Día raro el de ayer, que acumuló demasiado: domingo, primeras comuniones, San Isidro. Camino de primer plato en la madrugada, y de segundo, a primera hora de la mañana, los residentes de La Arbolada una pizca revueltos, tanto que me costó calmarles y poder celebrar con ellos.
Discurría la jornada estirándose perezosamente; pero sólo en apariencia, porque fue vértigo lo que viví.
Llega, al fin, el momento de la verdad, de armar el esquema y de asentar algunas cosas, porque no es una misa sencilla y ya está, qué va. Se trata de que la gente que te quiere y desea honrarte, venga con lo que venga, se encuentre al llegar en un ambiente amable y con mensaje claro. Y cuando se marche, se vuelva a sus cosas con el corazón más lleno, agraciados y agradecidos, en absoluto resentidos de que te hayas ido. Tienes que ofrecernos una alternativa, no sólo un recuerdo. Y he de hacerlo yo, que me has convertido en instrumento.
En esas estoy y alguien me ha sugerido esto:
El Himno a la Caridad (1ª Corintios 12,31-13,13) y las Bienaventuranzas (Mateo 5,1-12a).
Bien te conoce y más te aprecia quien ha hecho esta sugerencia. Incluso ansía verte, diría yo, con una pinta idealista. Al contrario que yo, que soy más bien de mirada roma, poco dado a lo que suene a alharaca. Que huyo como gato escaldado de excesos de sentimiento y blandenguerías. Sabes muy bien que soy demasiado reflexivo, que rumio las cosas, que las trabajo quizá en exceso, que no me siento buenamente a esperar que llegue el chispazo, que tan serio me pongo a veces que resulto borde y asqueroso. Así me ha ocurrido, o casi, esta tarde con José Antonio y tu hermano, preparando el negocio que tenemos entre manos.
No creo en las coincidencias, casualidades y chiripas, aunque debo reconocer que alguna vez me han sorprendido. No puedo negarlo, incluso ahora recuerdo dos momentos señalados en que así ocurrió: en una visita de mi obispo y en el funeral de mi madre. Aquel día la cosa quedo clavada.
Y tengo para mí que contigo va a pasar tres cuartos de lo mismo. Mira lo que tiene la liturgia de hoy, lunes de la 4ª semana de Pascua:
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (11,1-18):
En aquellos días, los apóstoles y los hermanos de Judea se enteraron de que también los gentiles habían recibido la palabra de Dios.
Cuando Pedro subió a Jerusalén, los partidarios de la circuncisión le reprocharon: «Has entrado en casa de incircuncisos y has comido con ellos.»
Pedro entonces se puso a exponerles los hechos por su orden: «Estaba yo orando en la ciudad de Jafa, cuando tuve en éxtasis una visión: Algo que bajaba, una especie de toldo grande, cogido de los cuatro picos, que se descolgaba del cielo hasta donde yo estaba. Miré dentro y vi cuadrúpedos, fieras, reptiles y pájaros. Luego oí una voz que me decía: "Anda, Pedro, mata y come." Yo respondí: "Ni pensarlo, Señor; jamás ha entrado en mi boca nada profano o impuro." La voz del cielo habló de nuevo: "Lo que Dios ha declarado puro, no lo llames tú profano." Esto se repitió tres veces, y de un tirón lo subieron todo al cielo. En aquel preciso momento se presentaron, en la casa donde estábamos, tres hombres que venían de Cesarea con un recado para mí. El Espíritu me dijo que me fuera con ellos sin más. Me acompañaron estos seis hermanos, y entramos en casa de aquel hombre. Él nos contó que había visto en su casa al ángel que, en pie, le decía: "Manda recado a Jafa e invita a Simón Pedro a que venga; lo que te diga te traerá la salvación a ti y a tu familia." En cuanto empecé a hablar, bajó sobre ellos el Espíritu Santo, igual que había bajado sobre nosotros al principio; me acordé de lo que había dicho el Señor: "Juan bautizó con agua, Pero vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo." Pues, si Dios les ha dado a ellos el mismo don que a nosotros, por haber creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para oponerme a Dios?»
Con esto se calmaron y alabaron a Dios diciendo: «También a los gentiles les ha otorgado Dios la conversión que lleva a la vida.»
Sal 41,2-3;42,3.4
R/. Mi alma tiene sed de ti, Dios vivo
Como busca la cierva corrientes de agua,
así mi alma te busca a ti, Dios mío;
tiene sed de Dios, del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? R/.
Envía tu luz y tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada. R/.
Que yo me acerque al altar de Dios,
al Dios de mi alegría;
que te dé gracias al son de la cítara,
Dios, Dios mío. R/.
Lectura del santo evangelio según san Juan (10,11-18):
En aquel tiempo, dijo Jesús: «Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.»
Cuando esta tarde intentemos caber dentro de la iglesia, cosa que será imposible y habrá que apelar a usar también la calle, todos pensaremos en ti, porque eres tú el motivo de estar y de manifestarnos. Pero tú, que eres más lista que el hambre, y lo has dejado incluso escrito, has previsto que ahí nos encontremos hijos e hijas de muchas madres, muchos sentires, demasiados pensares, reflexiones diferentes e incluso contrapuestas, banderías y partidos aparentemente irreconciliables. Todos y todas convocados a tu nombre, a tu persona.
Todo el santo día llevo tratando de entender tus motivos, la razón que no expresas y que estás invitándome a descubrir. Tal vez, y por fin, lo estoy consiguiendo ahora mismo. Esta es mi propuesta y espero que la apruebes:
Aquí nadie es el centro del cotarro, sino que todos tenemos uno, y es común y para todos, y en él no sólo nos encontramos, sino que mucho antes de eso él ha salido en busca nuestra y ya nos ha localizado. Identificarlo estará muy bien; conocernos y reconocernos en lo que nos une, mejor. Lo óptimo ya es harina de otro costal, y tenemos mucho tiempo para descubrirlo.
Tu humanidad, tu inmensa, desbordante y contagiosa bondad, Camino, está contribuyendo a que sea posible.
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