La primera rosa de este año de gracia 2010

     Lo hice el año pasado, y lo vuelvo a hacer ahora.

     Os ofrezco de mil amores a cuantas personas visitáis este lugar el primer fruto de mi jardín, que es también vuestro, porque es un patio comunal, donde la gente se congrega y, al olor de las lilas, que también están, se saludan y requieren por cuestiones familiares y de cualquier otra índole.

     Es una rosa burdeos, y, de momento, está sola, pero ya enseguida otras le seguirán para hacerla y hacernos a todos compañía.


     Y ya puestos, aunque son anteriores, que ya llevan una semana llenando de fragancia no sólo el patio parroquial sino el barrio entero de Las Villas, aquí están las lilas, auténticas señoras de nuestras primaveras.

                                                                                    
     Si no os llega el aroma la culpa no es de ellas, que hacen todo lo que pueden. Es que todavía internet no ha llegado a su perfección. Con el tiempo, todo se andará.


     Rubrico este obsequio con un poema de mi paisano Francisco Pino (Valladolid, 18 de enero de 1910 - 22 de octubre de 2002).

“RAMO DE LILAS”

Me han traído unas lilas…
…son blancas… y dan tan hondo olor…
…me llevan hasta mi mujer ya muerta…
…las plantamos los dos juntos al fondo
…del jardín.
…Sobre mi mesa están ¡Qué camafeo!
{unidas
… {cortadas en un búcaro
{dolidas
…penden, como ella misma, hacia el dolor…
…en mi dolor y el dolor
…del jardín…
…ya sin ellas…, ¡Sí, como ella, sí, este ramo!…
…el amor que la tengo a lilas huele tanto…
…a las lilas que blancas plantamos los dos juntos…
…para el recuerdo de hoy, el pulso
…del jardín…

(De “Claro decir” 2002)

La radio te enseña


     Soy más de radio que de tele. Entre otras cosas, porque en la radio oigo música y noticias sin tener que estar quieto mirando, al tiempo que hago mil cosas, fregar el piso, cavar el jardín, pasear por el pinar, o circular en bici por las calles (y que nadie me diga que eso está prohibido por el código de circulación, que ya lo sé y tengo asumido el riesgo de un accidente o de una multa, si al guardia de turno le complace; normalmente me salvo con una regañina cariñosa).

     El caso es que esta mañana, pasado el mediodía, escuchando la Tres de radio nacional, me enteré de una cosa, al menos chocante.

     En este dichoso mundo todo se compra y todo se vende, y a la viceversa. Pero que se trate de una iglesia en ruinas, hemos de convenir que no es un objeto de compra venta al uso.

     Se llamaba John Martyn, escocés, nació en New Malden, Surrey, el 11 de septiembre de 1948 y falleció el 29 de enero de 2009.

Archivo:John Martyn 2006.jpg

     Nacido como Ian David McGeachy, adoptó el nombre de John Martyn en honor a las guitarras Martin. Digo yo que ya tendría afición, el muchacho.

     Sus avatares musicales, y su evolución a partir de un año sabático en Jamaica, están suficientemente relatados en Wikipedia, la madre de todas las enciclopedias. De modo que quien quiera saber más, que vaya allí.

     El caso es que este señor se encaprichó de una pequeña iglesia en ruinas que existía en su tierra.

     Desconozco las circunstancias en que se encontraba la propiedad, pero parece ser que eran muy calamitosas. Aún así no podía hacer frente al desembolso que se le exigía para adquirir la propiedad. En vista de lo cual, su casa discográfica, la que fuera en ese momento, le prometió adelantarle el dinero, con la condición de que grabara un nuevo disco.

     Parece ser que a John le pareció bien la oferta, así que ni corto ni perezoso se puso a ello. El resultado es este conjunto de piezas musicales de las que él no es sino un simple versionador. Esta es la lista completa del disco:

                              01. He's Got All The Whiskey, de Bobby Charles
                              02. God's Song
                              03. How Fortunate The Man With None
                              04. Small Town Talk
                              05. Excuse Me Mister
                              06. Strange Fruit
                              07. The Sky Is Crying
                              08. Glory Box
                              09. Feel
                              10. Death Don’t Have Mercy
                              11. How Fortunate The Man With None (original version)

     Una cosa digo, y es que John Martyn no es, no fue, un cantante a secas, sino que tiene, tenía, su personalidad.

     Sólo una muestra: Aquí puedes escuchar una de las entradas de este disco: Glory Box


     Llamó a su obra “the church with one bell”, la iglesia con una sola campana.


     Ya dije que la tal iglesia no debía estar nada bien, pero ignoro si perdió campanas o es que la pobre no tuvo nunca más que una.

     De todas las maneras, de qué cosas tan interesantes se entera uno por la radio. ¿A que sí?

Fútbol y chocolate con bizcochos en Bujedo


“No sé si podrá pasar por ahí, -dijo el pastor-. El sendero hace mucho que no se utiliza, y estará cerrado. Cuando hicieron el depósito del agua para el pueblo, con las obras se destrozó esa parte de la ladera y dejamos de subir por este lado. Ahora lo hacemos por aquel otro o por la parte de atrás, al final del arenal”.

Lo que yo estaba pretendiendo era subir a los campos de fútbol que usábamos por aquel entonces, en lo alto del monte que dominaba el conjunto del convento.



Pero voy a empezar por el principio. Estamos en Bujedo, Burgos. Tengo once años. He ingresado como aspirante en el centro vocacional que los Hermanos de la Salle tienen en este monasterio, que otrora fue premonstratense, y que ahora alberga religiosos del Instituto que fundara San Juan Bautista de la Salle.

Una tarde a la semana salimos de paseo por los montes. Si el tiempo lo permite, es habitual que subamos a los campos altos, provistos de pucheros, pastillas de chocolate, harina y otros utensilios menores; y los balones, por supuesto.

Una vez arriba, divididos en grupos más o menos proporcionados, jugamos al balón, o sea al fútbol, tal como estamos, y con unas piedras por todo acompañamiento: son las porterías.

Tras el partido, cada grupo recoge leña y agua, y al fuego de las ramas de boj prepara un rico chocolate caliente que nos zampamos con bizcochos bajo el sol y al aire libre.



Fuime de Bujedo cuatro años después, y dejé de jugar al balón en aquellos campos, y también de degustar el chocolate con bizcochos de factura tan artesana. Pero esta mañana de fiesta comunera y autonómica, me ha dado el gustirrinín de volver a pisar aquellos prados altos y volver a andar aquel sendero abierto entre el boj y el carrasco áspero de aquellos montes burgaleses. Y para allá me he dirigido.

Imposible subir por donde pretendía. Tuve que hacerlo por donde me indicó el pastor. “Así que quiso ser fraile, ¿no?”. “Pues sí, pero no se me logró. Ahora soy cura”. “Pues, la verdad, no tiene pinta de ello”. “Es que he salido así, no tengo pinta de nada”. “¡Quiá!, no se confunda, aquí donde me ve, yo también estudié ahí, en la gratuita”.

Recorrí, pues, la carretera que circunda la tapia norte del convento, dirección a Foncea, hasta llegar a un paraje de donde extraíamos arena y piedra con que hicimos los patios. Sí, entonces trabajamos: en la huerta, en el fregadero, en la cocina, en la limpieza de las innumerables dependencias de la casa, y también con el hormigón y la piedra que pisábamos en nuestros juegos. El camino que partía de la carretera se hacía sendero a media altura y al llegar a lo más alto había que adivinarlo entre matojo y matojo. Los llanos de arriba, monte cerrado y prado ya no son lo que fueron; ahora son sembrados y encerradero de ganado. Pero para que uno no quede por mentiroso, aún se mantiene tal cual una pequeña parte de la campa, y yo creo que esas piedras siguen ahí sin haberse movido una pizca en los cincuenta años transcurridos.

Ya de bajada disfruté de Peña Mayor, de aquellas rocas picudas que dibujan una V contra el cielo y del embreado camino que tantas veces recorrimos en tardes de paseo y juegos compartidos.



No podía marcharme sin intentarlo. De modo que probé si era posible una visita al convento y a su huerta. Y fue posible, y además en visita guiada y dialogada.

Lo sustancial se mantiene, pero han cambiado tantas cosas… La fuente sigue allí con sus cuatro caños, y el cementerio, y la capilla, y la huerta que ya no es huerta, sino jardín y paseo, y el claustro, y los comedores, y también los dormitorios, que no pude ver, ¡qué pena!

La piscina en la que aprendí a nadar era la alberca para el riego riego, y allí sigue. Ahora hay piscina reglamentaria, justo donde jugábamos a marro, o balón-tiro, o a balón mano.

Y el patio interior donde le dábamos al croquet, entre los árboles, ahora contiene un elegante jardín, con agua corriente y olivos. Pero el reloj en lo alto de la torre da las horas vía Logroño, que desde allí está controlado.

La enfermería sigue estando igual que entonces, sólo que mucho mejor, para albergar a una quincena de ancianos religiosos. Allí supe lo que es echar mercromina en las rodillas heridas, o linimento en las contusiones que siempre nos acompañaban. El hermano enfermero encontraba seguro cómo calmarnos el dolor o rebajarnos la fiebre, y nunca tuvimos cosas mayores.

El gallinero aún está de pie, pero en desuso, y la ebanistería, y también el lavadero. Pero ya no existe la granja, ni hay vacas ni cerdos, aunque sí varios pavos reales y algunos gansos descomunales, que casi parecen ocas. Y una pajarera ruidosa, llena de jilgueros, canarios y periquitos. La gruta de Fátima, tal cual. Y lo mismo el viaducto que conducía las aguas hacia la central eléctrica, ahora supongo que ya sin uso.

En silencio lo encontré, después de dejarlo lleno de chiquillería. Me fui casi a hurtadillas, sin volver la vista atrás, quizás también sin dar la cara. Nunca me arrepentí. He tardado mucho en volver a visitarlo. Allí pasé una parte de mi niñez. No guardo sino buenos recuerdos.



Bujedo se escribe con g




o con j.



Tiene esta estampa desde la vía del tren,



imagen que repito, para que se vea bien.



Esta puerta de la iglesia siempre la conocí cerrada. Entrábamos por otras desde el interior del claustro.



Una placa en medio del claustro, afea el lugar y la piedra. Pero es de la Diputación de Burgos y eso es importante.



La Capilla de los Mártires de Turón recoge ahora las reliquias que yo conocí en el cementerio.



Nuestra Señora del Buen Consejo preside ahora exenta el presbiterio. El altar se ha adelantado para adaptarlo a la liturgia del Vaticano II y la sillería ha desaparecido, porque aquí nunca hubo monjes ni canónigos que la ocuparan.



A la izquierda el ambón que nunca tuvimos nosotros. Para leer sujetábamos la Biblia sobre nuestras manos.



La huerta



Los frutales florecidos



Los pájaros cantores



Los cuatro caños de la fuente. ¡Cuánta agua acarreada hasta las mesas!



El río que atraviesa todo el recinto, y donde nos lavábamos los pies tras las jornadas de paseo.



La flamante piscina que ahora es dueña y señora de nuestros juegos de antaño.



La entrada al cementerio está bien avisada,



y mejor reflexionada.



Aquellas rocas que siempre me impresionaron, levantándose altivas contra el firmamento.



Una carretera que parece que desaparece,



porque no conduce a ninguna parte,



bordea Peña Mayor,



se hace camino,



junto a praderas con flores,



boj, margaritas, bocas de dragón,



sube cogiendo altura,



se desdibuja en la espesura del bosque,




ofrece panorámicas abiertas sobre los montes Obarenes,



para terminar, justo, justo, frente a lo que fue portería



de un campo de fútbol,



otro campo de fútbol,



y otro campo de fútbol.

Y por ahí, entre las encinas y robles, aún quedará algún atisbo de hoguera, dos piedras para soportar el puchero, y ¡quién sabe!, es posible que aún se pueda encontrar algún resto de cacharro roto manchado de chocolate. A veces nos salía con grumos, otras se nos quemaba, muchas se nos rebosaba, y siempre, siempre, siempre, nos lo comíamos hasta terminarlo.

¿De verdad esa maquinita mola tanto?


     Me han dicho que tiene una sola pega el invento: usa la palabra book. ¿Es que libro no es un término decente e inocente?
    
Pues sí, hoy es el Día del Libro, merced a Don Miguel de Cervantes Saavedra (29 de septiembre de 1547 - 23 de abril de 1616) y/o a Mister William Shakespeare (Stratford-upon-Avon, Reino Unido c. 26 de abril de 1564 - ibídem, 23 de abril de 1616) [Las malas lenguas dicen que el isleño falleció el 3 de mayo, claro que esto según el calendario juliano, que no hay que confundir con el otro, el calendario gregoriano, que le sustituyó enmendándole la plana.) Aunque probablemente sea el Día del Libro porque así ha parecido a quienes tienen algo que ver con dicha cosa.
     Respecto a esta dicha cosa, es público y manifiesto que España es toda una potencia editorial, aunque no llegue a la media en cuanto a la lectura. Se publica mucho, y parece que es negocio, pero no se lee. No se sabe qué hace el personal con los libros que compra, si los coloca de adorno en el cuarto de las visitas, lo almacena para combustible de la estufa o lo utiliza como calce para los armarios y muebles que cojean. That is the question!, que diría un personaje del inglés.
    
El caso es que ha salido al mercado un artefacto que no es un libro, pero se le asemeja como “un huevo a una gallina”. Aunque de precio no anda por los abajos, las colas para adquirirlo sí han dado varias vueltas de manzana, y no precisamente de las que se comen. Incluso ha salido por ahí un video con una cuchufleta sobre el tal, que un servidor no pone, porque NO. Que lo busque el que lo desee.


    
Yo, que leo malamente sobre la pantalla, y eso que tengo una panorámica, no me veo en absoluto leyendo a mi paisano Delibes en un artilugio de éstos, por más que en él tenga cabida toda su obra y la de los inmortales griegos y latinos juntos.
    
Y no es que yo sea muy lector. Tampoco soy perseverante. Mi media de adquisiciones es muy baja, y mantengo al tiempo abiertos unos cuántos, tantos que ya me pierdo cuando vuelvo y ni me acuerdo de a dónde me llegaba. Paso tiempo buscando el hilo, y cuando encuentro el ovillo originante, ya me ha dado por pasarme a otro. Y así…
    
En fin, que aunque uno no se come los libros por el lomo, sin embargo mantiene con ellos una buena relación. Por eso, en este día tan señalado, me invento este pequeño decálogo, que no tiene ningún valor, pero que me ha salido de improviso y lo cuelgo por simple vanidad.
    
Decálogo del buen lector de libros de toda la vida, o séase, como dios manda:

  1. El regusto de oler olor tan agradable
  2. El placer de mojar el dedo índice en la lengua, tanto da si propia o ajena, para pasar página. Y que no me digan que es una guarrada.
  3. La posibilidad de personalizar el marcapáginas. Mi madre usaba la hebra de hilo más a mano de su costurero. Yo, el primer trozo de papel que pesco.
  4. El ennegrecido de las hojas, propio del paso del tiempo y del sobeo natural de quien lee sin lavarse antes las manos.
  5. La gozada que da ver el precio puesto a lápiz en la primera página interior por el o la librero de turno hace 20, 30 ó más años, y descubrir que tienes un libro que valió 2,50 pts, o menos.
  6. El disfrute de coger uno empezado hace ya ni me acuerdo cuándo, y ver que sigue esperándome pacientemente, sin requerir mi atención a base de pitidos estereofónicos.
  7. Unido a lo anterior, lo molesto del polvo depositado entre sus páginas.
  8. La erudición que denotan los subrayados a colores, las notas y apostillas en los bordes, las citas a otros lugares y autores relacionados.
  9. La molestia agradable de cargar con cajas y paquetes que debe suponer para quien se traslada de lugar y no quiere perder lo que es su más precioso tesoro: “Mis libros”.
  10. El cosquilleo en la oreja de tener ahí el lápiz con que tomar notas, tachar, subrayar, garabatear, añadir, pintar…


    
Estos diez mandamientos se encierran en dos: Amarás al libro con todas tus fuerzas, y te propondrás leer un capítulo al día, por lo menos.

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El Roto, en El País, 23/4/2010

Sansón, en El Norte de Castilla, 23/4/2010


N.B. También hoy es el día de Villalar, y es ya costumbre arraigada en mi historial irme de bureles por los campos anchos de mi Castilla. No esperéis que lea nada que no sean los carteles, si los hay, que señalen rutas montañeras, o las guías de recorridos andariegos por lugares pintorescos.
Es verdad que la climatología que avisan no parece acompañar para estos menesteres, pero voy a intentarlo o moriré en el afán. En cualquier caso si consigo hacer una jornada interesante, mañana o pasado tendréis reportaje gráfico asegurado.

Hoy es lunes

Hoy me he levantado muy tempranito, y cálidamente acompañado por un amanecer primaveral, me he dado cuenta lo cargante y repipi que puedo llegar a ser. En vista de lo cual aprovecho que comienza una nueva semana y hago propósito de enmendarme y no volver a las andadas.

Copio de la realidad y pego, y dejo que cada quien haga lo que le venga en gana. Así, pues, visitante ami@, puedes llorar, puedes reír, puedes tirar piedras al río, puedes recoger esas mismas piedras, puedes amar o puedes odiar. También puedes hacer el amor o la guerra, pero mi consejo es que te lo tomes con calma y no dejes de sorprenderte ante las cosas que veas y que no vas a poder cambiar, porque no todo está en nuestras manos.

Dos por una…, me he perdido

     Como en las ofertas y saldos por cierre de negocio, ojalá no esté yo acertando, ofrezco dos productos al precio de uno.
     El primero de política nacional, sobre Garzón y los dineros del Santander ante el Supremo. Aunque en realidad dice todo sobre todo el asunto del juez enjuiciado.
     Tendrán razón quienes afirman que no es tan grave, que incluso es bien sano para un país democrático, que este asunto esté tratado, que aquí nadie está al margen de la ley. Pero yo, qué voy a hacer si soy así, tengo la mosca tras la oreja. Recuerdo que mi padre me decía, «Míguel, hijo, no te metas en pleitos, que aunque ganes, pierdes.» Es posible que Garzón salga de esto reforzado, pero es posible también que no sea así. Y no es que no me fíe de la ley, pero somos tan humanos…

     El segundo trata de otro asunto. La Iglesia. Y el autor es un teólogo que sobre eclesiología sabe un huevo, que lo ha demostrado. Pero ahora yo creo que desbarra, está desmedido e incluso sobreactuado. Se trata de Hans Küng, a quien le publican todo lo que saca. Pertenece a un grupo de ideólogos que han caído en gracia y tiene muchos admiradores; no sé si tantos serán los seguidores. Está muy bien lanzar ideas bonitas, siempre que no sea uno mismo el que las lleve a cabo. También es proverbial la frase: «Una cosa es predicar y otra dar trigo».
     Aquí está el contenido de su carta que ha aparecido al mismo tiempo por tropecientos mil lugares. Que cada quien la lea y saque sus propias conclusiones.
     Yo mientras tanto seguiré con lo mío.

I


EDITORIAL de El País (16/04/2010)

Otra visita al Supremo
Garzón contó con el aval de la Audiencia Nacional para archivar la querella contra Botín

     El juez Baltasar Garzón compareció ayer por segunda vez en poco tiempo ante el Tribunal Supremo en condición de imputado. En esta ocasión, la cita correspondía a su primera declaración en la causa que se le sigue por haber archivado una querella contra el presidente del Banco Santander, Emilio Botín, tras haber dirigido unos cursos en la Universidad de Nueva York patrocinados por la entidad financiera. La causa fue archivada hace un año, pero los querellantes -uno de ellos letrado en la querella contra Botín-, han logrado reabrirla insistiendo en que existe relación entre el patrocinio y el posterior archivo de la querella. Acusan al juez de un delito de prevaricación en conexión con otro de cohecho.

     Esta causa se diferencia de las otras dos abiertas contra Garzón en un aspecto esencial: quiere alimentar la sospecha de que el juez utilizó la jurisdicción en provecho propio. En la abierta por los crímenes del franquismo a instancias del sindicato ultraderechista Manos Limpias y Falange Española la motivación es ideológica: lavar el honor de los responsables de aquellos crímenes, mancillado por el intento de Garzón de abrir una causa penal contra ellos, para así resolver el problema de las fosas. Ese trasfondo hace a esta causa especialmente lacerante para muchos españoles: transmite el mensaje de que el Tribunal Supremo de la democracia considera aceptable que los restos de las víctimas del franquismo que yacen todavía en esas fosas sigan desperdigados por los campos y cunetas de España. Y en la causa de las escuchas a abogados del caso Gürtel presuntamente implicados en la trama, es transparente que el objetivo es la impunidad de los delitos de corrupción.

     Las tres causas coinciden en los rasgos más importantes. Han sido abiertas a instancias de acusaciones particulares y populares y con la oposición del ministerio fiscal, defensor institucional de la legalidad. Las tres versan sobre asuntos que han tenido solución, tras la natural controversia jurídica, en el ámbito de la jurisdicción: dos de ellas, la causa por los crímenes del franquismo y el archivo de la querella contra Botín, en la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, y la de las escuchas, en el Tribunal Superior de Justicia de Madrid. Que vuelvan por la vía de la querella no deja de plantear sospechas de instrumentación de la justicia y de interferencia dolosa en la actividad jurisdiccional que el Tribunal Supremo debería impedir.

     La Sala Penal de la Audiencia Nacional consideró ajustado a derecho el archivo de la querella contra Botín. ¿Dónde está, entonces, la injusticia dolosa propia de la prevaricación? Que Garzón no se inhibiera no significa que prevaricara. Tampoco lo hizo el magistrado De la Rúa, por su amistad íntima con Camps, en la causa de los trajes y nadie se atrevió a acusarle de prevaricar. Incluso si el Supremo anulara la sentencia que absolvió a Camps sería aventurado acusarle de ese delito. Garzón cuenta con la ventaja de que el tribunal del que depende avaló su actuación.

 

 

II

 

Carta abierta a los obispos católicos de todo el mundo


     Estimados obispos,

     Joseph Ratzinger, ahora Benedicto XVI, y yo fuimos entre 1962 1965  los dos teólogos más jóvenes del concilio. Ahora, ambos somos los más ancianos y los únicos que siguen plenamente en activo. Yo siempre he entendido también mi labor teológica como un servicio a la Iglesia. Por eso, preocupado por esta nuestra Iglesia, sumida en la crisis de confianza más profunda desde la Reforma, os dirijo una carta abierta en el quinto aniversario del acceso al pontificado de Benedicto XVI. No tengo otra posibilidad de llegar a vosotros. 

     Aprecié mucho que el papa Benedicto, al poco de su elección, me invitara a mí, su crítico, a una conversación de cuatro horas, que discurrió amistosamente. En aquel momento, eso me hizo concebir la esperanza de que Joseph Ratzinger, mi antiguo colega en la Universidad de Tubinga, encontrara a pesar de todo el camino hacia una mayor renovación de la Iglesia y el entendimiento ecuménico en el espíritu del Concilio Vaticano II. 

     Mis esperanzas, y las de tantos católicos y católicas comprometidos, desgraciadamente, no se han cumplido, cosa que he hecho saber al papa Benedicto de diversas formas en nuestra correspondencia. Sin duda, ha cumplido concienzudamente sus cotidianas obligaciones papales y nos ha obsequiado con tres útiles encíclicas sobre la fe, la esperanza y el amor. Pero en lo tocante a los grandes desafíos de nuestro tiempo, su pontificado se presenta cada vez más como el de las oportunidades desperdiciadas, no como el de las ocasiones aprovechadas: 
  • Se ha desperdiciado la oportunidad de un entendimiento perdurable con los judíos: el Papa reintroduce la plegaria preconciliar en la que se pide por la iluminación de los judíos y readmite en la Iglesia a obispos cismáticos notoriamente antisemitas, impulsa la beatificación de Pío XII y sólo se toma en serio al judaísmo como raíz histórica del cristianismo, no como una comunidad de fe que perdura y que tiene un camino propio hacia la salvación. Los judíos de todo el mundo se han indignado con el predicador pontificio en la liturgia papal del Viernes Santo, en la que comparó las críticas al Papa con la persecución antisemita. 
  • Se ha desperdiciado la oportunidad de un diálogo en confianza con los musulmanes; es sintomático el discurso de Benedicto en Ratisbona, en el que, mal aconsejado, caricaturizó al islam como la religión de la violencia y la inhumanidad, atrayéndose así la duradera desconfianza de los musulmanes. 
  • Se ha desperdiciado la oportunidad de la reconciliación con los pueblos nativos colonizados de Latinoamérica: el Papa afirma con toda seriedad que estos “anhelaban” la religión de sus conquistadores europeos. 
  • Se ha desperdiciado la oportunidad de ayudar a los pueblos africanos en la lucha contra la superpoblación, aprobando los métodos anticonceptivos, y en la lucha contra el sida, admitiendo el uso de preservativos. 
  • Se ha desperdiciado la oportunidad de concluir la paz con las ciencias modernas: reconociendo inequívocamente la teoría de la evolución y aprobando de forma diferenciada nuevos ámbitos de investigación, como el de las células madre. 
  • Se ha desperdiciado la oportunidad de que también el Vaticano haga, finalmente, del espíritu del Concilio Vaticano II la brújula de la Iglesia católica, impulsando sus reformas
     Este último punto, estimados obispos, es especialmente grave. Una y otra vez, este Papa relativiza los textos conciliares y los interpreta de forma retrógrada contra el espíritu de los padres del concilio. Incluso se sitúa expresamente contra el concilio ecuménico, que según el derecho canónico representa la autoridad suprema de la Iglesia católica: 
  • Ha readmitido sin condiciones en la Iglesia a los obispos de la Hermandad Sacerdotal San Pío X, ordenados ilegalmente fuera de la Iglesia católica y que rechazan el concilio en aspectos centrales. 
  • Apoya con todos los medios la misa medieval tridentina y él mismo celebra ocasionalmente la eucaristía en latín y de espaldas a los fieles. 
  • No lleva a efecto el entendimiento con la Iglesia anglicana, firmado en documentos ecuménicos oficiales (ARCIC), sino que intenta atraer a la Iglesia católico-romana a sacerdotes anglicanos casados renunciando a aplicarles el voto de celibato. 
  • Ha reforzado los poderes eclesiales contrarios al concilio con el nombramiento de altos cargos anticonciliares (en la Secretaría de Estado y en la Congregación para la Liturgia, entre otros) y obispos reaccionarios en todo el mundo. 
     El Papa Benedicto XVI parece alejarse cada vez más de la gran mayoría del pueblo de la Iglesia, que de todas formas se ocupa cada vez menos de Roma y que, en el mejor de los casos, aún se identifica con su parroquia y sus obispos locales. 

     Sé que algunos de vosotros padecéis por el hecho de que el Papa se vea plenamente respaldado por la curia romana en su política anticonciliar. Esta intenta sofocar la crítica en el episcopado y en la Iglesia y desacreditar por todos los medios a los críticos. Con una renovada exhibición de pompa barroca y manifestaciones efectistas cara a los medios de comunicación, Roma trata de exhibir una Iglesia fuerte con un “representante de Cristo” absolutista, que reúne en su mano los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Sin embargo, la política de restauración de Benedicto ha fracasado. Todas sus apariciones públicas, viajes y documentos no son capaces de modificar en el sentido de la doctrina romana la postura de la mayoría de los católicos en cuestiones controvertidas, especialmente en materia de moral sexual. Ni siquiera los encuentros papales con la juventud, a los que asisten sobre todo agrupaciones conservadoras carismáticas, pueden frenar los abandonos de la Iglesia ni despertar más vocaciones sacerdotales. 

     Precisamente vosotros, como obispos, lo lamentaréis en lo más profundo: desde el concilio, decenas de miles de sacerdotes [en la traducción de EP dice obispos] han abandonado su vocación, sobre todo debido a la ley del celibato. La renovación sacerdotal, aunque también la de miembros de las órdenes, de hermanas y hermanos laicos, ha caído tanto cuantitativa como cualitativamente. La resignación y la frustración se extienden en el clero, precisamente entre los miembros más activos de la Iglesia. Muchos se sienten abandonados en sus necesidades y sufren por la Iglesia. Puede que ese sea el caso en muchas de vuestras diócesis: cada vez más iglesias, seminarios y parroquias vacíos. En algunos países, debido a la carencia de sacerdotes, se finge una reforma eclesial y las parroquias se refunden, a menudo en contra de su voluntad, constituyendo gigantescas “unidades pastorales” en las que los escasos sacerdotes están completamente desbordados. 

     Y ahora, a las muchas tendencias de crisis todavía se añaden escándalos que claman al cielo: sobre todo el abuso de miles de niños y jóvenes por clérigos -en Estados Unidos, Irlanda, Alemania y otros países- ligado todo ello a una crisis de liderazgo y confianza sin precedentes. No puede silenciarse que el sistema de ocultamiento puesto en vigor en todo el mundo ante los delitos sexuales de los clérigos fue dirigido por la Congregación para la Fe romana del cardenal Ratzinger (1981-2005), en la que ya bajo Juan Pablo II se recopilaron los casos bajo el más estricto secreto. Todavía el 18 de mayo de 2001, Ratzinger enviaba un escrito solemne sobre los delitos más graves (Epistula de delictis gravioribus) a todos los obispos. En ella, los casos de abusos se situaban bajo el secretum pontificium, cuya vulneración puede atraer severas penas canónicas. Con razón, pues, son muchos los que exigen al entonces prefecto y ahora Papa un mea culpa personal. Sin embargo, en Semana Santa ha perdido la ocasión de hacerlo. En vez de ello, el Domingo de Ramos movió al decano del colegio cardenalicio a levantar urbi et orbe testimonio de su inocencia. 

     Las consecuencias de todos estos escándalos para la reputación de la Iglesia católica son devastadoras. Esto es algo que también confirman ya dignatarios de alto rango. Innumerables curas y educadores de jóvenes sin tacha y sumamente comprometidos padecen bajo una sospecha general. Vosotros, estimados obispos, debéis plantearos la pregunta de cómo habrán de ser en el futuro las cosas en nuestra Iglesia y en vuestras diócesis. Sin embargo, no querría bosquejaros un programa de reforma; eso ya lo he hecho en repetidas ocasiones, antes y después del concilio. Sólo querría plantearos seis propuestas que, es mi convicción, serán respaldadas por millones de católicos que carecen de voz. 

1. No callar: en vista de tantas y tan graves irregularidades, el silencio os hace cómplices. Allí donde consideréis que determinadas leyes, disposiciones y medidas son contraproducentes, deberíais, por el contrario, expresarlo con la mayor franqueza. ¡No enviéis a Roma declaraciones de sumisión, sino demandas de reforma! 

2. Acometer reformas: en la Iglesia y en el episcopado son muchos los que se quejan de Roma, sin que ellos mismos hagan algo. Pero hoy, cuando en una diócesis o parroquia no se acude a misa, la labor pastoral es ineficaz, la apertura a las necesidades del mundo limitada, o la cooperación mínima, la culpa no puede descargarse sin más sobre Roma. Obispo, sacerdote o laico, todos y cada uno han de hacer algo para la renovación de la Iglesia en su ámbito vital, sea mayor o menor. Muchas grandes cosas en las parroquias y en la Iglesia entera se han puesto en marcha gracias a la iniciativa de individuos o de grupos pequeños. Como obispos, debéis apoyar y alentar tales iniciativas y atender, ahora mismo, las quejas justificadas de los fieles. 

3. Actuar colegiadamente: tras un vivo debate y contra la sostenida oposición de la curia, el concilio decretó la colegialidad del Papa y los obispos en el sentido de los Hechos de los Apóstoles, donde Pedro tampoco actuaba sin el colegio apostólico. Sin embargo, en la época posconciliar los papas y la curia han ignorado esta decisión central del concilio. Desde que el papa Pablo VI, ya a los dos años del concilio, publicara una encíclica para la defensa de la discutida ley del celibato, volvió a ejercerse la doctrina y la política papal al antiguo estilo, no colegiado. Incluso hasta en la liturgia se presenta el Papa como autócrata, frente al que los obispos, de los que gusta rodearse, aparecen como comparsas sin voz ni voto. Por tanto, no deberíais, estimados obispos, actuar solo como individuos, sino en comunidad con los demás obispos, con los sacerdotes y con el pueblo de la Iglesia, hombres y mujeres. 

4. La obediencia ilimitada sólo se debe a Dios: todos vosotros, en la solemne consagración episcopal, habéis prestado ante el Papa un voto de obediencia ilimitada. Pero sabéis igualmente que jamás se debe obediencia ilimitada a una autoridad humana, solo a Dios. Por tanto, vuestro voto no os impide decir la verdad sobre la actual crisis de la Iglesia, de vuestra diócesis y de vuestros países. ¡Siguiendo en todo el ejemplo del apóstol Pablo, que se enfrentó a Pedro y tuvo que “decirle en la cara que actuaba de forma condenable” (Gal 2, 11)! Una presión sobre las autoridades romanas en el espíritu de la hermandad cristiana puede ser legítima cuando estas no concuerden con el espíritu del Evangelio y su mensaje. La utilización del lenguaje vernáculo en la liturgia, la modificación de las disposiciones sobre los matrimonios mixtos, la afirmación de la tolerancia, la democracia, los derechos humanos, el entendimiento ecuménico y tantas otras cosas sólo se han alcanzado por la tenaz presión desde abajo. 

5. Aspirar a soluciones regionales: es frecuente que el Vaticano haga oídos sordos a demandas justificadas del episcopado, de los sacerdotes y de los laicos. Con tanta mayor razón se debe aspirar a conseguir de forma inteligente soluciones regionales. Un problema especialmente espinoso, como sabéis, es la ley del celibato, proveniente de la Edad Media y que se está cuestionando con razón en todo el mundo precisamente en el contexto de los escándalos por abusos sexuales. Una modificación en contra de la voluntad de Roma parece prácticamente imposible. Sin embargo, esto no nos condena a la pasividad: un sacerdote que tras madura reflexión piense en casarse no tiene que renunciar automáticamente a su estado si el obispo y la comunidad le apoyan. Algunas conferencias episcopales podrían proceder con una solución regional, aunque sería mejor aspirar a una solución para la Iglesia en su conjunto. Por tanto: 

6. Exigir un concilio: así como se requirió un concilio ecuménico para la realización de la reforma litúrgica, la libertad de religión, el ecumenismo y el diálogo interreligioso, lo mismo ocurre en cuanto a solucionar el problema de la reforma, que ha irrumpido ahora de forma dramática. El concilio reformista de Constanza en el siglo previo a la Reforma acordó la celebración de concilios cada cinco años, disposición que, sin embargo, burló la curia romana. Sin duda, esta hará ahora cuanto pueda para impedir un concilio del que debe temer una limitación de su poder. En todos vosotros está la responsabilidad de imponer un concilio o al menos un sínodo episcopal representativo. 

     La apelación que os dirijo en vista de esta Iglesia en crisis, estimados obispos, es que pongáis en la balanza la autoridad episcopal, revalorizada por el concilio. En esta situación de necesidad, los ojos del mundo están puestos en vosotros. Innúmeras personas han perdido la confianza en la Iglesia católica. Para recuperarla sólo valdrá abordar de forma franca y honrada los problemas y las reformas consecuentes. Os pido, con todo el respeto, que contribuyáis con lo que os corresponda, cuando sea posible en cooperación con el resto de los obispos; pero, si es necesario, también en solitario, con “valentía” apostólica (Hechos 4, 29-31). Dad a vuestros fieles signos de esperanza y aliento y a nuestra iglesia una perspectiva. 

     Os saluda, en la comunión de la fe cristiana, Hans Küng. 


[Traducción: Jesús Alborés Rey]

¿Qué culpa tiene el pobre Berto?



¡Se lo tiene merecido! suele ser una expresión con la que ratificamos que alguien reciba lo que, esperándolo o no, es la consecuencia lógica de sus acciones. Y “lógica” en este caso no alude a esa ciencia filosófica que se estudia en los primeros cursos, y que es como el principio del principio: “Logica est principium philosophiae” (Este axioma es original mío, no lo busquéis entre los clásicos). Llamamos también lógico, o mejor aún ¡lógico!, a lo que se veía venir, a lo que seguro que sucederá dados los antecedentes, al porrazo en las narices que se da quien se lanza por la pendiente abajo sin frenos y sin manos…

Ejemplos están surgiendo de todo esto en todas partes: en la política, en la economía, en lo deportivo, en la judicatura, en la Iglesia… Dicho finamente y con una frase ya inmortalizada: “De aquellos lodos, estos polvos”.

Y es que el asunto de ahora va de polvos.

Resulta que mi Moli, que es virgen y mártir, está en celo. “Alta”, como se dice por mi tierra. Además de ponerme todo rojo y grana, que tengo que ir detrás de ella con la fregona limpiando lo que ella mancha, tiene a Berto hecho un mar de lloros.

He tenido que separarlos. Ella arriba y él abajo. Y no por exhibir mi autoridad, sino por acceder a la voluntad de ella. No quiere, y no quiere.

Y aquí tengo al pobre Berto, gimiendo y aullando, todo lacrimoso y lastimero porque no consigue lo que su naturaleza le demanda. [Anoto aquí, que es de justicia, que Berto es cumplidor; fruto de su buena voluntad en hacer bien las cosas ahí están las dos camadas perrunas logradas en el último verano con 13 retoños que ahora alegran otros tantos lugares de esta vasta tierra nuestra. Gumi quizás sea el fruto más preciado y precioso.]

Que vengan ahora a decir que el instinto es básico, y que es lo primero de lo primero (me parece que me estoy repitiendo, que eso ya lo he dicho antes).

Así pues, Berto se tiene que aguantar, ¡qué remedio!, porque Moli es muy suya, que sí que lo es, y aunque con Berto se ha mostrado siempre muy cariñosa, en estas lides dice NO.

Berto no tiene la culpa de ser como es, pero Moli tampoco.

Y yo, que estoy en medio, tengo que aguantar noche y día esta situación.

Llego a una conclusión, no sé si sí o si no es lógica, pero evidente: Yo sí tengo merecido lo que me está sucediendo.

Y ya puestos, pongámoslo en plural: Tenemos bien merecido todo lo que se nos ha venido encima. A ver ahora cómo capeamos este temporal.

Se admiten sugerencias y propuestas.

Si le callan a Juan Masiá también, seguiremos perdiendo todos

     Voy a sincerarme. 

     Esto fue que el 12 de noviembre de 2008 conecté con el blog que Juan Masiá Clavel SJ tenía en Religión Digital (RD), donde se saboreaban gustosos artículos sobre moral, evangelio, sensibilidades religiosas y tozudeces ibéricas. Di cumplida cuenta aquí de mi hallazgo.

     El caso es que al contenido de los artículos, de muy buena factura ¡todo hay que decirlo!, solía acompañarle una cohorte de comentarios también en sintonía, que resultaba un conjunto acogedor y entrañable.

     A pesar de lo cual también ocurría que se metían por allá mesnadas frenéticas de insultadores y malencarados personajes que, además de emitir exabruptos, tuvieron el curioso detalle de enviar misivas acusatorias (vulgarmente, denuncias) a otros personajes, ajenos en principio al asunto que allí se trataba, que además de tener de sí mismos un muy alto concepto se creen con el deber y también el derecho de apacentar una grey de su propiedad y de cuidarla de ideas e ingenio que ellos nunca han sido ni serán capaces de parir. Tal es su manifiesta infecundidad y su obtusa capacidad.

     Tampoco contribuía el portal RD a hacer festivo el ambiente, permitiendo, o buscando intencionadamente, que eso está aún por aclarar, publicidad sustanciosa a base de pornografía zafia y denigrante sin avisar ni poner los límites que la ley considera imprescindibles.

     El caso es que huyendo de unos y de otros, una mano amiga propuso trasladar todo el conjunto a otro lugar. Y se eligió lacomunidad.elpaís.com, donde no sólo se evitaría la publicidad vergonzante, sino que también comentarios groseros.

     Para continuar manteniendo el buen ambiente y la cordialidad que se había generado entre un grupo de simpatizantes de “Vivir y pensar en la frontera”, y con el fin de identificarnos de alguna manera, abrimos cuenta allí y nos asignamos aviatar propio y personalizado.

     Aprovechando la tacada, yo abrí también un blog y, no teniendo nada especial que decir, lo convertí en un clon de este mismo pequeño mundo en el que escribo y donde me encuentro como en mi casa.

     Desde entonces fue posible mantener el aire de los blog de Masía, tanto en RD como en Elpaispuntocom, a salvo de atentados, pero no de otro tipo de acechanzas.

     Las denuncias han hecho su efecto, y alguna supuesta autoridad ha movido los hilos pertinentes para que a la voz de ordeno y mando Juan Masiá deje de publicar en España.

     Desconozco el entresijo del asunto, me refiero a personas y razones esgrimidas, por lo que no puedo añadir más sobre este asunto. Sólo sé que esta mañana me he desayunado con el adiós de Juan Masiá en sus dos blogs abiertos en nuestro país. «OS COMUNICO QUE POR RAZONES AJENAS A MI VOLUNTAD ME VEO OBLIGADO A DEJAR ESTE BLOG», han sido sus palabras en cada uno de ellos, para nada explicativas pero suficientemente significativas.     No por ello van a silenciar su voz. Ya se han abierto otros lugares por personas interpuestas donde estén disponibles sus escritos y reflexiones, no importa si los emite en origen en inglés, en japonés o en su murciano nativo. 

     A lo que voy; estoy muy disgustado tanto con RD como con Elpaispuntocom por su silencio ante este asunto y su falta de apoyo efectivo a esta persona que además de elevar considerablemente el nivel intelectual de sus portales, atraía un número considerable de visitantes. En vista de lo cual yo prometo y me comprometo a no volver a entrar en Religión Digital y a abandonar mi blog en Elpaiscomunidad. Así pues "El país de las maravillas", de mi propiedad al menos por ahora, queda congelado para los restos.

     En cuanto a la persona de Juan, para que nadie diga que exagero, sepan todos que tiene entrada propia en Wikipedia, que es una autoridad mundial en su especialidad, la Bioética, que en Japón donde vive está bien considerado, y que da gusto leerlo, porque además de saber, se explica.  Y, lo que en absoluto es menos importante: SE LE ENTIENDE. Y esto no lo pueden decir todos, y desde luego mucho menos los que le obligan a callar.

¡Eso es una injusticia!, por lo menos…


Estudié Literatura justo para saber que nunca podría ser escritor.

Estudié Matemáticas apenas para amasar las cuatro operaciones más simples, convencido de que no llegaría a mucho más.

Estudié Estadística, y me convencí que los números se pueden combinar como mejor le interesen a cualquiera.

Estudié Geografía, y descubrí que hay demasiados lugares como para que pueda visitarlos todos en una sola vida.

Estudié Santa Teología, y terminé callando, porque de eso el que hable es un temerario.

Estudié también Derecho, -Civil, Laboral, Empresarial, y hasta Canónico-; y ¿qué? Más que derecho es torcido, porque la norma se pliega y se retuerce como mejor resulte conveniente.

¿Justicia? ¿Qué es eso? ¡Ah, sí! ¡Ya, claro! Desde la más remota antigüedad hay una definición muy precisa sobre esa dichosa palabreja. ¡Y qué más…!

Desde muy pequeñito, (a mí no me tocó, porque si se me hubiera ocurrido gritarlo cuando algo se torcía, de un sopapo me la hacen tragar, que entonces se estilaba de esa manera), cualquier enano (dicho con todos los respetos) tiene a flor de labios “¡eso es una injusticia!”, cada vez que un mayor impone su voluntad sin más razones.

¡Qué injusticia!, decimos y dicen, cuando en lo laboral, en lo político, en lo social, en lo económico y en lo que sea, las cosas son como salidas de madre, forzando o seduciendo, ¡qué más da!, a cuanto y cuántos sean susceptibles de ser forzados o seducidos.

Y habremos de reconocer que esto se da en cantidades y calidades superlativas.

Pues resulta que ya es más que seguro que a don Baltasar Garzón, juez para más señas, le van a juzgar, después de haber él juzgado en demasía.

Como persona, no tengo opinión. Como juez, tampoco, que de eso ya digo que no entiendo.

Pero es que me resulta chocante este asunto desde que me enteré de cómo empezó la cosa y, sobre todo, cómo parece que va a acabar, si algún dios no lo remedia; porque ser humano parece que tampoco.

Hoy El País publica una editorial que tiene enjundia. Pero ya mucho se ha dicho, y muchos también se han quejado y dicen que van a seguir haciéndolo. Y unos a favor y otros en contra, resulta que “estas son lentejas…” y que sabes, “ahí está la puerta…”

No, no creo en la justicia. Es más, afirmo que no hay justicia, sino y apenas algún ramalazo de ella, como si fuera un pequeño lametazo para un goloso impenitente. A lo más que llega, y no en todos los lugares afortunadamente, es a matar a quien ha matado, como si de esta manera fuera a devolver la vida a quien le fue arrebatada. Porque, en la generalidad de los casos, con la cárcel o con sanciones económicas se castiga a quien actúa injustamente, pero no se satisface al injustamente tratado.

Alguien dice que en otra vida todo será redondo. ¡Átenme ustedes ese perro con una ristra de chorizos! “Qué tarde me lo fiáis”, habría que decirles.

Si a don Baltasar Garzón le van a juzgar, probarán que aquí todo quidam está bajo el amparo, ¿o es el peso?, de la ley. Pero ese principio no hace falta que nadie lo demuestre, a estas fechas en que vivimos. Lo que habría que demostrar es que los malos no pueden jugar con la ley para meter miedo a los buenos. Y eso es lo que falta. Precisamente eso es lo que, por ejemplo, vemos en las pelis yanquis, que los abogados hacer encaje de bolillos para llevarse la pasta y la sentencia. Ellos son los que quedan de buenos, poco importa si lo son o no lo son.

Lo que también tendría que hacer la ley es convencernos de que los “llamados a administrar” la pequeña porción de justicia que es posible en nuestras cosas no fueran sospechosos de formar parte de la trama de los malos. Y ya puestos, que fueran equidistantes, salomónicos, imparciales, indiscutibles, inviolables, incoercibles… Que de impolutos ya sabemos que nada de nada, que son tan humanos como cualquiera.

Ya digo, que a don Baltasar Garzón le van a ajusticiar, que tiene poco que ver, o nada, con hacer justicia. Sí, a pesar de ello, con el derecho que yo estudié, y que ya digo que no me sirvió de mucho, más bien de nada.

Pero quedará al fin bien claro que aquí todos estamos bajo el imperio de la ley. Que la ley se hace como se hace. Que las leyes las aplican quienes las aplican. Y ojito, que me pueden acusar de desacato, y entonces sí que estaré bien jodido.

Como lo estará don Baltasar Garzón, que, entre acusaciones e inhibiciones de amigos y enemigos (me parece que aquí el orden es justo al revés, pero qué importa ya), va a estar justamente solito, ante el peligro.

¿Veis? Es cierto lo que os decía al principio: no tengo ni idea de derecho. Pero, es una auténtica in-justicia



Sansón en El Norte de Castilla de 9/4/2010

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