Esta tarde se ha presentado Mariano con una caja de productos de su huerta: tomates, pimientos, calabacines y berenjenas.
Hablamos de este verano tan raro, de cosas de familia, y de lo difícil que es hoy en día alcanzar lo que uno quiere.
“¿Habré hecho algo mal?”, me soltó casi al final. “¿Como qué?”, le repliqué. “No sé, digo yo que algo no habré hecho bien”. Yo miraba la caja; miraba a Mariano: diez hijos, muchos nietos, buena gente… Y miraba los tomates y no sabía dónde encajar su pregunta. Y recordaba los centros de flores que su mujer prepara para la iglesia en los días de fiesta, y aún lo tenía más difícil. Y hacía memoria de toda su familia, y me resultaba del todo imposible encontrar algo mal hecho de lo que él pudiera ahora estar arrepintiéndose.
Tal vez sea que nadie es perfecto y que tampoco es responsable de todo lo que ocurra en el universo.
“Bueno, un día te pasas por casa y charlamos”, dijo al despedirse. “¡Por supuesto!”, respondí. “Saludos a Ele”.