Tras mi desportille de ayer, me levanto hoy al día y me los encuentro alteradillos. Sí, me refiero a mis compas. Berto y Gumi, Moly incluida. Su ama ha madrugado para viajar lejos, hacia Extremadura, con su amiga M al entierro de un hermano. Huérfanos los pobres desde la madrugada, andan como zombies; extrañan esa ausencia.
Por si esto fuera poco, a Moly se le acercan los calores, y los otros dos, machos que son, huelen y barruntan, suspirando sus amores que ella niega displicente.
Hoy tengo reunión importante, que es diez de mayo, fiesta patronal, por culpa de San Juan de Ávila, de clérigos y similares. Festejaremos a boderos de oro y plata, carcamales obsoletos, en la intimidad de la clerecía. Y luego cada quien hará fuera lo que pueda, lo que quieran hacer con él y/o lo que le dejen. Tras el café y las palabritas, cada mochuelo a su olivo. Habrá besos y abrazos. Bueno, exactamente besos no, que entre nosotros eso no se estila y resulta además en exceso sensiblero. A lo más, unas palmaditas en la espalda. Y a seguir en el camino, con sandalias y bordón. Y el macuto, con lo justo.
Y este pajarraco tiene a su hora que dar la unción a M que la pide porque está en necesidad. Enfermo por la vida, tan vivo quiere seguir que pone a Dios por testigo de su salud, ahora que se enfrenta a quirófano e incertidumbre. No va a ser a hurtadillas sino a plena luz. Me lo dijo ayer tarde humildemente, resignado, esperanzado, liando malamente el tú y el usted porque él procede de otras coordenadas, y apenas nos hemos rozado todavía. Rezaremos juntos invocando Al Que Vive, y ojalá nos salgan las palabras necesarias, atinadas o no, y también los gestos y silencios, y poco más, que sólo eso somos y valemos.
Luego seguiré pensando cómo encarar lo del domingo; que, también es fastidio, ya debería estar superado. Al andar de por medio los peques he de tener tacto y pulso para llegar sin herir, inducir sin forzar, estar y ejercer sin dominar.
Luce el sol con suavidad; Gumi y Berto han salido a calmarse fuera, en tanto Moly reposa tranquila dentro. Hay calma en casa. El jardín se está regando. En la calle, soledad. Hay huecos imposibles de llenar. Hay esperas que requieren pausa. Hay momentos de la vida que se estiran demasiado y no parecen acabar nunca. Hay encuentros de los que nada esperas, a los que acudes sin llevar apenas, de los que puedes regresar hastiado o alborozado, vacío como fuiste o plenificado, muerto o resucitado.
Esta noche comprobaré si he sobrevivido a tantas emociones. Ahora me sosiego cantando con Taizé "Magnificat anima mea Dominum"
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