Ni me importa la fecha que sea, ni lo que diga el horóscopo del tiempo; ni siquiera quiero mirar la hoja que me llega cada madrugada del taco que controla los días pasados y los que faltan. Para mí, hoy es primavera.
No ha necesitado llegar al año, le han bastado ocho meses. La planté en agosto, creció en otoño, se robusteció durante el invierno, y tal que ahora se abre en flor de auténtica primavera.
Sí, es la planta con olor a limón que tanto te gustaba. Mírala cómo ha crecido la hija que nació de la tuya.
Si ahora es una flor, dentro de nada será un auténtico floral, porque maneras sí que apunta.
En ramillete es mucho mejor. Igual que las personas. Tomadas de una a una, como dice el poeta, “son como polvo, no son nada”. Pero en grupo ya es otra cosa.
Por eso ahí te hemos enviado a mi vecino, José María. Acabamos de despedirlo como solemos hacerlo,
con tristeza. Demasiada, a mi ver, aunque las palabras en boca de Mercedes sonaban con firmeza y convicción. No es suficiente decir que “fue un buen hombre”, exijo “algo más”.
Yo sé que tú lo tienes, y creo que él también. Aunque no se dijera en voz alta, aunque sólo lo
pensáramos algunas personas de las muchas que llenábamos aquel pequeño recinto del tanatorio.
Vuelve a la ceniza lo que es al fin y al cabo polvo. Pero lo que no, eso que somos en el fondo
verdadero, eso florece, se abre a una carcajada festiva y jubilosa. Y entonces ya podemos dormir y soñar como niños, porque una mano invisible pero real nos acuna, nos arrulla, nos sostiene.
Dale un abrazo de bienvenida, mamá. José María se lo merece.
Te pongo esto otro, que también lo he estado cuidando con esmero. Creo que no lo estoy haciendo
mal. ¿No te parece?
Árbol de jade (Crassula arborescens) |
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