Naciste un ocho de abril, igual que Carlota.
Te pusieron nombre de emperador, como a Carlota.
Fuiste el tercero, el de la vencida. Aquí Carlota ya no pinta nada.
Creciste rápido y lucido, estudioso y jaranero. Fue culpa del deporte, y de otras muchas cosas.
Buena persona, buen hijo, buen compañero, buen amigo…
No se te vaya a subir; creéte sólo lo justo.
Te inclinaste por la medicina, que algo probaste en casa.
Dejaste el nido familiar y viviste de prestado; pagando, por supuesto.
Me adoptaste para no sentirte solo y me alojaste.
Muchas horas te ocupaban los estudios, vaya si las llevé por cuenta.
Pero cuando volvías me paseabas y me mimabas.
Me acostumbraste mal, y desde entonces mucho me gusta la cama. Pero no pa solo, bien lo sabes.
Hoy te licencias de médico, y preparas una fiesta.
Nos invitamos, te acompañaremos, lo disfrutaremos, te honraremos.
No me pidas que me quede a tu lado, no lo hagas. No podría hacerlo, ahora ya no.
Volveré con los míos, y tú continuarás con lo tuyo.
Pero sábete que te quiero, y que cuantas veces nos juntemos recordaremos que fuimos tú mi amo y yo tu perro.
Hoy por tu culpa madrugo, pero con gusto. Salgo p’allá corriendo. Enseguida llego.
Con cariño, Berto
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