¡Cómo me lo iba a imaginar!
Esta entrada es especial por varios motivos.
1. Los lilares han florecido, las cuatro variedades: blanca, morada, oscura y doble.
2. He encontrado, por fin, el taco de fotos que creía perdido con tanto mover cosas de un lado para
otro por obras interminables.
3. Esta entrada hace la número 1.000.
Que las lilas emergieran del invierno era de esperar, puesto que año tras año han venido haciendo lo mismo, con una pequeña variación en el tiempo dependiendo de la climatología. La lluvia de estos días ha dulcificado la floración, aunque por contra ha mermado bastante el aroma natural, que en primaveras más secas hacía que quedara todo el barrio inundado del olor del jardín parroquial. Este año, de momento, está en suspenso.
Las fotos ya las daba por perdidas, tras haber rebuscado inútilmente por todos los rincones. Que hayan aparecido es motivo más que suficiente para publicarlo aquí y esperar de las visitas que me feliciten, lo mismo que a aquella buena mujer que perdió una moneda en el fondo del armario y, arremangándose el refajo, dio la vuelta entera a su vivienda hasta que la encontró, para salir gritando a la vecinas ¡felicitadme, he encontrado la moneda que había perdido!
Algunas de ellas me son muy queridas porque pertenecen a momentos importantes de mi vida. Pongo aquí la que creo que ha sido la primera que me han sacado en mi ya larga existencia. Así fui:
Un cierto día de 1948
En cuanto a lo de las mil publicaciones tiene importancia menor. A punto de cumplir cuatro años editando en este blog, no resulta nada del otro mundo. Pero está bien resaltarlo. Lo empecé sin pretensiones, y así sigo. Y mientras nadie me lo impida y tenga algo que anotar, este blog continuará saliendo en cuanto alguna ocurrencia o circunstancia aparezca por el horizonte.
Llegado este momento aparco hacer balance y evaluación. Hay alguna cosa interesante, que he vuelto a leer repetidamente; la mayoría, sin embargo, ahí está tal cual lo puse, es agua pasada.
Para hoy me regalo con este precioso texto de un escritor de la tierra:
Sólo un guijarro
La priora le dijo que aquellas ausencias y silencios suyos no eran buenos.
–No es que no estemos aquí para guardar silencio, pero este silencio suyo es de otra clase: como de melancolía.
Se levantó de su silla de detrás de la mesa, sobre la que sólo había un libro y unas cartas sin abrir, y vino hacia sor Irene, sentada en la silla de las visitas con las manos sobre el halda del hábito, y como ausente.
–¿Echa de menos algo del mundo? –preguntó la priora.
–No.
–¿Su familia?
–No.
–¿Algún otro afecto?
–No.
–¿Se encuentra aquí a disgusto? ¿Le pesa la Regla de la Casa?
–No.
–¿Qué es, entonces?
–Nada.
–¿Qué piensa en sus ausencias y silencios suyos?
–En nada.
–¿Y entonces?
–No sé.
–Tiene que abandonar. Tendrá que irse. Yo no podría permitirle hacer los votos en ese estado de su alma. Ya ve que he hecho lo que he podido, y las hermanas también se han esforzado, pero no hemos podido arrancarla una sola sonrisa.
–No –contestó sor Irene, sonriendo.
–Sor Rosalía le dará sus ropas del mundo.
Sor Irene se levantó, e iba echar a andar para marcharse, pero entonces la priora se echó en sus brazos llorando, y le dijo:
–¿Adónde, adónde ha encontrado ese silencio?
Sor Irene volvió a sonreírla, y la priora la suplicó:
–¡Quédese!
–No.
–¿Por qué?
–No sé, no puedo.
Se miraron un instante y, luego, los ojos de sor Irene se posaron sobre un guijarro que había allí, sobre la mesa de la priora, como pisapapeles puesto encima de las cartas, y preguntó:
–¿Puedo llevármelo?
–Naturalmente, es suyo –contestó la priora alargándoselo.
Y estuvieron un rato en silencio. Hasta que se oyó una campanita en aquel atardecer que ya dejaba lugar a la noche. Entonces, salieron de la celda.
–Gracias por todo –dijo sor Irene, apretando el guijarro en su mano derecha.
José Jiménez Lozano. Un dedo en los labios. Espasa Calpe, 1996, págs.
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6 comentarios:
Felicidades por esas 1000 entradas!!
Y yo también envidio a Sor Irene...
Te felicito por haber encontrado las fotos...las cosas materiales no tienen patas y es la mano despistada la que las deja en un sitio del cual después no se acuerda y más con el desorden de las obras....
La foto de niño entrañable, han pasado años pero...a veces me pareces un niño al que le ha crecido barba, está bien, muy bien.
A por 1000 más que tienes muchas cosas que decir.
Las lilas están florecidas que es un regalo.
No sabia que yo iba vestida con ropa de mundo....¡jejejeje!...Sor Rosalía le dará sus ropas del mundo., claro las que no son el hábito, ¡vaya,vaya! que anticuado me parece esa expresión.
Miguel Angel, hay entradas que me distraen mucho.
Un abrazo.
Vayamos por partes porque en esta entrada, relativamente corta, dices muchísimas cosas. Tu jardín parroquial está inmenso, ¡qué preciosidad de lilas!, aunque no estén dando olor ahí a mi ya me ha llegado, me encantan las lilas, verlas y olerlas. Lo segundo es tu foto, enhorabuena por haberlas encontrado todas, pero la que has puesto es una monada achuchable, qué rico eras (aun eres un ser muy achuchable) y me apuesto lo que sea a que el jersecito que llevas, o como se llamara en aquel tiempo, así como los patucos están tricotados por tu madre ¿me equivoco? ¿tienes ese dato?.
Lo del relato sobre el silencio de la tal Sor Irene es inquietante, claro que como no conozco el resto del texto, así sin más me inquieta. Bueno tampoco de manera excesiva, pero un poco sí.
Y ya está, besos y enhorabuena por tus mil entradas: el que la sigue la consigue. Ánimo para las siguientes.
Más besos.
No tienes por qué envidiarla, Carmen, al fin y al cabo casi seguro que estaba buscando su lugar, y sólo sabía que aquel no lo era. Tú sabes que vas camino de Ítaca, y llegarás, seguro. No te hacen falta guijarros ajenos. Y además ella iba sola y tu tienes compañía…
Anna, no te pienses que ese lenguaje está en desuso, aún vale en algunos lugares.
Tomo nota de tu última afirmación. Intentaré estar a la altura de las expectativas. Un abrazo.
Julia, no sabes cuánto siento que el relato no tenga continuación. Es así, un corto. Y no es inquietante, y si lo fuera, sólo en aquel lugar donde el silencio es obligatorio, no una apetencia.
En cuanto a la prenda que visto de nene, lo ignoro; pudo ser manufacturado por mi mamá, pero había otras manos tan buenas o mejores para ese menester: una tía abuela por parte de padre, mi tía Carmen, que tejía magistralmente.
Y por último: la lilas sí que huelen, pero mi último constipado aún está vigor, y me ha mermado facultades.
Muchos besos.
Hola Miguel Angel, hacía tiempo que no recorría "tu Pequeño Mundo", así que hoy que he entrado en él, me he pegado un atracón.
Me enccanta leer tus vivencias y tus anécdotas comentadas, así al natural, al estilo rural del castellano viejo (sin ofender).¡Eres un niño, no hay más que ver la fotografía!, ¡me encanta!.
Sigue con tu buen humor y tu buen hacer.
Un abrazo fuerte, fuerte, desde este otro "Pequeño Mundo.
¿Ofender, dices? En absoluto. ¡Ojalá fueran verdad las dos cosas! Pero viejo por un lado y niño por el otro no son fáciles de conjugar. Veré la manera de hincar el diente a esa contradicción.
De mundo a mundo, de pequeño a pequeño, un beso.
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