Dentro de las actividades culturales que organiza la Asociación de Vecinos “Poeta José Zorrilla”, de la Cañada, Valladolid, se programó una visita guiada a la parte antigua de la ciudad. Se solicitó la inestimable ayuda de Paz Altés, sobradamente conocedora de la historia de la villa, además de amiga y entrañable parroquiana.
Corrían las 20:00 horas del lunes, 27 de junio de 2011, cuando en la Plaza de Zorrilla, frente a la Academia de Caballería, comenzaba la visita a los rincones urbanos que encierran un “fantasma”, o dos según se cuente. Quien no se lo crea, peor lo llevará, porque ahí están, pese a quien pese.
Ni que decir tiene que hicimos el recorrido a paso ciudadano, o sea, como pudimos, dados los casi 38° que se mantuvieron impertérritos hasta el final. Una pena no haber hecho el recorrido justo a la inversa, porque junto a la estatua del poeta la fuente refrescaba mucho más que la piedra blanca de la seo.
Rincones con "fantasma" en Valladolid
1.- Rincón: Hospital de la Resurrección (hoy Casa Mantilla)
Fantasma: D. Luis de Mahudes
En el siglo XV, el solar que hoy ocupa la Casa Mantilla, acogía "la mancebía" de la ciudad. A mediados del siglo XVI, el Ayuntamiento decidió acabar con "sitio tan escandaloso" y acondicionar el edificio como hospital. Así se creó, en 1553, el Hospital General de la Resurrección.
En 1601, Felipe III trasladó la Corte a Valladolid y con ella llegaron a nuestra ciudad, entre otros muchos, Miguel de Cervantes y su familia. Un año antes, en 1600, había fallecido D. Luis de Mahudes, administrador de otro hospital vallisoletano, cercano al de la Resurrección: el Hospital de los Desamparados. A su muerte, el hospital quebró y tanto su patrimonio como sus enfermos pasaron al de la Resurrección. Luis de Mahudes era conocido en Valladolid por ir acompañado siempre de sus dos perros -Cipión y Berganza-, los cuales, al fallecer su amo, también encontraron acomodo en La Resurrección. Cervantes, que se instaló en aquel mismo barrio, supo de la historia de aquellos perros y, doce años después, escribió "El coloquio de los perros del Hospital de la Resurrección que está en la ciudad de Valladolid, fuera de la Puerta del Campo, a quien comúnmente llaman los perros de Mahudes". En esta "Novela ejemplar", Cervantes hace hablar a Cipión y Berganza, que denuncian los peligros de las falsas apariencias.
El Hospital fue derribado en 1890 y su portada instalada en el jardín de la Casa de Cervantes. ¿Seguirán recorriendo Valladolid, siempre unidos, el bueno de Mahudes y sus fieles perros?
2.- Rincón: Calle de Miguel Íscar (a la altura de la Casa de Cervantes)
Fantasma: D. Gaspar de Ezpeleta
A las once de la noche del 27 de junio de 1605, el caballero Gaspar de Ezpeleta, que había estado cenando en casa del Marqués de Falces, pasaba por el puente sobre el río Esgueva que había a la altura de El Rastro, cuando le salió al paso un espadachín embozado. Según la declaración de Ezpeleta en su lecho de muerte, el hombre le preguntó que adónde iba; a lo cual el caballero preguntó igualmente que para qué quería saberlo. Metidos en lucha de espadas, Gaspar de Ezpeleta resultó herido de muerte. A sus gritos de auxilio acudió un vecino de la zona quien no dudó en avisar a Miguel de Cervantes para que le ayudase a trasladar al herido hasta una casa cercana para que allí lo asistiera el cirujano. Ezpeleta falleció al día siguiente y todas las personas que ayudaron a subir al herido hasta la casa y todas aquellas que simplemente vivían en la casa de El Rastro fueron llamadas a declarar en el juicio.
El caballero Ezpeleta tenía en Valladolid fama de galanteador y, cuando el juez fue informado de que en El Rastro vivían algunas mujeres "que en sus casas admiten visitas de caballeros y de otras personas, de día y de noche" y de que el propio Ezpeleta era asiduo a ellas, se tomó mucho interés en tomar declaración a "las cervantas", nombre con el que se conocía en la ciudad a todas las mujeres que vivían con el escritor: su hermana Magdalena, su hermana Andrea, su hija natural Isabel, su sobrina bastarda Constanza y su criada, María de Ceballos (su esposa, Catalina, no vivía con él).
Gaspar de Ezpeleta fue enterrado en el Convento de San Francisco. ¿Será "aquí" o será "allí" donde resida su fantasma?
3.- Rincón: Convento de "Las Calderonas"
Fantasma: D. Rodrigo Calderón
Con Felipe IV, se puso en boga en España la existencia de los llamados "validos", favoritos u hombres de confianza de los monarcas. Durante los primeros años de su reinado, Felipe IV mantuvo como valido al Duque de Lerma, quien ya había ejercido mucha influencia sobre Felipe III y a cuyo lado continuaba su fiel y poderoso colaborador Rodrigo Calderón. Cuando el Duque perdió la confianza del Rey, a sabiendas de los muchos asuntos oscuros por lo que podía ser juzgado una vez caído en desgracia, se las arregló para ser nombrado cardenal de la Iglesia Católica ("el mayor ladrón de España, para no morir ahorcado, se vistió de colorado"). Por su parte, el nuevo valido de Felipe IV, el Conde-Duque de Olivares se encargó de ajusticiar a Rodrigo Calderón, quien fue apresado en Valladolid y conducido a Madrid para ser ejecutado (21 de octubre de 1621).
Rodrigo Calderón había fundado en Valladolid el Convento de Porta Coeli, de madres dominicas, colindante al palacio que poseía en la ciudad: la Casa de Las Aldabas. Dos años después de su degollación, en 1623, su cadáver fue conducido hasta aquí, donde descansa en el coro de su Iglesia... "momificado", junto a su fantasma, como si de un mártir se tratase. Hoy todos conocemos este Convento como "Las Calderonas", en referencia a su benefactor.
4.- Rincón: Ruinas de la Colegiata de Santa María la Mayor
Fantasma: D. Pedro Ansúrez y Dña. Eylo Alfonso
Todos tenemos por cierto que el Conde Ansúrez "fundó" Valladolid a finales del siglo XI. Matizaciones aparte, lo cierto es que Pedro Ánsares fue preceptor del rey Alfonso VI y el hombre más importante de su Corte, participando de forma decisiva en las dos grandes gestas del monarca: la reunificación de los reinos de Castilla y León (1072) y la reconquista de Toledo (1085). En agradecimiento a su lealtad, Alfonso VI concedió a Pedro Ansúrez el señorío de la villa de Valladolid, en calidad de "conde"; es decir: representante del monarca en la circunscripción territorial. Todo esto hubo de ocurrir en los años que siguieron a la victoria toledana, porque sabemos que, en 1095, Pedro Ansúrez y su esposa, Eylo Alfonso, estaban en disposición de fundar la Colegiata de Santa María y hacerle sustanciosas donaciones, tanto a la nueva célula benedictina-cluniacense, como a los vasallos que se prestaran a asentarse en la zona.
¿Y qué tiene de "fantasmal" la figura del matrimonio Ansúrez? Pues "todo" después de esa crucial fecha de 1095. Sabemos que en 1102, los Condes se trasladan a Urgel por motivos familiares y que en 1111 falleció Doña Eylo. El propio Pedro Ansúrez hubo de morir seis o siete años después. Pero nada sabemos ni de la fecha exacta, ni del lugar. En 1674, casi seis siglos después, los restos del Conde (no los de su esposa) fueron trasladados a la ya Catedral de Valladolid, donde reposan en nuestros días, no muy... dignamente.
Dice Julio Valdeón: "Allí permanecen, en estado de semi-abandono, los restos del, en cierta forma, el fundador de Valladolid. Si queremos ser fieles a nuestras raíces históricas, no podemos relegar al olvido al conde Ansúrez. Con don Pedro Ansúrez tenemos contraída los vallisoletanos una enorme deuda de gratitud. Para intentar saldarla se requerirá, como mínimo, darle un enterramiento digno y recordar perennemente su vida y su obra".
5.- Rincón: Fachada de la Catedral
Fantasma: Dña. Valeriana Pérez
El arquitecto del siglo XVI Juan de Herrera concibió, para nuestra Catedral, cuatro torres: dos a los pies y dos más pequeñas en las esquinas de la cabecera. Estas dos últimas nunca llegaron a construirse y de las otras dos se levantó la del oeste en el siglo XVIII y la del este en el siglo XIX.
Como decíamos, entre 1703 y1709 se levantó la torre de poniente que los vallisoletanos llamaron la Buena Moza, por su esbeltez y su galanura. Pero en 1755 tuvo lugar el famoso "terremoto de Lisboa" y la estructura de la torre sufrió grandes daños. Y aunque se le hicieron sucesivos arreglos provisionales, casi un siglo después, en 1841, la estructura se derrumbó. Sucedió en la primavera de 1841, concretamente el 31 de mayo. El mes había sido muy lluvioso y con grandes vientos y a las 12 de aquella mañana comenzó a granizar y el temporal arreció, prolongándose durante horas. A las 5 de la tarde, Valladolid se vio conmocionada con un ruido terrible y las casas cercanas a la Catedral sintieron una gran trepidación como consecuencia del derrumbe de la torre que se había venido abajo casi por completo.
Pasado el susto inicial, se procedió en primer lugar a despejar toda la zona de los escombros caídos y se tomó la decisión de hacer el desmonte de las ruinas. El Ayuntamiento y el Cabildo se encontraban bastante escasos de fondos y, además, no era fácil encontrar gente que quisiera hacer un trabajo tan peligroso. Fue entonces cuando se presentó voluntario Francisco González, un presidiario que cumplía condena por homicidio y que presentó un plan para proceder al desmonte con un presupuesto bastante bajo y a cambio de la exención de su pena. Y así se hizo.
Dos personas resultaron dañadas en el derrumbe: el campanero Juan Martínez y su esposa Valeriana Pérez que tenían su vivienda en la torre. Al campanero le dio tiempo de cobijarse en uno de los vanos del tercer cuerpo que por fortuna no cayó con el derrumbe, pero la campanera cayó junto con los elementos de la torre que la "depositaron" entre escombros en la capilla del Sacramento. Su rescate duró 30 horas y hay quien dice que fue recuperada con vida, mientras que los vallisoletanos amantes de la leyenda aseguran que su fantasma sigue habitando en la torre.
Ni que decir tiene que el texto corresponde a su autora, Paz Altés, y las fotos las hice sobre la marcha, sin pensar en echar mano de lo mucho que hay sobre este particular en la red. Seguro que hubiera quedado mucho más fotogénico, pero también más impersonal. Y somos muy nuestros, vaya que sí.
Para terminar fuimos obsequiados, ¡por quién iba a ser sino por Paz!, con dos libros de los que además firmó ejemplares y repartió cariñines.
Edición no venal a cargo de Paz Altés. Texto basado en un guión original de Javier Burrieza.
La primera, obra suya, para que gustáramos la última leyenda, el fantasma de la campanera. La segunda, para que hiciéramos los deberes descubriendo dos personajes ilustres de la ciudad, que también dejaron sueltos sus fantasmas. Debemos descubrirlos. Pero eso es tarea de otro artículo. Quizás otro día…
No sólo quedó lindo. ¡Fue estuphendo!
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