Esta tarde se ha presentado Mariano con una caja de productos de su huerta: tomates, pimientos, calabacines y berenjenas.
Hablamos de este verano tan raro, de cosas de familia, y de lo difícil que es hoy en día alcanzar lo que uno quiere.
“¿Habré hecho algo mal?”, me soltó casi al final. “¿Como qué?”, le repliqué. “No sé, digo yo que algo no habré hecho bien”. Yo miraba la caja; miraba a Mariano: diez hijos, muchos nietos, buena gente… Y miraba los tomates y no sabía dónde encajar su pregunta. Y recordaba los centros de flores que su mujer prepara para la iglesia en los días de fiesta, y aún lo tenía más difícil. Y hacía memoria de toda su familia, y me resultaba del todo imposible encontrar algo mal hecho de lo que él pudiera ahora estar arrepintiéndose.
Tal vez sea que nadie es perfecto y que tampoco es responsable de todo lo que ocurra en el universo.
“Bueno, un día te pasas por casa y charlamos”, dijo al despedirse. “¡Por supuesto!”, respondí. “Saludos a Ele”.
2 comentarios:
¿Seguro que no dejaron algo más colgado de alguna verja? A veces ocurre. Beso.
Las lecciones más extraordinarias que he recibido en mi vida han procedido de personas sencillas (una tía analfabeta, un pastor de ovejas, un fontanero, un carpintero,...) y de seres vivos de "rango inferior" (mi perra). Ellos, sin saberlo, han sido y son mis auténticos maestros.
"¿Habré hecho algo mal?", dice tu amigo, como si él fuera responsable del universo. Y dice: "Bueno, un día pasas por casa y charlamos", como si entre vosotros pudiérais arreglar esto, seguramente convencido de que es posible arreglar esto.
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