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Mi periquito está bien, gracias



Bienve, mi alegre compañero periquito, lleva tiempo preocupándome. Durante los siete años que está conmigo ha demostrado hasta la saciedad que no quiere irse de esta casa. He intentado que saliera de su jaula, pero la puerta abierta no le tienta. Lo he sacado para que experimentara el vuelo en libertad, y se ha negado a planear por la cocina, dando estridencias que no he dejado de interpretar como producto de su enfado por mi insistencia. Tampoco ha mostrado alegría cuando alguna vez he puesto su jaula en el patio, tanto al sol como a la sombra; está claro que el aire libre no le preocupa, ni es aspiración que entre en sus cálculos. De modo que se limita a avisar cuando entro o salgo, dando grititos o batiendo sus largas alas, pero bien protegido tras las rejas de su habitáculo.
Hace unos quince días le sorprendí, al entrar a desayunar, no en lo alto de un palo como acostumbra, sino acurrucado en el suelo junto al comedero. Me extrañó. Nunca le había visto así. Ignoro desde cuando lo estaba haciendo, pero decidí no hacer nada y ver qué era lo siguiente. Siguió haciéndolo durante varios días, y empecé a preocuparme. ¿Estará en las últimas?, me pregunté. Voy a informarme.
Y entré en Internet a ver qué conseguía. Como  enciclopedia que tiene vocación de totalidad, diome información hasta para aburrir. Un periquito vive entre 6 y 8 años. Puede alcanzar los 12 ó 14, y excepcionalmente llegar a los 20.
Bienve llegó hace siete años, pero ignoro qué edad tenía entonces; de modo que si los datos fueran ciertos, se encuentra en estos momentos al final de su vida. Veamos más cosas.
Seguí encontrando, en relación con su nueva postura para dormir y en la larga duración de su ensueños, multitud de señales y de posibles enfermedades que podrían estar minando su salud. Imposible reproducirlo, sólo cito pérdida de peso, caída de plumas, hinchazón del cuerpo, inapetencia, descomposición…
A parte de dormir acurrucado en un rincón, en lugar de hacerlo donde acostumbra, no le veo ninguno de los síntomas que se enumeran. Es cierto que está más apagado, y que no se me enfrenta amenazante cuando me acerco a reponerle agua o alimentos.
Esta mañana, tal vez porque anoche hubo eclipse de luna, he podido comprobar que ha vuelto a dormir arriba, y a mirarme de frente y vigilante. Y por la tarde, desperezándose, ha emitido sus acostumbrados chirridos que he interpretado como tranquilizadores.
Puede que esto que cuento no signifique nada, y Bienve simplemente altera alguna de sus costumbre. Puede que se esté haciendo mayor, y solo busque dormir asegurado para no caerse de lo alto. O puede que… En fin, el tiempo lo dirá.
Por mi edad ya debiera estar curado de espanto, y por consiguiente no preocuparme por aquello que ni comprendo ni está en mi mano evitar o provocar.
En esto como en tantas otras cosas, —Venezuela por ejemplo o nuestra política nacional—, sé lo que me dicen, y no me dicen toda la verdad, o yo no soy capaz de percibirla. Por tanto me debería conformar con el papel de testigo, espectador tal vez, algo más que mirón y no tanto como cómplice.
Mi amiga Michel me dice de tarde en tarde que por allá las cosas no están nada bien, y tengo que creerla. Don José Zorrilla escribió hace mucho, para que yo leyera ahora, unas letras muy agradecidas hacia Cataluña. Y también tengo que creerle.
No sé si viene o no viene a cuento, pero me apetece poner aquí, en honor de Bienve, mi compañero periquito, que no sé si está cambiando de costumbres o se acerca lentamente a su final, unos versos entresacados de un largo poema de mi paisano poeta.
Mas Barcelona…

Barcelona es la reina del mar Tyrreno,
cuyas ondas azules cubre de lona;
y á los hijos activos que da su seno
la posesión del mundo dar ambiciona.
Barcelona es un águila de vuelo altivo,
fénix que, renaciendo de sus cenizas,
torna jardín su suelo duro al cultivo
y en palacios sus viejas casas pajizas.
Barcelona, á quien nutre vital esceso,
late con los volantes de sus talleres,
se remonta en las alas de su progreso,
brilla con la hermosura de sus mujeres:
y cuando Dios se ausenta del paraíso
y duerme Barcelona de noche, al peso
del trabajo rendida, sin su permiso
baja un ángel por todos á darla un beso.
Porque del cielo los moradores,
mientras los mundos Dios inspecciona,
al noble pueblo que en sí amontona
turbas de pobres trabajadores,
cuyo trabajo con Dios le abona,
como á una virgen limpia de amores
cuya alma el cuerpo casto abandona,
del huerto Edénico
con lauro y flores
tejen los ángeles
una corona:
y esa, señores,
cae de sus manos
en Barcelona.

Barcelona es el cráter donde fermenta,
con el hierro fundido y el tufo denso,
el espíritu hermano de la tormenta
que se pasea, de ellas sin tener cuenta,
sobre el móvil abismo del mar inmenso.

Barcelona es Minerva ya desarmada;
cuyo manto, que lame la mar bravía
salpicando de perlas su orla murada,
lleva en lugar de armiños y pedrería
la greca de su vuelo y cáuda bordada
con rieles y máquinas de ferrovía,
con espolones, hélices y anclas de Armada.

Barcelona, valiente, ruda payesa
con timbres y con fueros de gran señora,
labra, teje, cultiva, destila, pesa,
funde, lima, taladra, cincela y dora;
y ejemplar solo de alta noble condesa
con corazón de obrera trabajadora,
con el trabajo nunca de latir cesa:
y apresurada siempre tras ardua empresa,
hierve como encendida locomotora:
cuando se mueve, asombra; cuando anda, pesa:
respira fuego y humo cual los volcanes,
y estremece la tierra, como si dentro
de ella fuera la raza de los titanes
queriendo de la tierra cambiar el centro.

(José Zorrilla. Barcelona y Valencia, lectura hecha por el autor en Barcelona. Recuerdos del Tiempo Viejo, tomo I)




Al señor Santiago no hay quien le truene



Relieve románico, situado en una portada del crucero de la catedral de Santiago de Compostela

Tras leer “El puñal del Godo”, me sale del cuerpo aquello de ¡Santiago y cierra, España!, que no sé muy bien qué significa el verbo cerrar en esta frase, pero que me apunto a que apunte hacia lo mismo que los maoríes gritan o cantan justo antes de empezar un partido. Lejos de amedrentar al contrincante, muévele sus extrañas hacia gente tan singular y sencilla —¡oh, qué miedo!— de manera que ya, antes de comenzar la refriega, cae rendido con gusto.
Don José Zorrilla cuenta muy ameno cómo creó una tan particular pieza teatral: una apuesta entre camaradas, para salvar una situación apurada en plenas fiestas navideñas. En horas veinticuatro su imaginación plasmó en un solo acto toda una tradición hispana. Para ello tuvo que encerrarse en su estudio y ni comer ni dormir ni… Sin embargo, no se estrenó entonces, porque aquella maravilla merecía un respeto y nada de improvisación; se trabajó a conciencia para que los versos del poeta brillaran en todo su esplendor. Tras los últimos endecasílabos,
Padre, dad á ese tronco sepultura
Donde repose en paz: mi justo encono
No pasa, no, de su mansión oscura,
Aunque el honor de España esté en mi abono.
Yo vuelvo al campo á la pelea dura,
Y aunque muera sin huestes y sin trono,
Siempre ha de ser para quien muere honrado
Tumba de rey la fosa del soldado.
tan apretado y largo fue el clamoroso aplauso, que hubo de salir al escenario el propio autor junto con el resto del reparto. “La conclusión fue tan rápida y precisamente ejecutada por el hachazo de Lumbreras, y aconterada por Cárlos con la octava final con tal sentido y brío, que el aplauso final se prolongó muchos minutos. El puñal del godo obtuvo el éxito que se obligó á darle Cárlos Latorre, si se nos concedía tiempo para ponerle en escena como él había concebido que debía ponerse. Así se hacían y así se escuchaban las obras dramáticas desde 1832 á 1843”. (Recuerdos del Tiempo Viejo, tomo 1, pág. 305)
Cinco años después ideó una continuación, “La calentura”, que él mismo definió como drama fantástico; pasó sin pena ni gloria, ya se sabe que segundas partes…
El caso es que me llama la atención, pero no me sorprende, que no utilizara al Santiago matamoros en su relato de la batalla perdida de Guadalete (ocurrida entre el 19 y el 27 de julio del año 711). Ni el rey Rodrigo ni el conde Julián, ni siquiera el godo Teudia citan haberlo invocado. Seguro que no lo hicieron y por eso el moro pasó por encima de ellos. Desde entonces, y como solía decir un amigo mío asturiano, de Pajares para abajo, tierra conquistada.
Don Rodrigo, el rey, achacó su derrota a una vil traición, pero Wikipedia alega que por entonces se encontraba guerreando en el norte contra los vascones, y que tardó tres semanas en tener noticias del desembarco moruno. Calculando… emplearía otras tres semanas en llegar hasta tan abajo para verse desbordado por las hordas.
En fin, una cosa es la historia y otra cómo se nos cuenta. Y volviendo al señor Santiago; ¿que en esta escena no tuvo parte ni arte?, sí intervino en otras posteriores. Habrá que recurrir a las fuentes históricas, o en su defecto al imaginario popular. La batalla de las Navas de Tolosa, supuestamente acaecida el 23 de mayo del año 844, ahí fue donde el apóstol, jinete en su corcel, embraveció a las tropas cristianas para recuperar por la fuerza lo que la fuerza les había arrebatado. Dicen que la libertad.
De esta manera un autor actual afirma que al cerrarse en filas los cuadros militares de los tercios al grito guerrero, el país se abrió al mundo entero y a la modernidad. Y lo hace sencillamente, atendiendo a la coma que casi siempre no se ve, o se suprime, del belicoso alarido enardecedor que hizo preguntar a Sancho Panza y equivocarse al muy culto Valle Inclán.
Mucho me sorprende que don José no haya tenido en cuenta a nuestro santo patrono en ninguna de sus obras en verso, tampoco en sus escritos en prosa, y eso que le gustaron mucho las leyendas. Como Santiago, Zorrilla también fue viajero allende las fronteras. El mayor de los “hijos del trueno” no parece fuera muy romántico, si le juzgamos por la carta que se le atribuye; aunque nacer en Palestina y venir a ser enterrado al fin de la tierra tiene su qué. El escritor quiso reposar en su ciudad natal, y su figura en bronce luce en medio de la plaza que lleva su nombre, mirando erguida hacia la calle de Santiago.
Si don José Zorrilla hubiera colocado a Santiago apóstol en alguna de sus historias le habría hecho aparecer en escena entre truenos y relámpagos, pero estoy completamente seguro que no le hubiera armado con espada; no se habría sometido el discípulo a quien su Señor bien le advirtió de que nunca la empuñara, lo suyo era otra cosa:
«Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo.
Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos». (Mt 20, 26-28).




Una casa con fantasma:
La Casa de Zorrilla





Menos mal que es un fantasma familiar, la abuela del vallisoletano ilustre, poeta, dramaturgo, rapsoda y trotamundos José Maximiano Zorrilla Moral —el inmortal José Zorrilla—.
No tuvimos la suerte de experimentar su presencia, a pesar de que Paz Altés se esforzó sobremanera en llamarla y reclamarla. Si acaso, al final, pudiera considerarse que estuvo con nosotros para que no tropezáramos al salir por la puerta de la vieja casa que, como aún se puede observar en muchos de nuestros pueblos, tiene marco también en la parte inferior.
Una visita que oficialmente dura quince minutos se alargó de la mano de Paz y su abrumadora erudición más allá de la hora y media. Recorrimos sin prisa y con muchas pausas la planta alta de la casa donde vino al mundo el escritor y moró durante sus primeros ocho años. Y dejamos el resto porque no hubo tiempo para más, para mejor ocasión.
Imposible recoger en este pequeño mundo lo visto, escuchado y percibido durante el amplio recorrido de la vivienda. Mucho ya tiene publicitado en Internet la Fundación Municipal de Cultura del Ayuntamiento de Valladolid, entre descripción y ofertas de actividades varias con motivo del bicentenario del nacimiento del interesado. De modo que sólo se ofrecen detalles en imágenes de la visita en grupo que hicimos los vecinos de la Cañada.































Y para terminar, algunos apuntes críticos a un ojo inexperto que osa enmendar la plana al mismísimo lucero del alba:
1º Me llamó mucho la atención que en la reproducción de la cocina auxiliar aparezca un grifo sobre el fregadero de piedra. ¿Habría ya agua corriente en la ciudad en el siglo XIX?
2º Todos los quinqués de la casa, sean o no originales de la misma, que seguro que no, están adaptados a corriente eléctrica. Mejor hubiera sido dejarlos en su ser, e iluminar las habitaciones de otra manera.
3º Que el quinqué de la izquierda del escritorio del poeta tenga una vela en el lugar donde debería estar la mecha, resulta un detalle poco elegante. Pero que un brazo de uno de los quinqués del techo del salón esté roto y sujeto con bridas de plástico resulta una chapuza imperdonable.
4º El viejo arpa reposa en un rincón del lujoso salón principal. Cuerdas rotas y ausentes hablan de desidia o falta de recursos…
5º El sofá tampoco está allí para que se sienten las visitas, pero al menos debería estar reparado, y no con el respaldo desprendido y apoyado sobre la pared…
6º El par de espadas que nos reciben en el rellano de la escalera que conduce a la vivienda luce muy bien sobre la pared, salvo por el artilugio que las sujeta, más propio para tuberías en absoluto imaginables en vida de nuestro noble ancestro.
Afortunadamente no sobrepasan, en mi apreciación, la media docena estos detallitos inapropiados. No tenemos presupuesto, me sopló Paz, y ya no quedan “manitas” en el servicio de mantenimiento, se los llevó… y no me quiso decir quién, pero no hizo falta, es público y notorio.
Para terminar: al tiempo de nuestra visita, en el patio había ensayo de declamación. Fue un placer escuchar las explicaciones de Paz Altés y oír de fondo las palabras del ilustre poeta.
Una auténtica gozada.

Valladolid, puro Romanticismo
en el 200 aniversario del nacimiento de José Zorrilla (1817—2017)




1. Casa de Zorrilla.


José Zorrilla Moral nació en esta casa —en la entonces calle de la Ceniza— el 21 de febrero de 1817. En esos días, en el domicilio familiar convivían: José Zorrilla Caballero, el padre, natural de Torquemada (Palencia), “relator” de la Chancillería, hombre de recta moral y convicciones absolutistas; Nicomedes Moral Revenga, la madre, natural de Quintanilla Somuñó (Burgos); Zoilo Moral Revenga, tío materno, canónigo beneficiado de la Colegiata de Lerma; y las criadas Dorotea y Bibiana. La familia vivía en las dependencias de la planta principal, mientras que el servicio, la cocina y los animales se encontraban en la planta baja. Se trataba de una vivienda muy suntuosa para la época.
El niño nació sietemesino y pronto dio muestras de su especial sensibilidad extrasensorial: alucinaciones, sonambulismo, epilepsia… Su escasa fortaleza al nacer aconsejaron que recibiese, allí mismo el “agua de socorro”. Zorrilla creció en esta casa y en ella tuvo lugar la más famosa de las apariciones fantasmales e inexplicables que Zorrilla viviría de cerca; la de su abuela paterna, doña Nicolasa Caballero. 



2. Iglesia de San Martín


El 1 de marzo de 1817, José Maximiano Zorrilla Moral recibió las aguas bautismales en esta iglesia. Actuaron como padrinos su abuela materna, doña Jerónima Revenga; y su tío, también materno, el canónigo Zoilo Moral. El pequeño Zorrilla vivió en este barrio hasta los 8 años, aproximadamente. Primero en la casa de la calle de la Ceniza y luego, durante algunos meses, en una casa de la calle de las Angustias. Doña Nicomedes Moral lo traía a misa todos los días a este templo y aquí el niño quedaba sobrecogido por las figuras del retablo y de las capillas laterales, que impresionaban su ánimo y su subconsciente hasta el extremo de ocasionarle alucinaciones.
A finales de 1825, el padre de Zorrilla es trasladado primero a Burgos y luego a Sevilla, pero al año siguiente encontramos a la familia instalada ya en Madrid, donde don José comenzó a ejercer como superintendente de la Policía del Reino de Fernando VII. El niño Zorrilla ingresó en el Seminario de Nobles para cursar estudios. Allí se desveló, por primera vez, sus inquietudes, su gusto y su talento por y para la poesía y el teatro. Y, poco a poco, nuestro niño se convirtió en un inconformista joven José Zorrilla.
La vida de José Zorrilla iba a resultar azarosa y muy viajada. Dejando a un lado la geografía nacional que recorrió sin descanso con sus poemas y su voz, Zorrilla residió en Francia, Inglaterra, Cuba, México (¡doce años!) e Italia. Su popularidad fue magnífica hasta el punto de ser coronado “Poeta Nacional”, en Granada, en 1889, a la edad de 72 años; y su reconocimiento fue unánime en todas las instancias (la RAE, que lo quería entre sus miembros, lo nombró en 1848; pero Zorrilla no leyó a tiempo el discurso de ingreso. Y la RAE volvió a designarlo como académico en 1885 ... ). 



3. Universidad de Valladolid


El joven Zorrilla quería ser poeta, pero su padre tenía otros planes para él: que estudiase derecho y siguiese sus pasos. El enfrentamiento entre padre e hijo por este asunto fue constante entre ambos durante años.
En 1834, José Zorrilla es enviado a la facultad de Leyes de la Universidad de Toledo. Tiene 17 años y su pasión por la poesía es ya una obviedad y un gran inconveniente para los planes que para él tenía su padre. La estancia en Toledo es un despropósito y, tan sólo un año después, su padre, don José Zorrilla Caballero, lo matricula en Valladolid, para que continúe aquí sus estudios bajo la estricta vigilancia del recto Tarancón, a la sazón amigo suyo. Su apenas año y medio en la Universidad de Valladolid confirmó la cadencia de Zorrilla hacia el ámbito de la creación literaria. Publicó sus primeros versos e incluso un cuento —La mujer negra (ambientada en la localidad palentina de Torquemada)— y algunos poemas en la popular revista literaria “El artista”. Todo ello a espaldas de su padre, que le imaginaba concentrado en sus estudios hasta que el rector Tarancón le abrió los ojos. Cansado del comportamiento de su hijo, don José dispuso que éste se trasladase a Lerma (Burgos), donde él mismo cumplía destierro en ese momento, para allí ponerle a trabajar en asuntos de la hacienda doméstica. En el verano de 1836, cuando el joven Zorrilla se dirigía en diligencia hacia Lerma para cumplir el castigo paterno, al pasar por Torquemada (tierra que conocía bien), burló al cochero, robó una yegua y cabalgó hacia Valladolid. Aquí, con ayuda de su amigo Miguel de los Santos Álvarez, esa misma noche vendió el animal y compró un pasaje para salir al día siguiente hacia Madrid. 



4. Pasaje de Gutiérrez


Zorrilla llegó a Madrid —estamos en el verano de 1836—, huido y sin que su familia supiese nada de él, y allí encontró hospedaje en casa de un cestero. Su amigo Miguel de los Santos no tardó en reunirse con él y ambos comenzaron a frecuentar los ambientes literarios de la sociedad madrileña. Zorrilla, aún con 19 años, escribía y escribía poemas; e incluso llegó a publicar alguno en revistas del momento. Llegado el invierno, tomó la costumbre de pasar las mañanas en la Biblioteca Nacional, al calor de los braseros que allí estaban siempre encendidos. Sobrevivió como pudo y en ello estaba cuando, unos días antes de su vigésimo cumpleaños, el 13 de febrero de 1837, el famoso poeta romántico Mariano José de Larra se suicidó; y José Zorrilla fue invitado a escribir unos versos de despedida al desafortunado poeta en su entierro. Y así lo hizo dos días después, 15 de febrero, en el cementerio de Fuencarral. Ese vago clamor que rasga el viento / es la voz funeral de una campana; / vano remedo del postrer lamento / de un cadáver sombrío y macilento / que en sucio polvo dormirá mañana. [ ... ]. En ese preciso instante, frente a lo más nutrido de la sociedad madrileña, José Zorrilla salió para siempre del anonimato. Seis días después, Zorrilla cumplió veinte años.
José Zorrilla se instaló en Madrid y comenzó a trabajar para diversos periódicos, como El Porvenir y El Español. Su producción poética era desenfrenada. Tanto que ese mismo año (1837) publicó el primer tomo de sus poesías. Al año siguiente, 1838, vieron la luz los tomos dos y tres. Y en el 39, además de publicar los tomos cuatro, cinco y seis, el imparable Zorrilla aún tuvo tiempo para casarse con la viuda de ascendencia irlandesa Florentina O'Reilly (dieciséis años mayor que él), firmar al alimón con su admirado García Gutiérrez el drama Juan Dandolo y estrenar en el teatro del Príncipe su obra Cada cual con su razón. En 1840 continuó publicando poesía: dos tomos, séptimo y octavo, y además comenzó a publicar “leyendas”, un género en el que demostró ser un maestro. Por lo tanto, Zorrilla fue:
Poeta   — Poesías (hasta 8 volúmenes en cuatro años ... )
            — Orientales como Corriendo van por la vega
            — Poemas narrativos: Granada, La leyenda del Cid, Los gnomos de la Alhambra, etc.
Autor teatral: Cada cual con su razón, El puñal del godo, El zapatero y el rey, Traidor, inconfeso y mártir, etc.
Autor de leyendas inolvidables: Margarita la Tornera, Las píldoras de Salomón, A buen juez mejor testigo, etc.
Y prosista excepcional: Recuerdos del tiempo viejo.
Muchos le llaman “el último romántico”. Y quizás lo fuese… Es difícil clasificar el estilo de un hombre que, como Zorrilla, vivió 76 largos años, en uno de los siglos más convulsos de la historia contemporánea; y en tan distintos países y sociedades…


5. Teatro Zorrilla


En septiembre de 1883, Zorrilla viajó a Valladolid para asistir a la inauguración del teatro que una sociedad local había erigido en la Plaza Mayor de la ciudad y al que habían decidido poner su nombre. El Teatro Zorrilla fue inaugurado con la puesta en escena de Traidor, inconfeso y mártir, la que probablemente sea la mejor obra de nuestro autor, desde el punto de vista de la dramaturgia. Zorrilla estuvo acompañado por sus amigos y colegas Emilio Ferrari; Gaspar Núñez de Arce y Leopoldo Cano. Para ellos y para su ciudad tuvo Zorrilla palabras de gran elogio, como constatan los poquitos versos que el Ayuntamiento ha publicado en el “librito” titulado: “A Valladolid”. Valladolid, un año después, en 1884, lo nombró “cronista oficial”. 


6. Plaza de Zorrilla


José Zorrilla falleció en su domicilio de la calle Santa Teresa de Madrid, el 23 de enero de 1893, a causa de diversas dolencias que entraron por fin en fatal conflicto. El entierro, organizado por la Real Academia Española fue un auténtico acontecimiento de Estado. Sin embargo, José Zorrilla había expresado el deseo de que sus restos descansasen en su ciudad natal y hasta aquí fueron trasladados tres años después, en 1896. El féretro fue expuesto bajo un espectacular monumento funerario instalado en la iglesia de San Benito y miles de vallisoletanos pudieron así presentarle sus respetos. Zorrilla fue enterrado en el Cementerio del Carmen en una sepultura provisional, hasta que en septiembre de 1901, el Ayuntamiento tuvo ultimado todo aquello que, en principio, quería poner en marcha en homenaje a su ilustre hijo:
-       las obras del nuevo Panteón de Vallisoletanos Ilustres;
-       la urbanización y ajardinamiento de la plaza de Zorrilla, presidida por la escultura/monumento del poeta realizada por Aurelio Rodríguez Carretero, quien años antes había obtenido la máscara mortuoria del cadáver de Zorrilla;
-       y la asignación del nombre de paseo de Zorrilla a la hasta entonces acera de Sancti Spiritu.
En 1917 —centenario del nacimiento de Zorrilla—, el Ayuntamiento de Valladolid inició negociaciones para adquirir la casa natal del poeta. La colaboración de la segunda esposa (1869) y viuda de Zorrilla, Juana Pacheco resultó crucial a la hora de dotar el inmueble con los enseres familiares y personales. La figura de don Narciso Alonso Cortés resultó decisiva en todo ello.
Décadas después, la ciudad de Valladolid pondría el nombre de Zorrilla a su primer instituto de Educación Secundaria, a uno de sus centros escolares de Educación Primaria e incluso al estadio de fútbol municipal, situado primeramente en el paseo de Zorrilla y posteriormente trasladado a su actual emplazamiento. 



Poeta José Zorrilla es el apelativo con el que se reconoce y es conocida en el movimiento ciudadano la Asociación de Vecinos de La Cañada, que con este paseo ilustrado por Valladolid avisa de sus próximas fiestas:




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