¿No habéis visto a los ciervos?, nos dijo un paseante más del pinar. ¿Ciervos por aquí?, respondí.
Esto ocurrió hace ya hace unos cuantos años. No le di más importancia porque, si iba a hacer caso a todo lo que dijeran, aviado estaría.
Tengo un vecino, con diabetes, que le ha recomendado el médico ejercicio moderado. En lugar de hacia fuera, hacia el pinar, camina hacia adentro, por la ciudad. Pero, hombre, si tienes el campo bien cerca. ¡Ya!, pero está lleno de culebras. En mi vida he visto una culebra, ni siquiera un mal bastardo en mis paseos. ¡Será que no me fijo!
Sí he visto águilas, raposos, conejos, liebres, palomas… Pero culebras y ciervos, ni uno.
Pues esta primavera, yendo por la vereda de la acequia, en medio de una remolacha, allí estaba la pareja. No sabría decir si eran ciervos, gamos o corzos, pero eran; un técnico bien podría decir que se trataba de ungulados, y acertaría. Yo sólo digo que eran grandes y tenían cuatro patas. Pero no puedo decir más, porque así que me vieron desaparecieron.
Ayer me dijeron que andaban por la parte que recorro con mis gumitos. Así que me armé con la cámara y salí dispuesto a volver con algo, aunque sólo fuera la salida del sol. No los vi. Hoy he vuelto a insistir, y ha habido suerte, los he visto. Pero no sé si vosotros los veréis. Tendréis que creer en mi palabra, porque la foto la tiré, y ellos estaban dentro de ella, pero no sé si se apreciará.
Esto es el fruto de mi labor investigadora y detectivesca. Más bien diría “sabuésica” (de sabueso, ¿lo cogéis?).
Esto ocurrió hace ya hace unos cuantos años. No le di más importancia porque, si iba a hacer caso a todo lo que dijeran, aviado estaría.
Tengo un vecino, con diabetes, que le ha recomendado el médico ejercicio moderado. En lugar de hacia fuera, hacia el pinar, camina hacia adentro, por la ciudad. Pero, hombre, si tienes el campo bien cerca. ¡Ya!, pero está lleno de culebras. En mi vida he visto una culebra, ni siquiera un mal bastardo en mis paseos. ¡Será que no me fijo!
Sí he visto águilas, raposos, conejos, liebres, palomas… Pero culebras y ciervos, ni uno.
Pues esta primavera, yendo por la vereda de la acequia, en medio de una remolacha, allí estaba la pareja. No sabría decir si eran ciervos, gamos o corzos, pero eran; un técnico bien podría decir que se trataba de ungulados, y acertaría. Yo sólo digo que eran grandes y tenían cuatro patas. Pero no puedo decir más, porque así que me vieron desaparecieron.
Ayer me dijeron que andaban por la parte que recorro con mis gumitos. Así que me armé con la cámara y salí dispuesto a volver con algo, aunque sólo fuera la salida del sol. No los vi. Hoy he vuelto a insistir, y ha habido suerte, los he visto. Pero no sé si vosotros los veréis. Tendréis que creer en mi palabra, porque la foto la tiré, y ellos estaban dentro de ella, pero no sé si se apreciará.
Esto es el fruto de mi labor investigadora y detectivesca. Más bien diría “sabuésica” (de sabueso, ¿lo cogéis?).
Justo en el medio de esta última están los dos ungulados en cuestión. Alguien puede decir malévolamente que lo que ofrezco es la depuradora municipal. Tengo que decir que es pura casualidad. En efecto, esos cuatro cilindros mastodónticos pertenecen al sistema de depuración municipal de aguas residuales. Pero algo más acá están los dos animalitos, que salieron escopetados en cuanto me vieron, y se esconden entre la maleza en que está convertida esta finca otrora maizales, melonar e invernaderos. Y nada tuvo que ver en ello la Moly, que andaba por el lado contrario haciendo correr a un conejo despistado.
Ya comprendo que os tenéis que fiar de mi palabra. Tened fe, creed aunque no veáis, hacedlo porque yo os lo digo, y hasta ahora no me habéis pillado en falsedad alguna. ¿Por qué habría de mentir ahora?
Al habla con personal competente, he sido informado de que hace un tiempo fueron introducidas en el pinar varias parejas de corzos. O sea, que es verdad que están. Y que este año han tenido descendencia. De modo que debe haber entre diez o doce animalitos por ahí correteando.
Aunque os parezca que no, yo he vuelto a casa con mis trofeos y aquí los tengo para enmarcar. También tengo derecho a lucirlos, aunque no sea colgados de la pared; cada vez que mire esta foto, estaré viendo a la pareja un amanecer del mes de octubre, cuando la ciudad estaba despertando.
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Bueno, visto que nadie consigue distinguir a los animalitos, -y bien que lo comprendo, que el ojo es más lento que la bala-, aquí tenéis aumentado el objeto de nuestra complacencia. Lo que está dentro del lazo negro es una pareja de corzos. Esquivos, ciertamente; pero son ellos.
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Bueno, visto que nadie consigue distinguir a los animalitos, -y bien que lo comprendo, que el ojo es más lento que la bala-, aquí tenéis aumentado el objeto de nuestra complacencia. Lo que está dentro del lazo negro es una pareja de corzos. Esquivos, ciertamente; pero son ellos.
Esto lo he añadido a las 11:50 horas, para dar fe de que ahí están.
7 comentarios:
Zola se pega grandísimos carrerones persiguiendolos, porque los de mis montes suelen quedarse quietos, en la distancia, como observando lo que vayas a hacer y claro, Zola entra en acción y se desaparece entre la maleza para volver al cabo del rato mas feliz que una perdiz, muchas veces oliendo a total, pura y absoluta mierda.
Pronto empezará la temporada de caza y se escucharan demasiados tiros por los alrededores.
Si dices que están, estarán, aunque no los puedo distinguir bien. Un abrazo.
No he visto nada.... pero estas fotos de la salida del sol bien valen haberse fijado un poco.
Si tú lo dices!!! lo que sí te ha quedado muy requetebién es el orto pero también te diré que comparado con las fotos del pinar nevado de la derecha, éstas, son mucho más chulas.
Besos ¡oteador avezado!
Hace mucho que no creo en las palabras de los curas. Eso que marcas puede ser incluso un conejo.
No me creo nada.
Julia, aunque el orto por aquí significa lo que tu quieres decir, hay que empezar a dejar la palabrita, que los argentinos la usan, con mucha frecuencia, en otro sentido...
emejota, Moly se zurró de lo lindo en Gredos tras las cabras, que se reían de ella saltando de peña en peña. No escarmentó, e hizo lo mismo con los rebecos en Pirineos. Luego se pasó a las marmotas, que también le tomaban el pelo. Es muy corredora, y también, cómo iba a ser menos, de vez en cuando tiene que ir a la bañera, porque viene oliendo que trasciende.
No me extraña que no los distingas en la foto, yo tampoco, pero ahí estaban. Doy fe.
Anna, tienes que creerlo; si los vieras, no tendría gracia. ;=)
Julia, es que las del pinar son cosa fina; el sol casi horizontal entre los árboles, saliendo al tiempo que la luna justo enfrente parece una moneda de plata, es de lo más bonito que conozco.
mariajesus, eso está muy bien; que aceptes por mi palabra que soy cura, y que porque sea cura tú no me creas. Un poco contradictorio sí parece. En todo caso ya sé por qué los evangelios ponen a María Magdalena como primera testigo de la resurrección. No habría valido un varón, que los hombres somos muy crédulos. Tenía que ser una mujer, porque si ella lo dice, ¿quién lo va a discutir?
Yo no creo que tu eres cura porque tu me lo has dicho. Me lo ha dicho otra persona que te conoce personalmente.
¿Ves? Lo que yo te estaba diciendo. Si lo dice una mujer, seguro es así. Pues aunque te lo diga alguien con XY, créeme y créetelo: los corzos son esos puntos dentro del lazo. El sentido común camina de mi lado, si fueran conejos tendrían que ser como elefantes…
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