Con mayo estrenamos paisaje, aquel que perdimos hace mucho, cuando levantaron el monstruo de metal.
Las cosas vuelven a su ser del principio, o casi. Patatas a la izquierda, nada a la derecha. Nada de nada, donde antes eran maíces, zanahorias, cebollas, remolachas, lechugas, fresas, guisantes, vacas, caballos…
Estas ruinas no son las de Itálica famosa, tampoco de Pincia más discreta. Son hierros retorcidos, olor a gas metano, hierbas y polvo, barro y alambradas.
¿Volverán los chopos a dominar estos lugares?
Si estas ruinas desaparecerán pronto, estos hinvernaderos ojalá que no. Será como un faro en medio de la niebla que amenaza el futuro de estos lugares. Hierba habrá, seguro; pero no comestible. Al menos que debajo de esos plásticos se conserven las reliquias de lo que antes fue todo esto.
Estas cosas, completamente necesarias según dicen, son ahora las que dominan todo este contorno. No sólo es su apariencia imponente. Es también el "aroma" que desprenden, y que inunda por completo vidas y haciendas. Es nuestra maldición, la que nos echaron tiempo ha, cuando no supimos defender como personas, lo que ahora lloramos como imbéciles.
1 comentario:
Bello pueblo, como todos los de la provincia. El mundo nunca será como antes, lo dijeron nuestros padres, lo decimos nosotros y lo dirán nuestros hijos, es la vida, nos guste o no.
Un saludo.
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