Llamó pidiendo cita. Tenía que girar visita para supervisar cómo se hace aquí el reparto de los alimentos procedentes de los excedentes agrícolas de la CE. Quería vernos actuar en vivo y en directo, además de recabar información sobre personas, familias, nenes y mayores, circunstancias, etc., etc., etc.
Le dijimos que iba a ser un follón, que a esa hora, la del reparto, había demasiado personal, que podía preguntar lo que quisiera, y ver toda la documentación que tenemos, pero que de llevarse, nada de nada. Es confidencial.
El señor no comprendía que le fuéramos a hacer eso. De todas formas se apalabró la fecha, y resultó ser hoy, viernes por la tarde, a las cuatro.
Se trata de un funcionario bonachón, que ya nos visitó hace algún tiempo, que no venía en plan inquisidor, y que se dio a razones. Miró todo lo que quiso, habló con la gente, preguntó lo que le pareció, y recibió respuestas nada evasivas. Con el cuestionario oficial en la mano, pretendía rellenar todas las casillas, pero había muchas que no cuadraban, demasiadas. Vio que no sólo eran alimentos lo que se reclamaba y repartía. Unos venían a ofrecerse para trabajar. Otros a buscar ropa. Algunos a consultar asuntos. Y también quien por verse con paisanos, saludar y decir hola, dejar algún recuerdo de su tierra y transmitir recados y mensajes.
En un momento dado, tras recorrerse todo el almacén y comprobar a ojo cuánto había allí amontonado, dirigiéndose a unas personas les dice: ¿Estarían ustedes de acuerdo en facilitarme sus datos personales y familiares? (Él seguía bien firmemente agarrado al impreso oficial). La respuesta fue más o menos, que ellas estarían pasando hambre, pero aún seguían intactos sus derechos a la propia intimidad y a la protección de sus datos. Volvió a la carga aduciendo que en otros lugares se lo habían facilitado sin mayor dificultad; y en que lo oí yo, respondíle sin que me preguntara: “Pues aunque ellos lo autorizaran, esta parroquia no lo va a hacer; los datos confidenciales que constan en estos registros no salen de aquí”. Y se acabó la porfía.
Ya para terminar pidió la cantidad exacta, lo más posible, de las existencias tras lo repartido durante estos primeros días. Se la dimos, tomó nota y pidió finalmente que le aportáramos cuanto antes unos datos sobre las características de la población atendida, por edades más que nada.
Justo cuando salía llegó una boliviana. En realidad Zulema llevaba allí bastante tiempo esperando, porque fue mucho el gentío que nos visitó ayer tarde. La saludó, ya roto del todo el frío protocolo, y le preguntó cómo se llamaba. Ella se lo dijo, "ya ve boliviana y con nombre árabe. También he estado en Argentina, pero llevo en España seis años". Pilar tercia diciendo que Zulema es ingeniera informática, pero trabaja de asistenta. "Claro", respondió el ínclito funcionario, un tanto cohibido; "si se me avería el ordenador te tendré en cuenta", terminó diciendo ya en la despedida.
Es complicado ver la realidad desde una mesa de un despacho. No es ni siquiera aproximado reducir a números las necesidades y preocupaciones de la gente. Lo que sobre el papel aparece como reparto aunque sea de alimentos, en la realización concreta es otra cosa muy difícil de clasificar que no cabe por muchas casillas que lleve el papel con membrete oficial.
¡Qué difícil es para un funcionario del ministerio de agricultura no asombrarse al contemplar lo que puede hacerse en una parroquia de barrio!
Con todo y con eso, pasamos la inspección. O eso espero.
3 comentarios:
Buena labor, si señor, y buen párroco, como Dios manda. Beso.
Enhorabuena por la ejemplar actuación. Te pongo un ejemplo reciente aquí en Tenerife. En un Instituto (son muchos en los que ocurre ésto pero que no se dice)gracias a la solidaridad del profesorado algunos alumnos pueden desayunar. Lo curioso es que se trata de un municipio turístico del sur de la isla donde se "malgasta" el dinero para atraer a los turistas. Por otra parte en el propio Instituto donde yo estoy un par de horas a la semana (pues comparto centro), se que varios de mis alumnos que venían del sur a estudiar en la
escuela de Arte a Santa Cruz, han tenido que abandonar sus estudios porque sus padres no tenían para pagarles la residencia durante el curso porque están en estos momentos en el paro. Pues ésta situación de impotencia se vive constantemente en colegios, parroquias y ONGs como cáritas desde que nos acercamos un poco y "ponemos la oreja".
http://www.diariodeavisos.com/2011/07/01/tenerife/sur/los-profesores-del-ies-cabo-blanco-pagan-el-desayuno-a-60-alumnos
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