29 de junio de 1981 |
Supongo que a todo el mundo le gusta que las cosas funcionen. Por ejemplo, que el retrete tenga papel higiénico, el lavabo jabón y toalla, y que al tirar de la cadena salga agua.
Cuando no ocurre así, además del chasco correspondiente, te sale un grito protestón tal que ¡no hay papel! Esto ocurre cuando hay alguien que te pueda escuchar. Cuando no lo hay, el grito se pierde en la inmensidad de tu soledad.
El caso es que en mi casa no tengo problemas. Tal como la deje, así me la encuentro. Por ejemplo, la cama sin hacer o el fregadero hasta las trancas. El frigo vacío o lleno, según; y el coche con gasolina o sin ella.
Pero en lo que comparto, y lo comparto con mucha gente, las cosas son de otra manera. Por ejemplo: se rompe el mango de una escoba, y en lugar de venir y decir lo que ha pasado, la persona en cuestión deja la rota y coge otra completa; así, con dos. Y claro, puede llegar a ocurrir que en un momento dado no haya una sola escoba usable. O también con la lejía que se acaba, o con el friegasuelos que también se agota, o… en fin, cosas.
Es normal que las cosas se rompan o se vayan deteriorando poco a poco hasta ser inutilizables o sencillamente no quede ni gota de lo que sea que se necesite. Si nadie avisa, si nadie supervisa, ¡esto se convierte en un desastre!
Para entrar tenemos dos puertas: una grande y otra pequeña. La mayor es tipo carruajes, y se abría antes poco, ahora mucho; mejor dicho, está siempre abierta. La menor es para personas, y como la otra nadie la cierra, casi no se utiliza, por tanto nadie sabe si cierra o no.
Como aquí entra todo el que quiere, no se usan candados ni cerraduras. Para salir o para entrar no hay ni que pedir permiso ni que tocar el timbre.
Gumi de eso no entiende. Ve la puerta abierta, y sale. Ve la puerta cerrada, tira de ella y sale. No hay manera de controlar sus idas y venidas. Pero en la calle no puede estar a su albedrío, porque si dentro hace fechorías, fuera ¡a saber!
Total, que la puerta pequeña no podía cerrarse porque, no se sabe cómo, el pilar de la izquierda según se entra se estaba desplomando. ¡Cómo te pones por nada!, qué importancia tiene, si aquí no se cierra nunca. Pero cuando Gumi está en el patio es importante que esa puerta tenga puesto el pestillo, para que él no pueda tirar y salir.
Así que esta mañana he estado de maestro cerrajero, para tratar de conseguir que la dichosa puerta cierre en condiciones, y para salir o entrar no valga sólo empujar o tirar sin antes correr el cerrojo.
Con una barra de ferralla, de las que usan en construcción, y un poco de maña, he conseguido equilibrar el pilar y hacer posible que esa puerta tenga la utilidad que le corresponde.
No ha sido costosa la labor en sí. Pero me llevó su tiempo idear la manera de hacerla con los medios con que cuento, más bien pocos.
Y lo que yo decía: si no lo escribo aquí nadie se da por enterado.
4 comentarios:
Pues recogido queda tu "apañao" bricolage, al parecer efectivo.
Mi saludo.
Miguel Angel,sigues siendo el de siempre, todo o casi todo el dia con la llave de grifa u otra herramienta en la mano y reparando cosas. Un abrazo.
Para eso lo he dicho, Anna, para que quede constancia. ¡Hay que ser, como dice la canción, la novia en la boda y el difunto en el entierro! Cronista de mis propias chapuzas. Ja, ja, ja. ;=)
José Luis, a otros les pasa que no pueden vivir sin tener los dedos manchados de tiza, o de mercromina, o mismamente de purpurina; a mí me priva tener las manos sucias de grasa. Es mi sino. %)
¡Muy bien hecho, Míguel! Es que es lo de siempre, ¡¡¡¡porqué no harán las cosas bien!!!, las puertas cerradas como Dios manda, si se acaba o rompe algo, por lo menos, decirlo, aunque si se encargasen de arreglarlo o reponerlo estaría guay del paraguay pero, ¡ay!, esto es predicar en el desierto, que decía mi madre. Pero para eso Dios hizo al Míguel que repone, arregla y se encarga de aquello que a otros/as no les mola o pasan sin más. Repito, ¡muy bien hecho Míguel!, has cumplido con una de las misiones que tienes encomendadas en este mundo así que date por satisfecho y ¡misión cumplida! y, además, Gumi no se escapará a hacer de las suyas por ahí.
Besos, "arreglaor".
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