Descubro que en Paradilla todo es particular. Si vas en coche, en bici, en moto, en autobús o simplemente andando, a la entrada de “la carreterilla” que sale según se va a Palencia desde Ampudia a la izquierda, hay un letrero que dice: Carretera particular.
Si buscas Paradilla del Alcor en Internet, todas las fotos que existen colgadas, o casi todas, llevan la inscripción impresa de quien las hizo o directamente sus derechos están reservados y no puedes hacer nada, sólo mirarlas.
Así que como yo también tengo algún tipo de particularidad sobre dicho enclave, he decidido publicar mi trabajo, eso sí, sin copy rights ni carteles de ningún tipo.
Algún derecho me debe corresponder, por línea materna, digo yo.
No tengo ningún interés en bucear en la historia, universal o particular, ni en la geografía, economía y literatura; sólo me ocupa lo que he vivido. Y mi infancia está preñada de Paradilla. Allí vivían mis abuelos parte del año, y allí, mi hermano y yo, sus únicos nietos por entonces, campábamos a nuestro antojo, disfrutando de la huerta, la caza, la era, la fuente, el pinar, las casas familiares y el aire del monte palentino, que ofrece una panorámica inmejorable sobre las tierras que hacia el oeste rodean entre otros a mi pueblo, Castromocho.
Algún verano pasé allí; uno seguro, dos tal vez. Entre mis abuelos maternos, mis tías abuelas Emilia, Obdulia y Carmen, y mis tíos, este menda que ahora lo cuenta, era el centro del cotarro. Era el pequeñín, “brazo fuerte” en expresión de mi abuelo Marceliano; “la liebre”, según mi tío Fernando. Y tío Marce no recuerdo cómo; pero siempre contaba conmigo y me hacía madrugar para que le trajera, eso me hacía creer, la caza que tanto abundaba. Cuando llegábamos a casa, mi abuela Jesusa siempre le reñía por exponerme tan inmisericordemente al solazo, al cansancio y al ayuno. Parece que la carga no era considerada, y no recuerdo que ese fuera motivo de amonestación; que si lo llega a ser yo mismo habría salido en su defensa, de lo ufano y orgulloso que portaba sobre mi frágil persona la percha repleta de codornices, perdices y conejos.
El caso es que yo viví en Paradilla, y allí acompañé a mi abuelo a repoblar el pinar que heredara de sus mayores, enterrando los botes de aceituna donde germinaron los piñones sembrados en invierno en la galería de la vieja casa de la capital; allí también aprendí que la huerta da tomates y cebollas que, con sólo pan, qué buenos saben; que los cascabelillos son dulces y que las zanahorias, crudas, agudizan la vista. Allí fue donde, en mi más tierna infancia, me fui soltando en eso de enganchar el burro a la noria, y abrir y cerrar con la azadilla el paso del agua por el surco. Fue en Paradilla donde vi el primer tractor y la primera trilladora, y donde coloqué redes en las bocas de las huras para cazar a los conejos que los turones sacaban a mordiscos. Y tengo algunas fotos, no muchas, que quiero publicar libres de toda tara, para que no se diga que todo Paradilla es particular.
Y este es el único motivo por el que publico este artículo.
El arco
La bajada a la fuente
Muralla y puerta del castillo
Escalera interior de la muralla
La plaza
Ese soy para demostrar que todo es verdad. Estoy recolocando el reloj de pesas
La plaza y el arco
La torre del castillo
Muralla y torre
Templo parroquial de San Pelayo
Templo, espadaña y cementerio
Crucero, atrio y puerta del templo
El castillo
El castillo
La huerta y Tierra de Campos. Muy al fondo, Castromocho
Bautizo de Jaqueline
El padrino, que soy yo, impone a Jaqueline la cruz
Foto de familia en el bautizo de Jaqueline
La bajada a la fuente
Muralla y puerta del castillo
Escalera interior de la muralla
La plaza
Ese soy para demostrar que todo es verdad. Estoy recolocando el reloj de pesas
La plaza y el arco
La torre del castillo
Muralla y torre
Templo parroquial de San Pelayo
Templo, espadaña y cementerio
Crucero, atrio y puerta del templo
El castillo
El castillo
La huerta y Tierra de Campos. Muy al fondo, Castromocho
Bautizo de Jaqueline
El padrino, que soy yo, impone a Jaqueline la cruz
Foto de familia en el bautizo de Jaqueline
Para más información:
1 comentario:
Querido Miguel Ángel,
¡Como me has recordado mi infancia!, como soy presumida y un (poco más joven), ja, ja, por eso tengo tan presente esas vivencias, ¡Que bien crecimos, que bien lo pasamos!, creo que la vida nos dio una infancia muy bonita, alejada de ordenadores, (no me quejo) de tardes que no terminaban nunca, de familiares siempre en casa, de unos u otros...
¡Que recuerdos!
Las fotografías preciosas y además son de tu "cosecha" por lo tanto aún mejores.
Un abrazo a toda tu familia y para ti uno más grandote te lo mereces.
Es un placer leerte.
Más besotes.
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