Rosario es extremeña. Lleva ni se sabe en estas tierras castellanas, pero no ha perdido ni su acento ni sus maneras.
Por azares de la vida, vino a parar a esta parte de la ciudad, después de ser por muchos años vecina del entrañable, popular y populoso barrio de Delicias, y puso sus reales justo al lado de la iglesia.
Como no la he dicho nada, tampoco la he pedido permiso, no digo más sobre ella.
El caso es que un buen día se trajo de Guadalupe tiernas plantas de violetas ("de la orilla de un arroyo, que allí había muchas, cogí un puñao y las metí en una bolsa de plástico"), y las plantó en su jardín familiar.
Hoy, durante la comida, a la hora en que menos gente transita por la calle, Rosario se ha presentado en mi casa con un ramo de violetas para que lo pusiera en la iglesia. "Ponlo donde te parezca", me ha dicho.
Tal cual lo traía así lo he puesto. No soy yo quien para alterar lo que con cariño y también con humildad es presentado como ofrenda.
Así que ahí está, el ramito de violetas, oriundas de Extremadura, pero arraigadas ya en Castilla. Ella lo trajo en un tarro de mermelada. ¿Deberían ponerse en recipiente más lustroso? Aquí no vale aquello de "quidquid recipitur, ad modum recipientis recipitur", (Sanctus Thomas Aquinas simpliciter dixit: “cualquier cosa que se recibe está en el recipiente al modo del mismo recipiente”); sino que el recipiente se dignifica y engrandece con aquello que recibe. Y las fragantes violentas, embellecen y llenan de irisaciones cristalinas el sencillo cristal del tarro, añadiéndole aromas que nunca soñó disfrutar cuando lo concibieron en una cadena de la industria alimentaria.
Todavía estaba editando esta entrada cuando llega Ángeles con un ramo de narcisos. Ella nació en Palencia, pero ya es de aquí, porque se lo ha ganado con toda su vida enterrada en este barrio de Las Villas.
Así que ahí está, el ramito de violetas, oriundas de Extremadura, pero arraigadas ya en Castilla. Ella lo trajo en un tarro de mermelada. ¿Deberían ponerse en recipiente más lustroso? Aquí no vale aquello de "quidquid recipitur, ad modum recipientis recipitur", (Sanctus Thomas Aquinas simpliciter dixit: “cualquier cosa que se recibe está en el recipiente al modo del mismo recipiente”); sino que el recipiente se dignifica y engrandece con aquello que recibe. Y las fragantes violentas, embellecen y llenan de irisaciones cristalinas el sencillo cristal del tarro, añadiéndole aromas que nunca soñó disfrutar cuando lo concibieron en una cadena de la industria alimentaria.
Todavía estaba editando esta entrada cuando llega Ángeles con un ramo de narcisos. Ella nació en Palencia, pero ya es de aquí, porque se lo ha ganado con toda su vida enterrada en este barrio de Las Villas.
Las flores que trae también son de su jardín, pero a buen seguro que sus ancestros brotaron y florecieron en algún prado fresco de la montaña palentina, que allí los he visto yo iluminar por millares de amarillo el verde de los pastizales de heno.
No venían en vasija, así que les hemos endosado un florero. Y aquí estarán, alimentándose del agua, siquiera unos días; no durarán como los del valle, pero serán admirados por muchos más. Es lo que tiene este escenario tan solemne que se han ganado.
Y así, entre violetas y narcisos, hemos escuchado durante la Eucaristía el bello poema del profeta Ezequiel, cuyo párrafo final dice así: “A orillas del torrente, a una y otra margen, crecerán toda clase de árboles frutales cuyo follaje no se marchitará y cuyos frutos no se agotarán: producirán todos los meses frutos nuevos, porque esta agua viene del santuario. Y sus frutos servirán de alimento, y sus hojas de medicina.” (Profecía de Ezequiel 47, 12)