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¡Esta me faltaba!




La he buscado como un loco durante mucho tiempo, pero en casa no la he encontrado. Tal vez, mi hermano que en esto es un auténtico lince, más bien urraca, la pispó y la tiene en su fototeca particular. Aprovechando que me han entregado el recuerdo, –un juego de descorchador y tapón para botellas–, y el dvd del desarrollo de la jornada del 50º aniversario de la promoción 1964 del colegio… dejadme que respiro. Aprovechando, digo, la ocasión, he solicitado esta foto y acabo de recibirla. No pierdo ni un segundo en exponerla.
Somos los de la primera comunión del año 55 en el Colegio de Lourdes de Valladolid. Mi persona ocupa esta vez un lugar en las alturas, allá arriba a la derecha, y visto un traje de simple marinero, o marinero raso, que heredé de mi hermano que a buen seguro fue quien lo estrenó.
Adornaban mi garganta, a ambos lados, unas formidables amígdalas inflamadas que, gracias a la lejanía respecto del objetivo, no se aprecian. Sí están manifiestas en la foto de estudio, mucho más cercana y, por lo tanto, menos discreta. Ahora no la pongo para no asustar.
No recuerdo que hubiera señoritas, pero las hubo a juzgar por la imagen. Supongo que serían hermanas o primas de algún escolar, porque en mi cole, por entonces, los niños con los niños, y las niñas no.
De entonces guardo yo pocos recuerdos, pero todos agradables. Y doy gracias a los hijos de San Juan Bautista de la Salle que saliera de sus manos virginal y simple, como una raya. Nada que ver con lo que ha salido, está saliendo y seguirá, desgraciadamente, aflorando por este patio nuestro de vecindad, con noticias tan “poco edificantes” y sumamente escandalosas.

De celebración



Se trataba de reunirnos quienes fuimos colegiales en el lejano 1964, año en que precisamente dejamos de serlo para empezar otros proyectos.
Hace seis años intentamos un a modo de festejo, inventándonos el 44º aniversario. Pero ha sido ahora, en el 50º, cuando lo hemos hecho como dios manda.
Sólo asistí a la primera parte, la más oficial por decirlo de alguna manera: Saludo del director del Colegio, Eucaristía y Concierto a cargo de la Coral Valparaíso.
A partir de ahí, sin mi presencia, el colectivo de exalumnos y las parejas acompañantes procedieron a pasar el resto de la jornada rememorando viejas historias, contemplando con derecho al toque libros y utensilios pasados de época, riendo con las fotos en blanco y negro, y comiendo en amigable camaradería. No creo que al final se animaran a echar un partidillo, porque con la tripa llena eso sienta fatal.
De modo que tal vez dieran un paseo suavecito por el colegio, aunque ya no se parece casi nada. El jardín de junto al río, ocupado por una mega construcción deportiva, sólo conserva la gruta de la Virgen y poco más, o sea que si decidieron pasearlo no tuvieron que esforzarse.
Un día tranquilo, algunas emociones, –una contenidas y otras dejadas al albur–, y ahora en pensar si podremos algún día volvernos a juntar para decir que han pasado… ¡tantos años!
De lo que participé doy fe. El director estuvo cariñoso y acogedor, la Eucaristía fue participada con la ayuda inestimable de la Coral Valparaíso, y del concierto posterior aquí hay algo a modo de cata:


Una consideración final: Ante esa fachada coronada por la estatua de la Virgen de Lourdes, y con sola la bandera central porque entonces no había más, comenzábamos a diario la jornada escolar entonando briosos himnos. En esa capilla apenas remozada, sonaban también cantos piadosos al compás del órgano que manejaba con estilo el hermano Jorge.
Nosotros, en esta celebración, sólo cantamos al final de la Eucaristía el Salve Regina, en latín por supuesto. Ya no estamos para hacer gorgoritos.

Relevo

Pero ¿no te habían puesto compañía? Es Tomás, mi profe de primaria, que esta tarde vino a verme. Es curioso cómo en la infancia parecíamos tan distantes en edad, dignidad y gobierno, y cómo ahora en la ancianidad parecemos tan cercanos. Va a ser cierto que al final los ríos se aproximan, no importan dónde nazcan.
Tomás de cuerpo entero. Ángel, tapado por una mano inoportuna. Año 2008
Traía el programa de actos para el 50º aniversario de mi promoción colegial. Y lo dejó. También venía con la lista de los pueblos de España. Aquella rimada que nos aprendímos de memoria y que aún recitamos en trío él, Ángel y yo:
Úbeda, Martos, JAÉN,        LEÓN, Murias, Ponferrada,      VALLADOLID, Peñafiel,
Baeza, Cazorla, Andújar,     Sahagún, Astorga, Mansilla,     Valoria, Olmedo, Medina,
Huelma, Linares, Bailén,     Valencia, Bañeza y Riaño,         Rioseco, Nava del Rey,
La Carolina y Porcuna.        Villafranca y La Vecilla.            Villalón y Tordesillas.
Fue una visita interesada. Se llevaron mi Astete y el cancionero. ¡Con vuelta, eh! Quieren hacer una muestra de nuestras cosas de entonces, libros, plumieres, carteras, en fin, lo que usábamos y ahora son reliquias…

Coincidimos precisamente hoy, que hacíamos honor a Camino. Arropados por la elección de Matías, –“Echaron suertes, le tocó a Matías, y lo asociaron a los once apóstoles” (Hech 1, 26)–, asumimos que nos toca tomar el testigo y mantenerlo, a pesar de encontrarnos del otro lado de la raya. Ángel decide continuar, a mí no me queda otra y Tomás sigue siendo necesario.
Camino, tú ya estás jubilosamente jubilada. Pero no consigo imaginarte mano sobre mano. Algo andarás maquinando.

Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!…
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero
a lo largo del sendero...
-la tarde cayendo está-.

En el corazón tenía
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día:
ya no siento el corazón
.

Y todo el campo un momento
se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.

La tarde más se oscurece;
y el camino que serpea
y débilmente blanquea
se enturbia y desaparece.

Mi cantar vuelve a plañir:
Aguda espina dorada,
quién te pudiera sentir
en el corazón clavada.

Antonio Machado. Yo voy soñando caminos

Carpe diem


No puedo por menos de colgar la foto. Es el membrillo, que rebosa de flores. De momento es lo que hay, y disfrutarlo. Si allá en octubre resulta que queda en mucho menos o en nada como en 2013, pelillos a la mar. Ahora toca ver y oler. Y es lo que hago.
Como haré dentro de muy poco cuando los lilares, las cuatro variedades, revienten a través de las fragrantes y menudas florecillas.
Va a ser una Pascua florida de verdad la de este año. Y aromatizada.
De un tiempo a esta parte tengo la ligera impresión que pienso mucho menos en el futuro, y me detengo sin prisas en el presente. Dura muy poco, la verdad. En cuanto lo tengo, creo que agarrado, percibo que se me fue. ¡Es que es de resbaladizo!
Ayer noche terminé muy tarde. Aún así me fui con la mochila siquiera a dar unas cuantas brazadas. Cuarto de hora solamente, grité a la socorrista. Anda, anda, nada y sé feliz, me contestó la alegre moza. Conseguí robar al reloj veinte minutos, y no me echaron. No querían hacerlo, y en mi honor, yo solo en la enorme piscina, iluminaron el recinto y me cuidaron con paciencia.
Claro, era su obligación, puede pensar alguien. Sí, y un detalle cariñoso, añado yo.
Hace calor esta noche. Si no lo estropea el nublado que se anuncia, hoy será un buen día. Tal vez vuelva a encontrarme con Héctor y sus tres vástagos camino del colegio. Mira tú si irían contentos que Adrián ni me miró. Noa y Leo sí, y sonrieron. No me extraña, es que es tan bonito su cole… que no lo parece.

Rebuscando en el baúl de los recuerdos


He tardado en responder porque no es fácil hurgar en papeles y fotos para descubrir, que no sólo recordar, cómo fue mi infancia. Me pidieron que mostrara cómo era de pequeño y cómo soy ahora. ¿Cómo responder a esto?
Por supuesto que sólo se trata de ponerme en foto. Pero ya que ha de ser, por qué no ir un poco más allá. Y es lo que he tratado.
A quien me lo ha pedido le he hecho una sugerencia, a primera vista vanal: que mirara los apéndices auriculares de esta foto de familia colegial de la tercera clase elemental A del colegio de lourdes del año 1957. No se salva ni uno; el único que las tiene moderadas es el religioso “babero” que nos acompaña. Tiene que ser que dada nuestra condición de niños necesitábamos entonces unas orejas muy grandes, porque eran muchas, muchísimas las cosas que debían entrarnos mediante la palabra escuchada, susurrada, incluso gritada. De todo hubo, sí señores, para dar y tomar. Aquellos 45 pares de orejas de soplillo habrán oído demasiado a lo largo de su vida.
Pertenezco a la época en que la palabra dominaba sobre la imagen. Tal vez por eso, precisamente, mis ojos aparecen empequeñecidos.
De todas maneras las frentes eran todas amplias, bueno casi todas. La mía en especial.
 Ahora sigo teniendo una frente respetable que mi pelo disimula discretamente. Tampoco hay por qué andar molestando a los que lo han perdido del todo por buscarse la vida, o porque su naturaleza es de esa condición. Sin embargo ni mis cejas se bajan, ni mis párpados se abuardillan; así miro yo en la actualidad, con los ojos bien abiertos.
El secreto es que ahora llevo lentes entintados, que en cuanto les toca la luz solar, se oscurecen. Así voy protegido.

Volviendo al principio


Me obligan a recordar por qué inicié este blog hace casi seis años, y lo hacen repitiendo la jugada. Ahora se trata de celebrar el 50º aniversario de la salida del colegio. No me pregunté la razón de cuantificar entonces el motivo en cuarenta y cuatro, tampoco lo hago ahora que es cifra más redonda. En todo caso no es exacta en ambos casos, puesto que yo dejé aquel colegio mucho antes, exactamente en primero de bachillerato, o sea hace cincuenta y seis abriles. Y digo abriles, como podía decir junios o febreros.
No estoy porque tampoco estuve
Como la primera vez, en esta segunda vuelvo a ser el invitado que no puede excusarse. Empieza la convocatoria con una Eucaristía, y soy el único. Así que sobre este particular nada más que añadir.
El resto me temo que vuelva a ser más de lo mismo. O sea, repe. Y entonces no me petó. ¿Será ahora de otra forma?
Aprovecho que tengo tiempo por delante para pensarme las cosas, mucho más que hace seis años. Y no, no espero nada de Internet, ya lo dije entonces y lo repito ahora.
De quien sí espero noticias es de los organizadores. Voy a estar en vela por si se les ocurre aparecer.

El boletín



“Clases de treinta o treinta y cinco alumnos, en las cuales el profesor diariamente "tomaba" la lección, siendo los contenidos del catecismo o la "Doctrina" la única que tenía que ser preguntada al pie de la letra. Y para asegurar éstos se celebraban anualmente tres certámenes de la Doctrina. Las notas que cada alumno obtenía semanalmente eran reflejadas en el Boletín semanal que era remitido a las familias…”, acabo de leer en una página titulada “Aquellos alumnos en color sepia” que mi antiguo colegio de Lourdes mantiene en su web oficial, http://www.colegiolourdes.es. Y, cosa muy propia en mí, enseguida he empezado a recordar…
Aquel día de la semana era para mí terrorífico. Entraba el hermano director en el aula con una caja de regaliz en la mano, se sentaba y empezaba a nombrar por orden de excelencia, desde el primer alumno hasta el último. Íbamos situándonos en fila alrededor del recinto hasta concluir. Entre medias, parabienes o rapapolvos, según tocara. A mí siempre de éstos, porque mi posición solía estar de la mitad para atrás, más bien hacia la cola.
En casa siempre, semana tras semana, me tocaba suplicar la firma de mi padre, mi madre se ausentaba en este asunto, sin la cual no era posible devolver el dichoso boletín. Y había que hacerlo, vellis nollis. Así que durante mi infancia colegial cada semana había un día de suplicio notaril.
Dicho boletín, forrado en papel azul, reflejaba las notas de todas y cada una de las asignaturas del curso, divididas en partes. La más noble, en la parte de arriba, incluía asuntos tales como Doctrina Cristiana, Urbanidad, Conducta. En una segunda, Matemáticas, Gramática… Y creo recordar que había una tercera en la que estaría la Gimnasia. Así que la suma de todo ello daba la nota final de la semana y el orden en el que me tocaba a mí y al resto de compañeros situarnos en la cola detrás del primero. Este solía ser, con una regularidad pasmosa, Laso, José Francisco Álvarez Laso. Siempre él. O casi siempre.
Es verdad que la doctrina cristiana que ocupaba la parte más de arriba era cuidada y atendida en mi colegio. No en vano los hermanos de las escuelas cristianas también eran conocidos como hermanos de la doctrina cristiana. Sin embargo, las otras dos, urbanidad y conducta, no lo eran tanto, aunque se considerasen. Daban incluso hasta diploma al final de curso, que íbamos a recibir todos juntos al teatro Calderón. Poseo dos al mérito (sic).
Lo fuerte, sin embargo, del asunto estaba en la parte de en medio. Ahí había que sudar la camiseta y estudiar de lo lindo. Y en esto es precisamente en lo que yo flojeaba, en tanto que en lo de arriba siempre salí airoso. Muy aplicado en doctrina, bien educado y con buen comportamiento. Si mi nota media de aquella época reflejara a mi persona, no habría podido continuar estudiando. Por incapaz. Pero seguí a pesar de todo, y lo hice con soltura y en algunos lugares hasta con sobresaliente.
El boletín de las notas semanales debe estar por casa, en cualquier rincón lleno de polvo y telarañas. Mis recuerdos los tengo bien presentes. Y también las discusiones sobre una asignatura considerada por la gran mayoría como “una maría” que había que cursar, pero que nadie impartía y nadie preparaba. Sólo figuraba.
Pasó el tiempo y ya de profesor me avisan de que hay una reunión para docentes de la asignatura de religión. Preside el obispo. Allí están muchos compañeros y compañeras, curas y no curas, y tras el acto protocolario y el planteamiento de la cuestión, levanto la mano, me conceden la palabra, y empiezo una disertación improvisada –pero profunda y largamente reflexionada– sobre el por qué esa materia no debería constituir parte integrante en el diseño curricular en un centro de enseñanza, sino algo a impartir en la familia, la parroquia o similares. Rápidamente me retiran la palabra, y casi hasta me mandan a la calle. Me callé, pues, y aguanté unos minutos más en aquella reunión. Terminé marchándome.
Vuelve a estar esta polémica en lo alto del candelero. Y hay para todos los gustos. Particularmente expresivo ha sido el escritor Juan José Millás. Y también hay que citar aquí la réplica que le ha dado Pedro Miguel Lamet. Tal para cual. Yo me inclino de la parte de Pedro, porque el Juanjo en mi opinión se ha pasado más de un pueblo.
Pero no estoy con ninguno de los dos. La religión no pinta nada en la escuela. Si algo ha de haber es cultura religiosa, historia de la religión, religiones comparadas, o cualquier otro título que exprese cómo la religión ha formado y forma actualmente parte de la cultura y de la historia, de la filosofía y de la literatura de todos los pueblos que son y han sido a lo largo de nuestra evolución como seres humanos.
Pero hacer como a mí me hicieron escribir cien veces las bienaventuranzas porque en un momento dado no conseguí recitarlas de memoria, eso sí que no. Y mucho menos suspender a alguien porque en religión está in albis.

Y con esto se zanja el tema

Ha pasado más de una semana desde el evento que originó mi incursión en el blog. Y las cosas han vuelto a su cauce de siempre.
Me equivoqué; simplemente me equivoqué. Inicié esto buscando ideas, experiencias, incluso confidencias. Como si internet fuera un paño de lágrimas o la solución a cualquier tipo de problema. Y sí que lo es en cierta manera. Busques lo que busques, lo necesites o no, ahí está; alguien lo "colgó" en algún momento y nadie se ha molestado en suprimirlo aunque el autor ya ni se acuerde de ello; aunque ni se haya ocupado en comprobar si sirvió de algo a alguien; si fue útil, o un mero artificio caprichoso.
Pues, eso, que me equivoqué invocando a la red de redes. Nadie respondió. Empecé tarde, es verdad, casi sin tiempo; pero había oído que en internet las cosas vuelan, las respuestas son inmediatas, todo se propaga al instante.
Iluso de mí; el tema no importa, no llega a la gente, preocupada o interesada por otras cosas.

Si así están las cosas, volvamos al principio.
Han pasado ya unos días como para que tenga perspectiva suficiente de hacer una valoración pausada y moderada.

Mereció la pena reunirnos; sin peros. Mereció la pena recordar que fuimos niños y que ya no lo somos. Mereció la pena comprobar cuánto hemos cambiado y cuánto ha cambiado el resto: la ciudad, la sociedad, la cultura, la religión…

Una sola cosa voy a destacar. El colegio de Lourdes era el mismo en cuanto al edificio. El resto era irreconocible. Los ex-compañeros, -conservaban de alguna manera la fisonomía de la infancia-, son ahora abuelos respetables, jubilados algunos; gente situada: médicos de prestigio, profesores universitarios, empresarios de renombre. Los ex-profesores (hermanos de La Salle - baberos) ancianos beneméritos que perdieron el empaque que yo recordaba. Los patios (3) donde jugábamos están acondicionados para nuevos deportes. Las aulas de 60 chavales son ahora cómodas dependencias dotadas de sofisticada tecnología para no más de 20 privilegiados alumnos y alumnas. El cine no lo vimos, seguro que está apolillándose. El comedor de los internos, aquel tétrico lugar que olía a fritanga, es ahora una sala diáfana y luminosa donde se huele y se come lo que alguna empresa cocina desde algún otro lugar. El despacho del hermano director, la sala de la comunidad, -donde íbamos a recibir el castigo merecido-, la portería, la enfermería, la librería… ¿dónde los han metido?
Pero ¿la capilla? Era la misma. Es cierto que habían realizado cambios: el altar de cara al pueblo, los confesionarios disimulados, los reclinatorios de los hermanos suprimidos, megafonía moderna; y para de contar. Entrar en ella era entrar otra vez en aquella misma capilla donde de pequeños, en ayunas, los primeros viernes asistíamos a misa a primera hora, saltándonos la clase de turno; donde los domingos asistíamos a la misa de mañana y a la exposición del santísimo en la tarde, antes de asistir a una película por 1 peseta (o eran 50 céntimos, ya no me acuerdo). Incluso era la misma donde se lucían los congregantes y el coro del hermano Julián, la ESCOLANÍA.
Que tenga la sensación de que no ha cambiado nada no significa que no haya cambiado. Claro que lo ha hecho. Y esto me produce una sensación de cierta perplejidad. ¿La Iglesia no cambia? ¿La Iglesia no tiene que cambiar?
Si 49 años no son suficientes para olvidar algunas cosas es posible que no haya que desfallecer ni desanimarse cuando lo que intentamos no sale tan pronto como quisiéramos. La historia es muy larga y da para todo.

Para terminar: comimos juntos, rato muy agradable en el que hablamos más del presente que del pasado; lo normal, dónde andas, que tal la familia, los tiempos han cambiado, ahora es distinto, etc. Para irnos, al final, cada uno a nuestro sitio.
Del pasado habló, mejor hablaron, Quintín e Ignacio en el flamante salón de actos del Colegio.

Y como esto sólo me interesa a mí, voy a poner a continuación las cosas que me da la gana.

Las oraciones

Acto Penitencial

Al comenzar esta celebración presentamos nuestras vidas a Dios Padre-Madre de todos, y reconocemos que no todo en ellas es limpio, claro y transparente. Por eso invocamos al Señor Jesús, que desde el principio nos llamó a ser sus testigos y nunca nos ha fallado:
- Tú que siempre nos perdonas porque nos quieres mucho. Señor, ten piedad…
- Tú que siempre nos ayudas porque nos quieres mucho. Cristo, ten piedad…
- Tú que siempre nos escuchas porque nos quieres mucho. Señor, ten piedad…


Oración colecta

Padre-Madre de todos los seres humanos: Para ti nadie es desconocido. Antes incluso de que el mundo pensase en nuestra existencia, tú ya susurrabas nuestro nombre y sonreías con ternura.
Que el gozo que sentimos al darnos cuenta de que nos conoces y nos eliges nos sirva para crecer como amigos, hijos tuyos y como comunidad de los que creen en ti.


Oración de las ofrendas

Tu presencia en nuestras vidas transforma hasta el más pequeño de nuestros esfuerzos en ocasión de recibir tu gracia. Que así mismo hoy transforme pan, vino, sudores, tristezas y alegrías en sacramento de vida para nosotros.


Oración de postcomunión

Amigo-hermano Jesús: Como al mejor de nuestros amigos te sentimos ahora dentro de nosotros; te damos las gracias porque esa presencia tan íntima nos ha ayudado y alentado durante nuestra vida para vencer todas las dificultades del día a día y así derramar amor en medio del mundo.
Continúa tu presencia salvadora en nosotros.

La homilía

No sé quién dijo: "Algunos hacen historia. La mayoría cumplimos años". Ni siquiera sé si se dijo alguna vez, pero no me gusta en absoluto. Pensar que esta historia grande en la que estamos inmersos es obra de algunas personalidades escogidas no se compagina ni se compadece con mi concepto de la dignidad de que estamos revestidos todos los seres humanos.
Es verdad que me abruma pensar que desde que dejé este colegio, (bueno, desde que lo dejamos todos nosotros), han pasado por aquí 44 generaciones de alumnos. Antes ya lo habían ocupado más de 75 (recordad que celebramos las bodas de diamante del colegio). Y a buen seguro que continuarán desfilando cientos de ellas después de ahora. Esto da una idea no muy aproximada de la pequeñez de cada uno de nosotros. Pero con ser tan mínima, ES. Nadie existe para nada, todos tenemos nuestra tarea y de todos depende que la humanidad progrese.
Tendremos oportunidad de escucharnos en el rato que vamos a pasar juntos y nos enteraremos de nuestras andanzas durante todo estos años pasados. Ahora me limitaré a comentar la Palabra de Dios para ayudarnos a participar en esta mesa redonda de la amistad que Jesús nos ofrece.
¿Quién era Abraham? ¿Quién era Mateo? ¿Qué era Israel? Humanamente, muy poquita cosa.
Abraham era jefe de una insignificante tribu nómada, que recorría el desierto con sus ganados.
Mateo era funcionario posiblemente corrupto a favor del imperio romano invasor; un pecador público a quien ningún judío piadoso quisiera tratar.
El pueblo de Israel ni siquiera era pueblo, sino un revoltijo de pequeñas tribus que recayeron en Egipto forzados por el hambre.
Dios los llamó para que fueran instrumentos suyos a favor de toda la humanidad. Como humanos que eran cumplieron con dudas y altibajos, pero cumplieron. Abraham es desde entonces nuestro padre en la fe; hasta San Pablo lo pone como modelo de situarse ante Dios con devoción y fiarse de Él: «Se persuadió de que Dios es capaz de hacer lo que promete, por lo cual le fue computado como justicia.»
En un momento que cada uno de nosotros sabrá situar en su historia personal, Dios también nos llamó para que nos fiáramos de Él y dejáramos que Él fuera tejiendo a través nuestro la urdimbre del Reino que había soñado en su amor hacia los seres humanos.
Cómo respondimos entonces, sólo Él puede valorarlo.
En todo caso, en este momento, sesentones todos pero con ganas renovadas de vivir y comunicar alegría, se nos ofrece la gracia de renovar nuestra respuesta a su llamada, y comprometernos de nuevo con su plan de amor. Dejemos que Él permanezca en nuestra vida, (o dejémosle entrar si es el caso), porque no se trata a su servicio de llevar a cabo grandes y maravillosas empresas, sino de tener un corazón misericordioso y rendirle culto en espíritu y verdad.

La hoja de mano



El credo

Creemos en Dios, Padre de todos, que nos quiere sin medida.
Creemos en Jesús, nuestro hermano, que dio su vida por nosotros.
Creemos en el Espíritu Santo, el Espíritu de Jesús que nos da fuerza y alegría.
Creemos en el amor, que sí es posible entre los hombres.
Creemos en el perdón, en la reconciliación y en la amnistía.
Creemos en el trabajo que nos permite ser creadores de nuestro mundo.
Creemos en la amistad, porque no hay otra forma más bonita de vivir.
Creemos en la generosidad y en que merece la pena compartir todo en la vida.
Creemos en la Iglesia, que somos todos y que tenemos que seguir construyendo entre todos.
Creemos en la igualdad de todos los hombres y de todas las razas.
Creemos en la justicia, porque este mundo es para todos, sin excepciones.
Creemos en la libertad, porque para ella nos liberó Jesús.
Creemos en la misericordia que mueve nuestro corazón a acoger a todos los hombres como hermanos.
Creemos que debemos vivir como resucitados porque hemos sido llamados a la vida.
Creemos en la solidaridad hacia todos los hombres y hacia todos los pueblos.
Creemos en la tolerancia y en el respeto de todas las ideas, esperanzas e ilusiones.
Creemos en la imaginación: la imaginación al poder, para que juntos descubramos nuevos caminos.
Creemos que merece la pena estar alegres y contagiar alegría.
Creemos que la esperanza permite pensar y construir el futuro.
Creemos que la delicadeza debe presidir nuestros actos y animar nuestra vida, para que todo sea posible entre todos.
Creemos que nadie debe crecer sin educación, para que todos tengamos cultura y nos podamos defender.
Creemos en el Evangelio, la buena noticia de Jesús para todos los hombres.
Creemos que hay que recuperar la inocencia, para que seamos limpios y hagamos las cosas con honradez y claridad.
Creemos que hay que ser valientes, para defender a todos de cualquier atropello.
Creemos que todos estamos llamados para cosas importantes.
Creemos necesario alcanzar la unidad entre los cristianos, para que nuestro testimonio sea convincente.
Creemos en la oración, porque no todo está en nuestras manos.
Creemos que la naturaleza merece más respeto: queremos habitar una tierra limpia y hermosa.
Creemos que las guerras no llevan más que a la destrucción. ¡Queremos la paz ya!
¡Creemos que es posible un mundo donde todos seamos hermanos!

Un reencuentro. Muchos de los que fuimos.




















Señor, quiero ser el amigo que comprende
aunque las apariencias engañen;
el amigo que desde lejos
hace sentir su presencia.

Quiero ser, Señor,
un amigo que no distingue razas,
ni edades, ni credos, ni política, ni distancias.
Quiero saber conservar la verdadera amistad
como el más maravilloso de los regalos.

Quiero ser el amigo que profesa un afecto desinteresado y personal,
que cuida del trato y es generoso con el tiempo.
Quiero ser un amigo leal, llegar a sentirme como hermano.

Nada hay más noble y escaso
que un amigo de verdad.

Por fin nos juntamos la generación del 48

En el Colegio de Nuestra Señora de Lourdes, de Valladolid, nos reunimos los que fuimos compañeros hasta 1964. Todo muy preparado. Nos juntamos cerca de 80 personas, entre compañeros y acompañantes.
No es el momento de más. Poco a poco iré anotando las impresiones y sugerencias que este evento me ha producido.

En vísperas

Mañana me juntaré con mis antiguos compañeros. No he pensado demasiado en ello. He preparado las cosas que me corresponden y lo he hecho a la primera, sin retocar demasiado. Estoy expectante. ¿Qué sentiré? Posiblemente nada en especial, pero no lo sé.
Han pasado muchos años, y el resquemor que me dejó ese colegio por su comportamiento tan poco en sintonía con lo que nos enseñaban (o decían que querían enseñarnos) ya es agua muy pasada.
Espero no encontrarme como un extraño.

Celebrar aniversarios

Estoy convocado a celebrar el 44º aniversario de haber acabado el colegio. Otro aniversario más a una no demasiado larga, pero sí suficiente, lista de aniversarios de todo tipo. Unos son más significativos que otros, es verdad. Alguno lo espero con ganas, otros simplemente me obligo a participar.
El tiempo pasa, es inevitable; yo diría que incluso necesario. Crecemos, avanzamos, nos llenamos.
Como todo recipiente, tenemos una capacidad limitada y aquello que no cabe, rebosa. Hay cosas, acontecimientos, experiencias, vivencias, sentimientos que no se van, bajan al fondo y son los más ligeros los que suben y tal vez se van por el desagüe del olvido.
Un aniversario es útil para descubrir lo que queda de todo ello y el poso que las efemérides han dejado en nosotros.
Pues eso, que tengo que reunirme con mis compañeros de hace 44 años. De alguno sé algo. De la mayoría no me acuerdo. Algún nombre, ciertos apodos escolares, determinados momentos…, pero no mucho más.
Espero no encontrarme raro ante ellos. Deseo que el día 7, el de autos, por la noche, no tenga que arrepentirme de nada, aunque es probable que tenga que hacerlo.
No puedo escaquearme. De todos los compañeros soy único, han venido expresamente a invitarme. Soy el único sacerdote de aquella "colegiada" y, claro, el "Acto" comienza con una Eucaristía. Así que seré el primero en tomar la palabra y dirigirme a la concurrencia.
Voy a hacer una cosa. He iniciado este blog por esta circunstancia. Tal vez le ocurra a alguien más una cosa semejante. Voy a escribir, -la verdad es que es la primera vez que lo hago (en mi vida he escrito un diario)-, las sugerencias que tenga y a esperar acontecimientos.
Si otr@ alm@ cándid@ añade cosas, comenta, critica o sugiere, iré enriqueciendo lo que en un principio es tan poquita cosa.

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