La Liturgia de las Horas



No tocaba todavía, pero con el cambio de mes he pasado al IV Libro de las Horas. Puesto que aún estamos en la semana XVII debería seguir con el III, pero como salvo las lecturas de Maitines el resto es común para todo el Tiempo Ordinario, me he tomado la licencia. ¡Que se note que la luna manda pasar página!
En realidad es una simpleza esto mío, y merezco no tanto como un “capón”, sí al menos una “collejina”.
Es el rezo oficial de la Iglesia. Es mundial. ¡Qué digo mundial! ¡Universal! Saber que con ella oran en Laponia y en Tierra del Fuego, en Australia y en Canadá, en el Índico y en el Atlántico; que la usaron en el siglo I lo mismo que ahora en el XXI; en catedrales de centroeuropa y en capillas en lo más profundo de la selva tropical; papas y sacristanes, monjas de clausura y laicas de vida muy activa… En fin, es de tod@s y es para tod@s.
Que venga yo ahora a decir que abro el IV antes de tiempo es una chiquillada de las muchas que me permito, me consiento. Y dice de mí más de lo que pueda expresar ahora con palabras. No soy fiel, aunque reconozco la obligación que contraje cuando me ordenó mi señor obispo Don José. Tiene tanto peso el rezo de las Horas que constituye un momento señalado en la ceremonia de la Ordenación al Presbiterado.
Tengo siempre dispuesto mi Breviario para el uso, aunque prefiera otras formas de orar. Disfruto cuando recito los Salmos, me siento sumido en una corriente ancestral cuando entono el Benedictus, exulto en el Ser en el que somos proclamando el Magnificat, y el Nunc dimittis es el mejor cierre de jornada tras un examen casi nunca completo aunque eficaz siempre.
Saber que con ellas lleno el día en la presencia del Dios que me sostiene en la existencia, que me origina constantemente a la vida, que me respeta en libertad y que me requiebra una y otra vez sin desmoralizarse nunca, a pesar de mis espantás, de mis negaciones y de mis omisiones, me lleva a tenerlo siempre ahí, a la vista, a mano, muy cercano. [En mi descargo: en medio del tráfico urbano, dándole a los pedales y sorteando vehículos, o paseando a toda prisa por la acera, me descubro a veces repitiendo frases como mantras, tal que por ejemplo: Señor Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra; o, Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación; o, Tú, Señor, eres mi esperanza desde mi juventud; o, El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres; o, Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío; ¿cuándo entraré a ver tu rostro, Señor?…]
En realidad esta confesión de mi mala praxis con la Liturgia de las Horas de la Iglesia es la introducción que se me ocurre, mala a más no poder lo reconozco, a esta oración impresionante de un hombre de Dios, teólogo y humanista, místico, poeta y maestro, que a pesar de la densidad de su lenguaje, escribe con una claridad que embelesa. Termino yo para dejarle a él. Es Karl Rahner:

 
DIOS DE MIS ORACIONES

De mis oraciones quiero hablarte, Señor. Y si otras veces me parece que te fijas poco en lo que mis oraciones quieren decirte, escucha siquiera esta vez mis palabras. ¡Señor Dios, no me admiro de que mis oraciones caigan al suelo tan lejos de ti! Si yo mismo muchas veces no escucho lo que estoy rezando. Mi oración muchas veces es para mí una mera «tarea», un «pensum» que cumplo y después de lo cual estoy contento porque ya lo he pasado. Y por eso en la oración estoy en mi «tarea», en lugar de estar orando contigo.
Sí, así es mi orar. Lo reconozco. Pero, Dios mío, no puedo casi lograr arrepentirme de esa mi oración que en realidad no lo es. ¿Cómo podría el hombre hablar contigo? Estás tan lejos y eres tan incomprensible. Cuando oro es como si todas mis palabras cayeran en una oscura sima, de la cual no regresa eco alguno que pudiera avisar que mis oraciones han dado con el fondo de tu corazón.
Señor, orar toda una vida, hablar sin recibir una respuesta, ¿no es demasiado para mí? ¿Comprendes que ando escapando de ti una y otra vez y que trato y hablo con hombres y objetos que me dan una respuesta? ¿O debo aceptar como palabra e iluminación tuya la emoción que me llega cuando oro o la ocurrencia que me viene a propósito de la meditación? Dios mío, los devotos llegan aquí al instante. Pero se me hace muy difícil creer esto.
Una y otra vez me vuelvo a encontrar a mí mismo en todas estas experiencias y solamente oigo el vacío eco de mis propias llamadas. Y, sin embargo, yo quiero tu palabra, te quiero a ti mismo. Yo mismo y mis ocurrencias son a lo más útiles para otros, incluso cuando estas ocurrencias se refieren a ti, y las gentes las tienen a lo mejor como profundas. Me estremezco ante mis «profundidades», que son solamente la superficialidad de un hombre, y, por añadidura, muy vulgar. Una «interioridad» en la cual sólo se encuentra uno a sí mismo vacía el corazón mucho más que todas las disipaciones y perdiciones en el trajín del mundo. Únicamente me puedo soportar a mí mismo cuando me puedo olvidar mientras vivo en ti, habiendo salido de mí mismo por la oración. Pero ¿cómo he de poder hacer esto si Tú no te me muestras, si te quedas tan lejos? ¿Por qué guardas silencio? ¿Por qué me encargas hablarte si parece que no escuchas? Si estás mudo, ¿no es esto una señal de que no me haces caso?
¿O es que sí escuchas atentamente mi palabra, escuchas quizá durante toda mi vida hasta que he logrado expresarte todo mi ser, hasta que he manifestado toda mi vida? ¿Callas precisamente porque escuchas con tranquilidad y atención hasta que de veras he terminado, para decirme entonces tu palabra, la palabra de tu eternidad? ¿Entonces, finalmente, mediante la luminosa palabra de la vida eterna, con la cual Tú mismo quieres hablar al penetrar en mi corazón, cortarás el monólogo tan largo como la vida de un pobre hombre agobiado por la oscuridad de este mundo? ¿Es mi vida, en el fondo, una sola breve jaculatoria —y todas mis oraciones son únicamente meras palabras humanas que sirven para expresarla—, y es tu eterna posesión tu eterna respuesta a ello? ¿Tu silencio, cuando oro, es acaso un hablar lleno de promesas infinitas? ¿Una palabra que es inconcebiblemente más trascendental que cualquier palabra hablada que Tú pudieras dirigir ahora a la finitud de mi estrecho corazón, que por ese mismo hecho se volvería tan pobre y pequeña como mi propio corazón?
Señor, seguramente es así. Pero si esto fuera tu respuesta a mi queja, en el caso de que quisieras hablar, te tengo preparada, a ti, mi Dios lejano, una nueva objeción que procede de un corazón mucho más afligido que por mi queja sobre tu silencio.
Si mi vida ha de ser una sola oración, y mi oración una parte de esa vida que orando se desliza ante tu acatamiento, entonces también debo estar facultado para llevar ante ti mi vida, y a mí mismo. Pero, mira, eso precisamente está más allá de mis fuerzas. Cuando oro es mi boca la que habla. Entonces mis pensamientos y mis resoluciones, si es que oro «bien», representan gustosas su papel, previamente ordenado y ensayado. Mas, en tal caso, ¿sería yo el mismo que ha orado?
Yo no debería orar palabras o pensamientos o resoluciones, sino a mí mismo. Aun mi buena voluntad pertenece todavía a la superficie de mi alma y es demasiado débil para penetrar en aquellos profundos estratos de mi experiencia donde soy yo mismo, donde las aguas escondidas de mi vida surgen y caen según ley peculiar. ¡Cuan poco poder tengo sobre mí mismo! ¿Te amo de veras cuando te quiero amar? El amor es un perderse a sí mismo dentro de ti, un adherirse a ti hasta la última profundidad del propio ser. Pero ¿cómo debo orar amando, cuando la oración del amor debe ser la entrega del último fundamento de mi corazón, un abrir las más íntimas estancias de mi alma, si yo mismo no tengo el poder de abrir esta estancia que es la más íntima? Me hallo impotente y débil ante mi último misterio, que está sepultado, como una inmovilidad pesada y torpe, en fondos hasta los que no penetra mi libertad cotidiana.
Dios mío, yo sé que orar no tiene que ser forzosamente entusiasmo y arrobamiento, y puede, sin embargo, ponerme todo entero a tu merced y disposición, de modo que nada quede reservado para ti. Una oración que con derecho lleve tal nombre no tiene que ser alegre júbilo y el brillo de un regalarse a sí mismo sin preocupación. La oración puede ser como un sangrar interno, en el cual la sangre del corazón del hombre interior, entre congojas y dolores, se sumerge calladamente en su propia profundidad. Me parece bien si pudiera rezar de esta o de aquella manera con tal que en ello logre darte, orando, lo único que Tú quieres: no mis pensamientos, sentimientos y resoluciones, sino a mí mismo. Pero precisamente no puedo eso porque me soy extraño a mí mismo y no estoy en mí, debido a la cotidiana superficialidad de mi vida, a la cual soy empujado necesariamente. ¿Cómo puedo buscarte a ti, Dios mío, cómo entregarme a mí mismo a ti si no me he encontrado a mí mismo?
Ten misericordia de mí, Dios mío. Cuando huyo de la oración, no quiero huir de ti, sino de mí, de mi superficialidad. No quiero escaparme de tu infinitud y santidad, sino de la desolación del mercado vacío de mi alma, por el cual debo vagar cuando huyo del mundo y no puedo penetrar en el verdadero santuario de mi interior, en el cual sólo Tú deberías encontrarte y ser adorado. ¿No comprende tu misericordia para conmigo que yo, excluido del lugar que Tú habitas y desterrado en la plaza que está frente a tu Iglesia, lleno esta plaza, por desgracia, con la agitación del mundo? Si al menos tu silencio elocuente no me recoge en tu interioridad, ¿no comprende tu misericordia que el vano ruido de ese trajín me es más dulce que la enconada quietud, único resultado de la silenciosa respuesta que en la oración quiero dar la mundo?
¿Qué debo hacer? Me has mandado orar, y ¿cómo había yo de creer que Tú me mandases algo que me fuera imposible realizar con tu gracia? Creo que me has encomendado orar y que con tu gracia también lo puedo. Pero entonces el orar que me exiges en el fondo solamente puede ser: esperar en ti, el silencioso estar preparado hasta que Tú, que siempre estás en el centro más íntimo de mi ser, me abras por dentro del portón, para que yo también entre en mí mismo, al recóndito santuario de mi vida, y allí —al menos una vez— vierta ante ti la copa que contiene la sangre de mi corazón.
Esa será la hora de mi amor. Si ésta llegará en una «oración» —lo que entiendo por oración en el lenguaje cotidiano— o en otra hora decisiva para la salvación de mi alma, o en mi muerte, advierta o no esta hora de mi vida, dure poco o mucho, todo esto sólo lo sabes Tú. Pero debo estar preparado y esperar para que cuando Tú abras el portón decisivo para mi vida —quizá lo hagas queda e inadvertidamente— no frustre yo, distraído con los objetos de este mundo, la entrada en mí y en ti. Entonces tendré en mis manos temblorosas mi propio ser, aquel algo sin nombre en el cual todavía se unifican todas mis fuerzas y propiedades como en su origen, y podré devolverte esta cosa sin nombre en el sacrificio del amor.
No sé si esta hora ya comenzó en mi vida, solamente sé que tendrá su fin definitivo en mi muerte. En esta hora bienaventurada y terrible de mi amor todavía guardarás silencio y me dejarás hablar a mí mismo. Los teólogos llaman tu silencio en estas horas de decisión «noche del alma» y aquellos que la han experimentado de ordinario son llamados «místicos» —una expresión bajo la cual las gentes se imaginan tantas cosas ridículas—, aquellos que han vivido esta hora de eterna decisión amorosa no como todos los hombres, sino que conjuntamente han podido contemplarse en ella a sí mismos.
Y después de la hora de mi amor, que está oculta en tu silencio, vendrá el día de tu amor: «visión beatífica». De modo que ahora, como todavía no sé cuándo vendrá mi hora y si no comenzó ya, debo aguardar en el vestíbulo que está ante tu santuario y el mío. Debo vaciarlo del ruido del mundo y debo soportar, con ayuda de tu gracia y de una fe pura, el amargo silencio y desolación que así nacen. Ese es el sentido más profundo de mis oraciones cotidianas. No lo que en ellas pienso, no lo que resuelvo y siento, no este «hacer» de mi pensar y querer superficiales, no es todo en sí mismo lo que te agrada en mi oración. Todo esto es un mandamiento y gracia tuya para que el alma se halle dispuesta para la hora en la cual le dé la posibilidad de orarse a sí misma en ti. ¡Dame, Dios de mis oraciones, la gracia de aguardarte orando!

[Karl Rahner. Oraciones de vida. Publicaciones Claretianas. Madrid 1986, págs. 35-40]

3 comentarios:

Ignacio de Infiesto dijo...

Las horas del estío pasan despacio, demasiado.

Carmen dijo...

El texto de Karl Rahner me ha dejado sin palabras. Describe tan bien mi experiencia que podría haberlo escrito yo...gracias por compartirlo.

Julia dijo...

Yo, ante estas cosas, me quedo sin palabras. Lo de la oración es complicado cuando una no tiene ninguna certeza de que haya un ser superior a quien elevarla, porque si es superior ya haría lo que debe, se lo pidiéramos o no. Otra cosa es la mística que se le atribuye a las liturgias de esta iglesia o de otras (estoy pensando en la ortodoxa, por ejemplo) que, en verdad, producen un cierto arrebato y tocan fibras del espíritu que despierta de otras atenciones en las que estaba hasta ese momento.
No sé, quizá me haya liado un poco (o no) explicando lo difícil que me resulta el tema "oración" sin más; bueno, a cambio, puedo decirte que el Magnificat era uno de mis cantos preferidos, cuando tocaba, en el cole de San Sebastián.
Besos

Seguidores

Etiquetas

20 N Abraham Abstención Abuelez Abuso de menores Abuso de poder Abusos sexuales Acacia Acebo Aceras Actualidad Acuario Ada Colau Adán Adolfo Suárez Adviento Aféresis Afganistán Afilador Afirmación África Agricultura Agua Aguaviva Agustín del Agua Agustinos Filipinos Ain Karem Aire libre Ajo Alandar Albert Einstein Alberto Cortéz Alberto Iniesta Albino Luciani Alcalde Aldous Huxley Alegría Alejandro Guillermo Roemmers Aleluia Alemania Alex Ubago Alfabetización Alfonso Álvarez Bolado Alfredo Velasco Alicante Alicia Martín Baró Alimentos CE Alma de las cosas Almendro Álvaro Pombo Alzheimer Amando López Amanecer luminoso Amapola Aminatou Haidar Amistad Amor Amusco Ana y Simeón Anacoreta Anastasio Rojo Ancianidad André Wénin Andrés C. Bermejo González Andrés Torres Queiruga Ángel Álvarez Ángel Galindo Ángel García Forcada Animaladas Aniversario Anthony de Mello Anton Chejov Antonio López Baeza Antonio Machado Antonio Machín Año nuevo Añoranza Aparcamiento Apocalipsis Apócrifos Árbol Argentina Arguiñano Armarios Armas Armonio Arte Ascensión Ascensor Asertividad Asesinato Aspidistras Astou Pilar Asunción Ataxia Atletismo Atrio.org Auditorio Miguel Delibes Ausencia Austeridad Autoconfianza Autoridad Avaaz Avería Avisos Ayelet Shaked Aymeric Picaud Ayuntamiento Azorín Azucenas Baltasar Garzón Banco de Alimentos Banco de España Barack Obama Barcelona Barrio de Delicias Barro Bartolomé Esteban Murillo Baruck Spinoza Bautismo Baxter Keaton Beagle Beatriz Cariño Beethoven Belén Benedicto XVI Benito Prieto Coussent Benjamín Prado Bernabé Berta Berto Bertolt Brecht Biblia Biblioteca Bicicleta Bienaventuranzas Bienve Blog Bloque Blowin’ in the Wind Bob Dylan Boda Boj Bolivia Bolsa Bondad Borja Borrado Breva Breviario Buena voluntad Buenos consejos Bufanda Bujedo Cabreo Cactus Cadarso Café Cala Calabaza Calendario Calidad de vida Cáliz Calor Calzado Caminar Camino Camino Astorga Redondo Camino del Pesquerón Campamento Campeonato Mundial de Fútbol Canal de Castilla Cáncer Cancha deportiva Canela Canena Cantabria Caracoles Cardenal Martini Caritas Cáritas Carlos Carlos Aganzo Carlos F. Barberá Carlos González Vallés Carlota Carmen Tablada Carnaval Carne Castilla Castromocho Castromonte Catecismo Catecismo Holandés Catedral Catequesis Caza CCP Cedro Celibato Celina Maricet Celtas Cortos Cena de Pascua Cenar Cenizas Censura Cervantes César Vallejo Change.org Chapuzas Charlot Chetán Chile China Chiquilladas Chispa Cielo Ciencia Cine Ciro Alegría Cisne Claudio Coello Claudio Sánchez Albornoz Clint Eastwood Clonar Cocina Codex Calixtinus Codorniz Coherencia Colegio Colesterol Colón Coltán Comadreja Comedor Social Comentarios Comer Comillas Compañeros Compasión Competición Compromiso Comuneros Comunicación Comunión Concilio Vaticano II Cónclave Concurso Conferencia Episcopal Española Confesión Congo Constitución Española Consumismo Contaminación Control Córdoba Cordura Corea del Norte Corea del Sur Coronavirus Corpus Corrección Correo Corzos Cosas Cosas de la vida Cosecha Creación Credo Crisantemos Crisis Cristales Cristianisme i Justícia Cristo Crucificados Crucifijo Cruz Cuadros Cuaresma Cuento Cueva del Cobre Cuidados Paliativos Cultura Cumbre sobre Clima de Copenhague Cumpleaños Curiosidad Dalí Dámaso Alonso Daniel Barenboim Daniel González Poblete Dante Dante Pérez David Déficit de atención Delacroix Delatar Delibes Delito informático Democracia Dentadura Denuncia Deporte Derecho Derecho a la intimidad Derecho Canónico Derecho de propiedad Derechos Humanos Desagües Desahucio Desaparición Desarrollo sostenible Descalificación Descubrimientos Desiderio Desilusión Despedida Despertar Día de los Sin Techo Diálogo Diapositivas Dietrich Bonhoeffer Difuntos Dignidad Dinamarca Dinero Dios Dios con nosotros Distopía Diversidad Dolor Dolores Aleixandre Domingo Don Dionisio Don Domnino Donald Jhon Trump Donald Zolan Doñana Droga Duda Duende Duero Ébola Ecce Homo Eclesalia Ecología Economía Edad Edelweiss Edición Eduardo Galeano Eduardo Haro Tecglen Ejercicios espirituales El Cid El club de los poetas muertos El Corazón de Jesús El factor humano El Gordo y el Flaco El Mal El muro de Berlín El Norte de Castilla El País.com El Papa El pinar El Pino El Roto El Salvador El tiempo Elba Julia Ramos Electricidad Eloy Arribas Eluana Emaús Emigración Emilia Pardo Bazán Emilio Calatayud Emisión Emma Martínez Ocaña Emoción En Portada Encinas Energía Enfermedad Enrique Barquín Sierra Enrique Estencop Equilibrista Erlich Ernestina de Champourcin Ernesto Cardenal Escalera Escritura Escuela Escultura Esfuerzo Esgueva Esopo España Esperanza Esperanza Aguirre Espíritu Estafa Estandarte de San Mauricio Estrellas Estrellita Castro Estudios Eta Eucaristía Eugenio Europa Euros Eurovisión Eutanasia Eva Evangelio Evidencia Evo Morales Expectación Extranjeros Eylo Alfonso Ezequiel Ezequiel Zaidenwerg Fabio Nelli Facundo Facundo Cabral Familia FAO Fe Febrero Federico García Lorca Feedly Felicidad Felicitación Felipe Felipe VI Félix López Zarzuelo Félix María Samaniego Fernán Caballero Fernando Altés Bustelo Fernando Fernán Gómez Fernando Lorenzo Fernando Manero Ficus Fidel Castro Fidela Fidelidad Fin de año Fiódor Mijáilovich Dostoievski Florence Nihtingale Florentino Ulibarri Flores Florián Rey Folk Fontanería Forbes Forges Foto palabra Fotos Fotos raras Fra Angelico Francia Francis Francisco Cerro Chaves Francisco de Asís Francisco Pino Frases Friedrich Engels Friedrich Wilhelm Nietzsche Frutas Frutos Fuego Fuencisla Fuensanta Fumar Funeral Fútbol Futuro G. B. Ricci Gabriel Celaya Gabriel Fauré Gabriel García Márquez Gabriela Mistral Gaillot Gala Galarreta Gallinas Gamberrada Gandhi Garoña Gas Gatos Gaza Género Generosidad Gente Gerhard Ludwig Müller Girasol Gitanos Gloria Fuertes Godspell Góngora Google Docs Goya Goyo Ruiz Granada Grecia Greda Gregoriano Gregorio Fernández Gripe A Gripe porcina Grupo sanguíneo Guernica Guerra Guerra española Gumi Gustavo Adolfo Béquer Gustavo Gutiérrez Gustavo Martín Garzo Gustavo Poblete Catalán Gutenberg Hacienda Haiku Haití Hambre Hamlet Lima Quintana Händel Hans Küng Harina Haruki Murakami Helecho Hemodonación Hermanitas de los pobres Hermanos Marx Higo Higuera Hiperactividad Hirosima Historia Historias HOAC Hobbes Hodegética Hogar Horacio Horario de invierno Horario de verano Hormigas Hortensia Hosta Huelga Humanidad Humildad Humor Ibrahim iDVD Iglesia Ignacio Ignacio Ares Ignacio Ellacuría Ignacio Manuel Altamirano Ignacio Martín Baró Ildefonso Cerdá Ilusión iMac iMovie Imperio Argentina Impresora Impuestos Incendios Indagación India INEA Infancia Infierno Informe Semanal Ingenuidad Inmaculada Inmigración Innocenzo Gargano Inocencia Interesante Intermón Internet Invictus iPhone iPhoto Irak Irán Isaac Isabel Isabel y Jesús Isaías Isla Islam Israel ITV J. Ratzinger James Dean James Mollison Jan van Eyck Japón Jara Jardín Javier Domínguez Javier Fesser Jazmín Jefté Jenny Londoño Jerusalén Jesús Jesús de Nazaret Jesús Espeja Jesús Visa JMJ Joaquín López JOC Johann Baptist Metz John Carlin John Martyn John P. Meier John Selby Spong Jon Sobrino Jorge Cafrune Jorge Manrique Jorge Negrete José Afonso José Antonio Pagola José Arregui José Delicado Baeza José Gómez Caffarena José Hierro José I. González Faus José Jiménez Lozano José Luis Borges José Luis Cortés José Luis Cuerda José Luis Martín Descalzo José Luis Martín Vigil José Luis Saborido Cursach José Luis Sampedro José Manuel Calzada José Manuel Vida José María Castillo José María de Pereda José María Díez-Alegría José María Manso Martínez José Martí José Mugica José Zorrilla Juan Antonio Marcos Juan de Juni Juan Goytisolo Juan José Tamayo Juan José Tamayo Acosta Juan Martín Velasco Juan Masiá Clavel Juan Pablo II Juan Ramón Jiménez Juan Ramón Moreno Juan Valera Juan Vicente Herrera Juan XXIII Jubilación Judit Juegos Jueves Santo Julia Ardón Juliana Vermeire Julio Lois Justicia Justicia y Paz Juventud Karl Marx Karl Rahner Kaunas Khalil Gibran Konrad Adenauer La Alhambra La Arbolada La Cañada La Codorniz La Fontaine La radio La Ser La Virgen de Guadalupe Labordeta Lacomunidad.elpais.com Lágrimas Laico Lampedusa Lanuza Las Cambras Las Edades del Hombre Las mañanitas Las Villas Laurel Lawrence Ferlinghetti Lenguaje Leocadio Yagüe León León Felipe Leon Gieco León Gieco Léon L'hermitte Leonard Cohen Leonardo Boff Leopoldo Panero Lesbos Ley Ley del aborto Leyendas Libertad Libertad de expresión Libia Libros Lilas Lilit Limonero Limpieza Lina Lince Linda Literatura Lituania Liu Xiabo Liuba María Hevia Llano Llaves Lluis Llach Lluvia Lola Lombarda Lope de Vega López Vigil Loquillo Luar na lubre Lucía Caram Ludwig Feuerbag Luis Argüello Luis Darío Bernal Pinilla Luis Espinal Luis García Huidobro Luis García Montero Luis González Morán Luis Guitarra Luis Mariano Luis Pastor Luis Resines Luna Lunes Lunes Santo Lutero Machismo Maestro de escuela Mafalda Magisterio eclesiástico Mal Maltrato Malvarrosa Mamá Manifiesto del día internacional del Voluntariado Manifiesto por la Solidaridad Manos Manos Unidas Manuel Azaña Manuel del Cabral Manuel Mujica Láinez Manuel Sánchez Gordillo Manuel Vicent Manuela Carmena Máquina Marc Chagall Marciano Durán María María Magdalena María y José Mariamma Mariano Cibrán Junquera Maricas Marinaleda Mario Benedetti Mark Twain Marruecos Marte Martes Santo Martha Zechmeister Martín Jelabert Martin Luther King Martin Niemöller Martirio Marzo Máscara Matilde Moreno rscj Matrimonio Matteo Ricci Maximino Cerezo Barredo Mayo'68 Medicina Médicos sin frontera Medina de Rioseco Medio ambiente Mediterráneo Membrillo Memoria Mentiras Mercado Mercedes Cantalapiedra Mercedes Navarro Puerto Mercedes Sosa Meses México Mi canario Mi casa Mica Michael Czerny Michel Quoist Miedo Miedo escénico Miércoles de Ceniza Miércoles Santo Miguel Ángel Baz Miguel Angel Buonarroti Miguel Ángel Ceballos Miguel Ángel Mesa Miguel Cabrera Miguel de Unamuno Miguel Hernández Miguel Ligero Miguel Manzano Milagro Millán Santos Ballesteros Minueto Miradas Mirlo Mis Cosas Mistagogia Moda Moderación Moisés Moli Molino Monasterio de Moreruela Monseñor Algora Monseñor Romero Montaña Montealegre Moral Moral de la Reina Morgan Freeman Morir con dignidad Morten Lauridsen Mosca cojonera Mosqueo Mouse Mucho queda por hacer Muerte Mujer Mundo rural Munilla Muros Muros de la vergüenza Museo Museo del Prado Museo Oriental Música Nacimiento Nadal Narcisos Natación Natalicio Naturaleza Navidad Neil Armstrong Neila Nelson Mandela Nevada Nicodemo Nido vacío Nieve Niñez Nochebuena Nombres Nona Nuevo Mester Obediencia Obras Obsolescencia Ocas Octavio Paz Oliver Sacks Olivo Olor ONU Opera Oración Ordenador Oro Ortega y Gasset Oscar Wilde Oslo Otoño Pablo Milanés Pablo Neruda Pablo Picasso Paciencia Paco Alcántara Padre nuestro Paellada País Vasco Paisajes Pájaros Pajarradas Pala Palabras Palacios de Campos Palacios del Alcor Palencia Palestina Palomas Pamplona Pan Pancho Pancho Aquino Papá Papa Francisco Paquistán Para pensar Paradilla Paraguas Parlamento Europeo Paro Parque infantil Parquesol Parras Parroquia de Guadalupe Parroquia La Inmaculada Parroquia Sagrada Familia Parroquia San Ildefonso Parroquia San Pedro Apóstol Partenia Partidos Políticos Partituras Pasado Pasatiempos Pascua Pasión Pastores y ángeles Patata Patines Patxi Loidi Pavo real PayPal Paz Paz Altés PDF Pedro Ansúrez Pedro Antonio de Alarcón Pedro Calderón de la Barca Pedro Casaldáliga Pedro José Ynaraja Pedro Miguel Lamet Pentecostés Peñalara Peñalba de Santiago Pep Lladó Perdón Pereza Periodismo Periquito Perplejidad Perroflauta Perrunadas Persianas Personas Pesetas Pete Seeger Peter Menzel Pez Piano Picasa Pico Pie Jesu Pierre Teilhard de Chardin Pilar Pilar del Río Pintada Pinturas Pirineo Piscina Pisuerga Plaga Plantas Plaquetas Plasma Plástico Plata Platón Plaza de Tian'anmen Plegarias Pluralidad Pobreza Poda Poder Poesía Pol Política Pornografía Portugal Pozo Predicación Pregón Prejuicios Premio Nobel de la Paz Premios Goya Presencia Presentación Presente Preservativos Primavera Primavera de Praga Primera Comunión Profetas Prohibir Protesta Proyección Proyecto Hombre Prudencia Prudencio Publicidad Pueblo Puertas Quemadura Quevedo Quijote Quino Quintín García Quira Racismo Radiactividad Raíces Ramadám Ramón Ramón Cué Romano Ramos Rastrojos Ratón Raúl Castro Realidad Recados Recambio Recidiva Recolección Record Guinness Recorrido virtual por el Santo Sepulcro Recuerdos Redes Cristianas Reedición Reflexión Regalo Religión Religión Digital Reloj Remuñe Renglones Repuesto Reseña Bíblica Residencia de Ancianos Resiliencia Resistencia Resurrección Retiro Reyes Magos Ricardo Blázquez Ricardo Cantalapiedra Ripios Risa Roberto Roberto Rey Rock Rogier van der Weyden Rosa Rosalía Rosario Roselen Rossini Rostros Roy Bourgeois Rubén Darío Rudyard Kipling Rut Sábado Santo Sábanas Sabine Demel Sacerdocio Sahara Sal Sal Terrae Salamanca Salomón Salud Samuel Samuel Aranda San Agustín San Antón San Antonio San Bartolomé San Benito San Esteban San Ignacio de Loyola San Isidro San Jerónimo San Joaquín y Santa Ana San José San Juan Bautista San Juan de Ávila San Juan de la Cruz San Lorenzo San Miguel del Pino San Pablo San Pedro San Pedro Regalado San Romà de Sau San Roque San Valentín Sancho Sandalias Sandro Magister Sangre Sanidad Sansón Santa Ana Santa Clara de Asís Santa Espina Santa Marta Santa Mónica Santa Teresa Santiago Santiago Agrelo Martínez Arzobispo de Tánger Santidad Santos Santos Cirilo y Metodio Santos Padres Sara Saramago Saulo Scott Fitzgerald Seattle Seguimiento Segundo Montes Selecciones de Teología Semana Santa Seminario Sentimientos Seriedad Servicio Jesuita a refugiados SGAE Shakespeare Shūsaku Endō SIDA Siega Siesta Silencio Siloé Silverio Urbina Silvia Bara Silvio Rodríguez Simancas Simone de Beauvoir Sínodo Siquem Siria Sócrates Sol Sola Soledad Solentiname Solidaridad Soltería Somalia Sopa Soria Sorolla Sotillo del Rincón Stéphane Hessel Stephen Hawking Sudor Sueños Sumisión Suni Sur T. S. Eliot Tabaco Taco Talleres López Tamarindo Tamarisco Tamiflú Tano Taray Tarifa TBO TDT Tea Teatro Teléfono Televisión Temor Tener tiempo Tensión arterial Teófanes Egido Teología Teología de la Liberación Tercera Edad Tere Teresa Forcades Ternura Terremoto Terrorismo Tetas Thomas Becket Tierra de Campos Tiken Jah Fakoly Tolkien Tomás Apóstol Tomás Aragüés Tomás Moro Tomás Segovia Tomates Torío Toro Torres gemelas de Nueva York Trabajo Tráfico Traición Transición Traveling Wilburys Trigo Trini Reina Trinidad Trufa Tsunami Tumba Twitter Ucrania Umberto Eco Unción de Enfermos Unidad Universidad Urbanismo Urracas Uruguay Utopía Uvas Vacaciones Vacuna Valladolid VallaRna Valle de Pineta Valle del Silencio Valporquero Van Gogh Vaticano Vegacervera Vejez Velázquez Velicia Ventanas Ventiladores Ventura Ventura García Calderón Verano Verdad Verduras Viajes Vicente Aleixandre Vicente Huidobro Vicente Presencio Revilla Víctor Codina Víctor Heredia Víctor Jara Vida Vídeo Viento Viernes Santo Viktor Frankl Villalar Villalón Villancicos Villaverde de Íscar Vino Viña Violencia de género Violencia en las aulas Violetas Virgen del Carmen Virgen del Pilar Visita Vladímir Mayakovski Voluntariado Vuelo 605 Whitney Houston Wikiquote Winston Churchill Wislawa Symborska Woody Allen Xabier Pikaza Yankhoba Youtube Zacarías Zenón de Elea