Cuando salgo de
viaje, siempre meto mi saco. No quiero cama, no quiero jergón, no quiero colchón,
sea de lana, muelles o de agua. Sólo el suelo y mi aislante. Y claro, mi saco.
Al Papa le regalan un
colchón. En Cuba no deben tener suelo, ni saben cómo fabricar un colchón. Al
menos decente. Por eso se lo traen desde Miami.
Debe ser grande. Muy
grande. Luego ya lo trocearán y repartirán cachitos entre las amistades y la
concurrencia.
Manda narices… tiene que llegar pa'todos y pa'tadas.
¿Era yo el que decía que marzo no traía nada nuevo? Pues me reafirmo en lo dicho. "Nihil novum sub sole" (Qohélet, -también llamado Libro del Eclesiástés- 1,9).
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