El asunto de este escrito no resulta nada surrealista, como en el de Dalí. Es la vida misma.
Cuando llegué por estos lugares, a la pregunta en qué trabajas bastantes respondían “a la rebusca”. No entendía lo que decían, tampoco preguntaba.
En mi pueblo siempre hubo respigadoras. Iban por los rastrojos recién segados y por los caminos recogiendo las espigas que habían quedado huérfanas. Salían bien de madrugada y volvían con el calor del mediodía, enfundadas en sus pañuelos y con una enorme saca a cuestas. Luego laboraban el producto, separando paja y grano; ya tenían pienso para sus gallinas y para pan o lo que se terciara.
De modo que sabía del concepto, no de la expresión.
En estos barrios míos, levantados entre tierras de labor, todo el mundo, cuando tocaba, salía a la rebusca: de judías, de guisantes, de zanahorias, de fruta, de patatas…
Esta mañana, al salir el sol, ya llevaba la cuadrilla una buena porción de sacas llenas con las patatas que tanto me han venido preocupando. Pero no estaban solos los recolectores, una multitud les seguía un poco a la distancia. Estaban a la rebusca. Tenían permiso del dueño, siempre que no se acercaran demasiado.
Se había dado la voz de que ya estaban sacándolas, y la crisis ha hecho que se retome esa vieja costumbre que no estaba olvidada, sólo dormida, porque total cuando pintaban oros costaba mucho madrugar y volver a casa cargados; ahora con los bastos, más vale caballo regalado.
Esta vez no pongo fotos, no quiero señalar a nadie. Al hambre, no hay pan duro ni patata despreciable.
Oda a la patata de Fernando Lorenzo (Grado, 1939)
Patata
Oh vitamínico tubérculo
Oh fécula que anima el organismo
Mi cuerpo es más patata que yo mismo
Pues tanta como
Que de patata frita tengo el lomo
Y de patata tengo
La boca y la barriga que mantengo.
Loarte he
Y comerte, digerirte y expulsarte,
Mas primero, patata, he de cantarte
Que a ti te debo
La mitad de mi vida, y la otra al huevo.
Patata,
No tienes la belleza de la rosa
Pero eres más barata
Y tienes otra cosa
Que no tienen la rosa ni el azahar
Pues eres más plebeya que patricia
Y a la hora del yantar
Resultas mucho más alimenticia.
De América llegaste portadora
De amor y de sustento
Gentil embajadora
De tierras de ultramar, sacro alimento.
Y por eso, patata, he de cantarte,
Comerte, digerirte y… adorarte.
Oda a la papa
Pablo Neruda
Papa
te llamas
papa
y no patata,
no naciste castellana:
eres oscura
como
nuestra piel,
somos americanos,
papa,
somos indios.
Profunda
y suave eres,
pulpa pura, purísima
rosa blanca
enterrada,
floreces
allá adentro
en la tierra,
en tu lluviosa
tierra
originaria,
en las islas mojadas
de Chile tempestuoso,
en Chiloé marino,
en medio de la esmeralda que abre
su luz verde
sobre el austral océano.
Papa,
materia
dulce,
almendra
de la tierra,
la madre
allí
no tuvo
metal muerto,
allí en la oscura
suavidad de las islas
no dispuso
el cobre y sus volcanes
sumergidos,
ni la crueldad azul
del manganeso,
sino que son su mano,
como en un nido
en la humedad más suave,
colocó tus redomas,
y cuando
el trueno
de la guerra
negra,
España
inquisidora,
negra como águila de sepultura,
buscó el oro salvaje
en la matriz
quemante de la araucanía,
sus uñas
codiciosas
fueron exterminadas,
sus capitanes
muertos,
pero cuando a las piedras de Castilla
regresaron
los pobres capitanes derrotados
levantaron en las manos sangrientas
no una copa de oro,
sino la papa
de Chiloé marino.
Honrada eres
como
una mano
que trabaja en la tierra,
familiar
eres
como
una gallina,
compacta como un queso
que la tierra elabora
en sus ubres
nutricias,
enemiga del hambre,
en todas las naciones
se enterró su bandera
vencedora
y pronto allí,
en el frío o en la costa
quemada,
apareció
tu flor
anónima
enunciando la espesa
y suave
natalidad de tus raíces.
Universal delicia,
no esperabas
mi canto,
porque eres sorda
y ciega
y enterrada.
Apenas
si hablas en el infierno
del aceite
o cantas
en las freiduras
de los puertos,
cerca de las guitarras,
silenciosa,
harina de la noche
subterránea,
tesoro interminable
de los pueblos.
te llamas
papa
y no patata,
no naciste castellana:
eres oscura
como
nuestra piel,
somos americanos,
papa,
somos indios.
Profunda
y suave eres,
pulpa pura, purísima
rosa blanca
enterrada,
floreces
allá adentro
en la tierra,
en tu lluviosa
tierra
originaria,
en las islas mojadas
de Chile tempestuoso,
en Chiloé marino,
en medio de la esmeralda que abre
su luz verde
sobre el austral océano.
Papa,
materia
dulce,
almendra
de la tierra,
la madre
allí
no tuvo
metal muerto,
allí en la oscura
suavidad de las islas
no dispuso
el cobre y sus volcanes
sumergidos,
ni la crueldad azul
del manganeso,
sino que son su mano,
como en un nido
en la humedad más suave,
colocó tus redomas,
y cuando
el trueno
de la guerra
negra,
España
inquisidora,
negra como águila de sepultura,
buscó el oro salvaje
en la matriz
quemante de la araucanía,
sus uñas
codiciosas
fueron exterminadas,
sus capitanes
muertos,
pero cuando a las piedras de Castilla
regresaron
los pobres capitanes derrotados
levantaron en las manos sangrientas
no una copa de oro,
sino la papa
de Chiloé marino.
Honrada eres
como
una mano
que trabaja en la tierra,
familiar
eres
como
una gallina,
compacta como un queso
que la tierra elabora
en sus ubres
nutricias,
enemiga del hambre,
en todas las naciones
se enterró su bandera
vencedora
y pronto allí,
en el frío o en la costa
quemada,
apareció
tu flor
anónima
enunciando la espesa
y suave
natalidad de tus raíces.
Universal delicia,
no esperabas
mi canto,
porque eres sorda
y ciega
y enterrada.
Apenas
si hablas en el infierno
del aceite
o cantas
en las freiduras
de los puertos,
cerca de las guitarras,
silenciosa,
harina de la noche
subterránea,
tesoro interminable
de los pueblos.
3 comentarios:
Rebusca era una palabra común en mi tierra, La Mancha. Cuando se terminaba la siega y recolección de los cereales, la vendimia, la recogida de la aceituna e, incluso, la poda, aparecían los rebuscadores, gentes que recogían la última espiga olvidada, el último carpón de uvas, las últimas aceitunas y los últimos sarmientos, éstos para el fuego. Ya sabemos por Calderón aquello de: cuentan de un sabio que un día, tan pobre y mísero estaba,... Es que este país ha vivido hasta hace poco en la miseria. ¿Y ahora?
Madre mía, hacía años que no escuchaba esta palabra. Cuando eramos niños mi padre dijo un día de ir a la 'rebusca' de las almendras. Y caminabamos un largo trayecto para recoger algunos puñados de almendras de los almendros vareados en la recogida. Recuerdo que madrugabamos para estar de vuelta a la hora de comer. Desde entonces, cada año ibamos a la rebusca con él.
Un saludo Miguel Angel.
Pues lo de rebuscar me recuerda al libro de Rut, que también rebuscaba espigas detrás de los segadores, así que desde que el “mundo es inmundo”, se conoce que existía este oficio, ¡¡ llevado por la necesidad entonces y también ahora, claro está!! Pues aquí en Canarias ¡¡ni que poco buenas son las papitas!!, de todas las maneras: las negras arrugás, que son una exquisitez (amarillas por dentro, como la yema de huevo) y que son un lujo porque salen caras, pero también están las del ojo rosado o las bonitas que tanto peludas como arrugás están estupendas, las recaras pa´ potaje, que se deshacen al guisarlas y las blancas de toda la vida fritas, en fin… quien más quien menos tiene una papita que echarse a la boca porque siempre hay algún familiar, conocido o vecino que planta un saquito y te da un “puño de papas”. Y si falta carne o pescado pues ¡unas papas sancochadas con mojito y una cebolla también se escapa!, así es que, ¡¡así encabezamos el ránking de diabetes y obesidad!! Pues, según dicen las papas tienen mucho hidratos. Pese a éste inconveniente, he de reconocer que, en nuestro caso, están bien merecidas las odas y alabanzas a nuestra querida y apreciada Papa.
Llevo un tiempo que no me doy un paseo por los blogs, porque me falta tiempo y he priorizado otras cosas… un abrazo y ¡¡buen verano!!
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