En el 35º Aniversario de la Asociación de Vecinos “Poeta José Zorrilla”, de la Cañada de Puenteduero. 1976-2011
Nunca me había parado a pensar cual sería el primer recuerdo que formó en mi la idea de barrio, de “mi barrio”. Echando la vista atrás descubro que tiene hasta dirección: Pº de Zorrilla 203. Aunque creo que ese no era el número donde estaba la escuela de parvulitos donde muchos empezamos a leer y a escribir.
Allí nos iniciamos en “esto de la vida”, con nuestras primeras obligaciones y responsabilidades. También formamos nuestra primera idea de grupo.
En el 203 que señalaba antes quien sí vivía era un grupo de carmelitas que junto a un joven cura que llegó, se convertiría en el engranaje central sobre el que a mi entender, girábamos el resto del barrio. Todos sabéis a quién me refiero: Michel, Cati, Carmen, María, Trini, Gaspara (la de mis inyecciones), Anastasia, más tarde Alicia, y por supuesto, Pilar y Miguel Ángel.
Miguel Ángel dio sus primeras catequesis en el barrio en estas escuelitas, y los que íbamos, tomamos nuestra primera comunión en el corralón de al lado, en el que hasta el viejo coche que lo habitaba, era imprescindible para el decorado que entre TODOS montábamos para el día de autos.
En ese corralón también se recuerdan fiestas del barrio con sus cucañas y pucheros, bicicletas y tangas y un montón más de actividades, en las que otra vez TODOS participábamos y disfrutábamos. Las fiestas han tenido lugar en diferentes emplazamientos, pero eran un escenario (con peñas y todo), en el que con mayor entusiasmo si cabe presumíamos de barrio.
El corralón también lucía espléndido el día que despedimos a Michel camino de las misiones. Qué tía más valiente y que huella me dejó. Hablar de Michel, es decir campamentos, y esto es decir lo más.
Cuando cogíamos vacaciones y nos daban las notas, daba igual las que fueran, el siguiente gran acontecimiento, “el acontecimiento”, era el campamento:”¿Dónde va a ser?, ¿Quién irá?, ¿Qué vas a llevar?, ¿Y la excursión final…?” todos estábamos entusiasmados con lo que nos esperaba, que era mucho siempre. Allí compartíamos, nos relacionábamos, trabajábamos, jugábamos, hasta creímos que amábamos, pero a mi entender, lo que más hacíamos era aprender. Esto lo veo ahora, treinta y dos años después de Riaño y veintitrés desde Trefacio. ¡Cuánto hemos aprendido esos últimos quince días de julio, desde 1978 hasta 1988! Incluso los tres primeros años, tuvimos ocasión de relacionarnos con chavales de otros barrios como eran Belén o Pilarica. Qué buen trabajo hicieron los artífices de éste “milagro” para un barrio como el nuestro, o los mencionados, que aunque distantes, “gozaban” de las mismas características.
Las marchas eran frecuentes durante todo el año. Íbamos en bicicleta dónde fuera y por dónde fuera (Simancas, Puenteduero, pinares varios…). También andando, íbamos hacia los mismos destinos, o a otros, donde siempre nos esperaba una jornada de juegos para todos como los puntos, el pañuelo…En bici o andando, lo que siempre hacíamos era cantar y animar el camino.
Otro de los acontecimientos que nos tenía varios días inquietos, eran las excursiones. En autobús, Lauki, Coca-Cola, Fuente el Sol, en tren hasta Palencia, ¡Qué grande era el Cristo del Otero, y que pequeño parece ahora al lado de tanto aerogenerador!
También disfrutábamos de los viajes en autocar. En éstos, normalmente íbamos con los mayores; la Yecla, Ribadesella, las Cuevas de Valporquero…Lo de animar el camino era común en cualquiera de los medios de transporte, porque cantarines, hemos sido un poco todo el barrio. Supongo que alguien tendría la culpa.
Recuerdo con especial cariño el viaje que hicimos a Asturias. Nos alojamos en Infiesto, en el convento de no recuerdo bien que hermanas. Fue una noche muy divertida en la que nuestros mayores montaron buena fiesta, que duró… Me viene a la memoria Adela, buena amiga de mi madre. Seguro que alguna noche más de esas habrán tenido donde estén.
Hay muchas otras cosas que dieron estabilidad al barrio, y no me refiero a los mejoras en las infraestructuras básicas, sino otras que nos mantuvieron ocupados y aprendiendo: catequesis, guitarra, manualidades, el estudio (dónde nos ayudaban en nuestras tareas escolares),….
Evidentemente, el cambio que ha experimentado el barrio con el paso del tiempo, de las excavadoras, hormigoneras, escombreras… no permite la forma de interrelación de entonces, pero creo que los vecinos también tenemos que ver en esto, nos hemos hecho más individualistas y reservados. (ahora no haría falta reunir a todos los vecinos para manifestarse por Valladolid pidiendo nada porque hay de todo. No sé si hoy sería tan concurrida la protesta, antaño no faltó nadie.)
No se imagina la gente de ahora lo que se pierde, o lo que no gana. Deberíamos proponer un concurso de ideas, para devolver el espíritu de barrio que alguien llenó de cemento y también de otras cosas. Seguro que se podría llevar a cabo.
Yo, personalmente, me siento orgullosísimo de ser de la Cañada y de haber compartido mi vida con la gente con la que lo he hecho. El barrio, además, me ha dado a mi mujer y a mis dos hijos. Gracias por ello.
Quiero acabar con esta estrofa que hice mía nada más descubrirla en una canción:
“VOLVER HACIA EL ORÍGEN NO ES RETROCEDER,
QUIZÁ SEA ANDAR HACIA EL SABER”
¡VIVA LA CAÑADA!
Javier de Rojas Pajares
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