The War Prayer

No ocurre todos los días, pero sucede… de vez en cuando. Se acerca un matrimonio que dicen que quieren hablar conmigo. Cuando estamos sentados, su cara de circunstancias explicitan en palabras lo que no pueden esconder porque les bulle por dentro. Su hija tiene cáncer y está en manos de los médicos. Pero, me miran y me dicen que yo, que tengo conexión con las alturas, lo tenga en cuenta en mis oraciones, que seguro que el de arriba también lo tendrá en cuenta.
Más normal y más frecuente es que me pidan que rece por alguien muy cercano que se enfrenta a una oposición y, claro, desean vehementemente que apruebe.
También ocurre con el trabajo, o con una casa en alquiler, o… En fin, con esas cosas que todos alguna vez necesitamos. Es una petición de ayuda. Es también oración. Como lo es orar por los enfermos. Y por supuesto, también me piden orar por los difuntos.
Lo que pasa es que orar, ¿qué es orar?
“No tenéis, porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal”3 recuerda Santiago en su carta (3, 2a-3b). Y San Pablo afirma “Asimismo el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables” (Rom 8, 26).
Personalmente hace tiempo que abandoné ese tipo de oración, salvo cuando algo se me extravía y me veo obligado a recurrir a San Antonio. Lo que pasa que lo hago de muy tarde en tarde, porque me resulta un santo demasiado pedigüeño e interesado, y prefiero emplear tiempo en la búsqueda que aflojar el bolsillo y esperar el milagrito. Bueno, ejem, también cuando me siento en un atolladero y no encuentro manera de salir de él.
El caso es que ayer, buscando el texto de Tom Sawyer, me topé con esta preciosidad, también de Mark Twain, y quiero tenerla en mi blog. Ya sé que está multicopiada por todo Internet, y que es casi seguro que todo el mundo la conoce, -salvo yo, que acabo de descubrirla. No me importa, me da igual.

La oración de guerra
[Mark Twain escribió este texto a sabiendas de que no sería publicado en su época. "Nadie entre los muertos tiene permiso para decir la verdad", escribe, consciente de que "En América, como en otros lugares, la libertad de expresión está confinada a los "muertos". "La oración de guerra" fue escrita durante el conflicto bélico entre Estados Unidos y Filipinas (de 1899 a 1913). El 22 de marzo de 1905 Harper's Bazaar lo rechazó "por no ser adecuado para una revista femenina". Twain tenía un contrato en exclusiva con Harper & Brothers, por lo que no pudo publicar "La oración de guerra" en ninguna otra editorial. El texto se mantuvo inédito hasta 1923, cuando su representante literario, Albert Bigelow Paine, lo incluyó en el libro "Europe and Elsewhere" (Europa y otros lugares). Twain había muerto en 1910. Sus palabras, proféticas.]

Fue una época de gran exaltación y emoción. El país se había levantado en armas, había empezado la guerra y en cada pecho ardía el fuego sagrado del patriotismo; se oía el redoble de los tambores y tocaban las bandas de música; tiraban cohetes y un montón de fuegos artificiales zumbaban y chisporroteaban. Allí abajo, a lo lejos de las manos, tejados y balcones, ondeaba al sol una espesura de banderas brillantes. De día, por la ancha avenida, los jóvenes voluntarios desfilaban alegres y hermosos con sus uniformes; a su paso los orgullosos padres, madres, hermanas y enamoradas les vitoreaban con voces ahogadas por la emoción. De noche, en las concurridas reuniones se escuchaba con admiración la oratoria patriótica que agitaba lo más hondo de sus corazones, y que solía interrumpirse con una tempestad de aplausos, al tiempo que las lágrimas corrían por sus mejillas.
En las iglesias los pastores predicaban devoción a la bandera y al país, y en favor de nuestra noble causa imploraban ayuda al Dios de las batallas con una elocuencia tan efusiva y fervorosa que conmovía a todos los oyentes. De hecho, era una época próspera y alegre, y los pocos espíritus temerarios que se aventuraban a desaprobar la guerra y a albergar alguna duda sobre su rectitud, enseguida recibían un castigo tan duro y severo que, para su propia seguridad, inmediatamente retrocedían espantados y no volvían a ofender en ese sentido.
Llegó el domingo por la mañana. Al día siguiente los batallones partirían hacia el frente. La iglesia estaba a rebosar. Y allí estaban los voluntarios, con sus rostros iluminados por visiones y sueños milicianos. ¡El austero avance de tropas, el ímpetu incontenible, el ataque desenfrenado, los sables relucientes, la huida del enemigo, el tumulto, el humo envolvente, la búsqueda feroz y la rendición! ¡Y luego, de regreso al hogar, los héroes condecorados, bienvenidos, venerados, inmersos en un mar de oro de gloria! Al lado de los voluntarios se sentaban sus seres queridos, orgullosos, contentos y envidiados por los vecinos y amigos que no tenían hijos o hermanos a quienes enviar al campo de honor, para vencer por la bandera o, caso contrario, sucumbir a la más noble de las muertes nobles.
El servicio religioso continuó. Se leyó un capítulo del Antiguo Testamento sobre la guerra y se rezó la primera plegaria, seguida de un estallido del órgano que sacudió el edificio. Y de un impulso la congregación se levantó con brillo en los ojos y latidos en el corazón: «¡Dios Todopoderoso! ¡Tú que ordenas, el trueno es tu trompeta y el rayo tu espada!».
Después vino la oración larga. Nadie recordaba algo semejante por lo apasionado de la súplica y lo conmovedor y bello de su lenguaje. En esencia, la oración pedía al Padre de todos nosotros, benigno y siempre misericordioso, que velara por nuestros nobles y jóvenes soldados y les proporcionara auxilio, consuelo y ánimo en el afán de su patriótica tarea; que les bendijera y protegiera con Su poderosa mano en la batalla; que les fortaleciera y les diera confianza para que fueran invencibles en el ataque sangriento; que les ayudara a aplastar al enemigo y les concediera, tanto a ellos como a su patria y su bandera, la gloria y el honor imperecederos.
Un anciano extraño entró y con paso lento y callado avanzó por el pasillo, con los ojos clavados en el clérigo. Tenía un cuerpo alto e iba vestido con una túnica que le llegaba a los pies, llevaba la cabeza descubierta, una vaporosa cascada de cabello cano le caía sobre los hombros y tenía la cara arrugada y exageradamente pálida, casi fantasmal. Llenos de asombro, todos le seguían con la mirada mientras se encaminaba al altar en silencio y sin pausa, hasta que se detuvo a la par del clérigo y se quedó allí esperando de pie.
El clérigo, con los ojos cerrados, no se había percatado de la presencia del extraño y prosiguió con su oración conmovedora hasta terminar con las siguientes palabras, pronunciadas con gran fervor: «¡Bendice nuestras almas, concédenos la victoria, Oh Señor Nuestro, Dios, Padre y Protector de nuestra tierra y, nuestra bandera!».
El extraño le tocó el brazo y le hizo señas para que se apartara —a lo que accedió el desconcertado clérigo— y ocupó su lugar. Durante unos momentos, con ojos solemnes que emanaban una luz extraordinaria, contempló detenidamente a la audiencia embelesada. Entonces con una voz profunda dijo:
—«Vengo del Trono. Soy portador de un mensaje de Dios Todopoderoso».
Las palabras golpearon a la congregación como en un seísmo; si el extraño lo percibió no hizo ningún caso.
—«Él ha escuchado la oración de Su siervo, vuestro pastor, y se concederán sus peticiones si ése es vuestro deseo después que yo, Su mensajero, os haya explicado su significado, es decir, todo su significado. Pues sucede lo que en la mayoría de las oraciones de los hombres; el que las pronuncia pide mucho más de lo que es consciente, salvo que se detenga y se ponga a meditar».
»Vuestro Siervo de Dios ha rezado su plegaria. ¿Ha reflexionado sobre lo que ha dicho? ¿Es acaso una sola oración? No; son dos —una pronunciada y la otra no—. Ambas han llegado a los oídos de Aquel que escucha todas las súplicas, tanto las anunciadas como las guardadas en silencio.
»Ponderad esto y guardadlo en la memoria. Si rezas una plegaria en tu beneficio ¡ten cuidado! no sea que sin querer invoques al mismo tiempo una maldición sobre el vecino. Si rezas una oración para que llueva sobre tu cosecha, mediante ese acto quizá estés implorando que caiga una maldición sobre la cosecha de alguno de tus vecinos que probablemente no necesite agua y resulte así dañada.
»Han escuchado la oración de Vuestro Siervo —la parte enunciada—. Yo he sido encargado por Dios para poner en palabras la otra parte, aquélla que el pastor —al igual que ustedes en sus corazones— rezaron en silencio. ¿Con ignorancia y sin reflexionar? ¡Dios asegura que así fue! Pensasteis estas palabras:
»Concédenos la victoria, Oh Señor Nuestro Dios. Eso es suficiente. La oración pronunciada está íntimamente ligada a esas palabras fecundas. No han sido necesarias las explicaciones. Cuando habéis rezado por la victoria, habéis rezado por las muchas consecuencias no mencionadas que resultan de la victoria —debe ser así y no se puede evitar—. El espíritu atento de Dios Padre acogió también la parte no pronunciada de la oración. Me encargó que la expresara con palabras. ¡Escuchad.
»Oh Señor, Padre nuestro, nuestros jóvenes patriotas, ídolos de nuestros corazones salen a batallar. ¡Mantente cerca de ellos! Con ellos partimos también nosotros —en espíritu— dejando atrás la dulce paz de nuestros hogares para aniquilar al enemigo.
»¡Oh Señor nuestro Dios, ayúdanos a destrozar a sus soldados y convertirlos en despojos sangrientos con nuestros disparos; ayúdanos a cubrir sus campos resplandecientes con la palidez de sus patriotas muertos; ayúdanos a ahogar el trueno de sus cañones con los quejidos de sus heridos que se retuercen de dolor. ayúdanos a destruir sus humildes viviendas con un huracán de fuego; ayúdanos a acongojar los corazones de sus viudas inofensivas con aflicción inconsolable; ayúdanos a echarlas de sus casas con sus niñitos para que deambulen desvalidos por la devastación de su tierra desolada, vestidos con harapos, hambrientos y sedientos, a merced de las llamas del sol de verano y los vientos helados del invierno, quebrados en espíritu, agotados por las penurias, te imploramos que tengan por refugio la tumba que se les niega —por el bien de nosotros que te adoramos.
»Señor, acaba con sus esperanzas, arruina sus vidas, prolonga su amargo peregrinaje, haz que su andar sea una carga, inunda su camino con sus lágrimas, tiñe la nieve blanca con la sangre de las heridas de sus pies!
»Te lo pedimos, animados por el amor a Aquel quien es Fuente de Amor, sempiterno y seguro refugio y amigo de todos aquellos que padecen. A Él, humildes y contritos, pedimos Su ayuda. Amén».
(Después de una pausa)
—«Así es como lo habéis rezado. ¡Si todavía lo deseáis, hablad! El mensajero del Altísimo aguarda».
Más tarde se creyó que el hombre era un lunático porque no tenía sentido nada de lo que había dicho.

12 comentarios:

El cuaderno de la mesa camilla dijo...

Es una reflexión oportuna estos días en que se habla de Somalia, aunque con Somalia también recuerde uno todos los países donde impera el hambre, como el ya olvidado Haití. Es oportuna porque nos recuerda que si tenemos es porque a ellos les falta. Y si la reflexión vale para lo material, también podría servir para lo inmaterial, para la razón, por ejemplo. Cuando reclamo para mí la razón, ¿que hago con quien no piensa como yo? ¿Qué hace con mi razón quien me impone la suya? ¿Qué hace de mi? ¿No pierde así la razón? Dice Gandhi: hay mi verdad, hay tu verdad y hay la Verdad. No sé por qué en este mes de agosto pareciera que algunos trataran de imponer una sola verdad, que ni siquiera sé si es suya o la han inventado otros.

emejota dijo...

Parafraseando a Mark Twain le preguntaría:¿Are you sure loneliness is a matter of just being good or a matter of feeling far away; further on do you really consider your terms are related? Sorry sir, but I very much doubt it.
Lo digo por la frasecita escrita bajo el dibujo. Es que este señor se entera mejor si se le habla en inglés ;)

Le estoy preguntando si está seguro que la bondad está relacionada con la soledad, y si no será más bien el sentido de distancia o alejamiento (no espacial, sino de los demás,por supuesto) También le digo si se pueden relacionar ambos conceptos que expone en tan breves palabras, y que lo dudo mucho.
La Fe resulta básica para vivir medianamente felices, si bien algunos como una servidora la SIENTE, más bien como una concentración intensa de ... digamos... dopamina, endorfinas u lo que sea ( por decir algo, ya se que no es eso, pero no conozco el término exacto todavía) que atraen magnéticamente aquello que conviene a la persona,siempre de una manera aleatoria, como funciona el resto de la vida de la que formamos parte, aunque no siempre haya de ser lo que pretende o lo que haya pedido.
Y que conste que pedir, es algo que no funciona así como así. Hay que concentrarse y dejarse llevar.... bueno, que no lo se explicar ahora. Luego la cuestión consiste en conformarse con lo que le caiga a uno encima e intentar interpretarlo de la forma más favorable posible.
Ya te digo, tu San Antonio y mis angularidades más o menos fuman en parecida pipa. Beso.

Mónica dijo...

Pues yo tampoco lo conocía. Las ilustraciones preciosas. La de ayer y la de hoy. Muchos dias mis oraciones se limitan a exlamar una alabanza a Dios cuando, cada poco tiempo contemplo algo que me sorprende y, cuando me veo en apuros, rezo y cuando acabo vuelvo a empezar porque a la mitad de la oración ya pensaba en otra cosa... en fin ¡una calamidad!. Se agradece que hayas puesto la letra más grande. justamente éste verano me acaban de mandar gafas de cerca... ¡ya me estaba resultado difícil leer tu pequeña letra!. Espero que estés pasando un buen verano por aquí algo raro, todo el mes de Julio y lo que llevamos de agosto en el norte de la isla el cielo está medio nublado la mayor parte del tiempo. Saludos

Laura dijo...

Con demasiada frecuencia juzgamos lo que hace o dice una persona "loca" o "lunática" porque no está dentro de lo establecido, pero tienen una lucidez increíble.

En cuanto a la oración, para mi fundamental, es hablar con el SER que habita dentro de todo ser vivo y pido ¡claro qué pido!, pero como mi mente es limitada y no veo la totalidad de los acontecimientos, repito lo que siento" Hagasé según Tu palabra, dame fortaleza para aceptar Tu decisión", como dice Tagore " Tu mano apretada en mi derrota".

Cada día doy infinitas gracias por las capacidades que me da, también discuto y me enfado, porque hay algunas veces que no puedo mas, pero mi lámpara nunca se apaga, hay " algo" mas fuerte que yo que me empuja hacia adelante y me socorre en los momentos de máxima dificultad, siempre hay alguna persona a la que utiliza para estar a mi lado y también a la naturaleza la mueve para decirme "Estoy a tu lado hasta la culminación de los tiempos".

Así lo siento.

Sabes que te quiero.

ibso dijo...

Hay una idea arraigada en la mente de los seres humanos desde tiempos inmemoriales: la supervivencia cueste lo que cueste. Si bien esto puede parecer lo lógico desde el punto de vista natural (todas la especies conocidas se comportan así) se convierte en antinatural cuando la supervivencia de unos es a costa de otros de su misma especie. Vivimos en una sociedad donde la competencia erige a los victoriosos y condena a los vencidos, muchas veces no por la valía de unos y otros, sino por condicionantes externos al individuo. ¿No sería más natural cooperar que competir?, ¿no sería más optimo para nuestra supervivencia como especie?.
Un saludo
ibso

Miguel Ángel Velasco Serrano dijo...

Me alegra que esta entrada, que sólo pretendía ser “curiosa”, haya dado lugar a comentarios tan profundos. Gracias. Casi no me atrevo a responderos, pero voy a hacerlo, con timidez y sin osar estar a vuestra altura:

Juan, cuánta razón tienes. Inicias, sin embargo, unas consideraciones que, llevadas a sus penúltimas consecuencias, causarían una auténtica evolución. Pero sería preciso, como condición previa, un cambio en cada persona, esa dichosa “metanoia” que nadie está dispuesto a aceptar. Ese paso inicial, ¡qué duro y qué penoso resulta para el ser humano de este siglo!
Abrazo.


emejota, de la pregunta que haces a Mark Twain no sé qué pudiera responderte, así que me callo.
De la fe te puedo decir justamente lo que tú dices, sólo que al revés: ese concentrado somático es como resultado de mi acto expreso y deseado de adhesión a una persona y a su mensaje, no condicionante sino condicionado, no causante sino el encaje físico en el que se acomoda mi acto volitivo y consciente. La aleatoriedad que citas a mí no me parece tal, y lo del magnetismo, pues siempre que no se refiera a necesidad invencible, o sea fatalismo, lo admito como un factor a tener en cuenta.
Finalmente, para pedir creo que sólo hace falta pasar necesidad. Te sale de natural, aunque la primera vez te haga sentir vergüenza. Servir, sirve, porque si te lo conceden, eso que ganas; y si no, la culpa es de quien te lo niega. ¿O no? TBO

Mónica, por eso la puse, porque me pareció interesante y poco notoria.
Pensé siempre que el tipo de letra no era problema, dado que todo ordenador puede modificar el tamaño de lo que se visibiliza. Yo sólo me fijaba en la estética, y el tipo Times 12 me gusta por encima de otros. Pero si ahora está mejor, me congratulo.
No te pienses que yo no lo soy menos que tú, lo de calamidad en la oración. Soy completamente anárquico, y sé, + ó -, por donde empiezo, pero nunca por dónde transito y en dónde acabo. Cada momento tiene su rollito.
Mi verano está resultando agradable en todos los sentidos. Aún no he sentido necesidad de ir a ninguna parte.
Saludos


Laura, preciosa manera de orar. Así lo deben hacer los lirios del campo y las aves del cielo.
Yo no tengo tanta confianza: necesito que mi frigo esté repleto, el depósito de gasolina por encima de la mitad, tener recambio de toner para la impresora, y saber que mañana también amanecerá. Estoy preparado para ciertos imprevistos, pero lo cotidiano debe estar asegurado. Así funciono.
Besos

Ibso, si lo que dicen los científicos es cierto, la naturaleza misma es el agente más despiadado del universo: sólo superviven los que resisten, como sea. Creo que en ese sentido “la cultura” ha dulcificado algo ese proceso “natural”, haciéndolo “artificial”, que no me atrevo a llamarlo “antinatural”.
Cooperación y competencia, en unos límites ajustados, me parecen compatibles e incluso necesarios. Y fuera de esos límites, está la cooperación con el mal y la competencia a muerte, por un lado; la inhibición ante el mal y la abulia total, por el otro.
Tal vez los romanos tuvieran razón al decir: “In medio, virtus”. Claro que el primero que lo dijo fue Aristóteles. Pero ahora está de capa caída, ya no mola.
Saludos

Carmen dijo...

¿Qué clase de Dios nos daría más o menos según pidamos más o menos?
Yo soy madre y no intento dar a mis hijos lo mejor porque ellos me lo supliquen o me lo pidan, sino porque les quiero. Porque soy su madre. Y mi amor tiene algo (tiene mucho...no, lo tiene todo) de impotencia, porque sé que no les va a proteger del dolor que a veces nos encontramos en la vida.
Dios es Madre, también, con mayúsculas. Dios también es Amor impotente, como lo fue cuando Jesús fue torturado y crucificado. Yo no le pido nada desde hace mucho. Trato de sentirme querida incondicionalmente por El, puesto que yo, que estoy hecha a su imagen , quiero incondicionalmente a mis hijos. Y trato de ser ese Amor para quienes me rodean, para el pequeño trozo de mundo en el que vivo...

Miguel Ángel Velasco Serrano dijo...

Carmen, de alguna manera tenemos que expresarnos, y no conozco otra. Decimos que Dios nos llama a la vida, por ejemplo, y le estamos atribuyendo una “acción” al tiempo que afirmamos que es eternamente inmutable. Dios me mira, me habla, me invita, me abraza, me ama… me da. Eso digo que hace Dios, porque no sé imaginármelo de otra manera que no sea a partir de mi propia realidad.

Tú eres madre, y estás pendiente de tus hijos. Eso no quita que ellos, de noche, se puedan despertar sobresaltados y griten ¡mamá! ¡tengo miedo! Y tú corras solícita a calmarlos, aunque a lo mejor estabas vigilando sus sueños desde la habitación de al lado y no hacía falta que gritaran reclamándote. Pero lo hacían.

Dices que no pides nada…, y pienso que aún así seguramente le expresas agradecimiento. ¿Por qué, si nada pides, nada esperas?

Es humano llorar y pedir consuelo, necesitar y requerir ayuda, reír y solicitar una respuesta jocosa, estar enfermo y esperar sanación, ser feliz y querer contagiar dicha…

Si a la plegaria, a la oración o a lo que sea que hagamos le quitamos sus aditamentos según nuestra propia naturaleza, ¿qué nos queda? ¿La pura contemplación? ¿La sola idea?

Aunque sea una construcción literaria, en el evangelio Jesús clama pidiendo al Padre que le aparte de su vida la tortura, la crucifixión y la muerte. Y ¡bien sabía que el amor de Abba le era incondicional y sin medida!

Jesús enseña cómo orar y nos deja el Padrenuestro: venga tu Reino, hágase tu voluntad, danos el pan de cada día, perdónanos… son peticiones.

Perdona, este largo excursus, me he dejado llevar. Será que tengo un niño dentro que no se calla ni aunque lo maten.

Y que sepas que a mí me sigue interrogando creer en Dios y la existencia de tanto mal y tanto sufrimiento.

Un saludo

Carmen dijo...

Miguel Angel, yo creo que todos nuestros intentos de comunicacion con Dios son perfectamente válidos. Cada uno se expresa ante Él desde lo que es, lo que vive, lo que cree. Yo no estoy juzgando.
Dices que cuando mis hijos me llaman, voy. Claro. Porque como ser humano que soy no puedo estar con ellos siempre, y por eso hay momentos en los que ellos temen, se hacen daño...y yo mientras duermo o sencillamente estoy en otra parte. Pero Dios no es que esté, es que "Es" en nosotros. El nos habita, está siempre ahí, despierto. No tenemos que pedírselo. El no tiene nada que concedernos porque nos ha concedido TODO desde SIEMPRE.
Eso es lo que creo. Otra cosa es que lo viva, y que desde mi pequeñez no necesite, como tú, hablarle, llamarle y buscarle. Y por supuesto seguir preguntándome el por qué de las cosas y del dolor.
Un abrazo.

Miguel Ángel Velasco Serrano dijo...

Pues claro que no juzgas, Carmen, faltaría más; ni yo tampoco juzgo ni me siento juzgado. Estamos diciendo lo mismo, con expresiones diferentes, o al menos no exactamente coincidentes.

Dios es “Soy El Que Soy”; sólo que a mí me gusta más la expresión “Soy El Que Está”, “Soy El Que Acompaña”.

YHWH cada biblista lo traduce como le parece, porque los hebreos no tienen vocales; hay que poner las que nos parezcan apropiadas, y ahí estamos.

El pueblo de Israel experimentó a YHWH como aquel que le sacó de Egipto, le acompañó por el desierto y le hizo entrar en la tierra prometida. De ahí luego vino su creencia en un Dios creador… Nuestra fe se transmite a través del relato de una experiencia. Filosofar vino luego, y no siempre con fortuna.

Yo prefiero y me siento mejor pensando que Dios es mi compañero que camina conmigo la experiencia vital; el verbo “ser” para situarlo en mí me cae demasiado grande y las más de las veces soy incapaz de reconocerlo de ese modo.

En ese sentido me veo mucho mejor como el niño que habla con su padre/madre, que dialogando con mi propia interioridad, aunque San Agustín dijera que Dios «está dentro de mí, más interior que lo más íntimo mío».

Con cariño

Carmen dijo...

También yo he llegado a pensarle (que no sentirle) así desde mi experiencia...porque después de sentir una "ausencia" casi continuada en la que siento que camino a ciegas, he llegado a la conclusión de que soy yo la que no soy capaz de sentirle: El no ha podido dejar de Ser en mí nunca, es el Amor sin límite. Soy yo la que tapa su presencia con mis miedos, mis dudas y mis inseguridades. Por eso...¿qué pedirle? ¿que venga? ¿que me quiera? ¿que cuide de la gente que sufre, de la gente que quiero? todo eso ya lo hace...en mi experiencia vital Dios es el que siemre "ha sido" en mí, el que permanece, a pesar de que mi camino de fé haya trascurrido en solitario durante muchos años, aunque incluso haya intentado muchas veces dejar de creer para ver si así me complicaba menos la vida. Pero no he podido, no me puedo quitar lo más profundo y valioso de mí misma.
Te prometo que ya no escribo más, perdona el rollo. Y gracias.

Miguel Ángel Velasco Serrano dijo...

No prometas nada, y siéntete libre.

¿Qué pedirle? Que experimentes que llega a ti, abriéndole tu puerta. Que te creas amada en plenitud, amándote a ti misma con toda el alma. Que te convenzas de que no tiene olvidada a la gente que sufre, sea tuya o sea ajena… no olvidándote tú de ella nunca jamás. No es ninguna pretensión, lo dice San Pablo: es el mismo Espíritu, del que somos su habitáculo, el que ora en nosotros, y a veces con gritos inefables.

Eso lo dice Pagola, más o menos: El Reino de los cielos se irá haciendo en la medida que nosotros vayamos haciéndolo.

Yo, ante Dios, me encuentro cómodo siendo niño. Pero sé de muchos que lo hacen como adultos, y ante ellos me quito el sombrero. Por ejemplo Dietrich Bonhoeffer, de quien es este texto: «No podemos ser honestos sin reconocer que es necesario que vivamos en el mundo etsi Deus non daretur.(...). Llegados a la mayoría de edad, hemos de reconocer de forma más verdadera nuestra situación ante Dios. Dios nos hace saber que es preciso que vivamos como seres humanos que llegan a vivir sin Dios. ¡El Dios que está con nosotros es el que nos abandona (Mc 15, 34)! El Dios que nos deja vivir en el mundo sin la hipótesis de trabajo "Dios" es aquél ante el cual estamos constantemente. Ante Dios y con Dios vivimos sin Dios. Dios se deja desalojar del mundo y clavar en cruz. Dios es impotente y débil en el mundo y sólo así está con nosotros y nos ayuda. Mt 8, 17 nos indica claramente que Cristo nos ayuda, no por su omnipotencia, sino por su debilidad y sus sufrimientos.»

Yo no sé vivir sin la hipótesis Dios. Me parece tan evidente…

Termino yo también:
«El médico del campo, al que Bonhoeffer fue conducido para ser ejecutado, relata así su muerte:
"He visto al pastor Bonhoeffer de rodillas delante de su Dios en intensa plegaria. La manera perfectamente sumisa y segura de ser escuchado, con la que este hombre extraordinariamente simpático oraba, me conmovió profundamente. En el lugar de la ejecución todavía oró, luego subió al cadalso. La muerte tuvo lugar en pocos segundos. Durante los cincuenta años que llevo de práctica médica no he visto morir a un ser humano tan totalmente abandonado en las manos de Dios".»

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