No soy madrileño, pero sí hijo de labrador. San Isidro también me pertenece. Y de ninguna manera voy a renunciar a él por el simple hecho de que yo no trabaje campos.
Tengo un jardín que atiendo, y algunas plantas en macetas que también me corresponde regar y cuidar.
Me gusta el campo, y lo paseo con frecuencia más acompañado que solo, pero no le hago ascos a andarlo en solitario si fuera preciso.
Algo entiendo de cultivos, y opino qué parcelas están bien y cuáles están mal con suficiente conocimiento y algo de experiencia.
Sin embargo, no soy propietario. Me falta ese detalle. De modo que cuando voy a verlo y a pisarlo, no puedo decir en puridad “esto es mío”, aunque lo sienta como tal. Se trata de una licencia poética, que queda en eso, en puro romanticismo esteticista.
“La tierra para el que la trabaja” fue un grito que escuché hace ya bastante tiempo, cuando los propietarios vivían del sudor de otros, que eran quienes en verdad se curraban las cosechas y sólo recibían por ello un salario de simple subsistencia.
Hoy no escucho nada, y ya no sé si quien la trabaja es dueño o no de la tierra que cultiva. Sé que lo que se lleva, llevaba más bien, es tener chalet con parcela. Pero para césped y piscina, terraza y solarium, parque infantil y sala de recepción con techo practicable. A tanto el metro cuadrado, alguien viene y se lo cuida los viernes por la mañana, que por la tarde ya debe estar disponible.
San Isidro era labrador, y tal vez copropietario con Santa María de la Cabeza de la casa que habitaba y de los hijos que tuviera, pero no de las tierras que llevaba, que pertenecía a un noble, un tal Juan Vargas. Pero no las araba él, se lo hacían los ángeles mientras dormía. Eso al menos dice la tradición. Y yo me lo creo.
Así que este buen santo ni tenía tierras, ni las trabajaba, al menos de vez en cuando. Lo mismito que yo. Y aunque la santidad me quede un poco lejos, no me desanimo ni me rajo y persisto en alcanzarla cuando sea y como sea, que tiempo y mimbres tengo disponibles. Por eso es mi patrón.
Mañana que es su día, para celebrarlo comeré cocido castellano de Tierra de Campos.
Tras este primer aviso, paso a continuación a dar el segundo:
He abierto en este blog dos páginas. La primera la inicié con el mes de mayo, y va en homenaje a las flores y a la madre de Jesús, María de Nazaret. Se titula “Con flores a María”. Quizá suene un poco retro, pero no me importa. ¡Mola mazo!
La segunda página la abro ahora. Se titula "La humanidad de Dios. José María Castillo", y contiene el texto íntegro de la lección magistral o discurso que José María Castillo ha dictado al recibir el Doctorado de Honor (“Honoris causa”) por la Universidad de Granada. También puede sonar “raro”, pero como también mola, tampoco me importa.
Ambas páginas tienen su acceso desde los enlaces situados en la parte superior del blog, justo debajo del título y encima de la foto de mi pueblo, Castromocho, que me mola cantidad. No permiten comentarios, cosas de blogger. Pero quien desee hacerlos, ya buscará la manera, digo yo.
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