Bienvenido Mayo, y con alegría;
por eso roguemos a Santa María
que pida a su Hijo aún todavía
que de pecado y locura nos guarde.
Bienvenido Mayo.
Bienvenido seas, y con alegría.
Alfonso
X El Sabio
Día 1
Azucena |
CANCION RECIENTE SOBRE MARÍA DE NAZARET
Tengo tres amores, tres: el Evangelio,
la Patria Grande
y el Corazón intacto de una mujer:
la llena de Dios,
tan nuestra,
María de Nazaret.
Toquen o no las campanas
-que el computador es ley-,
todavía sigue hablando
el arcángel Gabriel,
y le responde María
con un colectivo amén.
Y el Verbo se hace carne
en el vientre de su fe.
Pasan, iguales, las horas
sobre el serrín de José.
La Biblia y los periódicos,
juntos, se han puesto a leer.
Y crece el Niño y el Reino
y crece el Pueblo también.
Pasan romanos y gringos
y en ese imperial vaivén
se llevan sueños y vidas,
al Calvario, del Quiché.
Pero María y las madres
rumian la paz de Belén,
el polvo de Galilea,
el sol de Genesaret,
el gusto del pan partido
y el ausente amanecer
de la mañana de Pascua
que siempre está por volver.
Pedro Casaldáliga
Tengo tres amores, tres: el Evangelio,
la Patria Grande
y el Corazón intacto de una mujer:
la llena de Dios,
tan nuestra,
María de Nazaret.
Toquen o no las campanas
-que el computador es ley-,
todavía sigue hablando
el arcángel Gabriel,
y le responde María
con un colectivo amén.
Y el Verbo se hace carne
en el vientre de su fe.
Pasan, iguales, las horas
sobre el serrín de José.
La Biblia y los periódicos,
juntos, se han puesto a leer.
Y crece el Niño y el Reino
y crece el Pueblo también.
Pasan romanos y gringos
y en ese imperial vaivén
se llevan sueños y vidas,
al Calvario, del Quiché.
Pero María y las madres
rumian la paz de Belén,
el polvo de Galilea,
el sol de Genesaret,
el gusto del pan partido
y el ausente amanecer
de la mañana de Pascua
que siempre está por volver.
Día 2
Rosa |
MARÍA, MADRE DE TODOS POR DIFERENTES QUE SEAN
Josep M. Maideu
María, madre y ayuda nuestra,
Tú nos ves siempre y nos amas tal como somos.
Ves y sabes que nos amamos
en nuestro matrimonio y en nuestra comunidad.
en nuestro matrimonio y en nuestra comunidad.
Pero ves y sabes que no siempre
nos resulta fácil amarnos:
¡Ayúdanos, Madre!
Ves y sabes que hay muchos matrimonios rotos.
Ayúdalos, Madre, y haz que nosotros los sepamos ayudar
con delicadeza y discreción.
¡Ayúdanos, Madre!
Ves y sabes que hay muchos matrimonios rotos.
Ayúdalos, Madre, y haz que nosotros los sepamos ayudar
con delicadeza y discreción.
Ves y sabes que cada vez hay más
parejas
que no se casan por la Iglesia ni por nada.
Ayúdales, Madre, y haz que la Iglesia sea para ellos
más madre que invita que no suegra que censura.
que no se casan por la Iglesia ni por nada.
Ayúdales, Madre, y haz que la Iglesia sea para ellos
más madre que invita que no suegra que censura.
Ves y sabes que hay parejas gais
y lesbianas.
Y que quieren adoptar hijos y que….
¿Verdad que también eres madre
de estas personas diferentes y originales?
Haz que nosotros, no nos dediquemos
a escandalizarnos y a criticar,
sino que sepamos proponer una vida familiar
digna y atractiva,
y sepamos respetar sin condenar nunca a nadie.
Y que quieren adoptar hijos y que….
¿Verdad que también eres madre
de estas personas diferentes y originales?
Haz que nosotros, no nos dediquemos
a escandalizarnos y a criticar,
sino que sepamos proponer una vida familiar
digna y atractiva,
y sepamos respetar sin condenar nunca a nadie.
María, Madre, la vida familiar
de hoy,
¡qué lejos queda de la de Nazaret!
Quédate con nosotros, ven a nuestra casa,
ayúdanos, que te necesitamos.
¡qué lejos queda de la de Nazaret!
Quédate con nosotros, ven a nuestra casa,
ayúdanos, que te necesitamos.
Y haznos esposos capaces de amarse y de crecer en el amor,
Padres y madres que están más por los hijos que por el trabajo;
Gente maja, firme, de estos tiempos;
gente de hogar, de ciudad y abierta al mundo, por mal que vaya.
Padres y madres que están más por los hijos que por el trabajo;
Gente maja, firme, de estos tiempos;
gente de hogar, de ciudad y abierta al mundo, por mal que vaya.
Día 3
Peonía |
MUJER DE CADA DÍA
Mientras crece la noche, cada día
prende el Amor su llama
en tu candil de aceite desvelado,
siempre igual y creciente.
El pan de tus moliendas se cuece, cada día,
bajo el fuego tranquilo de tus ojos,
mientras crece también la madrugada.
La fuente de la plaza te entrega, cada día, su limosna
mientras le crece el corazón al mundo.
Como el ave del Tiempo vas y vienes,
de la casa a la calle, del Misterio al misterio,
muchas veces al día,
y llevas con tus pasos el compás de las horas…
Tú sabes qué es vivir a pulso lento,
sin novedad para la prensa humana.
Apenas sin distancia: la de un grito.
En esta pobre aldea que vigilan
las higueras comadres
y el centinela de un ciprés oscuro.
-¿De Nazaret va a salir algo bueno?
José viene cansado, cada noche.
Y el Niño trae el hambre entre los dedos
por undécima vez.
-¿Qué quieres, hijo?
(Las almendras se miran, asustadas de gozo,
y el plato ríe miel por todas partes).
Tú ya has dejado el huso sobre el banco dormido
y la lana suspira blancamente.
Esta mañana has ido por retama,
y te sangran las manos, en silencio,
y te huelen las manos a lejía de yerbas.
Has ordeñado luego las dos cabras sumisas,
y sabes toda a leche.
Ayer vino el siroco, y te abrasó las flores.
Hoy irrumpe el simún
como una tropa de soldados romanos,
y hay que cerrarlo todo y, con la prisa, a oscuras,
se te pierde una dracma, rescatada
del tributo de Herodes.
Si las vecinas rompen tu retiro, como gallinas locas,
tú sonríes.
Un día nace un niño, y tú lo acunas.
Y un día muere un hombre, y tú lo velas.
En la olla inservible crece un lirio morado,
y tú riegas su lenta profecía.
Nazaret se despuebla, cuando llega la Pascua,
y tú marchas con todos,
peregrina del Templo,
con Yahvé de la mano,
con un salmo en la boca.
La ruta de Israel converge en tus sandalias.
Y los caminos múltiples del mundo
arrancan de tus pies caravaneros.
Tu corazón no para, día y noche.
Día y noche recogen sus limpios cangilones
el agua de la Vida.
Y el Verbo se hace Hombre, día y noche,
delante de tus ojos,
al filo de tus manos,
detrás de tu silencio…
Pedro Casaldáliga
Mientras crece la noche, cada día
prende el Amor su llama
en tu candil de aceite desvelado,
siempre igual y creciente.
El pan de tus moliendas se cuece, cada día,
bajo el fuego tranquilo de tus ojos,
mientras crece también la madrugada.
La fuente de la plaza te entrega, cada día, su limosna
mientras le crece el corazón al mundo.
Como el ave del Tiempo vas y vienes,
de la casa a la calle, del Misterio al misterio,
muchas veces al día,
y llevas con tus pasos el compás de las horas…
Tú sabes qué es vivir a pulso lento,
sin novedad para la prensa humana.
Apenas sin distancia: la de un grito.
En esta pobre aldea que vigilan
las higueras comadres
y el centinela de un ciprés oscuro.
-¿De Nazaret va a salir algo bueno?
José viene cansado, cada noche.
Y el Niño trae el hambre entre los dedos
por undécima vez.
-¿Qué quieres, hijo?
(Las almendras se miran, asustadas de gozo,
y el plato ríe miel por todas partes).
Tú ya has dejado el huso sobre el banco dormido
y la lana suspira blancamente.
Esta mañana has ido por retama,
y te sangran las manos, en silencio,
y te huelen las manos a lejía de yerbas.
Has ordeñado luego las dos cabras sumisas,
y sabes toda a leche.
Ayer vino el siroco, y te abrasó las flores.
Hoy irrumpe el simún
como una tropa de soldados romanos,
y hay que cerrarlo todo y, con la prisa, a oscuras,
se te pierde una dracma, rescatada
del tributo de Herodes.
Si las vecinas rompen tu retiro, como gallinas locas,
tú sonríes.
Un día nace un niño, y tú lo acunas.
Y un día muere un hombre, y tú lo velas.
En la olla inservible crece un lirio morado,
y tú riegas su lenta profecía.
Nazaret se despuebla, cuando llega la Pascua,
y tú marchas con todos,
peregrina del Templo,
con Yahvé de la mano,
con un salmo en la boca.
La ruta de Israel converge en tus sandalias.
Y los caminos múltiples del mundo
arrancan de tus pies caravaneros.
Tu corazón no para, día y noche.
Día y noche recogen sus limpios cangilones
el agua de la Vida.
Y el Verbo se hace Hombre, día y noche,
delante de tus ojos,
al filo de tus manos,
detrás de tu silencio…
Día 4
Pensamiento |
MI MADRE ES MI INVENCIÓN MÁS BELLA
Michel Quoist
La más bella invención, dice Dios, es mi madre.
Me faltaba una Madre y la he hecho.
He hecho a mi madre antes de que ella me hiciese a mí.
Ahora verdaderamente soy un hombre como los otros.
No tengo nada que envidiarles. Tengo una Madre de verdad.
Eso me faltaba.
He hecho a mi madre antes de que ella me hiciese a mí.
Ahora verdaderamente soy un hombre como los otros.
No tengo nada que envidiarles. Tengo una Madre de verdad.
Eso me faltaba.
Mi madre se llama María,
dice Dios.
Su alma es pura y llena de gracia.
Su cuerpo es virgen y lleno de una claridad, que nunca sobre la tierra me he cansado de mirarla, de escucharla, de admirarla.
Es bella mi madre, tanto que, dejando los esplendores del cielo, no me he encontrado forastero a su lado;
sé muy bien, dice Dios, qué es ser llevado por manos de ángeles; pues bien, eso no vale tanto como los brazos de una Madre, creedme.
Su alma es pura y llena de gracia.
Su cuerpo es virgen y lleno de una claridad, que nunca sobre la tierra me he cansado de mirarla, de escucharla, de admirarla.
Es bella mi madre, tanto que, dejando los esplendores del cielo, no me he encontrado forastero a su lado;
sé muy bien, dice Dios, qué es ser llevado por manos de ángeles; pues bien, eso no vale tanto como los brazos de una Madre, creedme.
Maria, mi madre, murió.
Desde que ascendí al cielo, la eché de menos, y
ella me echó de menos.
Ella me ha reencontrado con cuerpo y alma, directamente.
No podía hacerlo de otro modo. Era nacesario. Convenía.
Los dedos que han tocado a Dios no podían quedar inmóviles.
Los ojos que han contemplado a Dios no podian permanecer cerrados.
Los labios que le han besado no podían helarse.
El cuerpo puro que había dado un cuerpo a Dios no podía pudrirse, mezclado en la tierra…
No habría podido. Imposible. Me habría costado demasiado.
Soy Dios. Soy su Hijo. Soy Yo quien manda.
Además, dice Dios, es por mis hermanos los hombres que lo he hecho. Para que tengan una Madre en el cielo. Una Madre de verdad; con cuerpo y alma. La mía.
Ella me ha reencontrado con cuerpo y alma, directamente.
No podía hacerlo de otro modo. Era nacesario. Convenía.
Los dedos que han tocado a Dios no podían quedar inmóviles.
Los ojos que han contemplado a Dios no podian permanecer cerrados.
Los labios que le han besado no podían helarse.
El cuerpo puro que había dado un cuerpo a Dios no podía pudrirse, mezclado en la tierra…
No habría podido. Imposible. Me habría costado demasiado.
Soy Dios. Soy su Hijo. Soy Yo quien manda.
Además, dice Dios, es por mis hermanos los hombres que lo he hecho. Para que tengan una Madre en el cielo. Una Madre de verdad; con cuerpo y alma. La mía.
Es un hecho, ella está conmigo
desde el momento de su muerte. Su asunción, como dicen
los hombres.
La Madre ha reencontrado a su Hijo, y el Hijo a su madre. Cuerpo y alma, uno al lado de la otra. ¡Si los hombres adivinasen la belleza de este misterio!
La han reconocido oficialmente. Mi representante en la tierra, el Papa, lo ha proclamado solemnemente.
Es una gran alegría ver que se aprecian estos dones, dice Dios. Hacía tiempo que el pueblo cristiano había presentido este gran misterio de mi amor filial y fraternal…
La Madre ha reencontrado a su Hijo, y el Hijo a su madre. Cuerpo y alma, uno al lado de la otra. ¡Si los hombres adivinasen la belleza de este misterio!
La han reconocido oficialmente. Mi representante en la tierra, el Papa, lo ha proclamado solemnemente.
Es una gran alegría ver que se aprecian estos dones, dice Dios. Hacía tiempo que el pueblo cristiano había presentido este gran misterio de mi amor filial y fraternal…
¡Ahora que lo aprovechen! dice Dios.
Tienen en el cielo una Madre que los sigue con los ojos, con sus ojos de carne.
En el cielo tienen una Madre que los ama de corazón, con su corazón de carne.
Y esta Madre es la mía, que me mira con los mismos ojos y me ama con el mismo corazón.
Si los hombres fuesen astutos se aprovecharían. Tendrían que sospechar que no puedo negarle nada… ¿Que puedo hacer? Es mi madre. Lo he querido así, y no no me arrepiento.
Uno ante la otra, Cuerpo y Alma, Madre e Hijo.
Eternamente Madre e Hijo…
Tienen en el cielo una Madre que los sigue con los ojos, con sus ojos de carne.
En el cielo tienen una Madre que los ama de corazón, con su corazón de carne.
Y esta Madre es la mía, que me mira con los mismos ojos y me ama con el mismo corazón.
Si los hombres fuesen astutos se aprovecharían. Tendrían que sospechar que no puedo negarle nada… ¿Que puedo hacer? Es mi madre. Lo he querido así, y no no me arrepiento.
Uno ante la otra, Cuerpo y Alma, Madre e Hijo.
Eternamente Madre e Hijo…
Día 5
Margarita |
NEGRA
«Ma somo wa, María, one ndzean ya grasia…»
Con el tam-tam creciente de mi pasión bantú
yo te saludo, Negra, divinamente hermosa.
Con todas las palmeras yo te aplaudo, «Morena por el sol de la alegría».
¡Yo te grito con todos los cachorros que amamanta la selva!
Déjame descargar en tus espaldas
este niño africano, de tres meses de fuego,
que ha crecido conmigo, poderoso
como un clamor de mar, como un desierto, como la noche viva…
Traigo el dolor del Africa naciente sobre mis pobres manos.
Ven y verás el llanto de las ceibas
y oirás el silencio rugiente de los tigres.
Las playas profanadas sollozan de vergüenza, contra el cielo.
¡Toda el Africa sangra de heridas ululantes!
Con los libros debajo de los brazos,
vaga por las estrellas, sobre el bikoro insomne,
la sombra virginal de Meredith.
Las niñas, recién hechas, acunan, como un saco doliente de cacao,
producto de un mercado sin reclamo posible,
los hijos tatuados de rasgos extranjeros.
Un viento advenedizo dispersa las hogueras sagradas de las tribus,
y, mientras en las fincas paternas, desoladas,
la hierba multiplica sus machetes impunes,
los hombres balbucientes engrosan, en manada, como cebús centrados en su furia,
las fábricas salvajes y los muelles febriles y los bares borrachos…
¡En las nobles muñecas aún palpitan las boas enroscadas!
Pero los muertos velan, boca arriba.
Cada dólar, ganado en la codicia, es un ojo de nsué sobre el camino.
¡Todos los ríos bajan cargados de memoria!
Han llegado mil dioses importados, en una sola hora.
¿Tú vas a llegar tarde con Cristo, Madre negra?
¡Ven y verás, tú misma, cómo se agrietan, rotas
de sed estas gargantas, pobladas de canciones!
Hay trescientos millones de negros que te esperan, con sus banderas niñas,
en esta patria, verde de Esperanza.
Rebaños de elefantes se acercan a tus pies, con sus antorchas de marfil en alto,
y el ébano levanta sus columnas para acoger tu carne transparente.
Todos los ojos, turbios de nostalgia, se vuelven a tus ojos.
Belén ha abierto ya, de par en par, su corazón de nipa
y un carrillón de dátiles va tocando la hora de dar a luz la Luz.
Mientras las gruesas nubes cruzan el sol, incólume,
los ibis se han posado blandamente
y un ángel de la Paz sobre las grandes aguas.
Maigangu, ¿por qué lloras?
el niño que ha nacido es blanco y negro:
¿quién va a ponerse a odiar?
…Los soldados romanos sepultarán sus armas debajo de las piñas olorosas
¡y hasta los mercaderes caerán de rodillas, con todos los diamantes en las manos!
Ma somo wa, María…
La noche tropical vuelca sus arcas
en tu mirada fiel, sobre la aurora.
Mecida en tu regazo, donde se acuesta Dios con nuestro sueño,
toda el Africa late con un ritmo de cuna…
Pedro Casaldáliga
«Ma somo wa, María, one ndzean ya grasia…»
Con el tam-tam creciente de mi pasión bantú
yo te saludo, Negra, divinamente hermosa.
Con todas las palmeras yo te aplaudo, «Morena por el sol de la alegría».
¡Yo te grito con todos los cachorros que amamanta la selva!
Déjame descargar en tus espaldas
este niño africano, de tres meses de fuego,
que ha crecido conmigo, poderoso
como un clamor de mar, como un desierto, como la noche viva…
Traigo el dolor del Africa naciente sobre mis pobres manos.
Ven y verás el llanto de las ceibas
y oirás el silencio rugiente de los tigres.
Las playas profanadas sollozan de vergüenza, contra el cielo.
¡Toda el Africa sangra de heridas ululantes!
Con los libros debajo de los brazos,
vaga por las estrellas, sobre el bikoro insomne,
la sombra virginal de Meredith.
Las niñas, recién hechas, acunan, como un saco doliente de cacao,
producto de un mercado sin reclamo posible,
los hijos tatuados de rasgos extranjeros.
Un viento advenedizo dispersa las hogueras sagradas de las tribus,
y, mientras en las fincas paternas, desoladas,
la hierba multiplica sus machetes impunes,
los hombres balbucientes engrosan, en manada, como cebús centrados en su furia,
las fábricas salvajes y los muelles febriles y los bares borrachos…
¡En las nobles muñecas aún palpitan las boas enroscadas!
Pero los muertos velan, boca arriba.
Cada dólar, ganado en la codicia, es un ojo de nsué sobre el camino.
¡Todos los ríos bajan cargados de memoria!
Han llegado mil dioses importados, en una sola hora.
¿Tú vas a llegar tarde con Cristo, Madre negra?
¡Ven y verás, tú misma, cómo se agrietan, rotas
de sed estas gargantas, pobladas de canciones!
Hay trescientos millones de negros que te esperan, con sus banderas niñas,
en esta patria, verde de Esperanza.
Rebaños de elefantes se acercan a tus pies, con sus antorchas de marfil en alto,
y el ébano levanta sus columnas para acoger tu carne transparente.
Todos los ojos, turbios de nostalgia, se vuelven a tus ojos.
Belén ha abierto ya, de par en par, su corazón de nipa
y un carrillón de dátiles va tocando la hora de dar a luz la Luz.
Mientras las gruesas nubes cruzan el sol, incólume,
los ibis se han posado blandamente
y un ángel de la Paz sobre las grandes aguas.
Maigangu, ¿por qué lloras?
el niño que ha nacido es blanco y negro:
¿quién va a ponerse a odiar?
…Los soldados romanos sepultarán sus armas debajo de las piñas olorosas
¡y hasta los mercaderes caerán de rodillas, con todos los diamantes en las manos!
Ma somo wa, María…
La noche tropical vuelca sus arcas
en tu mirada fiel, sobre la aurora.
Mecida en tu regazo, donde se acuesta Dios con nuestro sueño,
toda el Africa late con un ritmo de cuna…
Día 6
Violeta |
CAMPESINA
Llamados a las filas de una nueva milicia,
marchan los hijos mozos con un macuto prematuro de ira,
y queda el campo fiel abandonado…
El pedazo de tierra que teníais, detrás de aquel otero
por donde entraba el sol,
lo trabajaban juntas tus manos y Sus Manos.
Salía el Sembrador una mañana, y abría el mundo el corazón estéril.
De pronto sorprendían Sus Ojos creadores
un filo de cizaña advenediza.
El grano de mostaza se hacía ya posada para todas las aves viajeras,
y crecía en el trigo la forma presentida de Su Carne…
Volvían los pastores, con la noche a la espalda
-¿con la muerte a la espalda volverían?-,
y balaba el aprisco recobrado y concorde.
Él volvía también, y te llamaba
como quien grita alerta, cada tarde,
a la hora precisa de las hostias.
Pero un día se fue, ya para siempre.
Junto al taller, cerrado por ausencia,
el mástil de un madero naufragaba en la sangre del ocaso,
y el campo y tú quedabais a la espera.
Se van los hijos mozos…
La tierra ya no da para la vida. No da para los ojos y el deseo.
Detrás del oleaje varado de los surcos
la múltiple sirena de la ciudad invita a la aventura.
Los brazos se han cansado de echar semilla al viento irresponsable,
¡y están muy lejos del dolor del campo
el Sanedrín blindado de leyes y el Pretorio!
Llegarán los tractores, ¿pero a tiempo?,
¿desplazarán los brazos?, ¿se llevarán las almas?
Sobre la tierra, núbil a pesar de los hombres desalmados,
tarde o temprano llueve.
Dios sigue amaneciendo cada día.
Aún tiene el horizonte camino para el alba y el regreso.
Y en el soto erizado de chopos de esperanza
permanece de guardia la alondra de tu ermita.
Pedro Casaldáliga
Llamados a las filas de una nueva milicia,
marchan los hijos mozos con un macuto prematuro de ira,
y queda el campo fiel abandonado…
El pedazo de tierra que teníais, detrás de aquel otero
por donde entraba el sol,
lo trabajaban juntas tus manos y Sus Manos.
Salía el Sembrador una mañana, y abría el mundo el corazón estéril.
De pronto sorprendían Sus Ojos creadores
un filo de cizaña advenediza.
El grano de mostaza se hacía ya posada para todas las aves viajeras,
y crecía en el trigo la forma presentida de Su Carne…
Volvían los pastores, con la noche a la espalda
-¿con la muerte a la espalda volverían?-,
y balaba el aprisco recobrado y concorde.
Él volvía también, y te llamaba
como quien grita alerta, cada tarde,
a la hora precisa de las hostias.
Pero un día se fue, ya para siempre.
Junto al taller, cerrado por ausencia,
el mástil de un madero naufragaba en la sangre del ocaso,
y el campo y tú quedabais a la espera.
Se van los hijos mozos…
La tierra ya no da para la vida. No da para los ojos y el deseo.
Detrás del oleaje varado de los surcos
la múltiple sirena de la ciudad invita a la aventura.
Los brazos se han cansado de echar semilla al viento irresponsable,
¡y están muy lejos del dolor del campo
el Sanedrín blindado de leyes y el Pretorio!
Llegarán los tractores, ¿pero a tiempo?,
¿desplazarán los brazos?, ¿se llevarán las almas?
Sobre la tierra, núbil a pesar de los hombres desalmados,
tarde o temprano llueve.
Dios sigue amaneciendo cada día.
Aún tiene el horizonte camino para el alba y el regreso.
Y en el soto erizado de chopos de esperanza
permanece de guardia la alondra de tu ermita.
Día 7
El hombre dijo:
- Feliz aquél que confía sólo en sus fuerzas, que no es agradecido con nadie
y que sólo piensa en él mismo. De éstos hay muchos en la tierra.!
Y María dijo:
- Mi alma magnifica el Señor,
mi espíritu celebra a Dios que me salva,
porque ha mirado la pequeñez de su sierva.
El hombre dijo:
- Feliz aquél que lucha para subir más alto, aunque sea pisando a los otros.
Su recompensa ya está asegurada.
De éstos hay muchos en la tierra!
Y María dijo:
- Desde ahora todas las generaciones
me dirán bienaventurada,
porque el todopoderoso obra en mí maravillas.
Y el hombre dijo:
- Feliz aquél que goza cuanto puede y no piensa nunca en los otros,
porque no le falta ningún Dios para edificar la tierra.
De estos el mundo está lleno!
Y María dijo:
- Su nombre es santo,
y el amor que tiene a los que creen en él
se extiende de generación en generación!
Y el hombre dijo:
- Ha protegido a su siervo,
como lo había prometido a nuestros padres;
se ha recordado de su amor a Abraham
y a su descendencia por siempre.
Campanilla |
MAGNIFICAT Y ANTI-MAGNIFICAT
Miquel Xancó
El hombre dijo:
- Feliz aquél que confía sólo en sus fuerzas, que no es agradecido con nadie
y que sólo piensa en él mismo. De éstos hay muchos en la tierra.!
Y María dijo:
- Mi alma magnifica el Señor,
mi espíritu celebra a Dios que me salva,
porque ha mirado la pequeñez de su sierva.
El hombre dijo:
- Feliz aquél que lucha para subir más alto, aunque sea pisando a los otros.
Su recompensa ya está asegurada.
De éstos hay muchos en la tierra!
Y María dijo:
- Desde ahora todas las generaciones
me dirán bienaventurada,
porque el todopoderoso obra en mí maravillas.
Y el hombre dijo:
- Feliz aquél que goza cuanto puede y no piensa nunca en los otros,
porque no le falta ningún Dios para edificar la tierra.
De estos el mundo está lleno!
Y María dijo:
- Su nombre es santo,
y el amor que tiene a los que creen en él
se extiende de generación en generación!
Y el hombre dijo:
- Feliz aquel que acumula poder y riquezas,
aquel que triunfa y tiene éxito hundiendo a los otros,
que se deja llevar por el placer y la comodidad fáciles,
sin tener en cuenta a nadie. De estos el mundo está lleno!
Y María dijo:
- Las obras de su brazo son potentes:
dispersa a los hombres de corazón altivo,
derroca los poderosos del solio
y ensalza a los humildes.
Llena de bienes a los pobres,
y los ricos se marchan sin nada.
Y el hombre dijo:
aquel que triunfa y tiene éxito hundiendo a los otros,
que se deja llevar por el placer y la comodidad fáciles,
sin tener en cuenta a nadie. De estos el mundo está lleno!
Y María dijo:
- Las obras de su brazo son potentes:
dispersa a los hombres de corazón altivo,
derroca los poderosos del solio
y ensalza a los humildes.
Llena de bienes a los pobres,
y los ricos se marchan sin nada.
Y el hombre dijo:
- Feliz aquél que piensa mal porque acertará.
Feliz aquél que no se preocupa por los que sufren necesidad
y por la gente mayor. De éstos, está llena la tierra!
Y María dijo:
Feliz aquél que no se preocupa por los que sufren necesidad
y por la gente mayor. De éstos, está llena la tierra!
Y María dijo:
- Ha protegido a su siervo,
como lo había prometido a nuestros padres;
se ha recordado de su amor a Abraham
y a su descendencia por siempre.
Día 8
Lirio |
SEÑORA DE LA CIUDAD
¡También te perderías, aldeana, por las calles o el metro…!
Todos flotamos en las turbias aguas de la ciudad, perdidos,
sonámbulos del Tiempo,
llevados y traídos como troncos sin memoria del bosque originario,
frebricitantes de pasión, de sueños, de soledad, de prisa.
No cabemos los hombres y los coches.
Los ladrillos se comen el espacio del cielo, descartado del mapa.
Mil gritos fluorescentes suplantan las llamadas del retorno.
¡Falta el aire de Dios para el aliento!
¿Dónde puede posarse la alegría de aquel recodo humano, plantado de promesas,
cuando tenía nombre cada brizna?
¿Quién aparca en su sitio la Esperanza?
Vaga el dolor proscrito, como un perro.
Los cubos de basura demandan vanamente los talones del lujo retumbantes.
Los vecinos no tienen más historia que el número de un piso.
Un hombre es un codazo.
Jerusalén tenía sus resacas, y se perdía un niño fácilmente.
Pero bramabas tú, como una cierva,
y el servicio de urgencia de tu llanto
suplía de antemano la fiebre derramada de todos los perdidos por la vida.
Vuelve a subir de Nazaret, Señora.
¡Te reclamamos todos, sin saberlo siquiera muchas veces!
¡Creemos en la Piedra tallada en la cantera de tu seno,
oh torre de David amurallada de escudos y palomas,
ciudad de Dios alzado sobre el monte
Sión, donde termina la lenta caravana convocada a la Pascua verdadera…!
Perdidos o exilados, rebeldes al hogar o en su nostalgia,
todavía avanzamos, en la noche, con el sello de Dios en nuestras frentes,
camino de la tierra presentida…
Y en esta misma patria de márgenes flotantes,
sin casa permanente,
queremos levantar con nuestras manos,
¡con el cemento vivo de nuestra propia sangre!,
una nueva ciudad, a cielo abierto,
con muchas zonas verdes de gozo redimido,
donde quepamos todos, sin reservas de tribu en la mirada…
¡…mientras vamos, cantando, hacia la gloria de la Ciudad futura
que ilumina la antorcha del Cordero!
Pedro Casaldáliga
¡También te perderías, aldeana, por las calles o el metro…!
Todos flotamos en las turbias aguas de la ciudad, perdidos,
sonámbulos del Tiempo,
llevados y traídos como troncos sin memoria del bosque originario,
frebricitantes de pasión, de sueños, de soledad, de prisa.
No cabemos los hombres y los coches.
Los ladrillos se comen el espacio del cielo, descartado del mapa.
Mil gritos fluorescentes suplantan las llamadas del retorno.
¡Falta el aire de Dios para el aliento!
¿Dónde puede posarse la alegría de aquel recodo humano, plantado de promesas,
cuando tenía nombre cada brizna?
¿Quién aparca en su sitio la Esperanza?
Vaga el dolor proscrito, como un perro.
Los cubos de basura demandan vanamente los talones del lujo retumbantes.
Los vecinos no tienen más historia que el número de un piso.
Un hombre es un codazo.
Jerusalén tenía sus resacas, y se perdía un niño fácilmente.
Pero bramabas tú, como una cierva,
y el servicio de urgencia de tu llanto
suplía de antemano la fiebre derramada de todos los perdidos por la vida.
Vuelve a subir de Nazaret, Señora.
¡Te reclamamos todos, sin saberlo siquiera muchas veces!
¡Creemos en la Piedra tallada en la cantera de tu seno,
oh torre de David amurallada de escudos y palomas,
ciudad de Dios alzado sobre el monte
Sión, donde termina la lenta caravana convocada a la Pascua verdadera…!
Perdidos o exilados, rebeldes al hogar o en su nostalgia,
todavía avanzamos, en la noche, con el sello de Dios en nuestras frentes,
camino de la tierra presentida…
Y en esta misma patria de márgenes flotantes,
sin casa permanente,
queremos levantar con nuestras manos,
¡con el cemento vivo de nuestra propia sangre!,
una nueva ciudad, a cielo abierto,
con muchas zonas verdes de gozo redimido,
donde quepamos todos, sin reservas de tribu en la mirada…
¡…mientras vamos, cantando, hacia la gloria de la Ciudad futura
que ilumina la antorcha del Cordero!
Día 9
Crisantemo |
MADRE DE LOS AUSENTES
Entra en casa y verás el frío que hace, con el cristal de la Alegría roto
y el Pecado azotando como un viento…
Se cruzan los hermanos sin mirarse,
ausentes de alma a alma.
Funcionan la cocina, la tele y la nevera, y la electricidad suple al Amor;
y cantan las monedas como urracas, cazadas bobamente, por todos los rincones.
¡Pero toda la casa está llena de ausencia!
(El Pan de cada día se calcina en los hornos electrónicos.)
El mundo está vacío como un cántaro, abultado de sed.
Desgajada, la piel, del sol que los ciñó con sus pañales,
emigrantes del agua cercada de la esposa,
desguarnecidos de los torreones de los hijos, flotantes
como lonas de cámping;
deportados en masa, como unos campamentos de llanto y de vergüenza:
emigrantes, ausentes, perdidos, locamente perdidos por la estepa asolada y sin retorno.
Lejanos a dos palmos de distancia;
partidos por el hacha de los celos,
en el patio de casa. ¡Inmensamente
ausentes de los hombres
los hombres…!
Entra y verás qué frío.
(Tú no emigraste nunca así de ausente.
La Patria te envolvía caminante, como una brisa dócil,
con un tacto de anémonas.
Y en la orilla del Nilo, la orilla de José te conducía al paso de paloma,
y el torreón del Hijo te crecía en los brazos.
¡Las espadas de Herodes no cabían entre Cristo y tus ojos!
¡La Presencia llenaba, en Carne viva, las noches de tu ausencia!).
Hasta la mesa del Altar separa a los hermanos.
Nos bebemos de espaldas el vino de la Fe, y el Pan antiguo
se nos desmiga, seco, entre los dientes.
La Túnica inconsútil que bordaron la aguja de tus manos y el oro del Espíritu
viste al Hijo del Hombre, desgarrada, de una nueva miseria,
en harapos de incógnito…
Inmensamente ausentes los hombres de los hombres:
¡inmensamente ausentes
de Dios…!
(El cántaro del mundo está vacío junto al pozo de Dios abierto en vano).
Entra en casa y verás cuántos hijos le faltan a la mesa del Padre.
Se han partido la herencia con las uñas, y viven
como pueden, borrachos de tierra, igual que topos.
Viven porque les toca vivir, como la grama…
¡muertos!
Madre de los ausentes,
umbral de la ternura recobrada,
postigo del retorno vergonzante:
todos los hijos pródigos te llaman, sin saberlo,
con la boca vacía bajo los algarrobos desmayados
mientras muere la tarde sin respuesta,
en la ausencia de Dios…
Refugio de los muertos pecadores, hogar de todo llanto:
tú que sabes la pena de haber perdido a Cristo
y buscarlo en las calles, día y noche,
y preguntar inútilmente a todos, desvivida en la busca de su Cara…,
¡recoge en la gavilla de tus brazos a todos los dispersos,
abre la puerta a todos los pródigos que llaman, tiritantes
de neón y de frío,
y acógelos a todos, oh seno de la Vida!,
¡congréganos a todos bajo el techo del júbilo paterno,
con el pan del Amor entre las manos nuevas!
Pedro Casaldáliga
Entra en casa y verás el frío que hace, con el cristal de la Alegría roto
y el Pecado azotando como un viento…
Se cruzan los hermanos sin mirarse,
ausentes de alma a alma.
Funcionan la cocina, la tele y la nevera, y la electricidad suple al Amor;
y cantan las monedas como urracas, cazadas bobamente, por todos los rincones.
¡Pero toda la casa está llena de ausencia!
(El Pan de cada día se calcina en los hornos electrónicos.)
El mundo está vacío como un cántaro, abultado de sed.
Desgajada, la piel, del sol que los ciñó con sus pañales,
emigrantes del agua cercada de la esposa,
desguarnecidos de los torreones de los hijos, flotantes
como lonas de cámping;
deportados en masa, como unos campamentos de llanto y de vergüenza:
emigrantes, ausentes, perdidos, locamente perdidos por la estepa asolada y sin retorno.
Lejanos a dos palmos de distancia;
partidos por el hacha de los celos,
en el patio de casa. ¡Inmensamente
ausentes de los hombres
los hombres…!
Entra y verás qué frío.
(Tú no emigraste nunca así de ausente.
La Patria te envolvía caminante, como una brisa dócil,
con un tacto de anémonas.
Y en la orilla del Nilo, la orilla de José te conducía al paso de paloma,
y el torreón del Hijo te crecía en los brazos.
¡Las espadas de Herodes no cabían entre Cristo y tus ojos!
¡La Presencia llenaba, en Carne viva, las noches de tu ausencia!).
Hasta la mesa del Altar separa a los hermanos.
Nos bebemos de espaldas el vino de la Fe, y el Pan antiguo
se nos desmiga, seco, entre los dientes.
La Túnica inconsútil que bordaron la aguja de tus manos y el oro del Espíritu
viste al Hijo del Hombre, desgarrada, de una nueva miseria,
en harapos de incógnito…
Inmensamente ausentes los hombres de los hombres:
¡inmensamente ausentes
de Dios…!
(El cántaro del mundo está vacío junto al pozo de Dios abierto en vano).
Entra en casa y verás cuántos hijos le faltan a la mesa del Padre.
Se han partido la herencia con las uñas, y viven
como pueden, borrachos de tierra, igual que topos.
Viven porque les toca vivir, como la grama…
¡muertos!
Madre de los ausentes,
umbral de la ternura recobrada,
postigo del retorno vergonzante:
todos los hijos pródigos te llaman, sin saberlo,
con la boca vacía bajo los algarrobos desmayados
mientras muere la tarde sin respuesta,
en la ausencia de Dios…
Refugio de los muertos pecadores, hogar de todo llanto:
tú que sabes la pena de haber perdido a Cristo
y buscarlo en las calles, día y noche,
y preguntar inútilmente a todos, desvivida en la busca de su Cara…,
¡recoge en la gavilla de tus brazos a todos los dispersos,
abre la puerta a todos los pródigos que llaman, tiritantes
de neón y de frío,
y acógelos a todos, oh seno de la Vida!,
¡congréganos a todos bajo el techo del júbilo paterno,
con el pan del Amor entre las manos nuevas!
Día 10
Jazmín |
VENCEDORA DE LA MUERTE
Los cipreses también creen en ti…
Todos los muertos caen buscando tu mirada.
-¿No te han citado todos, muchas veces, para esa hora oscura?-
Todos los huesos crecen, reclamados, hacia el abril temprano de tu carne gloriosa,
¡humana vencedora de la Muerte,
apoyo de los que llegan agotados del día!
Si esperas tú a la entrada de la Muerte
-igual que en Nazaret anochecido, cuando volvía el Hijo del trabajo-
morir ya no es hundirse de bruces en las sombras o desplomarse, solo, en los filos de la supuesta Ira:
¡Desde tus brazos hay un paso apenas hasta el cuello del Padre!
Morir bajo tu nombre es encontrar, de pronto,
detrás de las cortinas, la Fiesta preparada…
(Por la plata mugrienta de tu nombre sobre la piedra fría de un latido
parado en el segundo de llamarte,
yo sé que más de un pródigo se ha colado en la Fiesta.)
Detrás de ti la vida se abre paso por entre los sepulcros,
como por los pasillos de casa acostumbrados,
con una luz a mano en cada esquina.
La Muerte se ha vestido de tu aroma después de haberte hallado.
Tú dejabas, al irte, sobre el monte, de este lado del Tiempo
-como una estrella viva para aclarar la tarde-,
esa mirada blanda que buscan, cuando caen, los muertos redimidos.
Y aunque moriste, como el sol, intacta, vestida de promesas,
cogida de las sienes por las manos de Dios, y con su boca
cortándote el aliento de la boca encendida,
¡tú sabes qué es morir al modo humano!
Habías muerto antes, muchas veces, a espada y a suspiros y en silencio…
La Muerte se hizo carne también en tus entrañas, con la carne del Hijo,
y creció por tus años, como un árbol votivo, hasta quebrar los muros, golpe a golpe.
Con la Sangre del Hijo derramaba tu alma, gota a gota, su aceite en agonía.
¡Y en su Muerte expiraste toda entera!
¡…Tú sabes qué es la Muerte, como nadie en el mundo lo ha sabido!
Tú conoces las muertes, una a una, como las caras mismas de tus hijos pequeños,
y las llamas, segura, por su nombre.
Junto al Cuerpo de Cristo, recostado en tu seno por la
Muerte vencida,
aquella tarde, todas
las muertes de los hombres descansaron su grito en tu regazo…
(Su Carne era la carne destrozada por todas las metrallas y torturas
y expuesta a la vergüenza de todas las picotas;
y Su rictus cerraba los espasmos de todas las asfixias y de todos los vuelcos.
Su Muerte voluntaria varaba en las riberas desoladas de todos los suicidios,
y las muertes anónimas dormían en sus párpados…).
Señora de la Muerte y de la Vida,
Puerta grande del Cielo,
¡Vida, Dulzura y Esperanza nuestra!
Cuando nos llegue aquella hora oscura
de caer, con los muertos, en la fila implacable;
cuando busquemos, al caer, desnudos de todo, su mirada…
¡vuelve a nosotros esos ojos tuyos,
como una luz templada y a la espera, igual que una caricia sobre el rostro salvado para siempre,
como el beso de Dios, por fin logrado…!
…«Y después del destierro, ¡muéstranos a Jesús!»
Pedro Casaldáliga
Los cipreses también creen en ti…
Todos los muertos caen buscando tu mirada.
-¿No te han citado todos, muchas veces, para esa hora oscura?-
Todos los huesos crecen, reclamados, hacia el abril temprano de tu carne gloriosa,
¡humana vencedora de la Muerte,
apoyo de los que llegan agotados del día!
Si esperas tú a la entrada de la Muerte
-igual que en Nazaret anochecido, cuando volvía el Hijo del trabajo-
morir ya no es hundirse de bruces en las sombras o desplomarse, solo, en los filos de la supuesta Ira:
¡Desde tus brazos hay un paso apenas hasta el cuello del Padre!
Morir bajo tu nombre es encontrar, de pronto,
detrás de las cortinas, la Fiesta preparada…
(Por la plata mugrienta de tu nombre sobre la piedra fría de un latido
parado en el segundo de llamarte,
yo sé que más de un pródigo se ha colado en la Fiesta.)
Detrás de ti la vida se abre paso por entre los sepulcros,
como por los pasillos de casa acostumbrados,
con una luz a mano en cada esquina.
La Muerte se ha vestido de tu aroma después de haberte hallado.
Tú dejabas, al irte, sobre el monte, de este lado del Tiempo
-como una estrella viva para aclarar la tarde-,
esa mirada blanda que buscan, cuando caen, los muertos redimidos.
Y aunque moriste, como el sol, intacta, vestida de promesas,
cogida de las sienes por las manos de Dios, y con su boca
cortándote el aliento de la boca encendida,
¡tú sabes qué es morir al modo humano!
Habías muerto antes, muchas veces, a espada y a suspiros y en silencio…
La Muerte se hizo carne también en tus entrañas, con la carne del Hijo,
y creció por tus años, como un árbol votivo, hasta quebrar los muros, golpe a golpe.
Con la Sangre del Hijo derramaba tu alma, gota a gota, su aceite en agonía.
¡Y en su Muerte expiraste toda entera!
¡…Tú sabes qué es la Muerte, como nadie en el mundo lo ha sabido!
Tú conoces las muertes, una a una, como las caras mismas de tus hijos pequeños,
y las llamas, segura, por su nombre.
Junto al Cuerpo de Cristo, recostado en tu seno por la
Muerte vencida,
aquella tarde, todas
las muertes de los hombres descansaron su grito en tu regazo…
(Su Carne era la carne destrozada por todas las metrallas y torturas
y expuesta a la vergüenza de todas las picotas;
y Su rictus cerraba los espasmos de todas las asfixias y de todos los vuelcos.
Su Muerte voluntaria varaba en las riberas desoladas de todos los suicidios,
y las muertes anónimas dormían en sus párpados…).
Señora de la Muerte y de la Vida,
Puerta grande del Cielo,
¡Vida, Dulzura y Esperanza nuestra!
Cuando nos llegue aquella hora oscura
de caer, con los muertos, en la fila implacable;
cuando busquemos, al caer, desnudos de todo, su mirada…
¡vuelve a nosotros esos ojos tuyos,
como una luz templada y a la espera, igual que una caricia sobre el rostro salvado para siempre,
como el beso de Dios, por fin logrado…!
…«Y después del destierro, ¡muéstranos a Jesús!»
Día 11
Clavel |
ALEGRÍA
Contra tanta mentira de tristeza
yo he de rezarte a gritos, Alegría:
¡Dios te salve, María, llena eres de gozo!
¡el Señor es contigo, como un río de leche que se sale de Madre…!
Una mujer de hoy, desamparada, les ha dicho a los hombres: «buenos días, tristeza».
Y ellos se lo han creído.
Hace ya mucho tiempo que se han puesto a ser tristes…
La fiebre de la angustia les ha cercado el alma con sus tropas.
La palabra y la luz y la armonía se han quemado en la angustia
como un bosque en la guerra.
La angustia ha carcomido la carne y la mirada de los muchachos rotos,
(Beber, bailar, tocarse,
y quedarse vacíos, como un corro de copas,
con las últimas babas, en la mesa del bar abandonado…).
Los hombres están tristes, se empeñan en ser tristes.
Se empeñan en perderse, por las minas, a gatas, acosados del miedo.
Se empeñan en morirse corroídos de hambre y de nostalgia
¡cuando estáis al alcance de la mano
tú como un Paraíso de manzanas primeras
y Dios como un jilguero consentido…!
¿«Buenos días tristeza», después que tú alumbraste la Alegría?
(¡Campanas de Belén!, recién nacidas, que no saben oíros, detrás de los motores,
más allá del clamor de las antenas,
sobre los parlamentos y las plazas,
detrás de los anuncios, ¡dentro del corazón!).
Romeral y colmena: Dios te salve, María, llena eres de gozo.
En el umbral abierto de Ain-Karim, de cara al horizonte amanecido,
tu corazón se ha roto de Alegría…
Sus crecidas de miel saltan de cumbre en cumbre,
con el sol en la risa, sobre el llanto del mundo,
y penetran el seno de la tierra, preñada,
¡y los niños futuros se incorporan, de un brinco!
Llena eres de gozo
y el Señor es contigo, como un río de leche que se sale de Madre
para todos los hijos.
La Alegría, María, es tu nombre -¡María!-: tú la llevas, María,
crecida sobre el pecho, como una flor silvestre huida a la Botánica.
La humildad de tus manos la encontró junto al cauce de Dios, inmarcesible.
Cada día la hallabas, olorosa de Gracia, dondequiera pacías tus ojos recentales.
En la fuente del pueblo te cantaba con la voz de Gabriel estremecida.
En el hombro sudado de José te aguardaba, en silencio,
como una encina buena con palomas posadas.
Y en la boca del Niño te hablaba con su boca verdadera.
Cada día era Sábado en tus días, porque eran la Esperanza.
Y un día fue Domingo.
(¡Se abrió el Sol en tus brazos, salido del sepulcro, y te vistió de Gloria!).
Después ya fue Domingo para siempre…
Y tu gozo ha crecido como un río de leche que se sale de Madre hasta llenar el mundo.
-¿«Buenos días, tristeza»?
-¡Dios te salve, María!
Pedro Casaldáliga
Contra tanta mentira de tristeza
yo he de rezarte a gritos, Alegría:
¡Dios te salve, María, llena eres de gozo!
¡el Señor es contigo, como un río de leche que se sale de Madre…!
Una mujer de hoy, desamparada, les ha dicho a los hombres: «buenos días, tristeza».
Y ellos se lo han creído.
Hace ya mucho tiempo que se han puesto a ser tristes…
La fiebre de la angustia les ha cercado el alma con sus tropas.
La palabra y la luz y la armonía se han quemado en la angustia
como un bosque en la guerra.
La angustia ha carcomido la carne y la mirada de los muchachos rotos,
(Beber, bailar, tocarse,
y quedarse vacíos, como un corro de copas,
con las últimas babas, en la mesa del bar abandonado…).
Los hombres están tristes, se empeñan en ser tristes.
Se empeñan en perderse, por las minas, a gatas, acosados del miedo.
Se empeñan en morirse corroídos de hambre y de nostalgia
¡cuando estáis al alcance de la mano
tú como un Paraíso de manzanas primeras
y Dios como un jilguero consentido…!
¿«Buenos días tristeza», después que tú alumbraste la Alegría?
(¡Campanas de Belén!, recién nacidas, que no saben oíros, detrás de los motores,
más allá del clamor de las antenas,
sobre los parlamentos y las plazas,
detrás de los anuncios, ¡dentro del corazón!).
Romeral y colmena: Dios te salve, María, llena eres de gozo.
En el umbral abierto de Ain-Karim, de cara al horizonte amanecido,
tu corazón se ha roto de Alegría…
Sus crecidas de miel saltan de cumbre en cumbre,
con el sol en la risa, sobre el llanto del mundo,
y penetran el seno de la tierra, preñada,
¡y los niños futuros se incorporan, de un brinco!
Llena eres de gozo
y el Señor es contigo, como un río de leche que se sale de Madre
para todos los hijos.
La Alegría, María, es tu nombre -¡María!-: tú la llevas, María,
crecida sobre el pecho, como una flor silvestre huida a la Botánica.
La humildad de tus manos la encontró junto al cauce de Dios, inmarcesible.
Cada día la hallabas, olorosa de Gracia, dondequiera pacías tus ojos recentales.
En la fuente del pueblo te cantaba con la voz de Gabriel estremecida.
En el hombro sudado de José te aguardaba, en silencio,
como una encina buena con palomas posadas.
Y en la boca del Niño te hablaba con su boca verdadera.
Cada día era Sábado en tus días, porque eran la Esperanza.
Y un día fue Domingo.
(¡Se abrió el Sol en tus brazos, salido del sepulcro, y te vistió de Gloria!).
Después ya fue Domingo para siempre…
Y tu gozo ha crecido como un río de leche que se sale de Madre hasta llenar el mundo.
-¿«Buenos días, tristeza»?
-¡Dios te salve, María!
Día 12
Begonia |
MADRE DEL MUNDO NUEVO
Estamos otra vez en el Principio.
Dios quiere hablar y el aire se acrisola.
Como un niño, en la sangre, nace el mundo;
y del caos emerge la Esperanza, con sus flores salvadas de la muerte.
(Este ramo de olivo que crece en tus pisadas, paloma de Sus Ojos,
tendrá toda la Tierra penitente para echar las raíces…).
Aún no mugía el mar, ni tendía sus lonas el cielo por los montes,
y tú jugabas ya -la consentida- en la plaza infinita de Sus Manos:
primera siempre al mimo de Su Gozo…
Si estamos otra vez en el Principio, tendrás que amanecer: el Mundo Nuevo
necesita la puerta de tu seno para llegar incólume,
(Belén se apuesta siempre detrás de tus espaldas).
Mientras los hombres buscan sus tesoros piratas -¡los bajeles perdidos de sus rutas sin norte!-,
un día, inesperado, tú surges de las simas del Paranagua, viva,
como un tesoro tierno a la memoria,
antigua de ternura y de favores, coronada de espuma de sorpresas,
con el Niño en los brazos, ofrecido…
La Tierra está en mantillas, dormida en tu regazo.
La Europa verdadera, como un cruzado loco que vuelve escarmentado
de tantas aventuras,
espera tu venida junto a Chartres y en la umbría sagrada de Einsiedeln.
Los almendros latinos aún tienen primavera para acoger tus plantas.
Todavía hay pastores y un buey manso en la cumbre.
¡Todo el cuerpo de Europa se ha hecho gruta, en la herida,
para enmascarar la luz de tu presencia!
América sacude sus pañales, con un grito rebelde, contra el mar transitado,
pero en su boca niña balbucea, cantando, tu nombre, Guadalupe,
y late la manigua como un puerto que siente tu llegada:
-¡Vendrá Santa María, libre de carabelas!
Como una diosa estéril y fecunda, empapada en la lluvia de la Espera,
como una cruz cansada de martirio,
Asia cruje, sangrando por sus lotos...
¡Pero el bambú ya ensaya cañas de profecía detrás de las Comunas;
la Luna sabia sigue tus pies para calzarte,
y en la liturgia hindú llama a tu Hijo el arpa de Tagore y de los parias!
Mientras llegan los sueños en cayuco inestable,
y acosada por todos los pájaros secretos que hierven en la selva con la noche,
África arrulla, alborotadamente, sus veinte cunas nuevas.
Se quiebran sus tambores en parches de alegría
y las lanzas preguntan por la aurora:
¡porque el mar no termina en la mirada!
Y danzan sus miningas, con las anillas rotas,
enarbolando el sol entre las risas,
¡porque hay una Mujer sobre las chozas, detrás de las estrellas,
con el sol en los hombros, como un clote!
Con los sueños que llegan en cayuco inestable, arriba el Evangelio mecido por tus manos;
llegan tus manos fieles, con la Paz en la proa.
Neófitas de sal y de promesas, las Islas balbucientes acuden al marfil de tu garganta,
con un abrazo tenso de siglos de impaciencia, seguras del Encuentro.
¡Todos los meridianos se enhebran en la rosa de tu Nombre…!
Estamos otra vez en el Principio
y nace el mundo, nuevo, del seno de tu Gracia,
hermosamente grande y sin fronteras.
¡Que callen los profetas fatídicos! Cabemos
todos juntos, hermanos, en la mesa que el Padre ha abastecido.
¡Que calle todo miedo, para siempre!
Los átomos dispersos se engarzarán, sumisos, en tu manto;
y el cielo, descubierto en mil caminos,
se hará pista a tus viajes de ¡da y vuelta -de Dios hasta los hombres-,
¡nostalgia nuestra, Asunta!
…Dios llega al aeropuerto de la Historia;
a tiempo en todo Tiempo, el heredado pulso de tu sangre.
Los sellos del Concilio acuñan tu figura sobre la piel lavada de la Iglesia,
y llega una corona de voces alejadas, en pleamar dichosa,
al pie de tu Misterio…
Estamos otra vez en el Principio y ha empezado tu era:
¡por derecho de Madre tú patentas la luz amanecida!
Pedro Casaldáliga
Estamos otra vez en el Principio.
Dios quiere hablar y el aire se acrisola.
Como un niño, en la sangre, nace el mundo;
y del caos emerge la Esperanza, con sus flores salvadas de la muerte.
(Este ramo de olivo que crece en tus pisadas, paloma de Sus Ojos,
tendrá toda la Tierra penitente para echar las raíces…).
Aún no mugía el mar, ni tendía sus lonas el cielo por los montes,
y tú jugabas ya -la consentida- en la plaza infinita de Sus Manos:
primera siempre al mimo de Su Gozo…
Si estamos otra vez en el Principio, tendrás que amanecer: el Mundo Nuevo
necesita la puerta de tu seno para llegar incólume,
(Belén se apuesta siempre detrás de tus espaldas).
Mientras los hombres buscan sus tesoros piratas -¡los bajeles perdidos de sus rutas sin norte!-,
un día, inesperado, tú surges de las simas del Paranagua, viva,
como un tesoro tierno a la memoria,
antigua de ternura y de favores, coronada de espuma de sorpresas,
con el Niño en los brazos, ofrecido…
La Tierra está en mantillas, dormida en tu regazo.
La Europa verdadera, como un cruzado loco que vuelve escarmentado
de tantas aventuras,
espera tu venida junto a Chartres y en la umbría sagrada de Einsiedeln.
Los almendros latinos aún tienen primavera para acoger tus plantas.
Todavía hay pastores y un buey manso en la cumbre.
¡Todo el cuerpo de Europa se ha hecho gruta, en la herida,
para enmascarar la luz de tu presencia!
América sacude sus pañales, con un grito rebelde, contra el mar transitado,
pero en su boca niña balbucea, cantando, tu nombre, Guadalupe,
y late la manigua como un puerto que siente tu llegada:
-¡Vendrá Santa María, libre de carabelas!
Como una diosa estéril y fecunda, empapada en la lluvia de la Espera,
como una cruz cansada de martirio,
Asia cruje, sangrando por sus lotos...
¡Pero el bambú ya ensaya cañas de profecía detrás de las Comunas;
la Luna sabia sigue tus pies para calzarte,
y en la liturgia hindú llama a tu Hijo el arpa de Tagore y de los parias!
Mientras llegan los sueños en cayuco inestable,
y acosada por todos los pájaros secretos que hierven en la selva con la noche,
África arrulla, alborotadamente, sus veinte cunas nuevas.
Se quiebran sus tambores en parches de alegría
y las lanzas preguntan por la aurora:
¡porque el mar no termina en la mirada!
Y danzan sus miningas, con las anillas rotas,
enarbolando el sol entre las risas,
¡porque hay una Mujer sobre las chozas, detrás de las estrellas,
con el sol en los hombros, como un clote!
Con los sueños que llegan en cayuco inestable, arriba el Evangelio mecido por tus manos;
llegan tus manos fieles, con la Paz en la proa.
Neófitas de sal y de promesas, las Islas balbucientes acuden al marfil de tu garganta,
con un abrazo tenso de siglos de impaciencia, seguras del Encuentro.
¡Todos los meridianos se enhebran en la rosa de tu Nombre…!
Estamos otra vez en el Principio
y nace el mundo, nuevo, del seno de tu Gracia,
hermosamente grande y sin fronteras.
¡Que callen los profetas fatídicos! Cabemos
todos juntos, hermanos, en la mesa que el Padre ha abastecido.
¡Que calle todo miedo, para siempre!
Los átomos dispersos se engarzarán, sumisos, en tu manto;
y el cielo, descubierto en mil caminos,
se hará pista a tus viajes de ¡da y vuelta -de Dios hasta los hombres-,
¡nostalgia nuestra, Asunta!
…Dios llega al aeropuerto de la Historia;
a tiempo en todo Tiempo, el heredado pulso de tu sangre.
Los sellos del Concilio acuñan tu figura sobre la piel lavada de la Iglesia,
y llega una corona de voces alejadas, en pleamar dichosa,
al pie de tu Misterio…
Estamos otra vez en el Principio y ha empezado tu era:
¡por derecho de Madre tú patentas la luz amanecida!
Día 13
Laurel |
SEÑORA DE LA ESPERANZA
Señora de la Esperanza,
porque diste a la luz la Vida.
Señora de la Esperanza,
porque viviste la Muerte.
Señora de la Esperanza,
porque creíste en la Pascua,
porque palpaste la Pascua,
porque comiste la Pascua,
porque moriste en la Pascua,
porque eres Pascua en la Pascua.
Pedro Casaldáliga
Señora de la Esperanza,
porque diste a la luz la Vida.
Señora de la Esperanza,
porque viviste la Muerte.
Señora de la Esperanza,
porque creíste en la Pascua,
porque palpaste la Pascua,
porque comiste la Pascua,
porque moriste en la Pascua,
porque eres Pascua en la Pascua.
Día 14
Pasionaria |
ROMANCE GUADALUPANO
Señora de Guadalupe,
patrona de estas Américas:
por todos los indiecitos
que viven muriendo, ruega.
¡Y ruega gritando, madre!
La sangre que se subleva
es la sangre de tu Hijo,
derramada en esta tierra
a cañazos de injusticia
en la cruz de la miseria.
¡Ya basta de procesiones
mientras se caen las piernas!
Mientras nos falten pinochas
¡te sobran todas las velas!
Ponte la mano en la cara,
carne de india morena:
¡la tienes llena de esputos,
de mocos y de vergüenza!
¡La justicia y el amor:
ni la paz ni la violencia!
Señora de Guadalupe:
por aquellas rosas nuevas,
por esas armas quemadas,
por los muertos a la espera,
por tantos vivos muriendo,
¡salva a tu América!
Pedro Casaldáliga
Señora de Guadalupe,
patrona de estas Américas:
por todos los indiecitos
que viven muriendo, ruega.
¡Y ruega gritando, madre!
La sangre que se subleva
es la sangre de tu Hijo,
derramada en esta tierra
a cañazos de injusticia
en la cruz de la miseria.
¡Ya basta de procesiones
mientras se caen las piernas!
Mientras nos falten pinochas
¡te sobran todas las velas!
Ponte la mano en la cara,
carne de india morena:
¡la tienes llena de esputos,
de mocos y de vergüenza!
¡La justicia y el amor:
ni la paz ni la violencia!
Señora de Guadalupe:
por aquellas rosas nuevas,
por esas armas quemadas,
por los muertos a la espera,
por tantos vivos muriendo,
¡salva a tu América!
Día 15
Girasol |
SANTA MARÍA SIN MÁS TÍTULOS
El disco de «Las Vírgenes Patronas»
se hace luna de ensueño y teología
en esta noche de sertão, callada,
entre los ojos de un muchacho sirio
y el rostro de un mulato espiritista.
Veinticinco de marzo:
-¡Dios te salve, María!
Después de tanto hablar de ti,
casi te callo ahora,
concorde con la voz de tu silencio.
(Decir el «fiat» y entregar el seno.
Cantar, agradecida, en la montaña,
el gozo de los pobres libertados.
Y ya callar, detrás del Evangelio.
Y darle al mundo el Redentor Humano
y devolverle al Padre el Hijo).
¡Dios te salve, María
-veinticinco de marzo y Mato Grosso-,
madre de la Palabra, en el silencio!
Pedro Casaldáliga
El disco de «Las Vírgenes Patronas»
se hace luna de ensueño y teología
en esta noche de sertão, callada,
entre los ojos de un muchacho sirio
y el rostro de un mulato espiritista.
Veinticinco de marzo:
-¡Dios te salve, María!
Después de tanto hablar de ti,
casi te callo ahora,
concorde con la voz de tu silencio.
(Decir el «fiat» y entregar el seno.
Cantar, agradecida, en la montaña,
el gozo de los pobres libertados.
Y ya callar, detrás del Evangelio.
Y darle al mundo el Redentor Humano
y devolverle al Padre el Hijo).
¡Dios te salve, María
-veinticinco de marzo y Mato Grosso-,
madre de la Palabra, en el silencio!
Día 16
Heliotropo |
ASUNCIÓN
Plenitud de agosto,
vuelo de Asunción.
Bodega con mosto
de tu Corazón.
Rutas de Araguaia,
con mi pueblo en cruz.
Mi «seca» y tu playa:
la Paz de Jesús.
Lograda María,
llegada Asunción,
que reclama y guía
nuestra romería
de Liberación.
Pedro Casaldáliga
Plenitud de agosto,
vuelo de Asunción.
Bodega con mosto
de tu Corazón.
Rutas de Araguaia,
con mi pueblo en cruz.
Mi «seca» y tu playa:
la Paz de Jesús.
Lograda María,
llegada Asunción,
que reclama y guía
nuestra romería
de Liberación.
Día 17
Cineraria |
EL DIFÍCIL TODO
Tan sólo mejor
que la mejor parte
que escogió María,
el difícil todo.
Acoger al Verbo,
dándose al silencio.
Vigilar Su Ausencia,
gritando Su Nombre.
Descubrir Su Rostro
en todos los rostros.
Hacer del silencio
la mayor escucha.
Traducir en actos
las Sagradas Letras.
Combatir amando.
Morir por la vida,
luchando en la paz.
Derribar los tronos
con las viejas armas
quebradas de ira,
forradas de flores.
Plantar la bandera
-la justicia libre
en los gritos pobres.
Cantar sobre el mundo
el Advenimiento
que el mundo reclama,
quizás sin saberlo.
El difícil todo
que supo escoger
…la otra María.
Pedro Casaldáliga
Tan sólo mejor
que la mejor parte
que escogió María,
el difícil todo.
Acoger al Verbo,
dándose al silencio.
Vigilar Su Ausencia,
gritando Su Nombre.
Descubrir Su Rostro
en todos los rostros.
Hacer del silencio
la mayor escucha.
Traducir en actos
las Sagradas Letras.
Combatir amando.
Morir por la vida,
luchando en la paz.
Derribar los tronos
con las viejas armas
quebradas de ira,
forradas de flores.
Plantar la bandera
-la justicia libre
en los gritos pobres.
Cantar sobre el mundo
el Advenimiento
que el mundo reclama,
quizás sin saberlo.
El difícil todo
que supo escoger
…la otra María.
Día 18
Espliego |
A LA VIRGEN MARÍA
Paul Claudel
Es mediodía. Veo la Iglesia
abierta. Entro.
Madre de Jesucristo, no vengo a rezar.
No tengo nada para ofrecer ni nada para pedir.
Vengo tan solo, Madre, a miraros
Miraros, llorar de felicidad, saber eso:
que soy vuestro hijo, que estais aquí.
Estar con Vós, no decir nada. Sólo cantar.
Porque sois bella, porque sois Inmaculada,
la mujer restituida en la Gracia,
la criatura en su felicidad primera
y en su plenitud final,
tal y como salió de Dios
la mañana de su esplendor original.
Porque sois la mujer,
el Edén de la antigua ternura olvidada,
la mirada de la cual encuentra el corazón
y hace brotar las lágrimas acumuladas.
Porque estais aquí para siempre,
simplemente porque sois,
simplemente porque existís,
Madre de Jesucristo, muchas gracias!
Madre de Jesucristo, no vengo a rezar.
No tengo nada para ofrecer ni nada para pedir.
Vengo tan solo, Madre, a miraros
Miraros, llorar de felicidad, saber eso:
que soy vuestro hijo, que estais aquí.
Estar con Vós, no decir nada. Sólo cantar.
Porque sois bella, porque sois Inmaculada,
la mujer restituida en la Gracia,
la criatura en su felicidad primera
y en su plenitud final,
tal y como salió de Dios
la mañana de su esplendor original.
Porque sois la mujer,
el Edén de la antigua ternura olvidada,
la mirada de la cual encuentra el corazón
y hace brotar las lágrimas acumuladas.
Porque estais aquí para siempre,
simplemente porque sois,
simplemente porque existís,
Madre de Jesucristo, muchas gracias!
Día 19
Espino |
MARIA PENTECOSTÉS
María Pentecostés,
cuando la Iglesia aún era
pobre y libre
como el Viento del Espíritu.
María Pentecostés,
cuando el fuego del Espíritu
era la ley de la Iglesia.
María Pentecostés,
cuando los Doce exhibían
el poder del testimonio.
María Pentecostés,
cuando era toda la Iglesia
boca del Resucitado
Pedro Casaldáliga
María Pentecostés,
cuando la Iglesia aún era
pobre y libre
como el Viento del Espíritu.
María Pentecostés,
cuando el fuego del Espíritu
era la ley de la Iglesia.
María Pentecostés,
cuando los Doce exhibían
el poder del testimonio.
María Pentecostés,
cuando era toda la Iglesia
boca del Resucitado
MARÍA, ENSÉÑAME A CONOCER A JESÚS
Cardenal Carlo María Martini SJ
“María,
Madre de Jesús,
ayúdame
a aceptar a Jesús como luz
en mi
vida.
Tú ves
que hay en mí tinieblas
que yo
mismo no conozco.
Haz que
no se resistan a la luz de Jesús
sino
que se abran a Él.
En el
examen de conciencia,
en la
confesión,
en la
dirección espiritual,
en la
meditación
y en la
escucha de la palabra de Jesús.
María,
tú que permitiste a Jesús
iluminar
tu vida,
ayúdame
a que en todo momento
de mi
vida, yo haga que Jesús
ilumine
mi conciencia.
Haz que
yo pueda conocerlo como amigo,
como mi
Salvador y Redentor.
Dame
María esta gracia
y
dánosla a todos nosotros,
haz que
me deje iluminar por Jesús.
Te
ruego Madre, que me hagas reconocer
los
grandes dones
que se
me han dado
y de
los que soy responsable,
para
que todos mis compañeros puedan crecer
en la
verdad y en el amor,
puedan
conocer a Jesús, como lo conozco yo.
Amén”.
Día 21
Dalia |
EL VERBO QUISO DE MÍ
Para no ser sólo Dios,
el Verbo quiso de mí
la carne que hace al Hombre.
Y yo le dije que sí,
para no ser sólo niña.
Para no ser sólo vida,
el Verbo quiso de mí
la carne que me hace a la Muerte.
Y yo le dije que sí
para no ser sólo madre.
Y para ser Vida Eterna
el Verbo quiso de mí
la carne que resucita.
Y yo le dije que sí
para no ser sólo tiempo.
Pedro Casaldáliga
Para no ser sólo Dios,
el Verbo quiso de mí
la carne que hace al Hombre.
Y yo le dije que sí,
para no ser sólo niña.
Para no ser sólo vida,
el Verbo quiso de mí
la carne que me hace a la Muerte.
Y yo le dije que sí
para no ser sólo madre.
Y para ser Vida Eterna
el Verbo quiso de mí
la carne que resucita.
Y yo le dije que sí
para no ser sólo tiempo.
Día 22
Botón de oro |
ORACIÓN A MARÍA DE SU HIJO AGRADECIDO
Te doy gracias María, por ser una mujer.
Gracias por haber sido mujer como mi madre y por haberlo sido en un tiempo en el que ser mujer era como no ser nada.
Gracias porque cuando todos te consideraban una mujer de nada tu fuiste todo, todo lo que un ser humano puede ser y mucho más, la plenitud del hombre, una vida completa.
Gracias por haber sido una mujer libre y liberada, la mujer más libre de la historia, porque tú fuiste la única no atada al pecado, la única no uncida a la vulgaridad, la única que nunca fue mediocre, la única verdaderamente llena de gracia y de vida.
Gracias porque fuiste valiente, gracias por no tener miedo.
Gracias porque supiste ser la más maternal de las vírgenes, la más virginal de las madres.
Gracias porque entendiste la maternidad como un servicio a la vida y ¡qué Vida!
Gracias porque entendiste la virginidad como una entrega y ¡qué entrega!
Gracias por ser alegre en un tiempo de tristes, por ser valiente en un tiempo de cobardes. Gracias por haber respetado la vocación de tu Hijo cuando se fue hacia su locura, por no haberle dado consejitos prudentes, gracias por haberle dejado crecer y por sentirte orgullosa de que Él te superase.
Gracias por haber sabido quedarte en silencio y en la sombra durante su misión, pero sosteniendo de lejos el grupo de mujeres que seguían a tu Hijo.
Gracias por haber subido al Calvario cuando pudiste quedarte alejada del llanto, por aguantar al lado del sufriente.
Gracias por aceptar la soledad de los años vacíos.
Gracias por seguir siendo madre y mujer en el cielo.
Gracias por no haber reclamado nunca con palabras vacías tu derecho de mujer en la Iglesia, pero al mismo tiempo haber sido de hecho el miembro más eminente de la Iglesia, la primera redimida.
José Luis Martín Descalzo
Te doy gracias María, por ser una mujer.
Gracias por haber sido mujer como mi madre y por haberlo sido en un tiempo en el que ser mujer era como no ser nada.
Gracias porque cuando todos te consideraban una mujer de nada tu fuiste todo, todo lo que un ser humano puede ser y mucho más, la plenitud del hombre, una vida completa.
Gracias por haber sido una mujer libre y liberada, la mujer más libre de la historia, porque tú fuiste la única no atada al pecado, la única no uncida a la vulgaridad, la única que nunca fue mediocre, la única verdaderamente llena de gracia y de vida.
Gracias porque fuiste valiente, gracias por no tener miedo.
Gracias porque supiste ser la más maternal de las vírgenes, la más virginal de las madres.
Gracias porque entendiste la maternidad como un servicio a la vida y ¡qué Vida!
Gracias porque entendiste la virginidad como una entrega y ¡qué entrega!
Gracias por ser alegre en un tiempo de tristes, por ser valiente en un tiempo de cobardes. Gracias por haber respetado la vocación de tu Hijo cuando se fue hacia su locura, por no haberle dado consejitos prudentes, gracias por haberle dejado crecer y por sentirte orgullosa de que Él te superase.
Gracias por haber sabido quedarte en silencio y en la sombra durante su misión, pero sosteniendo de lejos el grupo de mujeres que seguían a tu Hijo.
Gracias por haber subido al Calvario cuando pudiste quedarte alejada del llanto, por aguantar al lado del sufriente.
Gracias por aceptar la soledad de los años vacíos.
Gracias por seguir siendo madre y mujer en el cielo.
Gracias por no haber reclamado nunca con palabras vacías tu derecho de mujer en la Iglesia, pero al mismo tiempo haber sido de hecho el miembro más eminente de la Iglesia, la primera redimida.
Día 23
Azahar |
DECIR TU NOMBRE, MARÍA
Decir tu nombre, María,
es decir que la Pobreza
compra los ojos de Dios.
Decir tu nombre, María,
es decir que la Promesa
sabe a leche de mujer.
Decir tu nombre, María,
es decir que nuestra carne
viste el silencio del Verbo.
Decir tu nombre, María,
es decir que el Reino viene
caminando con la Historia.
Decir tu nombre, María,
es decir junto a la Cruz
y en las llamas del Espíritu.
Decir tu nombre, María,
es decir que todo nombre
puede estar lleno de Gracia.
Decir tu nombre, María,
es decir que toda suerte
puede ser también Su Pascua.
Decir tu nombre, María,
es decirte toda Suya,
Causa de Nuestra Alegría.
Pedro Casaldáliga
Decir tu nombre, María,
es decir que la Pobreza
compra los ojos de Dios.
Decir tu nombre, María,
es decir que la Promesa
sabe a leche de mujer.
Decir tu nombre, María,
es decir que nuestra carne
viste el silencio del Verbo.
Decir tu nombre, María,
es decir que el Reino viene
caminando con la Historia.
Decir tu nombre, María,
es decir junto a la Cruz
y en las llamas del Espíritu.
Decir tu nombre, María,
es decir que todo nombre
puede estar lleno de Gracia.
Decir tu nombre, María,
es decir que toda suerte
puede ser también Su Pascua.
Decir tu nombre, María,
es decirte toda Suya,
Causa de Nuestra Alegría.
Día 24
Amapola |
Visita a Santa María
Pedro Casaldàliga
Madre afortunada que habéis creído dócilmente en la Palabra y, por la Fe, habéis hecho posible el cumplimiento de la promesa: renovad en la pureza del Evangelio la antigua Fe de nuestra Catalunya y ayudadnos a transformar nuestra Fe enferma en testimonio revelador de Vida, tarea política de Historia y signo profético de la Patria final que esperamos.
Muchacha de vecindario de Natzaret, mujer de pueblo, casada con un trabajador, pobre entre los pobres de Jahvé: librad vuestra Catalunya del materialismo comunista y del bienestar insolidario; arrancadnos de la neutralidad, imposible en este mundo de explotados y explotadores, y forzad a la Iglesia catalana a optar, como Jesús, por la convivencia y por la acción en favor de los Pobres de la Tierra, que son los únicos herederos del Cielo.
Profetisa de la Liberación, trobadora del Magníficat en las montañas de Judea y desde la cumbre cincelada de Catalunya: mantenednos la cabeza bien enraizada en la sensatez de la casa y limpia de toda mentira forastera, libra nuestro espíritu de todo tipo de esclavitud y de corrupción, y confírmanos como militantes indefectibles de la Casa de aquella Liberación total con la que vuestro Hijo nos ha liberado para siempre.
Santuario de la Nueva Alianza, vientre materno de la Eucaristía, Sinaí nuestro de Montserrat: reconcílianos con el Padre, en el Espíritu del Hermano Mayor, Jesucristo; salvad la unidad de Catalunya por encima de los partidismos, hermanando en una gran familia los catalanes de nacimiento y los otros catalanes, y haced de nuestro Pueblo acostumbrado al Mar abierto, una comunidad de diálogo y de colaboración, España adentro, y mas allá de Europa y con la vista a todas las tierras incluso a los Pueblos despreciados del Tercer Mundo.
Hija de un Pueblo sometido al Imperio, Madre de un Hijo perseguido y condenado. Corazón de mujer y de madre sacudido por los sufrimientos y las expectativas de vuestra gente, Cristiana fidelísima en el seguimiento de Jesús, hasta la prueba extrema de la Cruz redentora: enséñanos la humilde fidelidad de todos los días, cerca del Pueblo y llevando la cruz, y haced que el trabajo y el progreso de la trabajadora Catalunya sean siempre un servicio desinteresado en la construción del Reino.
Estrella del alba de Pàsqua, primera testigo de la Resurrección, estrella de Montserrat que brilla en nuestras noches: fortaleced en nosotros aquella Esperanza que, ni en las desventuras de la Patria ni en las infidelidades de la Iglesia, nunca no se descorazona y nunca no se escandaliza; que sabe forjar la venida del Tiempo Nuevo aquí en la Tierra y ultrapasa, con vuestro Hijo resucitado, la oscuridad de la Muerte, hacia la Vida plena.
Maria de Pentecostés, peñón acariciado por el Viento del Espíritu, Cenáculo de la oración y de la cultura de Catalunya: hacednos abiertos al Espíritu; gente de oración, de reflexión y de estudio; levadura y fuego del Evangelio en medio del mundo de hoy; ecuménicamente apasionados por la Iglesia una, que el Cristo imploraba en su testamento, y constructora, en todo el mundo y con todo el mundo, del Reino de Dios y de los Hombres.
Pedro Casaldàliga
Madre afortunada que habéis creído dócilmente en la Palabra y, por la Fe, habéis hecho posible el cumplimiento de la promesa: renovad en la pureza del Evangelio la antigua Fe de nuestra Catalunya y ayudadnos a transformar nuestra Fe enferma en testimonio revelador de Vida, tarea política de Historia y signo profético de la Patria final que esperamos.
Muchacha de vecindario de Natzaret, mujer de pueblo, casada con un trabajador, pobre entre los pobres de Jahvé: librad vuestra Catalunya del materialismo comunista y del bienestar insolidario; arrancadnos de la neutralidad, imposible en este mundo de explotados y explotadores, y forzad a la Iglesia catalana a optar, como Jesús, por la convivencia y por la acción en favor de los Pobres de la Tierra, que son los únicos herederos del Cielo.
Profetisa de la Liberación, trobadora del Magníficat en las montañas de Judea y desde la cumbre cincelada de Catalunya: mantenednos la cabeza bien enraizada en la sensatez de la casa y limpia de toda mentira forastera, libra nuestro espíritu de todo tipo de esclavitud y de corrupción, y confírmanos como militantes indefectibles de la Casa de aquella Liberación total con la que vuestro Hijo nos ha liberado para siempre.
Santuario de la Nueva Alianza, vientre materno de la Eucaristía, Sinaí nuestro de Montserrat: reconcílianos con el Padre, en el Espíritu del Hermano Mayor, Jesucristo; salvad la unidad de Catalunya por encima de los partidismos, hermanando en una gran familia los catalanes de nacimiento y los otros catalanes, y haced de nuestro Pueblo acostumbrado al Mar abierto, una comunidad de diálogo y de colaboración, España adentro, y mas allá de Europa y con la vista a todas las tierras incluso a los Pueblos despreciados del Tercer Mundo.
Hija de un Pueblo sometido al Imperio, Madre de un Hijo perseguido y condenado. Corazón de mujer y de madre sacudido por los sufrimientos y las expectativas de vuestra gente, Cristiana fidelísima en el seguimiento de Jesús, hasta la prueba extrema de la Cruz redentora: enséñanos la humilde fidelidad de todos los días, cerca del Pueblo y llevando la cruz, y haced que el trabajo y el progreso de la trabajadora Catalunya sean siempre un servicio desinteresado en la construción del Reino.
Estrella del alba de Pàsqua, primera testigo de la Resurrección, estrella de Montserrat que brilla en nuestras noches: fortaleced en nosotros aquella Esperanza que, ni en las desventuras de la Patria ni en las infidelidades de la Iglesia, nunca no se descorazona y nunca no se escandaliza; que sabe forjar la venida del Tiempo Nuevo aquí en la Tierra y ultrapasa, con vuestro Hijo resucitado, la oscuridad de la Muerte, hacia la Vida plena.
Maria de Pentecostés, peñón acariciado por el Viento del Espíritu, Cenáculo de la oración y de la cultura de Catalunya: hacednos abiertos al Espíritu; gente de oración, de reflexión y de estudio; levadura y fuego del Evangelio en medio del mundo de hoy; ecuménicamente apasionados por la Iglesia una, que el Cristo imploraba en su testamento, y constructora, en todo el mundo y con todo el mundo, del Reino de Dios y de los Hombres.
Día 25
Nardo |
COMADRE DE SUBURBIO
La cueva no tenía más higiene que el viento de la noche.
Dios tuvo un vecindario de pobres amahares.
-Vallecas o Belén, Belén o Harlem, Belén o las favelas-.
Tú tenías apenas las dos manos para alternar con ellas el pesebre.
Las ricas caravanas llegaban siempre a punto.
Vosotros llegaríais con las puertas cerradas.
No hubo piso en Belén; ni hubo piso en Egipto;
y no hay piso en Madrid, para vosotros.
José estará de paro forzoso muchos días.
Después tendrá, por fin, unas chapuzas de esperanza en madera.
Quizás abrirá zanjas, sin subsidios.
Hebreos sospechosos en un barrio de Egipto acorralado,
viviréis al contado de la suerte, como viven las aves.
El Nilo gastará, día tras día, la piel y la hermosura de tus manos anónimas,
sangre del rey David venida a menos.
Y el Niño crecerá sin más escuelas que la lección del sol y tu palabra.
Vecina del pecado y la vergüenza,
con el Verbo hecho carne que habita entre nosotros
tú has instalado a Dios en el suburbio humano.
Carmen, Dolores, Soledad, María:
todos los nombres llevan la concha de bautismo de tu nombre.
Vives realquilada por la pena y el miedo
en un cuadro de tela reluciente
o en un yeso pintado
o en la fe vergonzante de una estampa escondida en la cartera;
y tu sola presencia rutinaria
traspasa las miserias del suburbio del mundo
con un hilo irrompible de alegría,
¡comadre de suburbio,
ensanche de la Gracia,
puerta y solar de la Ciudad Celeste!
Día 26
Pedro Casaldáliga
La cueva no tenía más higiene que el viento de la noche.
Dios tuvo un vecindario de pobres amahares.
-Vallecas o Belén, Belén o Harlem, Belén o las favelas-.
Tú tenías apenas las dos manos para alternar con ellas el pesebre.
Las ricas caravanas llegaban siempre a punto.
Vosotros llegaríais con las puertas cerradas.
No hubo piso en Belén; ni hubo piso en Egipto;
y no hay piso en Madrid, para vosotros.
José estará de paro forzoso muchos días.
Después tendrá, por fin, unas chapuzas de esperanza en madera.
Quizás abrirá zanjas, sin subsidios.
Hebreos sospechosos en un barrio de Egipto acorralado,
viviréis al contado de la suerte, como viven las aves.
El Nilo gastará, día tras día, la piel y la hermosura de tus manos anónimas,
sangre del rey David venida a menos.
Y el Niño crecerá sin más escuelas que la lección del sol y tu palabra.
Vecina del pecado y la vergüenza,
con el Verbo hecho carne que habita entre nosotros
tú has instalado a Dios en el suburbio humano.
Carmen, Dolores, Soledad, María:
todos los nombres llevan la concha de bautismo de tu nombre.
Vives realquilada por la pena y el miedo
en un cuadro de tela reluciente
o en un yeso pintado
o en la fe vergonzante de una estampa escondida en la cartera;
y tu sola presencia rutinaria
traspasa las miserias del suburbio del mundo
con un hilo irrompible de alegría,
¡comadre de suburbio,
ensanche de la Gracia,
puerta y solar de la Ciudad Celeste!
Primavera |
TE SALUDAMOS, MARÍA, CAMINO DE NUESTRA ALEGRÍA
Letanía bizantina
Alégrate, María,
fuente de vida eterna,
alegría del universo,
esperanza de los creyentes,
lámpara siempre encendida,
sagrario de luz,
abismo de maravillas,
puerta del Señor,
crisol de la naturaleza humana,
taller de incontables maravillas,
puerto sin tempestad,
esperanza de los desesperados,
morada del Dios infinito.
Día 27
Verbena |
NIÑA DEL SÍ
Todo estaba pendiente de tu boca.
Igual que si los hombres, de golpe, se sintieran
con la vida en las manos, detenida,
como un reloj callado y a la espera.
Como si Dios tuviera que esperar un permiso…
Tu palabra sería la segunda palabr
y ella recrearía el mundo estropeado
como un juguete muerto que volviera a latir súbitamente.
Tú pondrías en marcha, otra vez, la ternura.
Orilla virginal de la palabra, niña del sí preñada con el Verbo,
sin la más leve sombra de no, toda en el Día.
Dios encontraba en ti, desde el primer albor de tus latidos,
la respuesta cabal a su pregunta
sobre la Nada en flor...
Tú lo hacías dichoso desde el Tiempo.
Tu corazón se abría como una playa humilde, sin diques fabricados,
y en la arena sumisa de tu carne el mar de Dios entraba enteramente.
Niña del sí, perfecto en la alabanza como una palma de Cadés invicta;
jugoso en la alegría rebrotada, como la vid primera;
pequeño como el viento de un párpado caído, y poderoso
como el clamor del Géresis.
Niña del sí desnudo, como un tallo de lirio
bajo el filo implacable de la Gloria...
Cuanto más cerca de la Luz vivías,
más en la noche de la Fe topabas, a oscuras, con la Luz,
y más hondas raíces te arrancaba tu sí, ¡niña del sí más lleno!
Tú diste más que nadie, cuando más recibías,
infinita de seno y de esperanza.
¡Tú creíste por todos los que creen y aceptaste por todos.…!
Creías con los ojos y con las manos mismas, y hasta a golpes de aliento
tropezaba tu fe con la Presencia en carne cotidiana.
Tú aceptabas a Dios en su miseria, conocida al detalle, día a día:
en las especies torpes del vagido
y en las especies del sudor cansado
y en el peso vencido de la muerte…
¡Rehén de la victoria de la Gracia, fianza de la tierra contra el Cielo,
gavilla de cordera, presentada y encinta!
Porque has dicho que sí,
Dios empieza otra vez, con tu permiso, niña del sí, María.
Las alas de Gabriel abren el arco por donde pasa entera la Gloria de Yahvé.
El arca de tu seno, de madera de cedros incorrupta, viene con el Ungido.
La Primavera acecha detrás de Nazaret, regada por el llanto,
y sobre las banderas blancas de los almendros
el trino de tu voz rompe en el júbilo, humildemente solo.
Pedro Casaldáliga
Todo estaba pendiente de tu boca.
Igual que si los hombres, de golpe, se sintieran
con la vida en las manos, detenida,
como un reloj callado y a la espera.
Como si Dios tuviera que esperar un permiso…
Tu palabra sería la segunda palabr
y ella recrearía el mundo estropeado
como un juguete muerto que volviera a latir súbitamente.
Tú pondrías en marcha, otra vez, la ternura.
Orilla virginal de la palabra, niña del sí preñada con el Verbo,
sin la más leve sombra de no, toda en el Día.
Dios encontraba en ti, desde el primer albor de tus latidos,
la respuesta cabal a su pregunta
sobre la Nada en flor...
Tú lo hacías dichoso desde el Tiempo.
Tu corazón se abría como una playa humilde, sin diques fabricados,
y en la arena sumisa de tu carne el mar de Dios entraba enteramente.
Niña del sí, perfecto en la alabanza como una palma de Cadés invicta;
jugoso en la alegría rebrotada, como la vid primera;
pequeño como el viento de un párpado caído, y poderoso
como el clamor del Géresis.
Niña del sí desnudo, como un tallo de lirio
bajo el filo implacable de la Gloria...
Cuanto más cerca de la Luz vivías,
más en la noche de la Fe topabas, a oscuras, con la Luz,
y más hondas raíces te arrancaba tu sí, ¡niña del sí más lleno!
Tú diste más que nadie, cuando más recibías,
infinita de seno y de esperanza.
¡Tú creíste por todos los que creen y aceptaste por todos.…!
Creías con los ojos y con las manos mismas, y hasta a golpes de aliento
tropezaba tu fe con la Presencia en carne cotidiana.
Tú aceptabas a Dios en su miseria, conocida al detalle, día a día:
en las especies torpes del vagido
y en las especies del sudor cansado
y en el peso vencido de la muerte…
¡Rehén de la victoria de la Gracia, fianza de la tierra contra el Cielo,
gavilla de cordera, presentada y encinta!
Porque has dicho que sí,
Dios empieza otra vez, con tu permiso, niña del sí, María.
Las alas de Gabriel abren el arco por donde pasa entera la Gloria de Yahvé.
El arca de tu seno, de madera de cedros incorrupta, viene con el Ungido.
La Primavera acecha detrás de Nazaret, regada por el llanto,
y sobre las banderas blancas de los almendros
el trino de tu voz rompe en el júbilo, humildemente solo.
Día 28
Madreselva |
CANCIÓN MAGNÍFICA
José Luis Cortés
Estoy más contenta que unas castanyelas
y no me canso de dar gracias a Dios.
¡Pues no se ha ido a fijar en esta pobre paleta!…
Pero desde ahora cuando la gente
hable de mi hijo dirá:
Jo, qué suerte su madre!
Porque el poderoso se ha portado estupendamente conmigo.
y no me canso de dar gracias a Dios.
¡Pues no se ha ido a fijar en esta pobre paleta!…
Pero desde ahora cuando la gente
hable de mi hijo dirá:
Jo, qué suerte su madre!
Porque el poderoso se ha portado estupendamente conmigo.
Es un santo y cuida muchíssimo
de todo el mundo.
Lo que pasa es que Dios muchas cosas
las ve al revés que nosotros.
de todo el mundo.
Lo que pasa es que Dios muchas cosas
las ve al revés que nosotros.
Los que se tenían por enchufados,
resulta que se van con dos palmos de narices.
A los poderosos los derriba de sus sillones
y a los humildes los coloca bien alto.
resulta que se van con dos palmos de narices.
A los poderosos los derriba de sus sillones
y a los humildes los coloca bien alto.
A nuestro pequeño pueblo nunca
lo ha abandonado,
como lo prometió al abuelo Abraham
y a todos los otros de la familia.
como lo prometió al abuelo Abraham
y a todos los otros de la familia.
Porque Dios ama a los de corazón sencillo
y si no, fíjense en mí.
y si no, fíjense en mí.
Día 29
Magnolia |
SOLEDAD
Unica siempre, desde que subiste, como un canto
de alondra no cazada,
a las manos de Dios, para sus juegos,
tú rompiste en la Gracia como un lirio entre espinas,
isla de soledad en tu inocencia cercada por las aguas del Pecado…
Sola de toda humana compañía
capaz de acompañarte totalmente,
con la vida apostada en la aventura del Reino,
con las fieras del Odio y del Amor acechándote, impunemente sola,
¡con la carga de Dios sobre la espalda de tus catorce años sorprendidos!
Sola contra la noche del Misterio,
por las arenas de la Fe abrasadas,
sin otra luz que tu mirada pura y sometida,
descalzo el pie y el corazón abierto, como un río
desangrándose entero…
Madre en la soledad, Virgen con Hijo:
sólo tú has vencido, a todo riesgo,
la extraña soledad de dar a luz sin padre,
sin poder compartir con otra orilla
la mirada y el aire del Hijo, confluentes,
Madre sin Hijo, al fin,
tú, sólo, has consentido invictamente el despojo total de tus entrañas,
saqueadas por Dios y por los hombres…
¡Tú, solamente, has sido rechazada por el amor de un Hijo!
Madre sin Hijo y con el Hijo enfrente
¡con el Hijo a merced de todo el mundo!
¡Mujer de la más honda soledad,
viuda y sin Hijo y aun en flor perenne, como un árbol
despojado en abril, apenas núbil!
Madre en la soledad,
Madre en la muerte, para darnos vida
con la vida del Hijo subastada.
Madre en la noche del mayor silencio,
a tientas el andar del corazón
y la palabra humilde sin respuesta,
como una flauta en el desierto frío.
¡Sin respuesta de Dios ni de los hombres
sola en tu Soledad!
Más sola que el Dolor, dormido en tu regazo para siempre.
Más sola que la Muerte, renacida en tu gozo,
como una golondrina libertada.
Sola de todo Mal, con el Pecado muerto al pie de tu sonrisa.
Camino del sepulcro, con el llanto caído como un velo piadoso,
detrás de la derrota de tu Carne,
la soledad del mundo caminaba a tu paso, redimida.
De vuelta del sepulcro, mientras tu Soledad iba bordando
los ocultos senderos de la Pascua,
la Paz se recostaba sobre tus manos puras
y la Esperanza amanecía a tiempo, al filo de tus hombros, ¡alborada!
¡Te llamaremos todos, muchas veces, desde esta nuestra soledad tan sola,
María Soledad!
Soledad tan cercana y sin estorbos,
tan sonora de aroma y de ternura,
que hasta los niños ciegos han de poder hallarte.
María Soledad,
toda llena de Dios y de los Hombres,
Oh Soledad, oh compañía nuestra!
Pedro Casaldáliga
Unica siempre, desde que subiste, como un canto
de alondra no cazada,
a las manos de Dios, para sus juegos,
tú rompiste en la Gracia como un lirio entre espinas,
isla de soledad en tu inocencia cercada por las aguas del Pecado…
Sola de toda humana compañía
capaz de acompañarte totalmente,
con la vida apostada en la aventura del Reino,
con las fieras del Odio y del Amor acechándote, impunemente sola,
¡con la carga de Dios sobre la espalda de tus catorce años sorprendidos!
Sola contra la noche del Misterio,
por las arenas de la Fe abrasadas,
sin otra luz que tu mirada pura y sometida,
descalzo el pie y el corazón abierto, como un río
desangrándose entero…
Madre en la soledad, Virgen con Hijo:
sólo tú has vencido, a todo riesgo,
la extraña soledad de dar a luz sin padre,
sin poder compartir con otra orilla
la mirada y el aire del Hijo, confluentes,
Madre sin Hijo, al fin,
tú, sólo, has consentido invictamente el despojo total de tus entrañas,
saqueadas por Dios y por los hombres…
¡Tú, solamente, has sido rechazada por el amor de un Hijo!
Madre sin Hijo y con el Hijo enfrente
¡con el Hijo a merced de todo el mundo!
¡Mujer de la más honda soledad,
viuda y sin Hijo y aun en flor perenne, como un árbol
despojado en abril, apenas núbil!
Madre en la soledad,
Madre en la muerte, para darnos vida
con la vida del Hijo subastada.
Madre en la noche del mayor silencio,
a tientas el andar del corazón
y la palabra humilde sin respuesta,
como una flauta en el desierto frío.
¡Sin respuesta de Dios ni de los hombres
sola en tu Soledad!
Más sola que el Dolor, dormido en tu regazo para siempre.
Más sola que la Muerte, renacida en tu gozo,
como una golondrina libertada.
Sola de todo Mal, con el Pecado muerto al pie de tu sonrisa.
Camino del sepulcro, con el llanto caído como un velo piadoso,
detrás de la derrota de tu Carne,
la soledad del mundo caminaba a tu paso, redimida.
De vuelta del sepulcro, mientras tu Soledad iba bordando
los ocultos senderos de la Pascua,
la Paz se recostaba sobre tus manos puras
y la Esperanza amanecía a tiempo, al filo de tus hombros, ¡alborada!
¡Te llamaremos todos, muchas veces, desde esta nuestra soledad tan sola,
María Soledad!
Soledad tan cercana y sin estorbos,
tan sonora de aroma y de ternura,
que hasta los niños ciegos han de poder hallarte.
María Soledad,
toda llena de Dios y de los Hombres,
Oh Soledad, oh compañía nuestra!
Día 30
Camelia |
COMO TÚ, AL PIE DE LA CRUZ
María, quiero estar ahí, en la cruz, como tú.
Quiero que, ni la dureza del camino,
ni la aspereza del terreno,
ni mis agobios personales,
o los trabajos que me pongo sin meta,
nada de mi vida me libre
de estar ahí, como tú, al pie de la cruz.
De la cruz del hambre en el mundo,
de la cruz de la prisión, de la droga y el desamor,
de la guerra y la injusticia,
de la tristeza y la soledad,
de la vejez o de la juventud,
quiero estar ahí, al pie de la cruz.
Quiero, como tú, al pie de la cruz,
ser consuelo del hombre, de todo hombre que sufre,
al lado de dos o de muchos más, en la cruz,
Y yo, debajo, contemplando, aún con impotencia,
al menos estar ahí, como tú, al pie de la cruz.
Quiero que, ni la dureza del camino,
ni la aspereza del terreno,
ni mis agobios personales,
o los trabajos que me pongo sin meta,
nada de mi vida me libre
de estar ahí, como tú, al pie de la cruz.
De la cruz del hambre en el mundo,
de la cruz de la prisión, de la droga y el desamor,
de la guerra y la injusticia,
de la tristeza y la soledad,
de la vejez o de la juventud,
quiero estar ahí, al pie de la cruz.
Quiero, como tú, al pie de la cruz,
ser consuelo del hombre, de todo hombre que sufre,
al lado de dos o de muchos más, en la cruz,
Y yo, debajo, contemplando, aún con impotencia,
al menos estar ahí, como tú, al pie de la cruz.
Día 31
Anémona |
ORACION FINAL A SANTA MARÍA DE NUESTRA LIBERACIÓN
Pedro Casaldáliga
María de Nazaret, esposa prematura de José el carpintero,
aldeana de una colonia siempre sospechosa,
campesina anónima de un valle del Pirineo,
rezadora sobresaltada de la Lituania prohibida, indiecita masacrado de El Quiché,
favelada de Río de Janeiro,
negra segregada en el Apartheid,
harijan de la India,
gitanilla del mundo;
obrera sin cualificación, madre soltera, monjita de clausura;
niña, novia, madre, viuda, mujer.
Cantadora de la Gracia que se ofrece a los pequeños,
porque sólo los pequeños saben acogerla;
profetisa de la Liberación que solamente los pobres conquistan,
porque sólo los pobres pueden ser libres:
queremos crecer como tú,
queremos orar contigo,
queremos cantar tu mismo Magníficat.
Enséñanos a leer la Biblia -leyendo a Dios-
como tu corazón la sabía leer,
más allá de la rutina de las sinagogas
y a pesar de la hipocresía de los fariseos.
Enséñanos a leer la Historia
-leyendo a Dios, leyendo al hombre-
como la intuía tu fe,
bajo el bochorno de Israel oprimido,
frente a los alardes del Imperio Romano.
Enséñanos a leer la Vida
-leyendo a Dios, leyéndonos-
como la iban descubriendo tus ojos, tus manos, tus dolores, tu esperanza.
Enséñanos aquel Jesús verdadero,
carne de tu vientre, raza de tu pueblo, Verbo de tu Dios;
más nuestro que tuyo, más del pueblo que de casa,
más del mundo que de Israel, más del Reino que de la Iglesia.
Aquel Jesús que, por el Reino del Padre, se arrancó de tus brazos de madre
y se entregó a la muchedumbre,
solo y compasivo, poderoso y servidor, amado y traicionado,
fiel ante los sueños del Pueblo,
fiel contra los intereses del Templo,
fiel bajo las lanzas del Pretorio,
fiel hasta la soledad de la muerte
Enséñanos a llevar ese Jesús verdadero
por los callados caminos del día a día,
en la montaña exultante de las celebraciones,
junto a la prima Isabel,
y a la faz de nuestros pueblos abatidos que, a pesar de todo, Lo esperan.
María nuestra del Magníficat,
queremos cantar contigo,
¡María de nuestra Liberación!
Contigo proclamamos la grandeza del Señor, que es el único grande,
y en ti nos alegramos contigo, porque, a pesar de todo, Él nos salva.
Contigo cantamos, María, exultantes de gratuidad,
porque Él se fija en los insignificantes;
porque su poder se derrama sobre nosotros en forma de amor;
porque Él es siempre fiel,
igual en nuestras diversidades,
único para nuestra comunión,
de siglo en siglo, de cultura en cultura, de persona en persona;
porque su brazo interviene históricamente
-por intermedio de nuestros brazos, inseguros pero libres-
y porque un día intervendrá, definitivamente Él;
porque es Él quien desbarata los proyectos de las transnacionales
y sostiene la fe de los pequeños
que se organizan para sobrevivir humanamente;
porque vacía de lucros los cofres de los capitalistas
y abre espacios comunitarios
para el plantío, la educación y la fiesta
en favor de los desheredados;
porque derriba de su trono a todos los dictadores
y sostiene la marcha de los oprimidos
que rompen estructuras en busca de la Liberación;
porque sabe personar a su sierva, la Iglesia,
siempre infiel creyéndose señora,
siempre amada escogida, sin embargo,
por causa de la Alianza que El hizo un día con la sangre de Jesús.
María de Nazaret, cantadora del Magníficat, servidora de Isabel:
¡quédate también con nosotros, que está por llegar el Reino!;
quédate con nosotros, María,
con la humildad de tu fe, capaz de acoger la Gracia;
quédate con nosotros,
con el Verbo que iba creciendo en ti,
humano y Salvador, judío y Mesías, Hijo de Dios e hijo tuyo,
nuestro Hermano,
Jesús.
Pedro Casaldáliga
María de Nazaret, esposa prematura de José el carpintero,
aldeana de una colonia siempre sospechosa,
campesina anónima de un valle del Pirineo,
rezadora sobresaltada de la Lituania prohibida, indiecita masacrado de El Quiché,
favelada de Río de Janeiro,
negra segregada en el Apartheid,
harijan de la India,
gitanilla del mundo;
obrera sin cualificación, madre soltera, monjita de clausura;
niña, novia, madre, viuda, mujer.
Cantadora de la Gracia que se ofrece a los pequeños,
porque sólo los pequeños saben acogerla;
profetisa de la Liberación que solamente los pobres conquistan,
porque sólo los pobres pueden ser libres:
queremos crecer como tú,
queremos orar contigo,
queremos cantar tu mismo Magníficat.
Enséñanos a leer la Biblia -leyendo a Dios-
como tu corazón la sabía leer,
más allá de la rutina de las sinagogas
y a pesar de la hipocresía de los fariseos.
Enséñanos a leer la Historia
-leyendo a Dios, leyendo al hombre-
como la intuía tu fe,
bajo el bochorno de Israel oprimido,
frente a los alardes del Imperio Romano.
Enséñanos a leer la Vida
-leyendo a Dios, leyéndonos-
como la iban descubriendo tus ojos, tus manos, tus dolores, tu esperanza.
Enséñanos aquel Jesús verdadero,
carne de tu vientre, raza de tu pueblo, Verbo de tu Dios;
más nuestro que tuyo, más del pueblo que de casa,
más del mundo que de Israel, más del Reino que de la Iglesia.
Aquel Jesús que, por el Reino del Padre, se arrancó de tus brazos de madre
y se entregó a la muchedumbre,
solo y compasivo, poderoso y servidor, amado y traicionado,
fiel ante los sueños del Pueblo,
fiel contra los intereses del Templo,
fiel bajo las lanzas del Pretorio,
fiel hasta la soledad de la muerte
Enséñanos a llevar ese Jesús verdadero
por los callados caminos del día a día,
en la montaña exultante de las celebraciones,
junto a la prima Isabel,
y a la faz de nuestros pueblos abatidos que, a pesar de todo, Lo esperan.
María nuestra del Magníficat,
queremos cantar contigo,
¡María de nuestra Liberación!
Contigo proclamamos la grandeza del Señor, que es el único grande,
y en ti nos alegramos contigo, porque, a pesar de todo, Él nos salva.
Contigo cantamos, María, exultantes de gratuidad,
porque Él se fija en los insignificantes;
porque su poder se derrama sobre nosotros en forma de amor;
porque Él es siempre fiel,
igual en nuestras diversidades,
único para nuestra comunión,
de siglo en siglo, de cultura en cultura, de persona en persona;
porque su brazo interviene históricamente
-por intermedio de nuestros brazos, inseguros pero libres-
y porque un día intervendrá, definitivamente Él;
porque es Él quien desbarata los proyectos de las transnacionales
y sostiene la fe de los pequeños
que se organizan para sobrevivir humanamente;
porque vacía de lucros los cofres de los capitalistas
y abre espacios comunitarios
para el plantío, la educación y la fiesta
en favor de los desheredados;
porque derriba de su trono a todos los dictadores
y sostiene la marcha de los oprimidos
que rompen estructuras en busca de la Liberación;
porque sabe personar a su sierva, la Iglesia,
siempre infiel creyéndose señora,
siempre amada escogida, sin embargo,
por causa de la Alianza que El hizo un día con la sangre de Jesús.
María de Nazaret, cantadora del Magníficat, servidora de Isabel:
¡quédate también con nosotros, que está por llegar el Reino!;
quédate con nosotros, María,
con la humildad de tu fe, capaz de acoger la Gracia;
quédate con nosotros,
con el Verbo que iba creciendo en ti,
humano y Salvador, judío y Mesías, Hijo de Dios e hijo tuyo,
nuestro Hermano,
Jesús.
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