Abro el ordenador
tarde, media hora larga de espera a la puerta del ambulatorio más la ida y la
venida han tenido la culpa, y me despego las telarañas de los ojos con la
noticia apocalíptica de que más de 4.700 asteroides amenazan seriamente a la
Tierra desde los espacios siderales. Por si no tuviéramos dentro lo que
tenemos, si será poco, vienen ahora desde el exterior a meternos más presión.
Almuerzo mi kiwi, mi
tostada con queso y mermelada, mi café y mi cigarro, mientras recorro las noticias,
que son exactamente las mismas que ayer cuando lo cerré a altas horas. Todo
está igual, más esto de los asteroides.
Como no tenía ganas
de ver el paisaje y el paisanaje, eché una cabezadita. Ayer miré, miré hasta
que me cansé.
¡Ay que ver lo que se
ve a la puerta de un centro de salud! ¡Menuda pasarela!
Que digo yo que dónde
se fijarán los prebostes de la moda para buscar sus modelos, esos que luego se
ponen como ídem para toda la generalidad. Yo creo que no existen, y que ellos
se los inventan; luego nos los proponen. Y nosotros, tontos y tontos hasta más
no poder, vamos y pretendemos copiarlos.
Esperad, que llaman
al teléfono. ¡Vaya por Dios, otra confusión!
Esto es que resulta
que el número de la parroquia es igual que el de la Ponti, salvo el prefijo. Y
no hay día sí, día no, que no reciba alguna llamada preguntando por secretaría,
por publicaciones o por el departamento de derecho. Aún estoy por recibir un
requerimiento dirigido al rectorado, pero todo se andará.
Lo bueno que tiene es
que suele ser gente amable, que recibe pacientemente por respuesta una cariñosa
regañina por no fijarse bien al poner los tres números primeros. De otro modo
ya habría elevado mi queja al departamento correspondiente de movistar, antigua
telefónica.
Volviendo a los peligros
exteriores, miro al cielo y lo veo limpio y claro, de un azul que en absoluto
presagia la amenaza que late tras tanta belleza. Enseguida me viene a la mente
el proverbio “del agua mansa líbreme Dios…”
Ya no sé dónde mirar
para encontrar buenos augurios. Volveré a mis labores, terminaré de arreglar
las tapas de los cancioneros que estaban de pena, me echaré a la espalda si es
que aparecen dichos y hechos de gente desalmada aún por descubrir, que -toquemos
madera- pueden seguir saliendo a la luz en cualquier momento, recogeré el
correo que como viernes que es vendrá henchido de proyectos, avisos y carteles,
y para el resto del día me aplicaré a reflexionar sobre este pensamiento que amablemente
también han dejado en mi correo: «La influencia que la
vida de una persona ejerce sobre otra es incalculable»
(R. Bunche).
¿Que qué hace Moli? En el coche. Ahí se pasa el día entero.
Ahí se siente segura de la lluvia de meteoritos |
[La Ponti es la Universidad Pontificia de Salamanca, Moli es mi compa, y R. Bunche fue Vicesecretario General de la ONU para Asuntos Políticos en los años 60. Asteroide no sé lo que es, nunca he visto alguno; cuando me caiga uno en la cabeza diré como Obélix: ¡Se cumplió la ley de Murphy y el cielo cayó sobre mi cabeza! ]
2 comentarios:
Miguel Angel, si ha de caer algo de la orbita celeste, dudo mucho que podamos evitarlo, así que lo mejor es no pensar y vivir el dia a dia lo mejor posible...tranquilos como la preciosa Moli que se la ve relajada y con mirada penetrante...
La frase de R. Bunche, a que haces referencia, puede ser cierta, hay personas que te hacen mucho bien, con las que aprendes, que te hacen pensar y reflexionar, esas influencias positivas se dan en toda comunicación....por el contrario tambien las hay que te....bueno esas mejor ni citarlas...hacen daño y valdría más olvidarlas.
Que pases un buen sabado.
¡Feliz findesemana! Y no te olvides del paraguas, que amenazan lluvias. No se caerá el cielo; sólo agua bendita de mayo.
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