Víctor me trajo el otro día primicias de su huerta. Lleva trabajando, a ratos claro, para consumir productos naturales de su propia cosecha desde que el invierno se nos fue. Pero ya de mucho antes es hortelano vocacional, que no ocasional.
El caso es que me dejó en una bolsa judías verdes y zanahorias. Y no me puedo sentir más decepcionado de mí mismo por no haber estado al quite en su momento.
Las judías me las comí, y bien ricas que me supieron. Y luego fueron las zanahorias.
Y esta noche, al coger las últimas, dos me quedaban, me dije que bien se merecían una foto. Y la hice. Éstas son las que me ceno ahora:
Me avisó al darme la provisión: “No son como las del comercio”. “Ya lo sé”, le dije, “conozco de sobra cómo es este terreno y las formas raras que le da a las cosas que produce”.
Las alubias eran de todos los colores del arco iris, y las zanahorias mucho más extrañas y raras que las dos de la foto.
Pero, por simple curiosidad y por perder el tiempo, me dio por mirar por ahí y aquí está lo que encontré:
Siempre la realidad consigue sorprenderme. No me salvo de ninguna.
1 comentario:
Estos días conocíamos la noticia de que científicos japoneses habían fabricado una hamburguesa compuesta por soja, concentrado de buey y proteínas extraídas de heces humanas. Quienes las probaron dijeron que su sabor recordaba a las de McDonalds. Mi hija decía el otro día que todos los tomates tienen el mismo sabor, como si se fabricaran en cadena. La realidad actual en que todo se reduce a la apariencia y a la homogeneidad nos convertirá a todos en lelos, aunque dirán que somos sabios.
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