Hacía tiempo que no me avisaban, desde enero, y ya estaba esperando su llamada. Suelen hacerlo por estas fechas. Que si puedo dar plaquetas. Por supuesto, dije, ¿cuándo? ¿El viernes le viene bien? ¿A qué hora? Quedamos a las diez.
A la hora señalada entro por el vestíbulo y entrego el carné. Me dan la hoja de recomendaciones y, tras leerla y firmarla, me toman la tensión y me sacan sangre para un análisis previo, que en mi condición se ve necesario.
Media hora después la enfermera que avisa: Se nos va el tiempo a 79 minutos. ¿Le parece mucho? Me encojo de hombros y largo: lo que sea…
Por mi tipo de sangre y por la constitución de mi arteria derecha, que es la mejor de las dos, la máquina debe trabajar a un ritmo lento; eso hace que el tiempo se dispare de los 40/45 minutos, que es + ó - lo normal, a casi el doble.
La enfermera, como si tuviera responsabilidad alguna, me confiesa: En otras circunstancias la doctora no le dejaría donar, pero como es usted y porque debe ser para una atención muy concreta, se la vamos a recibir.
Ya me sospechaba que algo de eso había por medio. Alguien espera mi plasma y mis plaquetas como agua en agosto. Y allí estaba yo, con tiempo libre, una sangre floja (dentro de la normalidad) y una arteria vacilante.
Me tumbo tal como está ese señor en la foto, me enchufan mismamente y la máquina empieza a funcionar. Es todo un cerebro: en la pantalla se refleja el tiempo final, el transcurrido y el que falta; indica las dos fases del proceso, extracción y devolución; cantidades que se van acumulando en las bolsas, de plasma y de plaquetas; y si no sucede nada, pues muy bien; pero si ocurre cualquier incidencia, por ejemplo que yo me descuide en apretar/aflojar el puño en la extracción, acuse la falta de presión con un ruido inquietante que pone a todo el personal sanitario en alarma roja.
Hoy no me han abrumado, y todo ha sucedido lenta pero tranquilamente. Al final salieron 81 minutos, y mi cuerpo se quejó de la inmovilidad tan duradera. Pasaron por allí jóvenes fuertotes, de ambos sexos, que en un pis pás resolvieron la papela de simple donación, y dejé en pleno proceso a otro carrozón para hacer lo mismo que yo había hecho.
Esa es la pantalla que yo he tenido que controlar. Tiene cuatro columnas. La de la derecha me sobraba, porque yo no doy hematíes. La del centro es la primera que empieza a subir, es el plasma; en media hora aporté 300 cl. La de su izquierda indica las plaquetas, y tarda en moverse hasta quitarte por completo la paciencia, total para aportar 3,20x10 a la noséqué. Y la columna del extremo oriental señala la presión con que se bombea la sangre en el doble proceso salida-entrada. En mi caso, justo por la parte de abajo…
Ha sido todo un placer ir a engancharme una vez más a esta máquina tan lista. Y salgo con la sensación de que ésta puede ser la última vez, porque tanto tiempo no lo aguanta la institución sanitaria, que yo estoy dispuesto a que sea la mañana entera. En fin, la próxima ya veremos que ocurre.
¡Hazte donante! ¡Merece la pena!
Post Data: He encontrado esta información adicional, y me peta publicarla. Sólo en plan divulgativo, que conste.
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