DIOS DE REFUGIADOS Y EXILIADOS
Señor, Dios y Padre nuestro,
Tú que eres el auxilio de exiliados y refugiados,
escucha los silencios y gritos
de los que no tienen casa ni hogar,
de los que no tienen patria ni trabajo,
de los que viven a la intemperie,
escondidos o en tierra extranjera,
por salvar su vida y dignidad.
Escucha los silencios y gritos
de los perseguidos y prisioneros de guerra,
de las viudas, huérfanos y refugiados,
de los pobres y excluidos por cualquier motivo,
de los que se ven abocados a coger pateras...
Mantennos unidos a ellos:
que nuestra compasión y solidaridad cree lazos y redes
que les transmitan alegría y seguridad.
Tú que eres Dios de exiliados y refugiados,
muéstranos la parte de nosotros que vive en el exilio,
que está perdida y necesita volver a casa.
Danos todo el calor y ternura que necesitamos
para sentirnos queridos y protegidos.
Guíanos a nuestro ser verdadero
para que vivamos como hijos y hermanos.
Tú que eres Dios de exiliados y refugiados,
ayúdanos a ver claramente los aspectos de nuestra cultura
que crean exclusión y nos hacen vivir en cautiverio.
Concédenos la visión, el coraje y la fuerza necesaria
para mantener los valores del Evangelio.
Tú que eres Dios de exiliados y refugiados,
llama a la Iglesia con voz firme y clara
a volver a los caminos de la justicia y de la verdad.
Y danos, a todos los que decimos seguirte,
un corazón compasivo y una mente abierta
para que nadie permanezca en el exilio.
¡Tú, Dios de exiliados y refugiados!
Faustino Ulibarri, Al viento del
Espíritu
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