¡Fumar mata! ¡Fumar perjudica
gravemente su salud y la de los que están a su alrededor! ¡Fumar acorta la
vida! ¡Fumar puede reducir el flujo sanguíneo y provoca impotencia! ¡Fumar
puede ser causa de una muerte lenta y dolorosa!
Estas advertencias,
que aparecen en las cajetillas de cigarrillos y otros paquetes de tabaco, no
estaban en el caldo de gallina que fumaba mi papá, y con el que yo aprendí a
liar y fumarme cigarrillos.
¡Qué bonitos le
salían a mi padre! Jamás conseguiré hacerlo como él. Aún así, de vez en cuando
lío uno y me lo fumo. Como éste, por ejemplo.
De repente me han entrado ganas, al
recordar lo que vi el otro día cuando terminaron de descargar los alimentos que
habían recolectado en su campaña navideña.
Eran alumnos de
bachillerato de un colegio cercano. Y al finalizar el trimestre avisaron que
vendrían con el cargamento.
Se presentaron
tropecientos, ellos y ellas, tan jóvenes y tiernos que daban ganas de
comérselos. En un plis plas descargaron todo y se citaron para hoy, a fin de
ordenarlo un poco y dejárnoslo todo bien dispuesto.
El caso es que
mientras decidían y se iban despidiendo, en corro y sentados sobre el cemento
de la calle, una mocica saca una petaca y el librito, y empieza a empaquetar algo
parecido a un cigarro. Varias veces tuvo que deshacer y volver a empezar el
envoltorio. Tras varios intentos, por fin consiguió algo parecido a un canuto.
Luego extrajo no sé de dónde un pequeño filtro e intentó colarlo por uno de los
extremos. También en ello empleó varios intentos. El resultado,
independientemente de las apariencias que tuviera, se lo fueron fumando, calada
tras calada, en una suerte de ceremonia de la pipa de la paz, pasándoselo al de
al lado para que también chupara y expulsara.
Aquel gesto hizo que
me acordara de mi padre, y que me pusiera una pizca tierno. Él nunca me pasó su
cigarro. Lo consideraba personal e intransferible. Todo lo más que hizo fue
liarme alguno, cuando yo aún no sabía como hacerlo.
Ahora parece que es moda,
y la practican precisamente los principiantes. Ver a una chiquilla liar un
cigarrillo me resultó enternecedor.
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