La conversión de San Pablo


San Pablo. El Greco, Saint Louis, Missouri, United States

 
Sucedió que, yendo de camino, cuando estaba cerca de Damasco, de repente le rodeó una luz venida del cielo, cayó en tierra y oyó una voz que le decía:
-«Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?».
Él respondió:
-«¿Quién eres, Señor?».
Y él:
-«Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, entra en la ciudad y se te dirá lo que debes hacer».
Los hombres que iban con él se habían detenido mudos de espanto; oían la voz, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo, y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Le llevaron de la mano y le hicieron entrar en Damasco. Pasó tres días sin ver, sin comer y sin beber.
Había en Damasco un discípulo llamado Ananías. El Señor le dijo en una visión:
-«Ananías».
Él respondió:
-«Aquí estoy, Señor».
Y el Señor:
-«Levántate y vete a la calle Recta y pregunta en casa de Judas por uno de Tarso llamado Saulo; mira, está en oración y ha visto que un hombre llamado Ananías entraba y le imponía las manos para devolverle la vista».
Respondió Ananías:
-«Señor, he oído a muchos hablar de ese hombre y de los muchos males que ha causado a tus santos en Jerusalén y que está aquí con poderes de los sumos sacerdotes para apresar a todos los que invocan tu nombre».
El Señor le contestó:
-«Vete, pues, éste me es un instrumento de elección que lleve mi nombre ante los gentiles, los reyes y los hijos de Israel. 16Yo le mostraré todo lo que tendrá que padecer por mi nombre».
Fue Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y le dijo:
-«Saúl, hermano, me ha enviado a ti el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías, para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo».
Al instante cayeron de sus ojos unas como escamas, y recobró la vista; se levantó y fue bautizado. 19Tomó alimento y recobró las fuerzas. (Hech 9, 3-18)

Este texto relata el hecho que hoy se celebra en la Iglesia Católica: la conversión de San Pablo. Curiosamente no hubo caballo, ni jinete descabalgado que festejar. Se trata de un añadido que la tradición ha hecho llegar hasta nosotros, un dato más de los que contribuyen a hacer de Saulo de Tarso un personaje controvertido, un manipulador del evangelio y el inventor de la estructura que hoy conocemos como Iglesia.
San Pedro y San Pablo. Pablo Rabiella y Díez de Aux (s. XVII), Museo de Zaragoza

Pablo sin embargo es lo que está bien simbolizado en tantas portadas de iglesias, en retablos y en la imaginería religiosa en general: el par de Pedro, la otra columna, el vector del todo necesario para hacer de algo surgido en un lugar de límites muy estrechos y encorsetado por normas religiosas rígidas hasta lo imposible, un mensaje abierto y dirigido a toda la humanidad de entonces y de siempre.
San Pablo merece todo reconocimiento, y verse libre de cualquier sospecha, duda o tergiversación.
Este largo texto que añado, de Xabier Pikaza Ibarrondo, tomado de su blog, expone sin pasión y con claridad quién fue el Apóstol Pablo y su trayectoria vital, creyente y misionera.
Pablo es el hombre mejor conocido de la iglesia (y quizá de toda la historia judía y romana, entre el 30 y 64 d. C.). Se llamaba Saúl o Saulo, como el primer rey israelita; pero más tarde tomó un sobrenombre latino «Pablo» (Paulus, el Pequeño) con el que se le conoce. Algunos le toman como un impostor fanático, inventor del cristianismo organizado con una iglesia propia, en línea de poder (en contra de Jesús). Otros le oponen a Pedro y a los representantes de la iglesia jerárquica romana, tomándole como defensor de una libertad puramente individual e interior (en línea con el subjetivismo moderno). Pero él no fue ni una cosa ni otra, sino que fue un judío radical que siguió siendo radical al hacerse cristiano. Fue un judío fariseo (Flp 3, 5) y así conoció y persiguió la misión de los cristianos helenistas de Damasco que, a su juicio, destruían la cohesión "nacional" (legal) del pueblo y negaban la autoridad de Dios, al identificar a su Hijo-Mesías con un crucificado. Convertido en testigo/apóstol del Dios de Jesús y de su gracia salvadora, Pablo irá fundando por oriente comunidades de cristianos mesiánicos y apocalípticos, enraizados en la tradición de las promesas de Israel, pero separados de la autoridad legal del judaísmo, como indicaremos. Fue un creador de Iglesia, pero se mantuvo siempre en comunión con Pedro y Santiago. Estos son los diez momentos básicos de su vida cristiana.
(1) Hasta el año 33. Cristiano antes de serlo. El problema de Pablo: identidad judía, universalidad humana. Pablo era, al mismo tiempo, un judío helenista (de cultura griega) y muy nacionalista (de línea farisea). Había nacido en Tarso de Cilicia y vivía en Damasco, donde conoció y persiguió a la comunidad cristiana helenista que allí había surgido. Su conocimiento de los cristianos debió ser personal y profundo, de primera mano. Sólo así se entiende el hecho de perseguirles. «Yo podría confiar en la carne. Si alguno cree tener de qué confiar en la carne, yo más: circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto al celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia de la ley, irreprensible». (Flp 3, 4-6). No parecía tener problemas de conciencia, podía haberse mantenido en el judaísmo, cuya «carne» (ley nacional) había querido defender al perseguir a los cristianos. Pero en el fondo de esa seguridad se escondía una inseguridad más grande, que se expresaba en la misma violencia con que perseguía a la iglesia. ¿Por qué perseguía a los cristianos? Porque pensaba que ellos rompían la identidad judía, al mezclar desde un oscuro Jesús crucificado a judíos y gentiles. Tenía miedo de perder la identidad judía.
(2) Año 33. Encuentro con Jesús, experiencia pascual. Probablemente persiguió a Jesús porque había en él (y en los cristianos) algo que le atraía: Cómo ser judío siendo universal. Perseguía a los cristianos porque había en ellos algo que le faltaba: Ser universal siendo judío, abrirse a todos los hombres desde la propia tradición de su pueblo. El problema no tenía “solución racional”, en un plano de pura discusión filosófica, política o religiosa. Hacía falta una “revelación” más alta. Ese fue su descubrimiento del “evangelio”, de la buena noticia de la fraternidad universal: «Quiero que sepáis, hermanos, que mi evangelio no es de origen humano. Pues no lo recibí de humanos…, sino por revelación de Jesucristo. Porque habéis oído mi conducta antigua en el judaísmo… Pero cuando el Dios, que me eligió desde el vientre de mi madre… quiso revelarme a su Hijo para que lo anuncie a los gentiles…» (cf. Gal 1, 11-15). Pablo perseguía a los cristianos “helenistas” de Damasco, porque ellos habían “abierto” el judaísmo a los gentiles. Perseguía, en el fondo, su “misión”, su apertura mesiánica, que rompía los confines de la Ley del judaísmo fariseo que él quería defender. En ese sentido, el problema de la “misión”, es decir, de la apertura de Israel a los gentiles y de amplitud universal del mensaje bíblico se encuentra presente en la vida de Pablo antes de su conversión y de su misión posterior cristiana. En su conversión hay dos aspectos básicos:
(a) La visión del Cristo crucificado (un Cristo rechazado por el Israel oficial, un Cristo maldito por la Ley).
(b) La superación de un Israel de la “carne”, es decir, de la Ley Revelación. Pablo no es apóstol por «mandato eclesial», sino directamente por llamada y decisión de Cristo (cf Gal 1, 1). Este elemento de inmediatez forma parte de toda vocación y ministerio: sólo puede ser ministro de la iglesia alguien que «ha visto a Jesús» y ha recibido su tarea. En su origen cristiano, Pablo se sabe y siente directamente avalado y enviado por Cristo a quien ha conocido “directamente” (el Cristo a quien él perseguía) a través de su experiencia de Damasco. «Pero las cosas que para mí eran ganancia, las he considerado pérdida a causa de Cristo. Y aun más: Considero como pérdida todas las cosas, en comparación con lo incomparable que es conocer a Cristo Jesús mi Señor. Por su causa lo he perdido todo y lo tengo por basura, a fin de ganar a Cristo y ser hallado en él; sin pretender una justicia mía, derivada de la ley, sino la que es por la fe en Cristo, la justicia que proviene de Dios por la fe» (Flp 3, 7-9).
(3) Años 33-35. Primera misión. El “mundo árabe”. Pablo conocía bien el cristianismo de los helenistas: lo conocía como un riesgo para el judaísmo legal de la rama farisea. Según eso, él sabía quien era Jesús, desde la perspectiva de los misioneros helenistas a quienes él perseguía. Por eso, tras convertirse, no tiene que ir a “aprender” quién es Jesús y qué es la Iglesia, porque ya lo conoce. En ese contexto se sitúan los tres años de lo que podemos llamar su misión árabe. «Pero cuando el Dios, que me eligió desde el vientre de mi madre… quiso revelarme a su Hijo para que lo anuncie entre los gentiles, no consulté con carne y sangre, ni subí a Jerusalén a los que eran apóstoles antes que yo, sino que fui a Arabia, y regresé otra vez a Damasco» (Gal 1, 17). Todo nos permite suponer que actúa como miembro de la Iglesia de Damasco y que realiza una misión en la Siria nabatea (Arabia). Los tres primeros años de Pablo como cristiano están vinculados a esa “misión en Arabia”, centrada en la Damasco nabateo-helenista… o en su entorno, en la zona que va de la Decápolis a Palmira. No debió tener mucho éxito. Acabó con la huida de Damasco. «En Damasco, el gobernador bajo el rey Aretas guardaba la ciudad de los damascenos para prenderme; pero fui descolgado del muro por una ventana en una canasta, y escapé de sus manos» (2 Cor 11, 32-33). Deberíamos conocer mejor lo que significa esa “misión en Arabia”, que terminó con una huída sin retorno. ¿Fue una especie de vuelta al desierto, como quisieron algunas tradiciones proféticas, que hablan del nuevo Israel que nace del desierto (Oseas)? ¿Una esperanza apocalíptica? (Juan Bautista empezó en el desierto, lo mismo que Jesús: ¿puede situarse en esa línea el primer evangelio de Pablo?)
(4) Año 35. Primera subida a Jerusalén. «Sólo en un segundo momento, pasados tres años, subí a Jerusalén para conversar con Cefas y estuve con él quince días. Pero no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Santiago, el hermano del Señor» (Gal 1, 18-19). Ha empezado su misión desde Damasco, quizá en la zona de Oriente, pero, en un momento dado ciertamente quiere contrastar su experiencia con Cefas (=Pedro, Piedra), referencia central de la iglesia; pero no pide que le ordenen (que le hagan presbítero u obispo, en el sentido posterior de la palabra), sino que le acepten en la comunión de los que viven y anuncian el evangelio, lo mismo que a Pedro, lo mismo que a Santiago. No va para someterse, ni siquiera para «encontrar la raíz de la Iglesia en Jerusalén» (lugar de Pascua). Va para “conversar” (historêsai), para situar su visión de la Iglesia a lado de la visión y camino de Pedro y Santiago. Ya desde aquí se entiende la Iglesia en forma de comunión de iglesias y de comunión de “líderes”.
(5) Años 35-48. Segunda misión, desde Antioquía, con Bernabé. Pablo ha ido a Jerusalén para “conversar” con Pedro (y con Santiago), pero no queda allí. ¿Por qué? Quizá porque aquella no es su “iglesia”. No forma parte de la misión de la costa (como Pedro) ni de Samaría (como Felipe), sino que se hace miembro de la Iglesia de Antioquía, de la que se siente solidario. Ésta es la “segunda misión”, de la que Pablo no nos habla nada… Son para él catorce años de silencio misionero, que ha sido “cubierto” por el libro de los Hechos 13-14. En este tiempo, Pablo asume la misión de los “helenistas”, tal como ha sido aceptada también por Bernabé, otro “helenista” de Chipre, afincado primero en Jerusalén y luego en Antioquía. Éste es el tiempo de misión desde Antioquía, la primera iglesia “cristiana” en el sentido posterior de la palabra. Ésta es por tanto la “misión de Bernabé y de Pablo”, ambos actúan como apóstoles de la Iglesia de Antioquía, desde una perspectiva de cristianismo helenista, creando Iglesias universales, desde el judaísmo, pero “liberadas de la ley judía”, abiertas a judíos y gentiles.
(6) Años 48/49. “Concilio de Jerusalén”, comunión discutida. «Después, tras catorce años, subí otra vez a Jerusalén con Bernabé, llevando también a Tito. Subí por revelación y les presenté el evangelio que predico entre los gentiles, pero en privado a los que tenían reputación, para cerciorarme de que no corría ni había corrido en vano… por unos falsos hermanos que se habían introducido para vigilar nuestra libertad en Cristo Jesús… Y al reconocer la gracia que se me había dado, Santiago, Cefas y Juan, considerados columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la derecha, en señal de comunión, para que nosotros (fuéramos) a los gentiles y ellos a los circuncisos; sólo que recordáramos a los pobres, cosa que nos apresuramos a cumplir» (Gal 2, 1-10; cf. Hech 15). Pablo y Bernabé se reúnen en Jerusalén con Santiago (líder de aquella Iglesia) y con Pedro (que había dejado aquella iglesia en torno al año 44 y que debe haber vuelto por un tiempo o para la reunión). Bernabé y Pablo aparecen unidos como representantes de la “misión a los gentiles”. Frente a ellos y con ella está el “trío” de las iglesias más vinculadas a la ley judía: la de Santiago, la de Pedro y la de Juan, las tras columnas…. Se trata de una comunión discutida. El problema de la unidad y diversidad de las iglesias no se resuelve desde arriba, con un tipo de imposiciones jerárquicas, ni de Pedro (ni de Santiago, que aparece como la autoridad más alta, el primer “papa”), sino a través de un ejercicio de diálogo laborioso, paciente. Este es el gesto básico de la comunión: darse la mano, reconociendo juntos a Cristo, reconociéndose unidos en la gran tarea.
(7) Años 48/49. Disputa no resuelta. Iglesia petrina, iglesia paulina. Tras el llamado Concilio “los problemas siguen”. Bernabé y Pablo vuelven a Antioquía… Pero un tiempo después, entre el 49/50 d. C. viene también Pedro, como representante de la iglesia originaria. «Pero cuando Cefas vino a Antioquía, le resistí a la cara, porque era censurable. Pues antes de venir algunos de Santiago, comía con los gentiles, pero cuando vinieron, empezó a retraerse y apartarse, pues temía a los circuncisos. Y el resto de los judíos se unieron en su hipocresía, incluso Bernabé… Pero cuando vi que no andaban con rectitud según la verdad del evangelio, dije a Pedro ante todos: Si tú, judío, vives como gentil ¿cómo obligas a los gentiles a judaizar?» (Gal 2, 11-14). De manera ejemplar, el fin del relato no es un “idilio” de iglesia que tiene resueltos sus problemas, sino un camino abierto con nuevas disputas: la unidad eclesial no es algo que se logra por la fuerza o que se impone desde arriba, sino un camino paciente y creador, en medio de las dificultades de un camino donde unos y otros parecen tener la razón. Por un momento, queda a un lado Santiago (en Jerusalén). Pedro y Pablo salen y se encuentran en Antioquía, centro y foco de la primera gran misión cristiana. Ambos mantienen sus diferencias, sin perder la comunión de base, como supone Pablo (cf. 1 Cor 1, 12; 3, 22; 9, 5) y el proceso ulterior de la iglesia. Todos (Pablo, Pedro-Bernabé, el mismo Santiago) aceptan la misión a los gentiles, sin necesidad de circuncidar a convertidos, pero se distinguen en la forma de expresar y realizar la comunión entre cristianos de origen judío y gentil. En este contexto, junto a la “experiencia judeocristiana estricta” de Santiago (que despliega una iglesia estrictamente judía, en Jerusalén), podemos hablar de dos misiones: de una misión paulina (con unidad plena entre judíos y paganos, sin obligación de ley judía) y otra petrina, que conserva ciertos elementos de la ley judía, en ritos de unidad y comida.
(8) Años 49-57. La tercera misión de Pablo, misión universal. Éstos son los años de la misión paulina propiamente dicha. Ocho o nueve años que van a cambiar la historia de la iglesia. (1) Pedro queda en Antioquía, asumiendo la misión anterior de los helenistas y del mismo Pablo y Bernabé, haciendo un camino de iglesia “más prudente”: quiere mantener ciertos ritos de los judeo-cristianos, un tipo de vinculación con el judaísmo de la ley; desde ese fondo avanzará gran parte de la iglesia posterior, como suponen Mc y Mt, Jn y el mismo Apocalipsis. (2) Pablo rompe incluso con el mismo Bernabé, que ha sido hasta ahora su hermano mayor y compañero, de manera que siguen caminos diferentes (cf. Hech 15, 36-41, aunque las “razones” que aquí se dan no son las definitivas). Pablo asume y realiza su misión él sólo, con los suyos… Estos son los años de su madurez, años en los que va creando su grandes iglesias, desde Éfeso hasta Corinto, pasando por Galacia y Tesalónica. Son los años de sus cartas auténticas: 1 Tes, 1 y 2 Cor, Gal, Flp, Rom… Ésta es su tercera misión, su misión definitiva, la única que conocemos de verdad. Pablo va creando comunidades… esperando que llegue el final de los tiempos; pues bien, desde la experiencia de la llegada de ese fin (para todos los hombres), él va creando las comunidades en las que se vinculan ya judíos y gentiles. La misma experiencia de la llegada del fin de los tiempos abre un espacio de “universalidad”, una nueva experiencia de humanidad.
(9) Años 57-59. Pablo Preso. Tercera subida a Jerusalén. En torno al año 57 Pablo decide venir a Roma, para pasar al occidente, para que de esa forma el Evangelio se extienda por todo el mundo conocido. Había comenzando en Arabia (oriente); quiere llegar a Hispania (occidente), para que así pueda llegar el Cristo. Pero antes quiere volver a Jerusalén por tercera vez, llevando la “colecta” que ha recogido en todo el oriente, para mantener de esa manera su unidad con la primera iglesia. El tema de esta “colecta” y de su anuncio de la subida a Jerusalén, para reconocer el origen “judío” concreto de la Iglesia está presente en todas las últimas cartas de Pablo, desde Gal 2, 10 hasta 2 Cor 8-9 y Rom 15-16. Sabemos que subió a Jerusalén, con dinero para la iglesia madre, pero ya no conocemos de primera mano lo que allí sucedió, sólo lo que cuenta Hechos (Hech 21-26). Todo nos permite suponer que el encuentro final de Pablo con Santiago pudo ser “dramático”. El caso es que a Pablo le hacen prisionero precisamente en Jerusalén, como a Jesús, por querer mantener la raíz jerosolimitana de su evangelio universal.
(10) Años 60-63. Prisión en Roma, martirio. No sabemos exactamente como fueron las cosas. El relato de Hech 27-28 resulta en principio fiable. Pablo fue llevado prisionero a Roma, para ser juzgado. Es muy posible que fuera juzgado y condenado… Es posible que en su condena intervinieran no sólo las autoridades romanas y las acusaciones de algunos “judíos de Jerusalén”… sino también los celos y divisiones de otros grupos cristianos de Roma (como parece suponer 1 Clemente). No parece que pudiera cumplir su sueño de llegar al occidente (Hispania), como dice en Rom 15. Había cumplido su misión, había llegado su hora. Posiblemente fue martirizado en Roma en los mismos años que Pedro, que también llegó a la capital del imperio. En esos mismos años asesinaron a Santiago, en Jerusalén. Había terminado la primera etapa de la vida de la iglesia.














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