En el 35º Aniversario de la Asociación de Vecinos “Poeta José Zorrilla”, de la Cañada de Puenteduero. 1976-2011
Aunque no he tenido la suerte de nacer en La Cañada, no puedo considerarme vecina de otra parte, ya que desde mediados los años 60 he vivido y trabajado junto con todos vosotros en este mi querido Barrio.
Hoy, al conmemorar los treinta y cinco años de la fundación de la Asociación de Vecinos, en mi cabeza se agolpan cantidad de recuerdos:
Niños y jóvenes, con ansias de superación, de saber más; con ganas de hacer actividades, acampadas, estudios dirigidos, bibliotecas…
Mayores deseosos de mejorar, de progresar; hombres y mujeres con tesón, solidaridad, valentía; ganas de cultura, hambrientos de justicia…
Ancianos que, lejos de renunciar a lo que nunca tuvieron, juntaron sus escasas fuerzas a las de todos, para ser mucho más.
Así, en un marco sencillo y humilde, pequeño por el número y poco relevante por marginal dentro del gran Valladolid; pero comprometido y luchador como somos las gentes de La Cañada, fueron los comienzos de nuestra Asociación de Vecinos.
No es que antes del setenta y seis no hubiera personas comprometidas por los demás; faltaba la unión, el compromiso conjunto, la lucha vecinal. Poco a poco lo colectivo y común fue captando voluntades, animando individualidades, despejando incertidumbres y borrando dudas y temores. Pobres, pero llenos de ideales y valores por defender sobre todo lo más elemental -como era el propio suelo en donde estábamos viviendo-, la Asociación de Vecinos “Poeta José Zorrilla”, de la Cañada de Puenteduero, nos convirtió a todos nosotros en una sola voz, un mismo afán y un inconfundible y único Barrio.
Al principio el reducido grupo que nos juntamos en el “doscientos uno” fuimos empujando a nuestro pueblo, y allí en el corralón (que lo mismo hacía de sala de cine, y salón de juegos, que de asamblea vecinal, escuela e iglesia abierta en las primeras comuniones) y todos en lucha, fuimos fraguando nuestra identidad y también haciendo nuestra historia: nos daba igual que nos echaran de un pleno y venir andando a la Cañada, (como así sucedió), como parar el tráfico con la policía a la puerta pidiendo explicaciones, para conseguir mejoras, como que nos echaran un poco de brea en los enormes charcos y baches que teníamos, o nos pusieran puntos de luz suficientes para no andar de noche a oscuras, tras dejar el autobús en el ferial de la Rubia.
Recuerdo la emoción tan grande que tuvimos al conseguir del entonces alcalde Santamaría cuatro fuentes para el barrio, ya que durante mucho tiempo tuvimos que conformarnos los doscientos cincuenta vecinos de la barriada con un solo grifo, casi en la Rubia, y nuestros pozos particulares, algunos contaminados.
¡Cuántas idas y venidas al Ayuntamiento y a los distintos organismos oficiales! Nos daba igual corporaciones de derechas, de izquierdas o de centro; lo importante era ir consiguiendo algunas migajas de bienestar para todos.
¡Cuántas comisiones! Urbanismo, cultura, festejos, relación con otras asociaciones de vecinos…
Al principio eran pequeñas cosas, aunque vitalmente necesarias: alcantarillado y saneamiento, alumbrado y arreglo de la calle, tráfico rodado…
Luego fuimos consiguiendo, aunque muy poco a poco, ser equiparados a otros barrios de la ciudad, mayor atención desde el ayuntamiento con el transporte público, ayudas oficiales para fiestas y actividades, una sede digna y suficiente…
Y finalmente un remate justo e irrenunciable para todo el conjunto y para cada vecino en particular, aunque bien costoso y trabajado, con la urbanización de todo el barrio y su integración con esta zona de la ciudad.
Es verdad que a la hora de trabajar y movernos no éramos tantos, pero no nos rendíamos. Seguíamos en la lucha y nos íbamos pasando el testigo unos a otros, hasta conseguir que durante estos 35 años hayan sido 72 las personas que han formado las distintas juntas directivas. A veces la gente se cansaba, se salía, volvía a entrar… Porque nuestro querido pueblo de La Cañada, sencillo, pero duro como el roquedal, lo necesitaba.
No puedo por menos de recordar a tantas personas ya fallecidas que lucharon de verdad. Sólo haré mención de algunas, que nos fueron más cercanas: Santos, Federico, Lupi, Ángel, señor Eulogio, señor Epifanio… Nuestros queridos Jesús y Nino, siempre pendientes de ayudar en las fiestas. Carmina, Clemente, señor Benito, Resti, Felipe… Y nuestra entrañable Sole, siempre en lucha dentro y fuera de su casa.
No cuento a los demás, porque la lista sería interminable.
Quiero, para terminar, daros las gracias a todos; no es posible mentar a cuantos sin figurar en directivas o figurando, habéis luchado para que celebrar este momento sea motivo de alegría y satisfacción para los que vivimos y pertenecemos a la Cañada.
Y os pido que sigáis en el empeño hasta que al final, entre todos, consigamos la igualdad y la libertad por la que tanto luchamos.
Pilar Cortés
3 comentarios:
Y Labordeta de fondo...joé! Lo has bordado niño!!!!
Que suerte que nos encontráramos...gracias.
Me encanta tu pequeño mundo...es grande...
Un beso para Pilar Cortés.
Grande Pilar. Que suerte tenemos los que hemos coincidido con ella.
Grande el barrio ahora,antes... GRANDE.
Grande la gente de antes, de ahora y seguro la que vendrá.
La tarde de ayer, Grande, Grande, Grande, que recuerdos más enriquecedores.
Un abrazo.
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