Oye Andrés, le dije al salir de misa el
domingo, el poema tuyo “Eh, toro”, que publiqué en mi blog el otro día, está
teniendo un éxito enorme, ya está por las cuatrocientas visitas.
Pues cuando te
entregue…, y me
dijo otro título, vas a tener cuatro mil. Cuando lo leí en Salamanca gustó
mucho.
Si ahora voy y le
digo que ya está rozando la visita número mil, deja lo que esté haciendo y
viene corriendo a traerme el otro escrito.
Hay que ver lo que
son los números.
Acabo de leer en la
prensa que en Santiago de Cuba el Papa ha celebrado una misa multitudinaria,
acompañado por prelados de allende las fronteras, o sea, del Caribe. Con la
asistencia de altas personalidades, se ve también en la foto mucha masa
humana. Pero luego, en letra pequeña, añade la noticia…
Hay que destacar la gran asistencia de público
en esta ceremonia. Ahora bien, sabemos que no todas las personas asistentes a
estos actos masivos son creyentes. Sólo una minoría participa en la Iglesia
Católica y asisten voluntariamente a las Misas. En Santiago de Cuba han
participado en la Eucaristía muchos fieles católicos voluntariamente, pero
también estaban presentes muchas personas enviadas por el gobierno además de
las autoridades oficiales. El gobierno envía y facilita transporte a estudiantes,
trabajadores, miembros del partido y de otros organismos estatales. Como todas
las actividades públicas en Cuba, la organización de estos actos masivos está
centralizada y controlada por el gobierno. Esta modalidad facilita y garantiza
la asistencia masiva, el orden y la disciplina, de manera que todo salga como
estaba programado.
Hay que ver lo que
son los números.
Cuando publiqué este
poema de Andrés me temía comentarios de la parte opuesta, criticando esas loas
al toro de lidia. Y estaba dispuesto a aceptarlos, porque la verdad, ahora eso
de los toros está en entredicho. Pero de ninguna manera sospeché que fuera tal
éxito en taquilla.
Picado por la
curiosidad hice algunas indagaciones. En primer lugar pude comprobar que a
nadie se le había ocurrido copiar y tomar todo o parte del poema. Y eso me
extrañó, tantas eran las visitas. ¿Será que vuelven para releerlo? me dije. Con
lo fácil que es tenerlo en casa.
Así que seguí
mirando. Había adornado la entrada con una foto de un magnífico morlaco, bien
plantao, tranquilo él, pero mirando poderoso de frente, en una dehesa
salmantina. Normalmente mis fotos vienen tituladas por los números que le marca
la máquina, pero como esta estaba tomada de Internet, se titulaba “Peso-del-toro”; la
puse así, sin más ni más. Busqué por toro en imágenes, y ¡equilicuá!, ahí
estaba él, en lo más alto, arriba a la izquierda, el primero de la primera
fila. Sólo con pasar por encima el puntero salía la referencia de “Mi pequeño
mundo”; de ahí a curiosear un poco más sólo hay un click.
Eso es lo que está
pasando. El personal busca fotos de toros, y se dan de bruces con “Eh, toro”.
Pero…
No, tranquis, Andrés
no sabrá nada, nada le diré de esta cuestión. Seguiré publicando sus poemas,
mientras vaya escribiéndolos y trayéndolos. Y si acaso pregunta qué tal, le
diré lo que el marcador de mis estadísticas señalen, sin más explicaciones.
¿Para qué tiene que
saber el Papa que más de la mitad de los que le rodean en esa foto son simples
convidados de piedra? ¿Por qué tengo yo que desilusionar a Andrés, si él no se
ha metido conmigo? ¿Por qué me tengo yo que ensoberbecer si el domingo que
viene, que es ramos, se me llena la iglesia, si sé de sobra que no viene el
personal por verme a mí sino por llevarse un ramo de laurel a casa para echar
en las alubias?
Ya digo, los números
suelen engañar. Sin embargo, qué gozada ver cómo corre el marcador de las
visitas, y hacerse uno ilusiones de que es leído. Por lo mismo que el PP estuvo
a punto de reventar de alegría poco antes de entrar en barrena al comprobar que
los números que parecían ser para él, fueron para otros.
De todas las maneras,
cualquiera que sea el motivo, hoy en día lo que cuenta es estar en cartel, no
importa si para bien o para mal; eso es poder. Así nos lo venden, así lo
compramos. Eso también tienen en mente los que ahora están organizando la
huelga general, que vaya todo el mundo, cuantos más mucho mejor, así se enteran
de la fuerza que tenemos, parecen decir, van a ver lo que vale un peine. Luego
vendrán las valoraciones, un millón, dirán unos; apenas veinte mil, dirán
otros; entre doscientos y quinientos mil, dirán aquellos. Y el que esté
mirando, tal que yo por ejemplo, no sabrá en realidad qué tamaño tiene esa
fuerza, ni cuál pueda llegar a ser su capacidad de revertir la actual crisis,
que así a ojo, tiene unos números auténticamente escandalosos.
Y esos sí que son
reales y no engañan.
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