Llegadas estas fechas, alguien me avisa de que nos reunimos los que fuimos compañeros de curso en el Seminario. Es una costumbre que viene haciéndose indefectiblemente en torno al fin de año, con preferencia en un día sin agobios de viajes e intendencia. Este año ha tocado en el día 29. O sea que ayer nos juntamos 20 personas que tuvimos la coincidencia de estar juntos algunos años, allá por la década de los sesenta.
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Aquí faltamos dos: uno que llegó tarde y el de la máquina, que soy yo. Pero a mí ya se me conoce. |
Foto del grupo a la puerta de lo que fue el Seminario Menor, hoy un instituto de bachillerato, paseo hasta el restaurante, comida y cambio de impresiones, y poco más.
Eso ha sido para mí. Para la mayoría, bastante más. Pero ese es mi sino: llegué tarde, tardé en entrar, y antes de conseguirlo emigré para otras latitudes. Fui ave casi de paso. Sin embargo suelo asistir a este evento cada vez que me invitan, por deferencia hacia los que seguimos como curas, sólo siete.
Aquel fue un curso especial, por numeroso. Llegó a tener, según me cuentan, más de cien integrantes. Eran aquellos… otros tiempos. Cuando me colocaron en él, al poco más o menos, aún mantenía un número muy alto: 40.
El caso es que quienes más interés tienen en que nos juntemos son los compañeros que no terminaron ordenándose.
Me resulta extraño volver a ver a quienes conocí de jóvenes imberbes y ahora son abueletes, o están a punto de serlo, desconociendo la mayor parte del espacio intermedio. Ya les he dicho, la próxima vez que me llamen, ellos han de venir con sus esposas, o compañeras, o lo que tengan. Y yo también me presentaré con mi equipaje. Doy mi palabra.
Me ha quedado de esta jornada una alegría muy especial: he tenido el gozo de abrazar a Jesús V., a quien no veía desde el verano de 1969. Fuimos juntos a Madrid, Comillas; hicimos primero de teología, y él marchó a Roma a terminar unos estudios que le ofrecían mejores expectativas. Desde entonces nada he sabido de él. Hasta ahora. Tengo su dirección y sé cómo puedo encontrarle. Jesús sigue siendo la misma persona buena que yo conocí.