El trinitrón de 14" que compré en 1987 ha pasado a la reserva. Pero eso no quita que, como casi todos los cachivaches que me acompañan en mi vida, tenga su propia historia y mi memoria se niegue a olvidarla.
Por aquel tiempo había adquirido un pequeño sanyo en color, para sustituir al blanco y negro que heredé como desecho de mi hermano. Estaba yo tan contento de ver lo poco que miraba yo en la tele, sólo mientras cenaba, y al tiempo que ojeaba alguna revista o distraía mis bocados nocturnos rellenando alguna sopa de letras. Nunca conseguí quedarme ante la pantalla sin hacer otra cosa.
El caso es que anunciamos, como todos los años, nuestro campamento de verano. Y alguien me avisó: “Te van a robar, ya lo verás. No dejes en casa nada de valor, que te lo quitan, seguro”.
Acostumbrado a vivir en solitario y con la puerta abierta no hice al aviso el menor caso. Además, me la acababan de poner nueva, en aluminio y con cristales. Había quedado preciosa y aparentemente segura. Podía irme tranquilo
Sin embargo, estando en Trefacio de Sanabria ya avanzado el campamento, me avisan que han entrado en mi casa y han robado. “Irás a ver qué te han hecho, ¿no?” “No. Ya lo veré cuando terminemos y volvamos”.
Me encontré la casa sucia, a pesar de que mis vecinas la habían sacado brillo. La sensación de profanación de mi intimidad la tuve apenas entré. Faltaba el aparato de música, el televisor y el anillo que me regaló mi madre el día de mi ordenación. El cáliz que me regaló mi padrino, mucho más valioso que todo lo demás junto, se conoce que impuso respeto o miedo, y allí seguía, envuelto en el mismo papel de periódico en que lo dejé. Sólo los huecos vacíos y los polvos que la policía había echado en su búsqueda de huellas avisaban del desaguisado. Recuerdo que era sábado.
Tal vez fue un arrebato. Seguro que sí. Aquella tarde, me dirigí a Galerías Preciados, posiblemente el establecimiento más carero de entonces. Solicité el televisor pequeño más costoso del mercado. Y no esperé a que me lo trajeran a casa el lunes siguiente. Yo mismo lo cargué y lo estrené mientras cenaba.
Ahora ya no servía para mucho. Careciendo de las conexiones que hoy se exigen, y desde que empezó lo de lo digital, requería estar enchufado al vídeo y al artefacto tdt para visionar apenas las cadenas nacionales; ni tdp ni otras lograba recibir, porque el aviso era inmediato “No o mala señal!”
Hace apenas un año dije aquí mismo que no estaba dispuesto a ceder. Hoy me desdigo. He jubilado este viejo cacharro y en su lugar he puesto uno nuevo, con todos los adelantos de la nueva era digital, aunque bien me sé que no voy a disfrutar con él lo que tampoco he disfrutado con el otro.
No termino de aceptar que últimamente los llamados adelantos, que percibo a mi alrededor más cerca o más lejos es igual, son simples cambios y no suponen ningún avance o progreso; sirven sólo y apenas para que todo siga igual que antes.
¡Ya es castigo!
3 comentarios:
Jaja, todavía tengo uno exactamente igual, y por todos los cielos, que con el aparatejo correspondiente comprado en tu ciudad ¡funciona! perfectamente. Ja,ja, cosas tiene la vida. Beso.
También a mi me cuesta entrar en las nuevas tecnologías, la tele continúa siendo de las antiguas pero funciona y cuando hay tormenta enseguida pone lo de "no señal", bueno pues hago otra cosa ¡ya ves tú qué bobadas!, hasta que no deje de funcionar, estará ahí.
Bueno Míguel, que amortices ésta tantos años como la anterior.
Besos
Es fácil cambiar un televisor viejo. Los televisores viejos solían tener esquinas. Y los más antiguos, sólo dos canales, aunque con el mismo mensaje. Estos modernos, con tantos canales, parecen llenos de mensajes, pero, en realidad, siguen con el mismo mensaje de antaño cuando había dos canales. Te lo ponen en muchos canales para asemejarse a la pluralidad, pero es el mismo antiguo con distintos ropajes. Seguimos viviendo en el mismo mundo injusto. Hemos entrado en la era del pensamiento único. Y se dice que no es la vieja injusticia lo que importa, sino los escenarios.Todo parece haber cambiado, pero se sientan con los que desde siempre fueron causa de la injusticia. Y te cortarían las manos y la lengua por escribirlo o decirlo. La diferencia es que, además del televisor, tenemos el 2.0, donde las voces sí pueden, y lo son, realmente diferentes. Jubilarás también este televisor, que seguirá con su vieja historia monocorde, pero quizás el mundo ya no sea el mismo.
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