Luego se dirá que
esto son cosas antiguas, que ahora ya no; porque con el automóvil, el
avión, el frigorífico, el aire acondicionado, el ordenador de a bordo, el yate
personalizado, el móvil de última generación y las flores de plástico, todo es
tan nuevo, tan rápido y tan diáfano, que no tenemos que mirar a la tele para
escuchar al hombre del tiempo y saber cómo va a hacer mañana.
Pero ha sido empezar
marzo y algo, o mucho, ha cambiado. ¿Que no se nota?
Para empezar, la
prensa digital ha tardado en actualizarse hasta bien entrado el día. Tal se diría
que durante un buen rato, bueno y largo, no ha pasado nada, no había nada
noticioso, nada nuevo bajo el sol de esta mañana. Ni siquiera los chistes.
Me acerco a los blogs
que suelo visitar y los encuentro apagados, a medio gas, sin ganas de currar o
decididos a cogerse unas vacaciones adelantadas en previsión de peores tiempos.
Miro el buzón de
correos. Nada interesante. Los fijos, ya se sabe, esos que una máquina se
encarga de enviar automáticamente, a hora constante y contenido previsible. Y
también los que vienen en lenguaje ininteligible, imposibles de traducir y
atiborrados de urls que conducen hacía lo desconocido y, o tal vez, lo
escabroso.
“Aluego”, voy y leo
que por fin llegó la lluvia, tan ansiada, tan necesaria, tan esperada. Y
resulta que los datos son que apenas cayeron 0,2 l/m2 de agua. O sea
que entramos en marzo que viene como siempre. Genio y figura…
Miro por la ventana,
contemplo el jardín parroquial, oigo el trino de los pájaros; cierro los ojos y
escucho cómo Bien(venida) chascarrea en la cocina; me relajo y decido empezar a
hacer lo que este día me tiene preparado.
Todo el resto es
desechable. El paro ha subido, el ánimo ha bajado, los culpables son los otros,
Europa no nos entiende, nosotros esperamos (mendigamos) de Europa, no hay
dinero ni para pipas y hay ongs que a falta de parné ya no tienen “voluntarios”
y dejan en la estacada a quienes antes cuidaban y atendían “desinteresadamente”.
Los incendios se encadenan uno a otro a razón de veinte minutos por reloj, y el
agua en los embalses marca mínimos históricos.
No quiero ni pensar
lo que pueda ocurrir en cuanto marzo se afirme y empiece a soplar. ¡Vamos a
pasar más sed!
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