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Prueba de fuerza


Puente de Isabel la Católica o del Cubo. Fecha de construcción: 1954-57

Esta expresión, a lo que yo he vivido, tanto vale para un roto como para un descosido. Porque en mi niñez fui testigo de la prueba de fuerza realizada cuando se construyó el puente de Isabel la Católica sobre el río Pisuerga. Entonces pasaron sobre la reciente construcción no sé cuántos camiones cargados con tierra hasta arribota, y el puente ni se hundió ni siquiera tembló, a pesar de constar de un solo arco. Desde mi casa, en la Plaza de Tenerías, lo veía de continuo.
Más tarde, en mi madurez, acompañé a mi papá a una prueba de fuerza tras un infarto de miocardio. No la superó, no porque estuviera flojillo, sino porque no sabía pedalear. ¡Vaya tontada! ¿Verdad? Pues así fue. Sobrevivió más de veinticinco años, e hizo una vida normal, salvo la pastillita diaria de adiro, de la cual conservo su último envase, que dejó a medias.
Esta mañana he realizado la prueba de fuerza de mis propias fuerzas. Y ha resultado totalmente satisfactoria. Tanto que Sola, Gumi y Berto han querido repetirla. Y han puesto tanto empeño y tanta fogosidad, que no me he podido negar.
Véase:
De momento suben y bajan. Lo primero porque ayudan; incluso Sola ha sacado fuerzas de gordura para auparse hasta lo más alto; Berto y Gumi, que ya tienen experiencia, poco faltó para me arrollaran; se ve que ninguno de ellos quiere quedarse en hospedería prestada. Lo segundo, bajar, ya costó un poco más; no había forma de hacerles entender que era sólo eso, una prueba de fuerzas de un servidor.
Ahora sólo resta por probar si el pequeño corsa aguanta tanta carga de animalidad, racional e irracional, y de su correspondiente impedimenta, hasta alcanzar el lugar aquel hacia donde nos lleve el viento…

El viento me ha traído de vuelta


Son las 08:00 y algo está a punto de ocurrir

África sigue en el sitio de siempre, aunque las nubes quieran ocultarla

Y nunca mejor dicho, porque desde Tarifa he volado para casa más rápido de lo que nunca conseguiría imaginar. Una intempestiva y más que de sobra anunciada borrasca procedente de las Azores hízome desmontar tienda y recoger cacharrería campamentil y embutirla junto con mis amiguitos en el corsa, y salir zumbando. Llovía a mares y el viento racheado amenazaba hundir por estribor al pequeño utilitario; pero salimos airosos del percance y arribamos a puerto seguro a tiempo de poder contarlo.
No obstante el atraque en la playa de Los Lances de Tarifa no pudo ser más placentero. Así amaneció el día siguiente, y eso que ya avisaron que nada de confianzas ingenuas, que aquel cielo y aquel mar no avisan cuando atacan.
El sol sale por donde debe, siempre por encima de las montañas

Venga o no a cuento, no sobra un indicador bien puesto

Es importante saber dónde está uno, no sea que alguien lo pregunte

No es desierto, es playa; según se mira hacia la izquierda

La misma playa, mirando hacia la derecha

Océano Atlántico, un poco más adelante

Océano Atlántico, mirando hacia el Mediterráneo

Dio la casualidad de que esa vaca parió aquella noche ese bebé choto; y le sacó de paseo

Pero esto ocurrió el penúltimo día. El primero empezó por otro lugar, de lo que daré cumplida cuenta en mensajes sucesivos. Y no será aquí, sino en el otro blog, En un lugar de Castilla…, donde suelo comentar mis viajes y experiencias por tierras que descubro o a las que vuelvo para recordar tiempos pasados.
Un poco de paciencia con este viajero penitente; necesita reposar lo vivido y ordenarlo siquiera un poco para exponerlo.

¡De repente, lo inesperado!


     El relato de viaje es un género literario en el cual el autor escribe acerca de uno de sus viajes, de las personas que en él ha encontrado o conocido, las emociones sentidas o aquello que ha visto o aprendido. Para ser considerado literatura, el relato debe tener una narrativa coherente y estructurada. No debe ser una simple colección de fechas, horas y sucesos, como podría ser un diario de viaje o una bitácora de navegación. Puede además contar aventuras, exploraciones, experiencias o conquistas que el narrador haya visto o protagonizado personalmente.

     La literatura se ha enriquecido permanentemente a lo largo de los tiempos mediante el aporte de la narrativa de viaje. Existen muchos ejemplos que ilustran lo anterior. Entre ellos podemos citar a escritores como Joseph Conrad, Herman Melville, David Livingstone, F.W. Up De Graff, Alí Bey, Thomas Edward Lawrence, Julio Verne, Santiago Rusiñol, Ernest Hemingway, Gabriel Pernau, Paul Theroux, Alberto Moravia, André Gide, James Cook, Robert Kaplan, Alexandra David-Néel, Javier Reverte, etcétera.

     Las condiciones desde luego han cambiado radicalmente, si consideramos las circunstancias en que, por ejemplo, viajó Marco Polo desde lo que hoy en día es Italia hacia el oriente. Sus desplazamientos fueron lentos y duraron un buen número de años. Esto sería impensable en la época actual. Los constantes avances de la tecnología se encargan de ello, los medios de transporte son cada vez más rápidos y eficientes, además que la información nos llega en tiempo real, pero la esencia del viajero escritor es básicamente la misma de antes: contar aquello que la vista y sensibilidad humana captan al visitar un lugar diferente a aquel en que generalmente transcurren nuestras vidas. Hacerlo normalmente enriquece a la persona involucrada en varios ámbitos: humano, social, cognitivo, etcétera. El viajero habitualmente sufre una metamorfosis lenta e imperceptible, pero segura y profunda, hasta que la personalidad se vuelve más abierta, tolerante, reflexiva, positiva, observadora, desprejuiciada, etcétera.

     En definitiva, bien se puede decir, si lo analizamos concienzudamente, que el tema del viaje es un tópico reiterado en la literatura universal. La evocación de la travesía vista, vivida y posteriormente plasmada en algún tipo de escrito o narración, va a seguir acompañando la oferta literaria por mucho tiempo más. Una muestra de ello son los numerosos libros de viaje que se editan en la actualidad, de los que muchos son elaborados por verdaderos profesionales del arte de viajar, y que ofrecen un amplio abanico de posibilidades para los que quieren conocer el mundo.

     [Tomado de Wikipedia]





     En efecto, los viajes de ahora no son como los de antes. Relatarlos, pues, en esta hora nuestra requiere otro discurso. ¿Discurso? Más bien sólo "dis", que el "curso" ya es demasiado decir. Con las facilidades que actualmente tenemos para ponernos en movimiento, los preparativos se han reducido sustancialmente. Avisar que salimos de viaje y ponernos en camino no tiene comparanza con otras épocas en que el avituallamiento y el estudio de la ruta requería días y hasta meses,  con la consiguiente despedida de familiares, amigos y allegados, incluso con rogativas y novenarios por la buena suerte en alcanzar la meta viajera. Se dio también el caso de quien redactó testamento, por si las moscas.

    En la actualidad todo es tan rápido, que en seis segundos el viaje puede darse por concluido.



     Nada que ver, por supuesto, este episodio tan local y concreto, con los terremotos de Haití o de Chile, ni por la duración, ni por la extensión, ni por las consecuencias. Pero al menos puede darnos una idea, sin conseguimos extrapolar los términos.

     Presumo que la DGT no tenga nada previsto para estos casos. Pero no sería la única; tampoco la ONU, la NASA y mucho menos el Vaticano te ponen en alerta para estas situaciones.


     «Si bebesss no conduscasss», que decía Stevie Wonder.

Posibilidades que ofrece un Blog (IV)

Cuando dices que una cosa ofrece posibilidades,  además de expresar que ese objeto tiene valor por lo que a simple vista aparenta, estás queriendo aludir a algunas concretas acciones que pueden ser llevadas a cabo con él.

En el caso más simple, lo usual es referirse a una concreta, la que tememos o ansiamos. Por ejemplo: ¿Tengo posibilidades de estar embarazado si mantuve anoche relaciones sexuales y no tomé precauciones? La respuesta es obvia; pero como ejemplo podría valer si estuviera expresado en otro género.

Vamos a por otro: ¿si se me ocurriera ir por lana, podría volver trasquilado? Aquí se admiten varias posibilidades, como todo el personal puede comprender.

Pero si digo: Si salgo solo de casa por la noche, ¿qué posibilidades tengo de que me contraten para un puesto de directivo en una empresa pionera en el mercado de abastos? El abanico de posibles respuestas se abre tanto cuantos síes condicionales se nos ocurra poner.

Es el caso que un blog tiene posibilidades, vaya si las tiene. Pero a uno, limitado y finito, no se le ocurren sino un pequeño número de utilidades, la mayoría de las cuales no salen de su imaginación, sino de la experiencia concreta, de lo cotidiano, de lo que ocupa su existencia más que estrecha, escuchimizada.

Pero si dejáramos libre a la imaginación, ah, entonces la cosa cambiaría y entraríamos en un campo aún no explorado.

Sin embargo, lo mejor de lo mejor es que te echen una manita, que alguien desde la concha te sople o directamente salga desde detrás de las bambalinas y vaya llenando el escenario en la que tú balbuceas un texto aún por determinar.

Metido ingenua y temerariamente a analista de blogs (nótese este ablativo absoluto tan finamente construido por quien no sabe ni latín), me encuentro con que Fuensanta M. Clares, -de Murcia, nada que ver con Fuencisla, de Segovia-, sitúa en medio de la escena una maravilla: resulta que un blog también sirve para viajar, para soñar, para visitar, incluso para volver al pasado y recorrer la historia.

Si tenéis algo de tiempo, entrad aquí y disfrutad con este recorrido, virtual sí, pero tan real que estaréis tentados de preguntar a cualquiera por el restaurante más cercano para almorzar a la salida, de temer pisar en el resbaladizo empedrado, de haceros con uno de tantos ciriales (Fernando Manero avisa), o de curiosear lo que hay allá tras de aquella puerta tan cerrada.

Y, aunque a la salida todo siga igual, la muchacha del bolso negro siga con él, dando el mismo paso, y el caballero del niqui burdeos siga dándoos la espalda, habréis pasado un buen rato, os lo aseguro.




Y este otro lugar también merece un rato que tengáis disponible:

Ángeles sí, que no demonios

Toda la semana estuvo la montaña soltando babas, como si fuera la espuma, el verrón que sale del puchero cuando hierve el buen cocido en la lumbre.
Estábamos acampados en Zuriza. Habíamos hecho varias cosas, incluida la mesa (Mesa de los Tres Reyes, esto para lo no iniciados. Hiru Erregen Mahaia para los vascos. Table des Trois Rois, su nombre en bearnes. Oye tú, el resto lo miras en Internet).

Pero amaneció claro, clarísimo. De un sol, vamos como para ir a los toros. Y la línea de la vecina Francia limpia a más no poder.
¡Este es el día! Vamos a por él. Él era el D´Anie. Un pico solo, aislado, hermoso, desafiante, fácil, muy fácil. Sólo tiene una puñeta: está rodeado de desierto de roca y hielo.

Muy de mañana, primero en coche, hasta la Piedra de San Martín. Luego, zapatilla, digo mejor, bota. Sin problemas. A la hora de la hora, arriba. Nos sentamos, disfrutamos, miramos, descansamos. ¿A comer? A comer. Los profesionales de la montaña no hacen tal, llegan, se paran, sólo un rato, y se bajan. Yo (nosotros) soy (somos) novato (novatos). De los de fardel, sentarse, abrir, comer, fumar y, luego, mucho luego después, volver bajando.
En mi ignorancia sentí extrañeza de que ese día no hubiera nadie arriba de los que yo vi subiendo. Ostras, qué pasará, ¿se irán porque tienen fiesta?
Y empezamos a bajar, despacio, con calma, disfrutando, pie pie, pie pie, como siempre, vamos.
Pero a media bajada llegó la muy puñetera: la niebla. Ni avisó, cayó. Vamos, como una piedra. No hay problema, hay señales, que los franceses son muy precavidos y tal. Pero ¡ya! No se veía ni torta más allá de las narices.
Oye, ¿por dónde? Qui lo , por acá. Pero . Nos paramos, dudamos, titubeamos… Y entonces la perrilla, vamos la Moli movió con gracia su rabo, ladró como ella solo sabe, trotó a mi alrededor y se puso por delante. Con ella de guía sorteamos las dolinas (huecos de gigante abiertos en la montaña donde la nieve anida y hasta se hace hielo) y encontramos el sendero. Un cruce. Piedra de San Martín al frente, Pierre du Saint Martain, a derecha, y Piedra, ya sabes de quién, a la izquierda. Otra vez, ostras.
Cogimos una, ya ni me acuerdo cuál. Otro cruce, e igual. O sea, lo mismo. La Moli tiraba adelante, pues a seguirla. Al final, una choza. Risas, parloteo en arameo, hay gente, llama. Y llamé. Y abrieron, y te juro que no hubo manera de entendernos. Ni francés, ni vasco (que algo me suena) ni por supuesto castellano. Por gestos, a saltos, haciendo muecas…, total que se enteraron por fin de que no sabíamos dónde estábamos. Una moza sanota, con la cara arrebolada por el anís que se estaban mamando dentro, cogió una furgoneta, nos metió como si fuésemos cabras, y nos dejó, después de recorrer una pista que dejó mis huesos golpeados, en una plaza asfaltada. Nos mandó bajar, todo esto a gruñidos ininteligibles, cerró la puerta, dio media vuelta y marchó.
Nos quedamos en la nada, asfaltada, pero nada. Pues a andar. Y anduvimos, y descubrimos unas sombras muy altas, que no eran rocas, no, que eran edificios.
¡Zas! Ésta nos ha dejado en la estación, de La Piedra de San Martín, por supuesto. Una familia de turistas no nos entiende, otro que va suelto tampoco, y yo venga decir carretera, route, coche, voiture, puerto, port, nada, ni pamplona.
¿Son ustedes de Valencia? dice una voz alto y claro en perfecto castellano. No, de Valladolid. Ah claro, que también Valladolid empieza por uve. No se preocupe, que ya he visto su R-6 solo allá arriba. Y nos coge a todos, Moli incluida, y nos lleva en su todo terreno hasta lo alto del puerto, (de La Piedra de San Martín qué te habías creído), justo junto al coche (R-6, por supuesto).
El tal pavo era un francés que tenía alquilado en lo alto del puerto (ya no lo repito que puede sonar a pitorreo, y seguro que te sabes de qué puerto hablo) una choza a los ganaderos. Pasa allí temporadas, aislado, solitario no, sí meditando (supongo que de lo divino y lo humano). Aquella mañana, o tarde, o lo que ya qué sé yo qué era, vio nuestro coche solitario en medio de la niebla y sospechó lo que pasaba. Así que se puso en movimiento y nos encontró. Porque bajó a la estación de esquí, -de La Piedra de San Martín, qué te creías- no a comprar no, no a tomarse una copa que tampoco, bajó sólo sólo para buscarnos.

Luego van y dicen, oye los ángeles, eso es magia, eso es fantasía, eso es un comecocos, vamos ni que estuviéramos en la era de las alucinaciones. Que no, que no hay ángeles.

Pues bueno. Tal vez no los haya, pero a mí al menos aquel día (y otros muchos que os contaré) me salieron al camino tres ángeles: La Moli, la muchacha gabacha y el también gabacho del todo terreno.

Hoy, esta mañana, la Moli se ha largado antes del paseo pinariego tras un gato (el jodido duerme en el patio, y estaba la pobre inquieta, que ya me di cuenta). Abrí la puerta y salió como loca. Dimos el paseo sólo con Pancho, que es un bendito. Volvimos a casa y nada. Me fui al centro de papeleos, voy al Tanatorio a achuchar a Chuchi que se le ha muerto su madre. Salgo del Tanatorio, hosti, empieza a llover. Pobre Moli, como una sopa. Ni baño ni leches, me voy para casa. Llego calado, que del tanatorio a mi casa hay que atravesar toda la ciudad, y lloviendo poco pero lloviendo, lo dicho, mojado hasta el calzoncillo. Y llego y ahí está la tunanta.
Abro la puerta, entra, la doy una galleta, la seco con su toalla, se tumba en el sofá y yo la tapo.

¿Qué iba a hacer? Es la Moli, uno de mis ángeles más preciados.

Fui a Granada. Volveré a Granada.

Este verano nos habíamos propuesto alterar la manera de disfrutar las vacaciones. Por supuesto preferimos la montaña a cualquier otra alternativa, pero dado que hace años que no hemos podido salir, estar de marcha durante veinte días seguidos nos parecía algo expuesto. De modo y manera que nos organizamos tres salidas distintas, ajustadas a la disponibilidad de nuestro tiempo: salir en domingo, al mediodía, y volver el sábado siguiente por la tarde. Así pues, seleccionamos Pirineos, Rías Bajas y La Alhambra.
A Pirineos en la primera semana de agosto, Rías Bajas en la última también de agosto y La Alhambra en septiembre, la semana después de las fiestas de la ciudad.
Y nos ha salido.

Ni que decir que en Pirineos disfrutamos y nos supo a poco. El Valle de Benasque, al que no volvíamos desde hace 7 años, es demasiado para tan poco tiempo. Pero mereció la pena volver a recorrer algunas zonas.

De Galicia, tomando como base Santiago, recorrimos las Rías Bajas y las Altas, saltándonos La Coruña y El Ferrol. De punta a punta, de La Guardia a Ribadeo, con dos pequeñas incursiones al interior: Tuy, para ver el casco histórico, y Lugo, para visitar su muralla. Bonita excursión.
Especialmente emotiva resultó la misa de los peregrinos, a las 12 en la catedral, repleta de gentes de todo el mundo, con ropa de caminantes y rostros cansados.

Por último la excursión a La Alhambra se transformó en un recorrido por parte de la provincia de Granada.


El camping Sierra Nevada, en la misma capital, fue la base que nos permitió subir a Sierra Morena, conocer La Alpujarra, descubrir Guadix y las casas-cueva, acercarnos a Gorafe para ver sus enterramientos del neolítico, para terminar contemplando la fortaleza palacio de La Calahorra.

El motivo principal era La Alhambra y a ella dedicamos toda la mañana del miércoles, de 8:30 a 14:00, que se dice bien; y por la nula información, que ésa es otra, que suministra el Patronato a sus visitantes, no pudimos hacer completo el recorrido por excedernos de tiempo.



Que digo yo que si no habrá peor manera de organizar institucionalmente una visita a un monumento universal.
Tienes que sacar la entrada con un mes de antelación o exponerte a ir a Granada y no encontrarla en taquilla.
Entras por el acceso que te indican y tienes que ir a toda leche al palacio real, distante 800 metros, porque en la entrada tienes esa hora y no otra. El recorrido es sinuoso, complicado y escasamente informado; hay puertas en las que el control no te permite volver para atrás (cosa muy normal cuando vas a tu aire disfrutando de detalles y comparando cosas) y hay puertas que te permiten volver una sola vez, justo para la alcazaba y el palacio de Carlos V. Pero este palacio incluye además el museo de bellas artes y el museo de la alhambra. Así que si te despistas de alguna de ellas, ya no la ves.



Hay cantidad de partes no visitables. Unas porque están en reparación; otras porque están muy delicadas; y otras sencillamente porque no les da la gana.
En resumen: cinco horas y media de visita, levantarnos a las 6 de la mañana para acceder al aparcamiento y encontrar sitio con sombra, contemplar lo que nos fue permitido y al final no poder entrar en el palacio del Jeneralife porque habían pasado 10 minutos después de las 14:00 horas, nos cabreó sobremanera.
Un consejo para navegantes: Si vas a visitar La Alhambra, saca con tiempo una entrada a primera hora (la tarde sólo son cuatro horas, mientras que la mañana son cinco y media) y organízate muy bien. Te controlan en el palacio real, pero también en el palacio del Jeneralife; así que primero visita estos dos sitios y el resto del tiempo dedícalo a lo demás.


Dedicamos una mañana a visitar la zona antigua de la ciudad, de la plaza nueva hacia la Alhambra y el carmen de los mártires; y una tarde/noche para visitar el Albaycin y contemplar desde el mirador de San Cristóbal la ciudad entera.

Un paseo sosegado por las estrechas calles y entre casas andaluzas y cármenes de todo tipo. Mereció la pena.


Subir a Sierra Morena por una carretera general no tiene mérito, pero no está mal. El Veleta a tiro de piedra, 3 horas de marcha, está al alcance de cualquiera.


La Alpujarra es visita obligada. Por lo menos el valle de Poqueira y acercarnos a Trevélez.



Conocer el Marquesado, Guadix y Gorafe era elemental.

Saber que Granada no es sólo la Alhambra ha sido todo un descubrimiento. Tratar a las gentes, amables, acogedoras y muy amantes de lo suyo, ha sido toda una experiencia.


Este cartel es un ejemplo de cómo se cuidan ahora las cosas y cómo te guían y te explican los parajes de visitas.

Y como dice Miguel Ríos, volver a Granada (aunque el tren vaya despacio) con autovías y autopistas por todos los lados se convierte en necesidad muy fácil de satisfacer.

……………………………

Este blog que empezó por casualidad y curiosidad, pasó a ser un diario al uso y ahora se ha transformado en un mal libro de viajes, pero ¡qué le vamos a hacer!
El complemento a todo esto está en http://mavs-enunlugardecastilla.blogspot.com/

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