuso como si le llevo de paseo, si le ofrezco una galleta o intento desenredarle algún nudo de su abundante pelambrera, él tira a morder mi mano tanto como trata de hincar el diente en su rabo. Ya digo, le dan como venadas.
Bien. Una vez puesto el título de este apunte, y apuntado un principio de explicación del mismo, ahora paso a hablar del asunto que interesa. El día internacional de la mujer que se celebra hoy.
Esta mañana he añadido una petición a las ya escritas de lo que llamamos en la liturgia eucarística Oración de los fieles, que se reza tras el Credo y justo antes del Ofertorio. La he improvisado, me ha salido fatal y decía poco más o menos así: Esta petición debería hacerla una mujer, pero como quizás no haya voluntarias, me atrevo yo. Es un honor celebrar un día dedicado a la Mujer; pero es también para nuestro escarnio que tengamos que hacerlo en las circunstancias en que tantas mujeres en tantas partes del mundo viven, sin dignidad, sin derechos, sin presente ni futuro, sin cultura, sin acceso a la sanidad y con todas las cargas que uno pueda imaginar. Ojala algún día todas las mujeres gocen en plenitud e igualdad de condiciones de lo que les corresponde como seres humanos.
Ahora, al tratar de recordarla y reconstruirla, la he mejorado un poquito, pero en vivo y en directo me sonó muy mal. Aún así, la asamblea entendió y respondió orando.
Luego he estado pensando que algo debería escribir en este blog. Incluso pensé en titularlo “Bendito entre todas las mujeres, porque en esta parroquia salvo servidor y R, catequista, todas son mujeres. En Acción Caritativa, en Catequesis, en Limpieza, en Actividades de Tiempo Libre, en la Liturgia…
Uno casi está por afirmar que la Iglesia son las mujeres que la hacen funcionar, que nunca se desaniman, que tapan cualquier agujero, que asisten así caigan chuzos de punta, que aguantan carros y carretas, que sufren y disculpan la desgana de los suyos, y pasan por alto los abusos de poder y las manías consentidas del clero.
Ellas son tenidas en cuenta, pero no cuentan. O al revés, cuentan en número, y poco más.
Estoy por afirmar que se trata de una aberración que la Iglesia ha importado de la sociedad a través de la historia. Que no pertenece a sus orígenes y que desde luego no es evangélico.
Claro que si así sucede dentro de ella, fuera está el asunto mucho peor. Incluidos los países más desarrollados, todos sin excepción marcan diferencias en contra del sexo femenino que debieran hacernos pensar si tenemos futuro como especie.
Sueño con el día en que todas las mujeres del planeta se pongan de acuerdo y levanten la cabeza. Todo empezará a ser diferente. Completamente nuevo.
Mientras tanto, como Tano, –este shih tzu insignificante que lleva tantas consonantes impronunciables y completamente inútiles–, mordemos la mano que nos da el alimento.
Con Tano acurrucado entre mis pies, transcribo los últimos versos del poema de Jenny Londoño “Reencarnaciones”, también conocido como “Vengo desde el ayer”, como propuesta de una meta que hemos de alcanzar sí o sí, tan pronto como nos sea posible:

A derrotar el odio y los prejuicios,
el poder de unos pocos,
las mezquinas fronteras,
a amasar con las manos de ambos sexos
el pan de la existencia.



Espero y deseo que Tano crezca sano y aprenda de Luna, mi preciosa teckel, buenos modales y comportamiento igualitario. Fidelidad ya sería demasiado pedir.

Atención, mujer armada

 

Parodiando a la archiconocida ley de Campoamor, en este mi pequeño mundo nada es verdad ni es mentira… yo arrimo al ascua mi sardina. Porque si hoy “toca” hablar de la mujer, hablaré según mi particular modo de ver, que ya se sabe que de colores los gustos mandan. O sea. Como diría nuestro paisano Umbral.
Armas de mujer, bien podría ser el tema. Yo lo cambio por mujer con arma: Judit. Y más en concreto, la pintura de Goya, de la que era absolutamente desconocedor hasta hace apenas unos minutos, titulada Judit y Holofernes, realizada sobre un muro de la Quinta del Sordo, entre 1819 y 1823, de la que J. Laurent obtuvo esta fotografía en 1874:
La Quinta del Sordo, Madrid, fue donada por Goya antes de partir para Burdeos en 1823 a su nieto Mariano. Éste se la vendió a Javier Goya, en 1833, aunque retornó a la propiedad de Mariano en 1854. En 1859, la posesión fue vendida a Segundo Colmenares. En 1863 fue adquirida por Louis Rodolphe Coumont. Comprada en 1873 por el barón Fréderic Emile d´Erlanger, encargó éste el inmediato traslado de las pinturas murales a lienzo.
Fue Salvador Martínez Cubells (1842-1914), restaurador del Museo del Prado y académico de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, quien trasladó las pinturas a lienzo, ayudado por sus hermanos Enrique y Francisco.
Este cuadro fue presentado en la Exposición Universal de París de 1878, para su posible venta. En 1881, d’Erlanger lo cedió al Estado español, que lo destinó al Museo del Prado, donde está expuesto desde 1889.
Y copio descaradamente de Wikipedia, porque buena gana de trabajar teniendo esto:
El cuadro recrea de modo personalísimo el conocido tema de Judit de Betulia que, para salvar a su pueblo del ataque del general Holofernes, lo seduce y decapita.
De este modo la obra pudiera aludir a Goya y Leocadia Zorrilla o Leocadia Weiss (pues estaba casada, y este era el apellido de su marido), su amante. O quizá, de modo más general, al poder de la mujer sobre el hombre. Desde el punto de vista psicoanalítico se ha querido ver el tema de la castración, que deberíamos situar en el contexto de un anciano de más de setenta años (como era el pintor cuando lo realizó) en relación con su amante, mucho más joven, y con quien cohabitaba. Además el cuadro estaba enfrentado al que se ha interpretado como el de Leocadia junto a la tumba del propio Goya.
La iluminación es muy teatral, y focalizada; parece reflejar una escena nocturna iluminada por un hachón o tea, que ilumina el rostro y brazo ejecutor de Judit y deja en penumbra el rostro de una vieja criada que está representada en actitud de ruego u oración. Es significativo que tanto el rey como la representación de la sangre queden fuera de campo, en una composición muy original, que exacerba los habituales desequilibrios compositivos y de encuadre de las Pinturas negras.
La paleta de colores utilizada, como en toda esta serie, es muy reducida. Emplea en este caso negros, ocres y algún toque sutil de rojo, que es aplicado de modo enérgico y a pinceladas muy sueltas. Este cuadro, junto con toda la obra de la decoración de la llamada Quinta del Sordo, contiene rasgos estilísticos que el siglo XX caracterizaría como expresionistas.
Ahora continúo yo. En cuanto al relato bíblico, que se encuentra en el libro llamado precisamente Judit, del Antiguo Testamento de la Biblia, es universalmente conocido. No obstante este es en resumen su contenido, que vuelvo a copiar de Internet:
El libro de Judith narra la historia de cómo Dios ayudó al pueblo de Israel a no caer bajo la dominación de Nabucodonosor, rey de Asiria, un hombre avaricioso que quería ser reconocido no sólo como rey, sino como dios, y dios de todos los pueblos. Para esto preparó a todos sus ejércitos y dispuso que los que no se rindiesen ante su poder, fueran exterminados. Así fue, poco a poco, haciéndose con el control de muchos pueblos y tribus. Pero Holofernes, que era el general de los ejércitos de Nabucodonosor, al llegar a la llanura de Esdrelón, en el territorio de Israel, supo que los israelitas, que habitaban en la ciudad de Betulia, no pensaban rendirse ante su rey. Aquior, jefe de los ammonitas, le contó a Holofernes cómo a los israelitas, si eran fieles a su Dios, nadie podría vencerlos. Esto le hizo montar en cólera, y en seguida comenzó a rodear la ciudad para un ataque. Sin embargo, alguien que conocía aquellos montes, le aconsejó al general: «Es mejor que, en vez de intentar un ataque, rodeemos la ciudad para que no puedan salir de sus murallas, y que nos hagamos con el control de sus fuentes, para que con el tiempo no tengan agua para beber y la sed les obligue a rendirse». Dentro de la ciudad, Ocías y otros jefes habían dispuesto no rendirse. Sin embargo, la sed hizo que las fuerzas de los israelitas fueran disminuyendo y los jóvenes, las mujeres y los niños comenzaron a desfallecer y quejarse a los ancianos.
El libro de Judith nos cuenta cómo esta mujer, al conocer el sufrimiento del pueblo de Israel, decide ir a hablar con los jefes del pueblo para decirles que tiene un plan. Vuelve a su casa y allí, por primera vez en mucho tiempo, pues era viuda desde hacía tres años, se arregla bien, se pone sus mejores ropas y joyas, y sale de la ciudad con su sierva, en dirección a los ejércitos de Holofernes. Los soldados se quedaron muy extrañados al ver a una mujer tan bella llegar sola con su esclava, pero ella les dijo: «Pertenezco a la tribu de los israelitas y vengo huyendo de ellos porque se han entregado a la muerte al querer evitar que su rey sea Nabucodonosor. Quiero hablar con Holofernes para indicarle cómo puede atacar mejor a mi tribu sin que muera ni uno de su ejército». Todos alabaron la decisión de esta bella mujer, y, más tarde, Holofernes, al oírla, no sólo la acogió a su cuidado, sino que se quedó prendado de ella.
Así Judith permaneció varios días con el ejército del enemigo, sin olvidarse de su pueblo ni de su Dios, al que rezaba todos los días.
Un día, Holofernes quiso cenar con ella. Judith aceptó, y cenaron juntos. Pero Holofernes estaba tan alegre de tener a una mujer tan bella, que bebió muchísimo vino, hasta estar tan borracho que no podía casi moverse. Este momento fue aprovechado por Judith para cortarle la cabeza, guardarla en una alforja, y escapar del campamento. Llegó a Betulia y allí colocaron la cabeza en lo alto de la muralla.
De este modo, el pueblo de Israel comprobó cómo el Señor nunca abandona a los que cumplen sus mandamientos.
Judit y Holofernes, Donatello (1455–1460). Palazzo Vecchio

Finalmente, y vuelvo a tomar la palabra escrita, resulta cuando menos humorístico el hecho de que esta vez las armas de mujer resultan ser eficaces pero sólo cuando son un medio para dejar paso a las armas de varón. Esas son las que de verdad matan.
Dolores Aleixandre, aunque reconoce que la mira con cierta ambigüedad, hace esta recopilación de las utilizadas por Judit:
Su figura no queda reducida al rol de esposa, madre o viuda, y no le hace falta la presencia de ningún hombre para llevar a cabo su plan. Los jefes de Betulia reconocen su “prudencia”, su “inteligencia” y su “buen corazón” (8,29), y será aclamada como “bendita de Dios”, como “gloria, honor y orgullo” del pueblo y como “bienhechora de Israel” (15,9-10). Sin embargo, hay una insistencia constante en su belleza: “Era muy bella y atractiva” (8,7); su lengua era “seductora” y capaz de “quebrar la arrogancia” de Holofernes (9,10); era “bellísima, capaz de seducir a los hombres que la viesen”; “todos quedaron pasmados ante aquel rostro tan hermoso” (10,7-23); “en toda la tierra, de punta a cabo, no hay una mujer tan bella” (11,21); “no cayó su campeón ante soldados, ni lo hirieron hijos de titanes, ni gigantes corpulentos lo vencieron, sino Judit, hija de Merarí, lo paralizó con la belleza de su rostro, su hermosura esclavizó su alma…” (16,6-9). Se subrayan con frecuencia los recursos que ella emplea para acentuar su belleza: “Se ungió con un perfume intenso, se peinó, se puso una diadema y se vistió la ropa de la fiesta que se ponía en vida de su marido, Manasés; se calzó las sandalias, se puso los collares, las ajorcas, los anillos, los pendientes y todas sus joyas” (10,3-4); “se levantó para arreglarse, se vistió y se puso todas sus joyas de mujer” (12,15); “sujetó sus cabellos con una diadema y se vistió de lino para seducirlo” (16,8).
Pero al final, reconoce que la más eficaz y definitiva de todas las armas que esta buena y bella mujer esgrime en su batalla es que “Él me envía para hacer contigo una hazaña que asombrará a cuantos la oigan…” (11,16)
Y es que, –y con esto retomo mi discurso y concluyo–, Judit hizo lo que hizo porque “n11nnnno está en el número tu fuerza, ni tu poder en los valientes, sino que eres el Dios de los humildes, el defensor de los pequeños, apoyo de los débiles, refugio de los desvalidos, salvador de los desesperados” (9,11), como ora apremiante y confiada poco antes de emprender su ardua empresa. Se sabe elegida de Dios. Pone de su parte todo lo que sabe y es capaz. Espera que Él haga todo lo demás. Ella sabe muy bien que una simple espada es muy poquita cosa.

Poniendo sentido común


No me gusta hablar sobre este asunto, porque no es de mi competencia. Cómo varón y como célibe, no me corresponde. Me mantengo como un espectador ante discusión tan desaforada, respecto de una ley que parece ser razonablemente válida y que ahora está en riesgo de volverse inválida por irracional. Me refiero a la Ley Orgánica 2/2010, de 3 de marzo, de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo.
Conocida como ley del aborto, me niego en este medio a titularla así. La palabra definitoria es de variable interpretación, de manera que cada grupo defiende o ataca a partir de su diferente enfoque y planteamiento. Teniendo en cuenta que de lo que se trata es de regular desde el Estado la libertad de las mujeres para decidir sobre su embarazo, el legislador no debe posicionarse a priori en una determinada concepción moral sino que ha de arbitrar en medio de una diversidad y para todo el conjunto.
Mientras yantaba escuché una noticia en el informativo que me hizo bajar la cuchara de alubias blancas con chorizo y exclamar: ¡Llega El Sentido Común!
Se ha filtrado que un borrador/informe del Consejo General del Poder Judicial insta la retirada del anteproyecto de Ley Orgánica de Protección de la Vida del Concebido y los Derechos de la Mujer Embarazada, entre otros motivos, porque «da una respuesta anacrónica criminalizadora» a la realidad de la interrupción del embarazo.
Añade más: representa «un regreso a la situación de inseguridad jurídica y prácticas extralegales que generó la legislación de 1985 y además, contempla un régimen aún más restrictivo, en el que la libertad de la mujer embarazada y la ponderación entre sus derechos a la intimidad, la autodeterminación, la dignidad, la vida y la integridad, decaen de forma evidente».
Y continúa para concluir: «no puede considerarse como la respuesta adecuada a una demanda social de protección de concebido porque esa demanda no existe como demuestra el hecho de que el anuncio de presentación y aprobación del anteproyecto por el Consejo de Ministros haya creado una verdadera alarma social». Es por ello que aconseja «reconsiderar y retirar este anteproyecto que nos aleja de los países de nuestro entorno y que supone un retroceso en el avance de los derechos y la igualdad de la mujer».
Además afirma que, pretendiendo el actual anteproyecto reducir el número de abortos, trata a la mujer como mero instrumento al servicio de la maternidad y terminará provocando aumento de abortos clandestinos.
Opino que si el gobernante da o propone una norma reguladora de derechos para una colectividad, corresponde a cada persona aceptar o rechazar el uso o disfrute de los mismos, en función de su sentido moral o de su propia conciencia.
No es de recibo en este caso imponer. Sólo se trata de permitir.
Así lo veo yo.

En esta casa vive un cura

 

No hay una cosa que cante más que el tendedero de una vivienda. Aún recuerdo un peli de hace años que se titulaba La niña de luto; aquel tendal familiar siempre ofrecía ropa, incluso interior femenino, de color negro. Curiosamente no he encontrado nada en internet, por más que aquella imagen aún continúa en mi retina.
Por entonces, el luto lo vivían del lleno las mujeres. Los varones tenían suficiente con ponerse una corbata apropiada y por supuesto el brazalete, eso que no faltare.
Así que en mi tendal, de vez en cuando, aparecen esas cosas. Además de calzoncillos, camisas y sábanas. Se llaman albas, por si ya nadie se acuerda. Y es como una camisola que nos ponemos los curas.
Como es lo que más en contacto con el cuerpo está, suelen oler… a humanidad varonil. Je, je, je. ¡Cómo me gustaría tener la oportunidad de olerlas en versión femenina!
El caso es que mi tendedero exterior, versión al público de mi tendedero interior que está en la cocina, es un expositor de mis vergüenzas, cuando ya están más o menos aseadas.
No sé en qué lugar leí cierta vez que los clérigos vivían tan austeramente que ellos mismos tenían que hacerse la colada. Pues qué bien. Eso no lo enseñan ni siquiera ahora en los seminarios. Sin embargo es tan viejo como nuestra historia, por más que se haya silenciado. San Pablo lo hizo. Y en las pelis de barcos y piratas, los filibusteros también lo hacían, que yo lo he visto.
Claro que donde esté una mujer lavando y planchando… que se quite todo lo demás.
¡Deja todo como los chorros de oro!, oí mucho de pequeño. Era una alabanza ante unas sábanas colgadas de la cuerda o tendidas sobre la hierba. Quien las recibía era siempre una mujer.
Me descubro ante quien consigue que la ropa esté tan blanca como la nieve. No me importan las arrugas, pero ese blancor… ¡Hay ese blancor!

Vengo desde el ayer


No me puedo aguantar no colocar “de inmediato” en cuanto lo he conocido, incluso antes de leerlo íntegramente, este bello poema de Jenny Londoño, con el que ganó el primer Premio Gabriela Mistral 1992 en Quito, Ecuador. Lleva por título

Reencarnaciones


Vengo desde el ayer,
desde el pasado oscuro y olvidado,
con las manos atadas por el tiempo,
con la boca sellada desde épocas remotas.

Vengo cargada de dolores antiguos,
recogidos por siglos, arrastrando
cadenas largas e indestructibles.

Vengo desde la
oscuridad,
del pozo del
olvido,
con el silencio a
cuestas,
con el miedo
ancestral
que ha corroído
mi alma
desde el principio
de los tiempos.

Vengo de ser esclava por milenios,
esclava de maneras diferentes:
sometida al deseo de mi raptor en Persia,
esclavizada en Grecia bajo el poder romano,
convertida en vestal en las tierras de Egipto,
ofrecida a los dioses en ritos milenarios,
vendida en el desierto
o canjeada como una mercancía.

Vengo de ser apedreada por adúltera
en las calles de Jerusalén
por una turba de hipócritas,
pecadores de todas las especies,
que clamaban al cielo mi castigo.

He sido mutilada
en muchos
pueblos
para privar mi
cuerpo de
placeres
y convertida en
animal de carga,
trabajadora y
paridora de la
especie.

Me han violado
sin límite
en todos los
rincones del
planeta
sin que cuente mi
edad madura o
tierna
o importe mi color
o mi estatura.

Debí servir ayer
a los señores,
prestarme a sus
deseos,
entregarme,
donarme,
destruirme,
olvidarme de
ser una entre
miles.

He sido barragana de un señor en Castilla,
esposa de un marqués
y concubina de un comerciante griego,
prostituta en Bombay y en Filipinas,
y siempre ha sido igual mi tratamiento.

De unos y de otros
siempre esclava,
de unos y de otros
dependiente,
menor de edad en
todos los asuntos,
invisible en la
historia más lejana
y olvidada en la
historia más
reciente.

Yo no tuve la luz del alfabeto.
Durante largos siglos
aboné con mis lágrimas
la tierra que debí cultivar
desde mi infancia.

He recorrido el mundo
en millares de vidas
que me han sido entregadas
una a una.

Y he
conocido
a todos los
hombres
del planeta.
 
Los
grandes y
pequeños,
los bravos
y cobardes,
los viles,
los
honestos,
los buenos,
los
terribles.

Mas casi todos llevan
la marca de los tiempos.
Unos manejan vidas
como amos y señores,
asfixian, aprisionan y aniquilan.

Otros dejan almas,
comercian con ideas,
asustan o seducen,
manipulan y oprimen.

Yo los conozco a todos,
estuve cerca de unos y de otros,
sirviendo cada día,
recogiendo migajas,
bajando la cerviz a cada paso,
cumpliendo con mi karma.

He recorrido todos los caminos,
he arañado paredes y ensayado silencios,
tratando de cumplir con el mandato
de ser como ellos quieren,
mas no lo he conseguido.

Jamás se permitió que yo escogiera
el rumbo de mi vida.
He caminado siempre en una disyuntiva,
ser santa o prostituta.

He conocido
el odio de los
inquisidores
que a
nombre de la
santa madre
iglesia
condenaron
mi cuerpo a
su servicio
y a las
infames
llamas de la
hoguera.

Me han llamado
de múltiples
maneras:
bruja, loca,
adivina,
pervertida,
aliada de satán,
esclava de la
carne,
seductora,
ninfómana,
culpable de los
males de la
tierra.

Pero seguí viviendo, arando,
cosechando, cosiendo,
construyendo, cocinando, tejiendo,
curando, protegiendo, pariendo,
criando, amamantando, cuidando
y sobre todo amando.

He poblado la
tierra de amos y
de esclavos,
de ricos y
mendigos, de
genios y de
idiotas;
pero todos
tuvieron el
calor de mi
vientre,
mi sangre y su
alimento
y se llevaron un
poco de mi
vida.

Logré sobrevivir a la conquista
brutal y despiadada de Castilla
en las tierras de América,
pero perdí mis dioses y mi tierra
y mi vientre parió gente mestiza
después que el amo
me tomó por la fuerza.

Y en este continente mancillado
proseguí mi existencia
cargada de dolores cotidianos,
negra y esclava en medio de la hacienda,
me vi obligada a recibir al amo
cuantas veces quisiera
sin poder expresar ninguna queja.

Después fui costurera,
campesina,
sirvienta,
labradora,
madre de muchos hijos
miserables,
vendedora ambulante,
curandera,
cuidadora de niños o
de ancianos,
artesana de manos
prodigiosas,
tejedora,
bordadora,
obrera,
maestra,
secretaria,
enfermera.

Siempre sirviendo a todos,
convertida en abeja o sementera,
cumpliendo las tareas más ingratas,
moldeada como un cántaro por las manos ajenas.

Y un día me dolí a mis angustias,
un día me cansé de mis trajines,
abandoné el desierto y el océano,
bajé de la montaña,
atravesé las selvas y confines,
y convertí mi voz dulce y tranquila,
en bocina del viento
en grito universal y enloquecido.

Y convoqué a la viuda, a la casada,
a la mujer del pueblo, a la soltera,
a la madre angustiada, a la fea,
a la recién parida, a la violada,
a la triste, a la callada, a la hermosa,
a la pobre, a la afligida, a la ignorante,
a la fiel, a la engañada, a la prostituida.

Vinieron miles de mujeres juntas
a escuchar mis arengas,
se habló de los dolores milenarios,
de las largas cadenas
que los siglos nos cargaron a cuestas.

Y formamos
con todas
nuestras quejas
un caudaloso
río
que empezó a
recorrer el
universo
ahogando la
injusticia y el
olvido.

El mundo se quedó paralizado,
los hombres y mujeres no caminaron,
se pararon las máquinas, los tornos,
los grandes edificios y las fábricas,
ministerios y hoteles, talleres y oficinas,
hospitales y tiendas, hogares y cocinas.
Las mujeres, por fin, lo descubrimos.

¡Somos tan poderosas como ellos
y somos muchas más sobre la tierra!
¡Más que el silencio y más que el sufrimiento!
¡Más que la infamia y más que la miseria!

Que este canto resuene
en las lejanas tierras de
Indochina,
en las arenas cálidas del
África,
en Alaska y
América Latina,
llamando a la igualdad
entre los géneros,
a construir un mundo
solidario,
–distinto, horizontal, sin
poderíos–, a
conjugar ternura,
paz y vida,
a beber de la ciencia sin
distingos.

A derrotar el odio y los prejuicios,
el poder de unos pocos,
las mezquinas fronteras,
a amasar con las manos de ambos sexos
el pan de la existencia.







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